barcelona
Actualizado:"Vivo a 20 minutos de la plaza de Catalunya. ¿Por qué tengo que ser tan diferente de ellos?", se pregunta Valeria Ortiz, presidenta de la Asociación de Vecinos de Torre Baró. Lleva dos décadas viviendo en el barrio y, a pesar de reconocer que la zona ha experimentado grandes cambios, asegura que la lucha vecinal para mejorar las infraestructuras y los servicios públicos no se detiene. Su compromiso es firme en una batalla que no da tregua.
Torre Baró, situado al norte de Barcelona, en el distrito de Nou Barris, ya no es exactamente como lo retrata el cineasta Marcel Barrena en El 47. Mientras que la película que rememora el secuestro del autobús 47 en 1978 muestra una zona marginada, actualmente hay carreteras, contenedores, transporte público, agua potable y alcantarillado.
A pesar de ello, sigue siendo el segundo barrio con la renta anual disponible por hogar per cápita más baja (12.271 euros), según datos del Ayuntamiento de Barcelona de 2021. Para hacer una comparación, la cifra de Tres Torres (en el acomodado distrito de Sarrià-Sant Gervasi) asciende a 37.799 euros anuales. Asimismo, la renta familiar de Torre Baró no llega ni a la mitad de la media de la ciudad, mientras que la de Pedralbes la multiplica por 2,5.
El progreso no ha sido tan ágil como en otras partes de Barcelona y aún hay déficits importantes, especialmente en lo que se refiere a alumbrado público y las conexiones con barrios vecinos como Trinitat Nova y Ciutat Meridiana.
"Hace casi 10 años que la calle Sant Quirze Safaja se queda a oscuras debido a robos de cables. En el barrio todavía hay farolas de madera, muchas de ellas enfermas, con termitas. Exigimos el soterramiento del cableado, no puede ser que los vecinos saquen a pasear al perro con linternas en la cabeza y con miedo de los jabalíes", lamenta Ortiz.
Mientras la presidenta explica que "el consistorio y Endesa se pasan la pelota", fuentes de la compañía eléctrica recuerdan que la competencia y responsabilidad sobre el alumbrado público es exclusiva del Ayuntamiento de Barcelona. En este sentido, Ortiz añade que la relación con la administración es estrecha, pero que "hay demasiada burocracia" y que su respuesta siempre es que "están trabajando en ello".
La memoria del barrio
El estreno de la película ha puesto al barrio en el foco mediático, pero Valeria Ortiz cree que es solo "una atención pasajera". En cambio, para el activista de Torre Baró, José Antonio Martínez, fundador de la librería Acció Perifèrica —especializada en transfeminismo y diversidad sexual y de género—, el secuestro del autobús 47 es toda una efeméride.
"Manuel Vital es un referente comunista. Mis padres, que ya no están, siempre me contaban cómo los vecinos derribaron parte de un muro para que el vehículo pasara por las calles estrechas, y cómo se levantaron de madrugada para ver la llegada del Naranjito en su primer viaje oficial", recuerda.
Desafortunadamente, el activista lamenta que la mayoría de las personas que participaron en el secuestro han fallecido y que el recuerdo se ha transmitido a los hijos y a los nietos. La media de edad en el barrio, cuenta Martínez, es más baja que en el resto de la ciudad porque "las condiciones materiales afectan tanto a nivel físico como emocional".
No hay pruebas que lo demuestren, pero sí es cierto que, según datos del Padrón Municipal de Habitantes y tal como publicó Betevé, la media de edad en Torre Baró en 2023 era la tercera más joven de Barcelona (39,43 años), solo superada por el Raval (38,51) y el Gòtic (38,24). Asimismo, solo un 9,36% de los vecinos de Torre Baró superaban los 70 años, a diferencia del barrio vecino de Canyelles, donde el porcentaje aumentaba hasta el 21,99%.
"Mi madre no llegó a los sesenta años. En los últimos meses pedí a Servicios Sociales un baño adaptado, pero me lo denegaron porque la casa no tenía escrituras", se queja. Buena parte de los inmuebles de las décadas de los cincuenta y sesenta son de autoconstrucción y se encuentran en una especie de vacío legal, con condiciones especiales que dificultan el acceso a ayudas básicas. Los suegros de Ortiz llegaron precisamente en esa ola migratoria desde Córdoba y construyeron una casa "con sus propias manos".
No fue hasta la pandemia cuando el barrio se renovó con la llegada de nuevas familias y gente más joven. Daniel es un buen ejemplo, ya que él y su familia, de origen boliviano, decidieron mudarse hace cinco años desde Hospitalet de Llobregat en busca de más "tranquilidad". "Es como un pueblo de montaña", asegura, a pesar de que, en la zona vieja, donde tiene su casa, no hay ningún bar ―el último cerró hace un par de años―, farmacia, tienda o centro médico cerca.
La reivindicación histórica: el transporte público
Por este motivo, el buen funcionamiento del transporte público es imprescindible. Christian, de 27 años y vecino desde hace un año y medio, tuvo que vender su coche para comprarse el local que está reformando. Valora muy positivamente las líneas de autobús regulares que llegan allí, pero especialmente el servicio de El Meu Bus.
El Meu Bus funciona bajo demanda con paradas fijas y genera recorridos compartidos. Los horarios de paso se calculan en función de las solicitudes, de modo que los usuarios deben indicar la hora en que desean viajar y en qué paradas subirán y bajarán. Actualmente funciona en las zonas de Vallbona y Torre Baró, Montbau-la Vall d'Hebron (Horta-Guinardó) y Farró-Galvany (Sarrià-Sant Gervasi).
El único inconveniente que ve José Antonio Martínez es que, en caso de emergencia, hay mujeres de edad muy avanzada que no pueden prever cuándo se sentirán mal para reservar el bus y que no pueden conducir. "A las vecinas con movilidad reducida o enfermedades crónicas se les duplica el servicio de atención al paciente en casa, pero aun así es insuficiente", señala el activista.
Estar bien comunicados ha sido una petición histórica en Torre Baró, ya que no es un barrio urbanísticamente "amable". Martínez critica la falta de aceras y que haya parches en la carretera, mientras que Ortiz pide la reforma de las escaleras que comunican con Ciutat Meridiana y que comienzan en el espacio deportivo de El Campillo de la Virgen.
"Las llamamos las escaleras del cojo, porque son muy largas y difíciles de bajar. Queremos convertirlas en un ascensor, una plataforma o unas escaleras mecánicas", explica.
Para la presidenta, estas situaciones no se pueden normalizar. "Hace falta un mantenimiento constante, no podemos respirar tranquilos", concluye, recordando que, casi 50 años después del secuestro del autobús 47, su lucha sigue firme para mejorar la calidad de vida colectiva.
¿Te ha resultado interesante esta noticia?
Comentarios
<% if(canWriteComments) { %> <% } %>Comentarios:
<% if(_.allKeys(comments).length > 0) { %> <% _.each(comments, function(comment) { %>-
<% if(comment.user.image) { %>
<% } else { %>
<%= comment.user.firstLetter %>
<% } %>
<%= comment.user.username %>
<%= comment.published %>
<%= comment.dateTime %>
<%= comment.text %>
Responder
<% if(_.allKeys(comment.children.models).length > 0) { %>
<% }); %>
<% } else { %>
- No hay comentarios para esta noticia.
<% } %>
Mostrar más comentarios<% _.each(comment.children.models, function(children) { %> <% children = children.toJSON() %>-
<% if(children.user.image) { %>
<% } else { %>
<%= children.user.firstLetter %>
<% } %>
<% if(children.parent.id != comment.id) { %>
en respuesta a <%= children.parent.username %>
<% } %>
<%= children.user.username %>
<%= children.published %>
<%= children.dateTime %>
<%= children.text %>
Responder
<% }); %>
<% } %> <% if(canWriteComments) { %> <% } %>