Este artículo se publicó hace 9 años.
El Libro Blanco del Docente que elabora José Antonio Marina enfrenta a la comunidad educativa
El documento, que podría ser el primer punto para un Pacto de Estado sobre Educación, ha creado polémica al cuestionar los métodos de evaluación y la formación de los docentes.
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MADRID.- “Se ha producido un debate sobre la educación por culpa de una absoluta ignorancia de lo que se está haciendo en el mundo”. Así se defiende el encargado de elaborar el Libro Blanco de la Función Docente, José Antonio Marina, filósofo y pedagogo, ante las críticas que ha recibido esta semana por cuestionar la forma de evaluación en las aulas y la formación de los docentes en nuestro país.
Marina, conocido como el “filósofo de cabecera de Zapatero” que se ha mostrado en varias ocasiones muy crítico con el Gobierno del PP y las gestiones del anterior ministro de Educación José Ignacio Wert, ha aceptado elaborar un documento que podría ser el primer punto para un Pacto de Estado sobre Educación.
En declaraciones a Público asegura: “Yo no estoy haciendo el programa educativo para un partido, ojalá lo cogiesen todos los partidos políticos”, e insiste: “Es para el ministerio y por tanto, para todos los españoles”.
La polémica surgió cuando Marina escribió que “el buen maestro no puede cobrar lo mismo que el malo” en su último libro Despertad al diplodocus. El filósofo recibió una oleada de críticas por parte de varios sectores de la comunidad educativa, pero ha insistido en que todas las reformas educativas que han tenido éxito en otros países europeos, “han pivotado sobre el docente".
Su obje#tivo principal es dar la vuelta al sistema educativo en un plazo de cinco años. Quiere cambiar el panorama de la escuela española para mejorar su calidad, introducir nuevas competencias y nuevas tecnologías, preparar a los alumnos para su inserción en el mundo laboral. Con todo ello pretende que, pasados esos años, el sistema educativo pueda ser homologable al de países como Finlandia o Reino Unido.
“En España no tenemos cultura de evaluación y desconocemos que en todos los países se evalúa” asevera Marina. Señala que el último estudio de la OCDE Perspectivas de las Políticas de la Educación 2015 dice que el problema central de todos los sistemas educativos es la evaluación. Por ello, propone implantar una cultura de evaluación “a todos los niveles”. “Hemos visto cuáles son los criterios por una parte de los alumnos, por otra parte de los docentes y por otra, los centros”. La propuesta inicial es que existan inspectores que lleven a cabo la evaluación.
Algunos miembros de la comunidad educativa, como Salvador Benavent, coordinador la Confederación sindical de trabajadoras y trabajadores de la enseñanza (STES), se preguntan cómo van a evaluar estos inspectores el trabajo de los profesionales. “Podemos caer en muchas trampas. Si como profesor me valoran por las notas de mis estudiantes, apruebo a más y mejoro mi valoración”, reflexiona.
Sin embargo, lo que Marina propone no es que se califique a los docentes por las notas de sus alumnos, sino por el progreso que éstos tengan durante sus estudios. “En algunos países hay agencias de calificación independientes. En España tenemos la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), que depende del sistema universitario”, explica. La idea es que existan dos tipos de inspectores, unos que controlen que la legislación se cumpla, y otros —“que existen también en otros países”, matiza— los que se preocupan de mejorar las competencias docentes de los profesores. Éstos últimos, aclara, “tienen que ser de verdadera élite porque son los que entran en clase, los que ayudan a los profesores y éstos podrían ser los encargados de la evaluación”.
En algunos países nórdicos los niños tienen un portfolio en el que se puede ver su progreso a lo largo de los años. “Hay que ver cómo ha ido progresando el alumno, por qué ha decaído en algún momento”, e insiste Marina en que la evaluación es para ayudar a la pedagogía, para evaluar la educación y no para evaluar los resultados académicos.
“Los buenos profesores no pueden cobrar lo mismo que los malos”. Esta idea es la que más indignación ha creado en la comunidad educativa. Incentivar a los profesores con subidas de salario y posibilidades de ascenso no ha gustado a las agrupaciones de estudiantes, profesores o incluso padres y madres. Sin embargo, Marina ha asegurado que no se trata de que el dinero sea la motivación del profesor, pero que todas las reformas educativas que han tenido éxito en otros países europeos, “han pivotado sobre el docente".
Salvador Benavent, señala que los incentivos personales “son sólo eso, personales. No garantizan que el sistema público pueda tener garantías de éxito”. Además, cree que esta medida de incentivos transforma la tarea docente en la persecución de beneficios económicos. Por otro lado, Jesús Salido, presidente de Ceapa, cree que no siempre los resultados del alumnado reflejan la calidad del profesor, ya que “un buen docente puede tener muy buenos resultados con apenas esfuerzo y otro puede tener muy malos resultados habiendo trabajado muy duro, y no quiere decir que sea malo”.
Sin embargo, Luis Carbonell, presidente de Concapa opina de otra manera: “Me parece bien siempre y cuando se tenga en cuenta que existen diferencias entre los centros”. “Me parece perfecto que a quien lo haga mejor, se le incentive y se le premie”. Según él, esto “permite destacar quién lo hace bien y por lo tanto será un modelo para otros”.
José Antonio Marina rescata la propuesta de un MIR educativo (ya propuesta por otros partidos políticos anteriormente), que sería como la formación de los sanitarios pero para docentes. El presidente de Ceapa considera que “lo que sería más necesario son unas prácticas de formación en centros educativos referentes, que tuvieran una buena metodología. Pero el MIR sí nos parece más adecuado”.
Sin embargo, Ana García, secretaria general del Sindicato de Estudiantes rechaza por completo esta medida. Ve esta prueba como un baremo al que no todo el mundo puede acceder y cree que la cuestión fundamental “es que exista una formación constante dentro del horario laboral de los profesores” y que se mejoren sus condiciones de trabajo “para poder ejercer mejor como docente”.
“Lo que hace el MIR es hacer un tipo de formación como el de los médicos, en el lugar del trabajo y con su sueldo”, explica Marina a Público, y considera que “como es un tipo de educación que precisamente es muy cara de hacer, no se puede hacer a todo aquel que quiera hacerlo, si no a quien ya ha demostrado que tiene competencia, interés y vocación”. Recuerda que cuando se hacía el CAP, el Certificado de Aptitud Pedagógica “no valía para nada y lo hacía todo el mundo que no sabía qué hacer. Eso desprestigiaba el curso”.
El planteamiento es que la formación sea más práctica, en el puesto de trabajo con tutores muy cualificados que enseñan cómo se lleva una clase con los alumnos que tienen, con los problemas de disciplina, con las faltas de motivación, y eso lo tienen que hacer en clase con gente muy experimentada”, zanja Marina.
Por otro lado, ha asegurado que los grados de Formación Profesional (FP) se tienen que tomar más en serio. “Nunca se le han dado prestigio, no han estado organizados, no están en contacto con las empresas”. En cuanto al modelo dual (al estilo de Alemania o Austria) que se ha intentado plantear en España, critica: “Ni tenemos el presupuesto, ni la formación de los tutores, ni convenios estables con empresas. De nuevo estamos en el problema de la gestión. La ley (LOMCE) será muy buena pero si no se sabe gestionar, no vale literalmente para nada”, zanja.
El Libro Blanco de la Función Docente todavía no está terminado y su autor invita a todos a participar en su elaboración a través de la página web libroblanco.joseantoniomarina.net, donde se puede ver con todo detalle el avance del proyecto.
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