BARCELONA
Actualizado:Una mujer negra de alguna forma asume que sufrirá agresiones racistas en un país de blancos. Bajo esa premisa había vivido hasta ahora Flavia, que vino de Brasil hace 11 años y desde hace ya algunos ostenta la nacionalidad española. Sin embargo, como vaso que se va colmando, su paciencia estalló tras el último y supuesto abuso: el de una trabajadora de la Alhambra que le espetó un infame “vete a tu país” tras unos problemas con su entrada. Esta vez ha puesto una denuncia por delito de odio, xenofobia y racismo y busca revertir la impunidad con la que se cometen estas agresiones. El Patronato de la Alhambra cree que hubo un malentendido, pero en ningún caso se trató de racismo.
Flavia, nombre ficticio porque tiene miedo a represalias si hace pública su identidad, vive en Marbella y visitaba Granada con un amigo de Austria. Él había comprado con antelación las entradas para la Alhambra (dos Granada Card, un abono con el que se accede a los principales museos de la ciudad). Cuando se presentaron allí a la hora indicada, él se equivocó y pasó escaneando el código QR de la entrada a nombre de ella. Así que cuando Flavia fue a entrar se encontró con el mensaje de “entrada ya utilizada”. Entonces apareció una trabajadora de la Alhambra para ver qué sucedía. En vez de pedirle su identificación y la entrada, que es nominal, para comprobar qué había podido fallar, según la víctima se limitó a repetirle lo que ya había dicho el torno: que la entrada ya se había usado y no podía acceder al recinto.
Tras una corta discusión, la trabajadora llamó a un compañero porque no se aclaraba el malentendido. Las dos mujeres se habían gritado y la gente empezaba a arremolinarse alrededor de ellas. De acuerdo con la víctima, la trabajadora se dirigió a ella todo el tiempo como “esta señora está intentando acceder con una entrada que ya fue utilizada”, lo que a Flavia ya le hacía sentir condenada de querer colarse. “Yo ahí ya sentí el racismo, pero es algo que no puedes demostrar porque es una actitud muy interiorizada, así que te callas hasta que no hay una prueba cabal”, argumenta.
El amigo de Flavia, que no habla español, salió para intentar entender lo que estaba pasando. Ella se lo explicó en inglés y entonces él mencionó que quizá se había equivocado y había accedido con la entrada a nombre de su amiga. Fue en ese momento cuando los dos trabajadores accedieron a comprobar esa versión y con la identificación de los dos visitantes revisar sus entradas. Como efectivamente había habido un baile de entradas, se resolvió el asunto y les dejaron pasar.
Pero cuando Flavia estaba por fin entrando y siempre según su versión, la trabajadora la llamó mentirosa. La víctima le contestó diciéndole que la mentirosa era ella y montó en cólera. El compañero de la trabajadora se acercó para decirle a Flavia que dejara de gritar o llamaría a la Policía. Cuando se dio la vuelta para seguir con la visita fue el momento en el que, supuestamente, la mujer le lanzó el imperativo. “Vete a tu país”. Ella contestó “soy española”, a lo que la empleada, en vez de responder con el silencio, prosiguió: “pues al país del que vengas”.
El vaso rebosó. “La última palabra la tuvo ella porque yo frente a esto no tuve fuerzas de contestar” cuenta Flavia. Empezó a llorar de rabia y le temblaban las piernas. Tuvo que sentarse en un banco durante algunos minutos, durante los cuales nadie se acercó a preguntarle qué sucedía. Tras explicarle a su compañero la agresión que acababa de sufrir, decidieron abandonar el monumento y marcharse sin visitarlo. Al día siguiente, recuperada la compostura, Flavia se puso en contacto con la Asociación Pro Derechos Humanos que la remitió al Defensor de la Ciudadanía de Granada, Manuel Martín García.
Martín la convenció para poner una denuncia ante la Policía por un delito de odio, xenofobia y racismo y de hecho, la acompañó hasta la comisaría. A ella ni se le había ocurrido esa posibilidad: “Jamás he puesto una denuncia a nadie ni he llamado a la policía, pero aunque he sufrido el racismo desde que llegué y siempre le quitas importancia, las huellas van quedando y al final me decidí”, declara Flavia. Después de declarar, volvió a la Alhambra y se pasó una hora rellenando una reclamación de siete páginas.
El Defensor de la Ciudadanía actúa
“Cuando vino a verme al día siguiente de la supuesta agresión estaba bastante mal, muy afectada por el tema”, comenta Martín. Después de una larga entrevista la asesoró para que denunciara, aunque al principio “se mostró reacia a la denuncia”. El Defensor expone que casi todas las víctimas de este tipo que le llegan lo hacen en ese estado. De los 11 casos que consultaron a Martín en 2017 por distintas discriminaciones, todos acabaron poniendo una denuncia. Concretamente, Granada registró 5 casos de discriminación por orientación sexual, tres por racismo, dos por creencias religiosas y uno por discapacidad el año pasado.
“Si efectivamente ocurrió como cuenta la víctima, esto es un delito, es vergonzoso y me quedo corto con esa palabra”, expresa Martín, “y más en un monumento como la Alhambra, signo de la unión de culturas”. Aprovecha la conversación para exigir una ley integral que apoye a las víctimas de estos tipos de delito. La Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia ya recomendó a España el pasado febrero que incluya “los motivos de raza, color, idioma, nacionalidad e identidad de género en todas las disposiciones pertinentes” y que penalice “el apoyo a grupos que promueven el racismo” y “toda discriminación racial en el ejercicio de un cargo público”.
La Alhambra niega que hubiera racismo
El Patronato de la Alhambra no está de acuerdo con las acusaciones de racismo. Su secretario general, José Miguel Casasola, cree que es un tema que se debe tratar “con toda la sensibilidad que requiere” sin menospreciarlo, pero tampoco magnificarlo. Considera que publicar una noticia como este supondría dar mayor importancia a un hecho que reduce a una discusión por las entradas y que en ningún caso fue racismo.
“Dos millones y medio de personas visitan cada año la Alhambra, más de 8.000 al día, de todos los países, razas, religiones y nacionalidades y es un ejemplo de integración”, argumenta el secretario general, “no ha habido nunca ningún problema a ese respecto”. Tiene de su lado la versión de la Policía, que cuando se dirigió a ellos para pedirles información, le comunicaron que “si bien inicialmente la denuncia la había recibido la unidad de racismo, habían archivado esa parte de la causa y lo trataban como falta por una discusión”, añade.
Que la Policía no trate el conflicto como un caso de racismo, a Casasola le transmite “tranquilidad” y lo considera un “dato importante”. Sobre todo porque esa decisión ya la habrían tomado antes de ponerse en contacto con la Alhambra. Sin embargo, Flavia estima que es “una arbitrariedad”, porque de momento ella no ha sido informada de esa nueva clasificación de la denuncia.
Los agentes solicitaron la identidad de la trabajadora, con la que hablaron, y las imágenes de las cámaras de seguridad, en las que según el secretario general del Patronato no se aprecia ningún “mensaje corporal violento”. Lo dice también porque la grabación no tiene audio. “Por lo visto hubo un intercambio de comentarios entre las dos mujeres, pero una cosa es que hubiera un malentendido y otra que se acuse a la trabajadora, y por ende al Patronato, de tratamiento racista a una persona”, se queja Casasola.
El Patronato defiende a la trabajadora, de la que dice que “es una persona que no ha generado nunca ningún conflicto” y no prevé ningún cambio en sus actuaciones. Responderán a la reclamación de Flavia “con toda la sensibilidad” y eso será todo, porque tanto la trabajadora acusada como el compañero que participó en la discusión niegan que hubiera racismo alguno. Se elaborará un parte de incidencia a raíz de la reclamación “pero por la entrada y el problema que hubo a nivel interno de funcionamiento, porque consideramos que esto no tiene nada que ver con un tratamiento racista”, insiste Casasola.
A pesar de ello, el Secretario General aclara que “si hubo recriminaciones mutuas, es muy desagradable y siempre pedimos disculpas si eso sucede”. El Patronato y sus trabajadores tienen “muy asumido” que la Alhambra es un “espacio abierto, internacional y multicultural”. En ese sentido, “no hay que cambiar protocolos porque ya están establecidos”. Aunque entiende que la visitante se pudiera sentir agredida, Casasola considera que “se puede haber sentido mal, pero es una percepción subjetiva y otra cosa es que con los datos objetivos se pueda llegar a esa conclusión”. Una vez analicen la reclamación, responderán a Flavia.
Cuando Público le pregunta a ella por qué no comprobaron su identidad desde el principio, ella contesta que “a nadie se le ocurrió”. Es decir, que por su color de piel, se dio por hecho que intentaba colarse y no que hubiera habido un malentendido con las entradas. A este respecto, Casasola le quita importancia: “pudo ser antes o después, pero desde luego no fue por racismo”.
Flavia no quiere que la trabajadora sufra represalias, para ella “es suficiente que se abra una discusión sobre el tema”. Su deseo es que se cree una mesa por la convivencia en paz para que ni ella ni nadie más vuelve a sentirse discriminada así. Reitera que no quiere que se sancione a la empleada que supuestamente la agredió y pide que se hable claro. Al poner la denuncia, la policía escribió en su declaración que se trataba de una mujer “de piel morena”. Entonces ella solicitó que se cambiara por mujer “de raza negra”. “Porque por eso estaba allí”, señala.
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