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Actualizado:La mirada del primate, inmovilizado por sus extremidades, es la del terror. "Estate quieto, coño", le dice uno de los cuatro operarios que agarran con violencia al primate antes de ser sometido, tal y como revela Cruelty Free Internacional (CFI) en una investigación sobre los laboratorios de la compañía Vivotecnia en Madrid. Antes, otro trabajador del centro en el que se realizan pruebas toxicológicas agarra del cuello a un cachorro de perro de la raza beagle y lo zarandea con violencia. Más tarde, el vídeo recoge como unas manos con guantes sostienen a una coneja: "Si te pones tonta te voy a apretar más fuerte, es lo que hay", dice el trabajador al animal, mientras le clava una aguja en los ojos en plena consciencia.
El cortometraje, cerca de diez minutos de violencia, ha puesto en pie a cientos de activistas y organizaciones sociales, que desde el sábado llevan concentrados frente a las instalaciones del laboratorio y reclamando que las Administraciones decomisen los animales antes de clausurarlo para siempre. De momento, la Comunidad de Madrid ha suspendido la actividad investigadora del centro y la expectación, tras esta investigación revelada por el diario británico The Guardian, es máxima. Quizá, porque es una de las primeras veces que la sociedad ve con nitidez lo que se intuía que podría ocurrir en muchos de los laboratorios de Europa en los que se experimenta con seres vivos.
"Esto es algo que suele ocurrir en otros casos, como en la explotación de animales de granja para alimentación. La gente sabe lo que ocurre, pero no lo ve. En el caso del laboratorio, no es lo mismo que te digan o leas que se le inyecta sangre en los ojos a un animal que verlo. Las imágenes han tenido mucho impacto y creo que, incluso, se ha generado más indignación que cuando se destapa algo relacionado con las granjas", expresa Carlos Contreras, miembro de INTERcids y abogado de Cruelty Free International, la organización que ha puesto una denuncia ante la fiscalía tras conocerse el caso de Vivotecnia.
Uno de los debates habituales que se generan en torno a las pruebas con animales en laboratorio gira en torno a una supuesta idea de progreso científico –en aquellos donde se investiga sobre enfermedades humanas– o seguridad del consumidor –en instalaciones donde las pruebas van relacionadas a químicos y sustancias que los humanos utilizan en productos del día a día–. Para Nuria Almirón, profesora titular del Departamento de Comunicación en la Universidad Pompeu Fabra (UPF) especializada en ética animal, "plantear la argumentación desde un punto de vista técnico es más complicado, porque la mayoría de los investigadores no van a ser objetivos. Hasta el científico más honesto, si investiga con animales, deja de ser un sujeto objetivo, porque vive de ello", explica la experta.
Los datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca relativos al año 2019 demuestran que el grueso de las investigaciones realizadas con animales no son urgentes ni estrictamente necesarias desde el punto de vista médico. Tanto es así, que la mayor parte de los casos de experimentación, el 46%, tienen que ver con cuestiones de investigación básica para conocer con mayor detalle los órganos vitales o sistemas biológicos. El 12% de los casos, por otra parte, se relacionan con la utilización reglamentaria de productos, mientras que el 35% de los experimentos sí que serían testeos relacionados con enfermedades humanas como el cáncer.
"Lo que ha cambiado la situación sanitaria de la humanidad de una forma más determinante han sido otras cosas, como la mejora de las medidas de higiene", agrega Almirón, que considera que el debate, aún así, no debería partir desde postulados técnicos y sí desde la ética. "¿Por qué aceptamos que se le hagan cosas a ratones, primates o peces que jamás aceptaríamos que se le hicieran a seres humanos? Detrás de todo esto hay una cuestión antropocéntrica que, desde el punto de vista argumentativo, funciona igual que las afirmaciones contra los derechos de las mujeres o racistas, es decir, parten de una posición privilegiada y, en este caso, se apoyan del miedo a enfermar o morir y la necesidad supuesta de investigar", advierte.
Según Leonardo Anselmi, director de la Fundación Franz Weber (FFW), el caso de Vivotecnia es un "hito histórico" que debería servir a la sociedad española y europea para "abrir un debate calmado respecto a la experimentación con animales". A juicio del experto, se deben empezar a contestar preguntas como la búsqueda de métodos alternativos para la investigación científica y la dotación de fondos suficientes para ello. "Creo que en los último años ha habido una voluntad clara y manifiesta de cambiar pero, ¿podemos hacerlo más rápido?", se pregunta Anselmi, que entre otras cosas reclama una mayor transparencia de estos centros.
Maltrato en la calle, investigación en el laboratorio
Según CFI, el comportamiento de algunos de los trabajadores de Vivotecnia "infringe sistemáticamente la legislación europea que regula el uso de animales en procedimientos científicos". No obstante, esa misma norma que regula el trabajo de laboratorio con seres vivos, supone una dicotomía a nivel legal entre lo que ocurre en la calle y lo que ocurre en el interior de estos centros. Y es que, muchas de las prácticas permitidas por las directivas de la Comisión Europea y la normativa española para la experimentación con animales estarían tipificadas dentro del Código Penal español como maltrato animal si se realizaran en otro contexto.
"El sistema español de penalización de este tipo de conductas tiene una triple excepción. No puedes maltratar a un animal salvo que tengas una justificación, que son tres supuestos: espectáculos públicos, como los taurinos, matanza para alimentación y experimentación con animales", explica Eduardo Olmedo, fiscal de Medio Ambiente de València y miembro de INTERcids. "Cuando existe una reglamentación concreta como esta, el maltrato está permitido. Hablamos de tortura real, campos de concentración de animales", reflexiona. "Si me dijeras que servirá para curar el cáncer o salvar vidas podría tener cierto sentido, aunque personalmente pienso que no, pero hablamos de productos para higiene o para contorno de ojos".
En el caso de Vivotecnia, la situación iría más allá de lo ético, puesto que sería un centro al que la legislación española y europea le permite, dentro de sus supuestos, maltratar animales en nombre de la ciencia, pero, según la investigación de CFI, se habría sobrepasado los límites marcados por las leyes. "A modo de ejemplo comparativo, si realizas una corrida de toros sin licencia, sería una sanción administrativa, porque aun siendo maltrato, estarías realizando una acción que está permitida dentro de los supuestos con licencia. ¿Qué pasaría si la forma de tratar a los animales se excede a lo permitido en una de estas clínicas? Aunque el sufrimiento no es condición del delito, lo cierto es que el sufrimiento produce consecuencias a la salud psicológica del animal y, como el delito contempla la salud psicológica, si pruebas esas consecuencias se podría actuar por lo penal", expone Olmedo.
Existen, en el caso de estas prácticas de laboratorio dos limbos que permiten sortear los escasos límites que las directivas europeas ponen a la violencia dentro de los centros de experimentación. La Comisión prohibió en 2013 –Directiva de la UE (2010/63 / UE)– utilizar animales para estar cosméticos. Sin embargo, el reglamento REACH regula los productos domésticos químicos y su impacto en la salud humana, permitiendo que muchos componentes puedan ser testados en animales. "La aprobación de esta norma socavó todos los esfuerzos puestos en 2013, permitiendo que se realicen test bárbaros dentro de unas medidas de precaución surrealista. Hablamos de inyectar lejía en un ojo o hacer que un primate la beba para comprobar con qué dosis se termina corroyendo el estómago. Todo para que, si tú te bebes un bote de lejía, no te mueras", denuncia Almirón.
Denunciar siempre ante la Fiscalía
Eduardo Olmedo, Fiscal de Medio Ambiente de València, recalca que lo fundamental en un caso como el de Vivotecnia es llevar todo el material de las grabaciones a la Guardia Civil y poner una denuncia particular ante la Fiscalía. "Si lo expones a la opinión pública, como se ha hecho, lo que haces es que el laboratorio se deshaga de las pruebas rápido", advierte, para considerar que "la labor inspectora de Administración y Ayuntamientos no está valiendo para controlar estas situaciones. Son las ONG y las asociaciones animalistas las que a través de denuncias a la Fiscalía consiguen cosas importantes".
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