Entrevista a Ricard Chulià"Madrid boicotea la vertebración del País Valencià de forma consciente y deliberada"
Àlex Romaguera
Barcelona-Actualizado a
"La Florida mediterránea". Con esta metáfora define Ricard Chulià al País Valencià actual, donde el monocultivo turístico, la corrupción y una clase dirigente subordinada en la España radial, han desvertebrado el territorio y empobrecido el conjunto de la población. En torno a este diagnóstico, sobre el cual versa su libro País Valencià. Eixida d'emergència (Editorial Afers), el politólogo y lingüista de Torrent interpela al valencianismo político a tomar la iniciativa con el objetivo de que el País Valencià logre las herramientas que le garanticen un futuro más digno y próspero.
¿En qué momento se inicia el proceso que ha conducido al País Valencià a sufrir el actual empobrecimiento político y económico?
Si nos referimos a la etapa contemporánea y no miramos más atrás, la clave está en la integración de los socialistas valencianos en el PSOE. Incluso es más relevante que el acuerdo entre la UCD y el PSOE, por el cual el País Valencià quedó con un estatuto de vía lenta, en lugar del que se concedió a las nacionalidades históricas. La integración es más traumática porque deja huérfano el valencianismo político.
¿Qué motiva este sucursalismo?
Sobre todo la frustración de perder las elecciones de 1977, donde creían que las ganarían con facilidad. La diferencia, por ejemplo, con las Illes Balears es que el PSM también fracasa en aquella contienda pero no se integrará en el PSOE, cosa que ha permitido al nacionalismo de allá avanzar mucho más.
¿Qué efectos tuvo la entrada de los socialistas valencianos en el proyecto estatal?
"La entrada de los socialistas valencianos en el proyecto estatal situó al País Valencià en la condición de sucursal, como una pieza clave del sistema extractivo"
Situó al País Valencià en la condición de sucursal, como una pieza clave del sistema extractivo que se ha desplegado desde entonces y, a la vez, como uno de los pilares del modelo de Transición que se impuso en el Estado.
¿En qué sentido?
Hay un libro de Natxo Escandell, Ni fet ni desfet. Història del nacionalisme polític valencià (1974-1998), que documenta la operación destinada a impedir que el País Valencià se añadiera a las tres nacionalidades históricas. Se creía que, si basculaba y se ponía de parte de Catalunya y el País Vasco, provocaría el desequilibrio de este sistema basado en el "atado y bien atado".
¿Entre la generación que se colocó en el PSOE, no hay dirigentes que plantearan una relación más federal o bilateral con Madrid?
Hay dos grupos. Por un lado, Joan Lerma, Ciprià Ciscar y otros líderes que vienen directamente del PSOE y que, por lo tanto, ejercen como simples delegados de Ferraz. Y después encontramos quienes, desde el PSPV, se incorporan a los órganos estatales y, como máximo, se dedican a construir autonomía. Es el caso de Vicent Soler, Alfons Cucó, Rafael Ninyoles y otros dirigentes provenientes de la academia que, a pesar de representar la segunda federación del PSOE con mayor número de militantes, no tendrán ningún peso en sus estructuras ni tampoco reclamarán un mayor papel.
¿Esto deja al País Valencià a merced de Madrid?
Exacto, a partir de aquí se convierte en una administración subalterna. Lo fue durante la etapa de Lerma, también después, y en los momentos más tímidos de reivindicación nacionalista, como han sido los gobiernos progresistas del Botànic, ha mantenido este papel. El mismo Ximo Puig no deja de encarnar este sistema de subordinación del cual ahora estamos recogiendo los costes: habernos convertido en la playa de los madrileños y el geriátrico de los europeos del norte.
¿Quién es más culpable de esta deriva?
"Las infraestructuras planificadas por PP y PSOE solo se han concebido para desarrollar el monocultivo del turismo de masas"
Tanto lo ha sido el PP como el PSOE. Los dos han utilizado el territorio desde la óptica de la colonialidad, porque las infraestructuras que han planificado no se han pensado para diversificar la economía valenciana ni satisfacer las necesidades de la población; solo se han concebido para desarrollar el monocultivo del turismo de masas.
¿La renuncia al corredor mediterráneo se inscribe en esta lógica?
Se ve perfectamente. No hace falta ni hablar de la voluntad de impedir una mayor relación cultural entre los territorios de lengua catalana; esto ya se da por sentado. En las infraestructuras se pone de manifiesto cuando el Euromed de València a Barcelona tarda el doble y es más caro que el que conecta con Madrid, a pesar de que la distancia es la misma; y entre las provincias valencianas, cuando es más fácil moverse de Elche a Madrid que no de Elche a València. Al final, la cuestión no radica tanto en el centralismo que puede ejercer Madrid como en la voluntad de boicotear la vertebración del País Valencià de forma consciente y deliberada.
En el libro cita el caso de Torrevieja, en el Baix Segura. ¿Es un buen reflejo de la situación?
Torrevieja es paradigmático, porque de ser un pueblo de pescadores de 10.000 habitantes en la década de los 60, ha pasado a tener más de 100.000 en el 2000. Después, con el estallido de la burbuja inmobiliaria, perdió 20.000 en solo un año. Pues bien: se ha transformado en una colonia turística rodeada de urbanizaciones donde se instalan madrileños que van a la playa y familias del norte de Europa, las cuales representan ya el 30% de la población censada. La consecuencia de esto es que, al depender del monocultivo turístico, en el que la ocupación es altamente precaria, el Baix Segura se ha convertido en la comarca con la renta per cápita más baja de todo el País Valencià.
¿Este modelo ha alimentado la cultura de la codicia y, de paso, que la corrupción se haya extendido como no ha pasado en ninguna parte?
Sin duda, aquí utilizamos el concepto del Far West para referirnos a unas élites políticas que están de paso, no para mejorar el bienestar de sus electores, sino para hacer carrera con la idea de irse. Lo hizo Eduardo Zaplana y ahora va camino de hacerlo Carlos Mazón, uno de sus discípulos.
¿Ante este panorama, la reivindicación de una mayor financiación puede reavivar el valencianismo político?
"Los valencianos no podemos mejorar dentro del proyecto nacional español"
Se trata de explicar que, a causa del expolio, los valencianos no podemos mejorar dentro del proyecto nacional español. Y esto no significa aparcar el debate lingüístico, imprescindible si queremos tomar conciencia que somos un sujeto propio. Pero hay que hacer hincapié en los perjuicios que implica estar por debajo la media de rentas que hay en el Estado y no tener los instrumentos necesarios para combatir los impactos de la terciarización de la economía y el monocultivo turístico.
¿El mensaje tiene que pivotar en la prosperidad y el futuro como pueblo?
Sí, porque sin herramientas, la expectativa de un valenciano es acabar siendo camarero. En otras palabras: hay que hacer entender que todo el mundo, independientemente de si nos sentimos nacionalmente valencianos o no, salimos igual de perjudicados dentro de España, de aquí que la única salida es autocentrarnos.
¿Los dos Gobiernos del Botànic han ayudado a convencer de esta urgencia?
Han puesto de relieve que hay que cambiar el paradigma, porque pese a sus políticas, hemos continuado empobreciéndonos y turistificándonos. A la vez que ha evidenciado el error de querer contribuir a la reconstrucción de la izquierda española, tal como han pretendido también En Marea en Galicia o los Comuns en Catalunya. Tanto es así que ha encogido la base.
En el libro apunta que la polarización y cierto populismo podrían ayudar al nacionalismo valenciano a cambiar la correlación de fuerzas. ¿Cómo se expresaría esta estrategia?
Afirmo que, en cuanto que movimiento contrahegemónico al nacionalismo español, el nacionalismo valenciano tiene que plantar cara, porque todo el que sea mantener el statu quo es contraproducente. Y ahora que el candado del 78 parece abrirse para recentralizarse todavía más, puede utilizar los instrumentos que tiene al alcance, y uno de ellos es el populismo, que es inherente en la dinámica política. Parafraseando a Joan Fuster, significaría decir que "si tú no haces populismo, lo harán contra ti".
¿Se trata de afrontar abiertamente el conflicto?
Tenemos que afrontarlo de cara y, en cuanto a la financiación, exigir el concierto económico. De hecho, antes de 2015, Compromís ya lo reclamaba en orden a dar respuestas a las expectativas de una población que, por los recursos que genera, no recibe los servicios que le corresponden y ve su futuro hipotecado.
¿Es optimista en que se avance en esta dirección?
Es la única alternativa posible. Y la quiebra en que se encuentra el modelo autonómico desde crisis de la deuda europea de 2011-2012, cuando nos integraron en el FLA (Fondo de Liquidez Autonómica), puede ser una ventana de oportunidad para romper la actual dinámica y lograr este futuro deseado.
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