Madrid
Actualizado:El incendio de Sierra Bermeja sigue activo, con más de 7.000 hectáreas calcinadas y con la posibilidad de que continúe expandiéndose en las próximas horas. Los equipos de extinción trabajan sin descanso para extinguir las llamas de uno de los mayores focos del verano que ha acabado con la muerte de un bombero forestal y la evacuación de cerca de 3.000 personas. Lejos de estar controlado, las llamas son ya catalogadas como "de sexta generación", una etiqueta que tiene que ver con la capacidad energética del incendio y la posibilidad de que termine generando su propio clima.
Marcelino Núñez, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología, explica que este tipo de siniestros son los más potentes y difíciles de extinguir. "Se dan porque hay una masa de combustible mayor que en otros casos. Estos incendios son tan grandes que generan sus propias condiciones meteorológicas, con pirocúmulos y nubes capaces de cambiar el rumbo del fuego, lo que imposibilita aún más predecir hacía donde se puede extender", detalla. La velocidad es el otro factor que complica el trabajo de los bomberos, pues "las llamas se mueven a más de dos kilómetros por hora y superan los cuatro metros de altura", algo "contra lo que las brigadas de extinción no pueden hacer nada".
A esa complejidad en las labores de los bomberos forestales hacía referencia este domingo Juan Sánchez, director del Centro Operativo Regional del Plan Infoca de Andalucía, que definía el incendio de Sierra Bermeja como "el más complejo conocido por los servicios de extinción forestales en los últimos tiempos".
Diana Colomina, coordinadora del programa de Bosques del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), hace hincapié en que este tipo de siniestros se caracterizan porque "quedan fuera de la capacidad de actuación de los servicios de extinción, precisamente por su virulencia y velocidad". La experta menciona cómo este tipo de fenómenos son cada vez más comunes como consecuencia de la crisis climática: "Los incendios son cada vez más grandes y de mayores dimensiones".
"Llevamos mucho hablando de las consecuencias del abandono del medio o del cambio climático. Hoy las estamos viviendo"
"No podemos decir que el cambio climático esté detrás de un incendio concreto, porque para eso haría falta un estudio de atribución, pero si que podemos asegurar que de manera general está teniendo efectos en el tipo de incendios que se dan. Las olas de calor son cada vez más grandes e intensas, duran más de diez días, y con eso ya sabemos que cualquier cosa puede terminar generando fuego", detalla el portavoz de la Aemet.
En el análisis realizado por el director Centro Operativo Regional del Plan Infoca de Andalucía se añadía otro ingrediente más para entender el desarrollo de estas catástrofes. "Llevamos mucho hablando de las consecuencias del abandono del medio o del cambio climático. Hoy las estamos viviendo", apuntaba a los medios.
La despoblación rural y la dispersión de las viviendas en la montaña también tienen efectos negativos en la propagación de las llamas. Menos caminos, más combustible abandonado y un monte descuidado facilitan que los focos se hayan vuelto más voraces. "Estamos en un contexto en el que los usos tradicionales del territorio han quedado abandonados, dejando paisajes poco resistentes y con montes muy continuos y homogéneos", expone Colomina. Todo ello, combinado con el escenario de emergencia climática actual, "hace que un incendio que en principio podría ser de pequeñas dimensiones termine convirtiéndose en una catástrofe difícil de extinguir".
Menos incendios, pero más potentes y grandes
En este contexto de sequías y olas de calor extremo, aparece una paradoja estadística. El número de incendios ha disminuido en la última década un 34% mientras que los superincendios, los que superan las 1.000 hectáreas calcinadas, se han incrementado un 12%. Así lo apuntan los datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Centro de Coordinación de Información Nacional sobre Incendios Forestales.
El 85% del territorio español es rural, pero sólo el 16% de la población reside en estas zonas
La inversión en personal de extinción y en medios de prevención han conseguido contener los pequeños siniestros que se dan en España. Sin embargo, ¿por qué cada vez son más comunes los grandes incendios? La crisis climática vuelve a ser la principal respuesta, pero desde WWF señalan directamente al modelo de gestión de montes que impera en España.
"Hasta el momento, la lucha contra el fuego estaba basada en apostar todo a la extinción. Esto es algo que antes estaba muy bien y que funcionaba, pero ahora estamos en otro momento y las condiciones climáticas han cambiado. Necesitamos apostar más por la prevención y esto no se termina con labores de poda en los montes, sino que debemos impulsar políticas que desarrollen el medio rural y revitalicen estas zonas. Es decir, hablamos de una inversión en prevención mucho más integral de la que se viene dando hasta ahora", argumenta la experta de WWF.
Según los datos de la organización conservacionista el 85% del territorio español es rural, pero sólo residen en estas zonas el 16% de la población. Se estima que hay 2 millones de hectáreas agrarias en riesgo de abandono y otras 2,3 millones que ya se terminaron de dejar de cultivar a comienzos de siglo, siendo terreno propenso a arder.
Las 'generaciones anteriores'
El término sexta generación hace referencia a una evolución progresiva de los incendios que va de los pequeños focos que predominaron a mediados del siglo hasta los desastres ambientales que terminan con miles de hectáreas reducidas a cenizas. Esta es la evolución histórica del fuego, según un informe de la Fundación Pau Costa.
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Primera generación. Con el éxodo rural que se experimentó durante los años 50 vinieron los primeros grandes incendios. El paisaje, por primera vez, empezó a notar los efectos de la despoblación y fue homogeneizándose, con montes mucho más continuos. Los retenes y la construcción de cortafuegos fueron las medidas que consiguieron contener este tipo de eventos.
Segunda generación. Con el paso del tiempo, la masa de combustible aumentó debido al abandono rural. Esto generó incendios constantes y mucho más intensos que los anteriores, con una mayor capacidad para arder. La respuesta vino de la mano de la profesionalización de los servicios de extinción y la especialización y diversificación de los medios. Este tipo de siniestros fueron comunes durante las décadas de los años 70 y 80 del siglo XX.
Tercera generación. En los años 90 aparecen los grandes incendios con el denominado ambiente de fuego. Estos son los incendios forestales convencionales, caracterizados por una mayor intensidad con fuego de copas, el que no sólo afecta al suelo sino también a las ramas de los árboles.
Cuarta generación. Aparece en escena, ya en el siglo XX, un nuevo tipo de incendios que comparten la virulencia y velocidad de expansión de los de tercera generación, pero que además añaden un combustible adicional: las urbanizaciones. Anteriormente este tipo de catástrofes sólo solían afectar a masas forestales, por lo que se añade una labor más a las tareas de extinción, la evacuación y protección de los ciudadanos.
Quinta generación. Se suma todo lo anterior y se dan, además, fuegos simultáneos en zonas urbanas y forestales. Suelen visibilizar aún más sus vínculos con la crisis climáticas, pues acontecen habitualmente durante olas de calor extremo.
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