Entrevista a Javi Martín"Si no me hubiese podido pagar un psicólogo privado, no sé si estaría aquí o me habría suicidado"
Cristina del Gallego Baraibar
Madrid-Actualizado a
Gafas de sol, traje oscuro y mucho humor ácido. Así es la imagen que mucha gente conserva en su mente de Javi Martín (Madrid, 1972), antaño conductor del programa Caiga quien caiga.
En una soleada mañana en Madrid, se presenta en una cafetería próxima a la Gran Vía con ropa veraniega y el pelo corto con mechones rubios. Sonríe, listo para hablar de Bipolar y a mucha honra (Espasa, 2022), su primer libro. Un texto donde abre la puerta a los lectores a su experiencia con este trastorno mental. El actor hace una descripción de ese viaje entre la fase de manía, que describe como muy placentera, "como si te metieras en un mundo paralelo", y la depresión, una etapa tan dura para la que tan solo veía una salida posible: quitarse la vida. "No podía resistir ese dolor, ese sufrimiento", explica.
Ahora, en un momento de su vida de estabilidad, busca ayudar a personas en su situación y aportar un poco de esperanza: "Yo también pensaba que no podría salir de allí, pero se sale".
Ángel Martín publicó un libro sobre su salud mental y ahora usted tiene otro sobre esta temática. ¿Por qué decidió escribirlo y qué importancia considera que tiene que la gente con altavoz hable en primera persona de sus trastornos?
Cuando escribía el libro solo tenía un pensamiento en mi cabeza: ayudar a todas las personas que tengan cualquier tipo de trastorno mental. Y también tenía muy en mi mente a las familias, a los amigos, para que supieran qué hacer, para que vieran lo que a mí me ha servido. Yo les cuento mi historia, les cuento unos protocolos que yo tengo con mi familia, con mis amigos, para que me ayuden a ver cómo estoy cuando yo aún no me doy cuenta. Y les cuento un poco todo esto intentando desdramatizar, desde el humor también para poder llegar un poco más a la gente.
Y, sobre todo, tenía en la mente esos momentos en los que yo estaba en mitad de la depresión, cuando me sentía dentro de ese pozo profundo y creía que no iba a poder salir de ahí. Cuando yo salí, tenía en mi cabeza a toda esa gente que está en esa situación ahora y que cree que no va a poder salir de ahí jamás. Quería contarles en primera persona que yo también pensaba que no podía salir, pero se sale. Entonces, el libro es una ayuda, mayor o menor, para toda la gente que pueda necesitarla, por si algo de lo que me ha servido a mí les sirve a ellos.
¿Cómo vivió usted sus primeros brotes de bipolaridad?
El trastorno bipolar es muy curioso. Tiene dos fases: la manía y la depresión. La depresión la conoce casi todo el mundo. Y en la manía, en mi caso -y a muchas personas bipolares les pasa-, entras como en un estado de conciencia extrasensorial, sientes cosas muy especiales, estás como en conexión con el universo, te da mucho por la espiritualidad, por ayudar a los demás, por salvar el mundo, recoger la basura de la calle...
Yo no veía que me estuviera pasando nada malo, simplemente notaba que había pasado a otro estado de conciencia del que no somos conscientes y, de repente, sentí que tenía que vivirlo y sentirlo. Y lo viví con naturalidad. Al principio, con sorpresa y como diciendo: "¿Dónde estoy?". Era como si hubiese pasado a Matrix, a otra realidad paralela, y simplemente dije: "Bueno, pues vamos a disfrutarla". Esos estados de manía, las elevaciones -como les llamo yo-, son muy gustosos en general para la persona bipolar.
Es como si te metieras en un mundo paralelo. Tienes muchísima energía y muy positiva. Muchas veces pasan los días y duermes dos o tres horas. Tienes conexiones con espíritus, puedes hablar con las plantas, con los animales... Es una sensación de plenitud.
¿Y en la otra fase, la de la depresión, cómo se siente usted?
Es terrible, todo el mundo que la ha vivido sabe que es un momento terrible. Porque, de repente, ves el mundo con unas gafas oscuras, todo se vuelve negro, hay mucha ansiedad, mucha angustia mucho dolor, mucho sufrimiento... A veces, por cosas externas, como que se te ha muerto un ser querido, te has quedado sin trabajo, te ha dejado la pareja… Y, a veces, por cosas internas. No hay ninguna razón objetiva, pero aparece.
Yo viví el momento más duro de mi vida con la depresión. Era un sufrimiento absoluto y la sensación, sobre todo, de que no vas a salir de ahí jamás. Por eso, para mí la única salida era la de quitarme la vida. Porque no podía resistir ese dolor, ese sufrimiento.
Con la bipolaridad se pasa de una fase de depresión a otra maníaca. ¿Cómo se gestiona emocionalmente ese contraste?
Es un camino, un recorrido. Yo, cuando estaba en la normalidad, deseaba volver a esas a esos estados maníacos. Le decía a mi psicóloga: "Quiero volver a las lucecitas, a esa sensación". La vida normal no me resultaba atractiva, me parecía aburrida. Luego bajaba a esos estados de depresión y ni me acordaba de la manía. Simplemente yo lo sufría y estaba fatal. Con el tiempo te vas dando cuenta de que tienes ese trastorno, lo vas asimilando...
Es un proceso. A mí me costó entender que tenía que tomar la medicación todos los días y que tienes que hacer una serie de cosas que te ayudan a estar estable: no tomar ningún tipo de droga, hacer un poquito de ejercicio, cuidar tus horas de sueño... Y para mí es muy importante también tener una actitud positiva y optimista ante la vida, que te ayuda también de alguna manera en lo mental y en lo físico.
Imagino, además, que uno de esos puntos clave en ese proceso es asumir cómo es el trastorno que padece.
A mí el diagnóstico me llegó cuando estaba un poquito elevado, en la fase maníaca. Entonces, cuando me lo dijo al psiquiatra dije: "Ah, pues muy bien", porque me sonaba bien la palabra bipolar incluso. Y poco a poco te vas enterando, vas viendo documentales de gente con este trastorno, películas... Porque hay muy poca información sobre salud mental y sobre la bipolaridad en general. Pero con el tiempo lo vas comprendiendo.
¿Qué supuso esta situación inicial para la gente de su entorno?
Todo esto tú lo vives encantado de la vida, pero el entorno, la familia, los amigos, lo sufre muchísimo, porque estás muy descontrolado, haces cosas muy raras, dices cosas muy raras, te puede dificultar a la hora de trabajar, de estudiar... En mi caso, que soy actor, no me concentraba. La familia veía que el Javi de siempre había desaparecido, se había convertido en otra persona totalmente distinta. Yo a las 12 de la noche salía de mi casa y volvía a las 6 de la mañana. Y vete a saber con quién había estado y qué había hecho. Yo he salido con bata de andar por casa a la calle a recoger la basura.
Para la familia es muy desesperante porque no saben qué hacer, no tienen información, no saben cómo controlarlo. Si se encuentran en esa situación, hay que llamar al 112 y que te ingresen. Pero es un shock para la familia el hecho de ingresar a una persona en un psiquiátrico. Hay que hay que desdramatizar. Yo necesité entrar en un psiquiátrico, me estabilizaron y estupendamente.
Imagino que uno de los problemas es que, al estar tan invisibilizados estos trastornos, su familia no sabría cómo actuar.
Al principio, no saben qué te pasa. De repente, mi hermana dijo: "Ya sé lo que tiene, es un brote psicótico". A mí me hicieron pruebas cuando estaba en Palma de Mallorca con mi crisis, me hicieron resonancia para ver si tenía algún tumor cerebral. Pero, con el tiempo, los psiquiatras ven que tienes subidas y luego bajadas y ya te van diciendo que lo que tienes es un trastorno bipolar. Pero pasa un tiempo hasta saber qué es lo que ocurre. De hecho, en España hay un millón de bipolares, pero solo 300.000 están diagnosticados.
Y una vez ya los sanitarios le pusieron nombre a su trastorno, ¿cómo sobrellevó su familia esta situación?
Hay que entender que tu familia quiere lo mejor para ti, te quiere cuidar. Sin embargo, hay una etapa donde es muy difícil -y esto lo he hablado con muchas personas bipolares- porque te tienen en la correa muy corta. Están muy preocupados. Y en algún momento tienes que decir: "Bueno, pues me dejo llevar, me abandono, que mi familia me cuide".
Es incómodo porque dejas de tomar tus propias decisiones para que las tomen ellos. Pero eso con el tiempo, si tú vas demostrando que te cuidas, que tomas la medicación, que duermes las horas de sueño recomendadas y demás, ellos te van soltando esa correa.
¿Cómo te sentías estando tan controlado?
La propia persona que vive el trastorno se siente muy frustrada. Yo me sentía muy frustrado porque no me dejaban hacer nada. Yo tengo un punto de locura fuera del trastorno: me gusta payasear, cantar, hago muchas bromas... Y se confunde muchas veces esa manera de ser con la manía. Y me decían: "Javi, te vemos un poco elevado". Y entonces yo tenía que volver a ser un poquito más gris.
Pero bueno, es una etapa. Si te cuidas, con la medicación, la terapia... Todo eso te va a ayudar y puedes llevar una vida muy estable. Yo hace años que no tengo depresiones y tengo una vez al año una pequeña subidita que no me impide seguir con mi vida, con mi trabajo. Y eso baja con la medicación y el resto del año estoy estupendamente.
Ahora, pese a su trastorno bipolar, ¿puede entonces llevar una vida tranquila?
Mis amigos me dicen que soy el que mejor está de todos ellos. Sobre todo, porque he tenido un aprendizaje brutal que mucha gente que no tiene ningún trastorno mental, no lo ha tenido. Yo he ido durante diez años a terapia y no solo he hablado de mi trastorno: he hablado de mis conflictos internos, de mis miedos, de mis inseguridades, de los pequeños conflictos que puedo tener con mi madre o mi padre... Es un lavado general de tu alma y de tu espíritu que te viene muy bien.
Yo ahora mismo considero que estoy mucho mejor de lo que estaba antes del trastorno bipolar. Ahora me conozco mucho más, me quiero mucho más y sé lo que quiero en la vida y lo que no quiero. Entonces no hago nada en la vida que no me apetece. Si, de repente, hay un cumpleaños que va todo el mundo y te insisten, pues yo no voy si no me apetece. Hay situaciones por las que decido no pasar. Ha habido una labor de conocimiento interior que me sirve para mi vida diaria.
Usted intentó suicidarse. Este es un tema tan tabú que hasta hace poco no se hablaba ni en los medios de comunicación por miedo al efecto contagio, pero hay mucha gente que lo intenta o lo termina llevando a cabo.
Son casi 4.000 personas que se quitan la vida cada año, 11 diarias y 200 que lo intentan cada día.
Y es verdad que hasta hace poco en las facultades de la información se decía: "No hables de suicidio, porque crea un efecto llamada", cosa que se ha estudiado y no es cierto. Lo que hay que hacer es hablar de ello, de cómo prevenirlo, porque se puede prevenir. No es cierto eso de que quien quiere se quita la vida. Cuando pones los medios para que no ocurra, se puede evitar en muchos casos.
Una de las cosas que se comentan habitualmente es que los intentos de suicidio son llamadas de atención porque quien se quiere matar, lo hace, pero esto no es cierto.
Tú lo que quieres es dejar de sufrir y si alguien te da una pastilla para quitar ese sufrimiento, como ansiolíticos para quitar la ansiedad, lo quieres. Yo siempre digo que mi psicóloga me salvó la vida. Fui en un momento muy crítico de mi vida y me dijo ciertas cosas que me hicieron ver un poquito de luz.
Y, por supuesto, no son llamadas de atención, simplemente estás sufriendo muchísimo, no puedes con tu alma. Y eso de que quien se quiere suicidarse, se suicida, pues yo quería hacerlo, pero había cosas que me frenaban. De hecho, las cifras son tan escandalosas y es una decisión tan fuerte que, evidentemente, lo que tenemos que evitar es los suicidios, pero también ese sufrimiento y todo eso se puede evitar con terapia y con medicación.
¿Considera que desde las instituciones se están poniendo los medios suficientes para prevenir el suicidio?
La clase política no está haciendo lo que tiene que hacer, no están dando la llamada de atención y, sobre todo, poniendo los medios. Estamos pidiendo un plan de prevención del suicidio a nivel nacional, pedimos educación emocional en las escuelas para que los chicos y las chicas sepan cómo gestionar sus emociones, campañas de prevención y, sobre todo, faltan miles y miles de psicólogos en la sanidad pública.
Todavía sigue habiendo listas de espera de tres, cuatro, cinco y hasta seis meses cuando te quieres quitar la vida o cuando estás sufriendo muchísimo. Todo el mundo sabe que si quieres un psicólogo o un psiquiatra, si quieres que se actúe inmediatamente, tienes que ir a la sanidad privada. ¿Pero cuánta gente puede pagar lo que yo pagaba, 500 euros al mes, para me atendieran todas las semanas, que era lo que yo necesitaba? Si yo no me hubiese podido pagar un psicólogo o psiquiatra privado, yo no sé si estaría aquí o no y cuánta gente se habrá quitado la vida por no poder acceder a la sanidad pública gratuita.
Evitar el suicidio a través la sanidad pública puede llegar a ser muy complicado, porque el número de plazas habilitadas para psicólogos es irrisorio. ¿Cómo valora esto?
Las plazas PIR, de los psicólogos, no salen. Tenemos tres veces menos psicólogos en España que en el resto de Europa. Y es que parece que la salud mental es algo de segunda. Tenemos que poner los medios para que se puedan prevenir los suicidios y podamos tener una mejor salud mental.
Y la consecuencia de que haya pocas plazas repercute además en la calidad de la asistencia que ofrece la sanidad pública en cuestiones de salud mental, ¿no cree?
A mí algunos psiquiatras me dicen: "Hay lugares donde atendemos durante cinco minutos". Cuando tú le tienes que abrir tu corazón a una persona en momentos muy dolorosos y contarle cosas que te remueven, tú no puedes estar cinco minutos. Y, además, la siguiente sesión a lo mejor es dentro de un mes.
Los profesionales de la salud están totalmente desbordados, no pueden trabajar bien con los medios de los que disponen. Solicitan más medios y, sobre todo, estamos pidiendo todas las familias, todos los supervivientes de personas que se han quitado la vida, que se ataje de una vez, porque se puede resolver el problema y bajar las cifras de suicidio y la incidencia en la salud mental.
El suicidio es la punta del iceberg, pero por debajo de él hay muchos trastornos que repercuten en la salud mental.
Es súper habitual que alguien tenga un trastorno mental. Una de cada cuatro personas va a tener uno a lo largo de su vida, el 25% de la población. Eso significa que a lo mejor, si no te toca a ti, le va a tocar a alguien de tu familia o a un compañero de trabajo. Por ello, tenemos que estar pendientes unos de otros y saber cómo actuar en ciertos momentos, cómo acompañarnos... Es muy importante por ese motivo la educación emocional en las escuelas. Porque, además, hay muchos problemas de salud mental entre los jóvenes ahora.
Además, con la pandemia, la salud mental ha empeorado. Los trastornos ya existentes se han agudizado en muchos casos y han surgido otros nuevos en quienes no los padecían.
La pandemia ha hecho estragos en muchísima gente. Y, además, es que es una rueda. Por cada suicidio que se comete hay seis personas en su entorno que entran en depresión y pueden llegar también a quitarse la vida, porque es una bomba absoluta cuando esto ocurre en tu familia, en tu entorno. Es un pez que se muerde la cola y que hay que parar de alguna manera.
Además, invertir en salud mental repercute económicamente en la sociedad. Hay un estudio que afirma que cuando inviertes un euro en salud mental, repercute 20 euros en el Estado porque las depresiones, las enfermedades mentales, son bajas laborales, son más medicación, más gasto sanitario. Entonces, si se invierte, se recupera esa inversión.
A raíz de la pandemia, se comenzó a hablar de salud mental en redes, en medios de comunicación… ¿Qué importancia tiene sacar a la luz pública este tema?
Si uno de cada cuatro personas va a vivir un trastorno mental, tú o alguien de tu entorno lo vais a sufrir. Entonces, normalicemos que a veces podemos tener un problema mental y es absolutamente normal. Y es muy habitual tener una depresión, es muy habitual que muchísima gente tenga ideas suicidas.
Lo que hay que decirle a la gente es que no pasa nada, tranquilidad, paciencia y hay que ponerse en manos de profesionales. Pero es algo que nos debe incumbir a todos porque es la pandemia del siglo XXI. Y si conseguimos hablar con naturalidad del problema también podremos hablar con naturalidad de la solución.
¿Y cuál considera que es esa solución?
La salud mental es parte de la salud. Hay que entender que no pasa nada por tomar medicación para la mente, no pasa nada por estar ingresado en un psiquiátrico. Si te rompes una pierna te van a dar medicación para que no te duela, si te rompes algo aquí arriba, en la cabeza, por qué no van a darte medicación.
Pero encima, además, es que tú puedes romperte una pierna y ser muy feliz, pero si tienes un problema de salud mental, no eres feliz. No tiene sentido que no tengamos ningún problema para tomar cualquier tipo de medicación para el dolor de cabeza o para ir a cardiología, pero cuando dices que vas al psiquiátrico, es un una bomba en toda la familia. Y yo estaba en el psiquiátrico encantado. Me trataron muy bien.
El psiquiátrico no es el problema, es la solución y si necesitas estar ingresado, no pasa nada, no es ninguna deshonra pasar por el psiquiátrico. Es un momento en el que te van a cuidar, te van a tratar muy bien y ya está. Es una experiencia más de tu vida, abrázala, quiérela.
Además, aunque no se tenga un trastorno, el estrés, por ejemplo, es algo muy común en la sociedad. Y eso ya trastoca la vida de quien lo sufre.
¿Quién no tiene un momento de pequeña depresión, de ansiedad, de angustia o de estrés? Todo eso es salud mental. Y necesitamos los medios, necesitamos inversión, que la gente pueda ir a la sanidad pública y no tener que pagar esas cifras. Está muy bien que hablemos de salud mental, pero tiene que ir acompañado de una acción política, hay que poner recursos.
Es más, si se aborda a tiempo ese estrés incipiente, se puede atajar un problema de salud mental mayor.
Cuando tú abordas una pequeña depresión, ansiedad o angustia, a lo mejor no dejas que llegue a ese momento en el que eso se va agravando y llegas hasta a pensar en quitarte la vida.
Entonces, atajar los trastornos mentales desde el principio es muy importante. Y también lo es el que sepa la gente identificar que esa persona ha tenido un cambio de actitud y que algo hay que hacer para solucionarlo. Y que tengamos en la mente el hecho de que podemos ir al psicólogo o al psiquiatra sin ningún problema, sin ningún estigma. Porque ir al psicólogo parece que está más normalizado, pero ir al psiquiatra aún llama mucho la atención.
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