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Actualizado:Hay días que duran mil años. Días que no se borran. Días en los que parece que se toca el cielo con las manos y que la victoria está más cerca que nunca. Días que no quieren que llegue la noche. Hace 30 años, la clase trabajadora lograba paralizar el país en una histórica huelga general contra la política económica del gobierno de Felipe González. El 14 de diciembre de 1988 sigue marcado en rojo en los calendarios de las principales organizaciones sindicales del país. Fue un hito que sus protagonistas jamás olvidarán.
“Estamos hablando de un éxito mayúsculo y, probablemente, irrepetible”, dice a Público el histórico dirigente de UGT Antón Saracibar, quien aquella jornada fue testigo directo del amplio seguimiento que cosechó la convocatoria lanzada junto a CCOO. La movilización fue especialmente simbólica dentro de la casa ugetista, que mantenía -y mantiene- unos lazos muy estrechos con el PSOE. “Para la UGT, eso significó un gran esfuerzo”, confiesa Saracibar.
La convocatoria dejó imágenes imposibles de olvidar. Desde la Gran Vía de Madrid desierta hasta la señal de TVE apagándose por obra y gracia de los trabajadores, que también decidieron llevar su protesta a la pantalla de todos los hogares. “Siempre ha sido la huelga que ha medido a las demás”, afirma José Babiano, director del área de Historia, Archivo y Biblioteca de la Fundación Primero de Mayo de CCOO, y coordinador junto a Javier Tébar del libro “14D. Historia y Memoria de la huelga general”, con prólogo del secretario general de ese sindicato, Unai Sordo.
“Después de 30 años, el capitalismo ha cambiado enormemente. Los sindicatos también”
Aquella jornada histórica tuvo sus efectos. El Gobierno acabaría retirando el polémico Plan de Empleo Juvenil, la Ley de Pensiones No Contributivas se haría realidad… “También podemos hablar de las cláusulas de revisión de la retribución de los funcionarios o de garantía para los pensionistas, el incremento de la ayuda familiar para las rentas más bajas…”, destaca Saracibar al enumerar los logros que posteriormente tendría aquella gigantesca protesta.
Las cosas han cambiado
Tres décadas más tarde, el sindicalismo afronta nuevos retos. “Después de 30 años, el capitalismo ha cambiado enormemente. Los sindicatos también”, afirma Babiano, quien centra la mirada en la situación donde las organizaciones sindicales deben revolverse a día de hoy. En tal sentido, apunta que “la tasa de temporalidad muy alta dificulta la acción de los sindicatos e infunde miedo a la acción colectiva”.
El sociólogo Pablo López Calle ve a los sindicatos sin la misma fuerza que en 1988, cuando protagonizaron la histórica huelga general. “No achaco tanto ese debilitamiento a un cambio de estrategia o a su responsabilidad, sino a las condiciones estructurales de la relación de fuerzas capital-trabajo, que ya no es la de entonces”, afirma a Público. De hecho, advierte que “el tejido productivo se ha transformado radicalmente hacia la tercerización de la economía”, mientras que “la cualificación de las tareas es mucho más baja que en 1988, y eso es lo que en última instancia determina la capacidad de negociación de los trabajadores”.
“Recordar la huelga general del 14D tiene sentido si contribuye al fortalecimiento de las luchas obreras”
En ese contexto, el histórico ugetista Antón Saracibar reflexiona que “la acción sindical tiene que estar en revisión permanente, pero siempre a partir de una realidad: la única manera que tienen los trabajadores de defenderse es organizándose”. “Recordar la huelga general del 14D tiene sentido si contribuye al fortalecimiento de las luchas obreras y significa un acicate para seguir luchando y desarrollando la acción sindical en base al diálogo social, la concertación y la negociación colectiva”, apunta.
Con una tasa de afiliación situada en torno al 15%, los sindicatos afrontan el momento actual con miradas distintas. Es el caso de ELA, en el País Vasco. Allí se da un fenómeno curioso: el índice de personas afiliadas dobla al del resto de la península. En ese escenario, ELA es, a día de hoy, la primera fuerza sindical vasca. “El tema es desde dónde se legitima el sindicato: desde mesas tripartitas con gobiernos o desde los centros de trabajo”, afirma Peio Igeregi, responsable de Negociación Colectiva de dicha organización. En esa línea, destaca que UGT y CCOO “entienden que su capacidad de condicionamiento se tiene que dar desde órganos tripartitos y jugando en los pequeños márgenes que te deja la política. Nosotros hemos decidido no hacerlo, porque son formas de legitimar políticas absolutamente neoliberales”.
Concertación o confrontación
El abogado laboralista Nacho Parra, integrante del Colectivo Ronda, cree precisamente que frente al “sindicalismo de concertación” que escenifican CCOO y UGT existe “otra forma de ver el sindicalismo”. Se trata de una apuesta por la confrontación, en la que se sitúan organizaciones como el SAT andaluz, CNT –que defiende los principios del anarcosindicalismo-, CGT, Solidaridad Obrera, Coordinadora Obrera Sindical, Intersindical Alternativa de Catalunya, la CUT aragonesa, la CSI asturiana...
Las nuevas realidades sindicales, impulsadas por “gente excluida que se tiene que auto-organizar para tener algún tipo de fuerza ante la sistemática pérdida de derechos”.
En el caso de Euskadi, Parra ubica además a ELA y LAB. “Son ejemplos de organizaciones cuyo parámetro principal de actuación no es alcanzar acuerdos, sino confrontar con la propia lógica de la empresa, sin que eso sea obstáculo para que en determinados momentos se pueda llegar a algún tipo de acuerdo”, afirma.
Del mismo modo, Parra identifica unas “nuevas realidades sindicales”, impulsadas por “gente excluida que se tiene que auto-organizar para tener algún tipo de fuerza ante la sistemática pérdida de derechos y precarización de sus condiciones”. Aparecen así fuerzas emergentes, como el Sindicato de Manteros, las Kellys, Riders X Derechos...
Con esas distintas iniciativas sobre la mesa, Jon Las Heras, profesor de Economía Política del Trabajo en la Universidad del País Vasco e integrante del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA), no duda en señalar que el movimiento sindical de España está actualmente “en una encrucijada”. “El auge que se vio en aquella huelga de 1988, con la unión entre UGT y CCOO, ha ido en declive”, advierte, por lo que considera fundamental que las organizaciones sindicales busquen “la participación activa de la clase trabajadora”. “Si le hablas de sindicalismo a alguien que no está afiliado a ninguna organización, lo que piensa es que son unos dinosaurios gigantes que sólo buscan su propio beneficio”, apunta
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