madrid
Actualizado:Los peruanos no tienen buenas palabras para Repsol. Los 6.000 barriles de crudo que la petrolera ha derramado frente a sus costas no son para menos. Allí, en Lima, miles de personas salen a diario a las calles para exigir justicia ambiental. Quieren que la empresa pague lo que ha roto: 7,1 km² de mar y 1,8 km² de playas teñidas de negro. La tragedia duele. A los compatriotas que están en España, a unos 10.000 kilómetros de distancia de su tierra, también. Este jueves, con la noche ya entrada, un centenar de personas, la mayoría migrantes peruanos, se han plantado delante de la sede de Repsol de Madrid para reclamar responsabilidades.
"Señores de Repsol, la muerte no se limpia", gritan. Algunos se acercan después de trabajar, con sus pancartas al hombro, y van animándose unos a otros, pasando un micrófono donde, según dice una de las oradoras, "todos están invitados a arengar". Fernando, nacido en Lima, está plantado ufano con su bandera rojiblanca frente a la desmesurada edificación que acoge a las oficinas centrales de la multinacional española. "Hemos presenciado la inoperancia de nuestros gobernantes, que no exigen a Repsol en España que cumpla con los protocolos, que limpien y paguen el agravio causado", dice a Público mientras agita la tela al viento.
"Yo les respeto a ellos, pero que ellos nos respeten también, que nos manden tecnología y ayudas para limpiar"
No es la única bandera. Al otro lado de la carretera un grupo de cinco personas sujeta una tela enorme, como si fuera la cabecera de una gran manifestación, compuesta por los colores nacionales de Perú. La Policía les retiene unos minutos frente al cruce que les reúne con el resto de manifestantes. "Repsol hazte cargo", gritan de fondo.
A Luis, otro peruano que ha acudido a la protesta convocada por el colectivo Kunturkanki, le chirría el "silencio" de los medios de comunicación españoles. "Lo que veo es que callan", sostiene, "no están poniendo el foco en la empresa española porque el daño no es aquí". El hombre, no en vano, que no está al día de lo que Pedro Sánchez y su Gobierno han dicho al respecto y tampoco les exige demasiadas explicaciones. "Desconozco si el presidente de aquí ha dicho algo sobre el tema, pero entiendo que tenga que ser respetuoso con las empresas del país".
Varias mujeres sujetan sus pancartas –"Repsol respeta nuestro mar"; "Mar peruano de luto"– mientras observan a otra comadre que se ha arrancado a hablar con vehemencia y cierto sentido poético. Menciona a Pachamama y se pide que la gente se acerque a "compartir y circular sus palabras y deseos". "Somos como los cormoranes [una de las aves más afectadas por el derrame de petróleo], como los pescadores artesanos sin peces, como mujeres que salen a buscar no una canasta de mar, sino la vida".
La señora Soledad –así se presenta a Público– es una mujer orgullosa de sus raíces. "Soy de San Juan de Lurigancho", informa. "Estoy aquí defendiendo mi mar peruano. Repsol lo ha vulnerado y no se hace cargo. Su director general aquí en España no dice nada y exigimos responsabilidad. Yo les respeto a ellos, pero que ellos nos respeten también, que nos manden tecnología y ayudas para limpiar, para que toda esa gente vuelva a su normalidad, para que esos pescadores puedan seguir pescando y viviendo", desarrolla.
"Hay que quitarles el poder de una vez por todo lo que significan"
En la protesta también hay algunos españoles, la mayoría del mundo del activismo ecologista. Paco, un joven madrileño, se ha acercado hasta Méndez Álvaro, 44, para arrimar el hombro y prestar su solidaridad. "Nos sentimos responsables", comenta, ejerciendo de portavoz del resto de sus amigos. "Estas empresas tienen capital español, se lo llevan allí y después no pagan por los daños que hacen". A la memoria le viene el histórico chapapote que tiñó de negro las costas gallegas y alude a ello como un motivo de peso para alzar la voz frente a la sede de multinacional. "Hace veinte años tuvimos el Prestige, así que creo que esto nos afecta también por ello. Los vertidos tan grandes, por fortuna, no son tan habituales, pero es un motivo más para intentar desprendernos de los combustibles fósiles, sea Shell, Repsol o cualquier otra. Hay que quitarles el poder de una vez por todo lo que significan, porque no son solo los derrames, también son responsables de las emisiones de CO2 y de poner palos en las ruedas de la transición energética".
Otros dos jóvenes españoles, del colectivo Fridays For Future, escuchan desde segunda fila como los peruanos van pasándose el micrófono y cantando a coro consignas contra la petrolera. "Es una de las mayores empresas contaminantes la líder a nivel español", dice Juan, portavoz de este movimiento juvenil, citando un dato sacado del último informe Pig Polluters del Observatorio de la Sostenibilidad que asigna a Repsol 11 millones de toneladas de CO2 anuales.
"Zonas reservadas, refugios de aves marinas, flora, fauna y todo el ecosistema de la biodiversidad biológica de la Corriente del Humboldt se ha visto comprometida. Se han extinguido especies enteras, como el caso de nutrias peruanas, y hemos visto cadáveres de aves y animales marinos en nuestras costas", narra desde el centro de la protesta una de las portavoces del colectivo Kunturcanqui. "Son los y las peruanas las que están limpiando las playas y exponiéndose al riesgo de hacerlo cuando es la empresa la única que debería asumir todos los costes de una limpieza especializada, ¡es lo mínimo!", grita entre aplausos.
Esas palabras dan paso al cierre de la concentración, a las tres reivindicaciones de las aproximadas cien personas que han acudido tras sus jornadas laborales a exigir justicia. "Sanción", enumera una mujer, micro en mano, "renegociación" y "boicot". Un boicot a Repsol, dice, "es un boicot por la vida y el planeta".
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