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Irantzu Varela: "Se nos pide que seamos lesbianas, pero que no lo parezcamos"
Periodista, humorista y defensora del feminismo y los derechos LGTBI, acaba de recibir el reconocimiento Arcoíris del Ministerio de Igualdad por su visibilidad lésbica y por su férrea defensa de los derechos de las personas trans.
Núria Martínez Ribot
Madrid--Actualizado a
Periodista, humorista y defensora de los derechos humanos, Irantzu Varela acaba de recibir el reconocimiento Arcoíris del Ministerio de Igualdad por su visibilidad lésbica y por su férrea defensa de los derechos de las personas trans. Es coordinadora en la Faktoria Lila, escribe en Pikara Magazine y, desde hace ocho años, es colaboradora de Público con su sección El Tornillo. "Mis objetivos son generar espacios de reflexión para que todas las personas tengamos los mismos derechos y las mismas oportunidades. Y si podemos reírnos un poco haciéndolo, mejor", reivindica.
Primero de todo, felicidades.
Gracias. Tanto el reconocimiento por la visibilidad lésbica como la defensa de las personas trans me hicieron especial ilusión. La gente que está politizada desde la lucha LGTBIQ sabe que la visibilidad es importante para romper con una de las estrategias de la heteronorma: la presunción de heterosexualidad. En la lucha por los derechos de las personas trans yo solo puedo estar como aliada, pero me parece muy importante que las personas que tenemos visibilidad y el privilegio cis dejemos claro que los derechos humanos no se debaten.
Cuando recogió el premio, durante su discurso, dijo: "¿Ves, 'ama', como sí hacía falta decir que era bollera todo el rato?"
A todas nos ha pasado, incluida a María del Monte, que nos digan "es tu amiga". Mira, no. Es evidente que no es mi amiga. En el lesbianismo, una de las estrategias de violencia ha sido invisibilizar, porque niegan lo que eres. Al sistema cisheteropatriarcal le gusta pensar que todo el mundo es heterosexual y que todo el mundo es heteronormativo. Nos permiten existir, nos toleran, en la medida en que no llamemos demasiado la atención. Por eso hay tanta manía a la pluma, a la expresión, a visibilizarlo, a contarlo. Nos dicen un montón de veces: "¿A nosotros qué nos importa lo que hacéis en la cama?". ¡Como si esto fuera solo de follar!
O el clásico 'love is love', como un supuesto lema para reivindicar los derechos LGTBI.
Exacto. Esto no va solo de amor, no va solo de sexo, va de muchísimas otras cosas que nos atraviesan. Visibilizarlo, explicitarlo y contarlo en cualquier contexto es una manera de ponerlo sobre la mesa y de exigir que seamos ciudadanos de primera.
Además, las lesbianas sufren una discriminación añadida por el hecho de ser mujer.
Hay muchísimos juicios dentro del ser lesbiana porque somos mujeres. Dentro del colectivo LGTBIQ hay opresiones, pero también privilegios. No es lo mismo ser lesbiana blanca que lesbiana racializada. O ser del norte global. Evidentemente, no es lo mismo ser una persona cis, que ser una persona trans. En cuanto a ser lesbiana, está atravesado por la opresión del relato de la feminidad. Entonces, se nos pide que seamos lesbianas, pero que no lo parezcamos. Aunque no cumplamos con el mandato fundamental de la feminidad -que es complacer a los hombres sexualmente con placer, haciéndoles el trabajo reproductivo y cuidándolos gratis-, por lo menos, que seamos complacientes estéticamente, que cumplamos con los cánones de belleza impuestos por la heteronorma.
¿Se produce una hipersexualización de las mujeres lesbianas por parte de algunos hombres?
Sí. Es otra estrategia de violencia: se nos hípersexualiza. Hay muchos hombres heterosexuales que consideran que lo nuestro es una especie de plato más en el menú del mundo que está puesto para saciar sus deseos. Yo creo que nos ha pasado a todas las lesbianas del mundo: un tío heterosexual se te acerca, dices que eres lesbiana y lo siguiente que hace es proponerte un trío. Hay algo que no has entendido. Esto no va de tu deseo.
Usted se reivindica "de leopardo y de lentejuela". ¿Levanta muchas ampollas?
Dentro de la gente que se considera progresista o de izquierdas, hay mucha gente que todavía se mueve en algunos discursos que en realidad no hacen más que ocultar sus propios privilegios. Cuando hay gente que dice que el feminismo y la lucha LGTBIQ despista a la lucha de clases, que estamos rompiendo el sujeto político o que estamos borrando a no sé quién... Tienen formas de militancia muy del siglo XX, que implica que tiene que ser desde el sufrimiento, desde la entrega, desde el victimismo. Yo creo que es una perspectiva muy limitada, porque se puede ser profundamente revolucionaria y profundamente política y reivindicar lo lúdico, la alegría, el festejar. Los sistemas totalitarios, lo primero que hacen es imponer una estética y prohibir otras. Nosotras estamos haciendo algo revolucionario: apropiarnos de la estética que nos dé la gana. Las opresiones atraviesan nuestros cuerpos, pues que nuestros cuerpos sean espacios de reivindicación. Pintarse las uñas parece algo frívolo, pero resulta que gente queer recibe agresiones por pintarse las uñas. Algo simbólico tendrá si a quien nos odia le molesta.
La semana pasada, el Tribunal Supremo acabó con el derecho al aborto en Estados Unidos y dos personas murieron asesinadas en un ataque contra una discoteca LGTBI en Oslo. ¿Cree que estamos inmersos en una ola reaccionaria mundial?
A lo largo de la historia, cuando ha habido colectivos que han conseguido avances, ha habido una reacción violenta. Vimos cómo las manifestaciones feministas pasaron de ser muy minoritarias a ser masivas. Ahora, lo estamos viendo con las manifestaciones LGTBIQ. Evidentemente, el sector reaccionario se da cuenta y se siente amenazado. Yo creo que la respuesta es la autodefensa colectiva. Si tocan a una, nos tocan a todes hay que aplicarlo cada día.
Usted fue de las primeras en denunciar tanto el acoso online como el físico.
Como dice Andrea de Pikara Magazine, las violencias digitales, de digital solo tienen el canal. Aunque sea por Twitter, que te insulten, que te amenacen, que te digan que te van a violar, son violencias reales. Esto genera un caldo de cultivo en el que se naturaliza la violencia contra nosotras. Estamos hablando de que cargos institucionales con representación en instituciones públicas, que pagamos con el dinero de todos, insultan y amenazan abiertamente desde sus cuentas oficiales. Estamos hablando de que medios de comunicación recogen esos discursos y los reproducen. Estamos hablando de que el salto de lo digital a lo físico, desgraciadamente, lo veníamos anunciando y acaba sucediendo.
Y son muchas las mujeres que sufren este acoso.
En mi caso fue bastante progresivo. Ya hace ocho años que publiqué el primer Tornillo en Público. Con el primer video ya recibí la primera amenaza de muerte. Fue una una ofensiva brutal, pero de alguna manera fue progresiva. Ha habido otras compañeras, como Anna Pacheco o Cristina Fallarás, que lo han vivido de un día para otro. Yo siempre intento ponerme en contacto con las que lo sufren, porque es muy difícil entender lo que significa que miles de personas te estén insultando a la vez si no lo has vivido. La gente que te quiere te dice "no les hagas caso" o "son una panda de imbéciles". También "ladran, luego cabalgamos". Sí, claro, pero, me están ladrando a mí. No hay que esperar a que se agrave, es intolerable. Tenemos que hacer un ejercicio de cuidado colectivo y de autodefensa colectiva.
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