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Actualizado:"El actual sistema alimentario, industrial, ya está mostrando que llega a sus topes. Y llega a ellos básicamente porque no es un sistema natural". Con esta claridad se expresa Gustavo Duch (Barcelona, 1965), coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas, colaborador habitual de medios como CTXT y autor de numerosos libros, como No vamos a tragar o, el más reciente, Cuentos del progreso. Conversaciones con el pastor (Pol·len Edicions).
Escritor, activista por la soberanía alimentaria y veterinario de formación (es profesor asociado en la UAB y fue uno de los fundadores de Veterinarios Sin Fronteras, ONG que dirigió entre 1991 y 2009) aboga por una transformación radical del sistema alimentario y por un retorno a un modelo natural que ponga en el centro cuidar la tierra. Aprovechamos un contexto marcado por la escalada del precio de los alimentos para entrevistarlo en el barrio de Horta de Barcelona.
En los últimos meses el precio de alimentos básicos como el trigo o el maíz se ha incrementado muchísimo, en algún caso hasta niveles inéditos durante el siglo XXI. La guerra de Ucrania ha acentuado la situación, pero la problemática ya venía de antes por el encarecimiento de los carburantes o de los fertilizantes nitrogenados, derivados del gas. ¿La crisis alimentaria global es inevitable?
Más que de crisis, que es una palabra que lleva a una situación temporal que después se supera, creo que ya deberíamos hablar de colapso de un sistema alimentario capitalista en un marco capitalista. Es un sistema industrial que ya está mostrando que llega a sus topes. Y llega a ellos básicamente porque no es un sistema natural, va en contra de las leyes de la termodinámica y del funcionamiento del ciclo de los nutrientes de la tierra. Como el diseño es contra natura, en algún momento tiene que estallar; y en muchos países ya lo tenemos, pero nosotros no lo vemos porque existe un expolio de terceros países.
La crisis climática podría entenderse como un síntoma de que el modelo alimentario está mal construido. Para entendernos, el planeta tierra tiene una cantidad x de carbono; no es que se esté produciendo más, pero lo que ha pasado es que si su sitio natural es estar bajo tierra, enterrado con materia orgánica, ahora está descarbonizado y lo tenemos en el cielo. Este fenómeno ya nos dice que hacemos cosas mal, entre ellas quemar combustibles fósiles a saco, y sacar el carbono de debajo de la tierra para ponerlo en la atmósfera, en parte también para alimentar el sistema agrícola. Es un sistema que acabará llegando al colapso.
Sin embargo, como siempre, el impacto va por barrios, y a corto plazo es especialmente acentuado en países del sur altamente dependientes de las exportaciones de grano de Ucrania y Rusia, como Egipto, Sudán, Líbano, Argelia... Todo ello agrava las desigualdades globales.
Que estos países sean los que están sufriendo tiene que ver con que tengamos un sistema alimentario neoliberal globalizado. ¿Qué está pasando en la India? Es uno de los principales exportadores de trigo y hasta ahora, bajo las normas del libre mercado, como el trigo se estaba vendiendo súper bien, exporto más porque así ingreso más, pero al mismo tiempo haciéndolo también lo encarezco y entonces es cuando la población más vulnerable no tiene dinero para comprar pan. Ahora han limitado la exportación. Estos países no es que no sean productores de alimentos, sino que muchas veces son exportadores, pero deben resolver problemas de dumping neoliberal y quienes sufren son las clases más débiles. Intuitivamente, creo que quien más sufrirá es la gente pobre de las grandes ciudades, porque para comer tiene que pagar y si el precio sube tiene un problema. La gente del mundo rural tiene otros mecanismos.
Una situación como ésta tiene un enorme potencial disruptivo. En parte, el origen de las primaveras árabes de 2011 era el encarecimiento del pan y de los alimentos básicos. ¿Se pueden repetir estas revueltas?
Giraría la pregunta y me cuestionaría si puede despertar revueltas en Europa. Esta pregunta me interesa más y veo lo que está ocurriendo en Francia, dónde está subiendo el nivel del activismo social. Hasta ahora hemos tenido un activismo social que, con excepciones puntuales, ante las crisis ha respondido, por ejemplo, con el 15-M, es decir, con un movimiento no violento, festivo, mega pacifista y en el que hacíamos batucadas. Creo que ya ha terminado el tiempo de las batucadas y llegará un momento en que debemos subir el nivel de conflictividad porque los políticos no responden y no podemos aceptar que el colapso llegue dejado de la mano. Más vale conflictivizarlo ahora que el colapso nos venga sin graduar.
Ha pasado más de una década desde el 15-M, cuestiones como las crisis climática o energética se han hecho mucho más evidentes y existe este horizonte presente que el tiempo se agota mientras que el sistema actual no da respuestas y las reformas cosméticas ya no sirven. ¿Toca ir a la raíz del problema?
Sí, te lo compro al 100%, pero añado una cuestión y es que cuando decimos que no podemos permitirnos un día más sin medidas urgentes y potentes siempre acabamos mirando a la gente joven, porque se está quedando sin futuro. Pero los responsables de la situación somos nosotros, y nosotros somos los que deberíamos ser más valientes que nadie y emprender este tipo de medidas. Es lo que está ocurriendo en Francia, la gente del mundo rural ha subido el nivel [de conflicto] y ya se ven luchas directas, por ejemplo, contra el acaparamiento de agua. Estas cosas deberían pasar ya y no debemos pasar la pelota a la gente de 20 años, sino que los que hemos gozado de unos privilegios deberíamos implicarnos y poner el cuerpo. No me atrevería a decir qué va a pasar [a nivel global], pero hace unos días leía que de las últimas 14 grandes revueltas en el mundo, siete eran guerras del pan y siete no. Pasarán cosas y debemos interpelarnos a nosotros porque de lo que estamos hablando es que tendremos un colapso alimentario y lo sufrirán especialmente en las ciudades y, sobre todo, la gente que tiene menos recursos económicos.
¿Cuáles son los principales problemas que genera el actual sistema alimentario, básicamente industrial?
Deberíamos pensar en cómo piensa un campesino, es decir, si tengo este pedazo de huerto y quiero alimentarme de él y, además, quiero que mis hijos vivan, mi mirada no debe ser producir, sino cómo cuidar de este espacio para que esté siempre vivo y sea cada vez más rico, para que pueda comer yo y los que vengan. Esto es muy feminista. El sistema productivista industrializado se olvida de la idea de cuidar cuando agricultura etimológicamente es cuidar la tierra. La industrialización es ya una mirada equivocada, pero el segundo paso es que ahora ya no interesa producir alimentos, que podría tener alguna justificación, sino que ya estoy pensando en producir una mercancía que pueda vender. Pasamos de una agricultura industrial a una capitalista, es decir que sobre un error le ponemos otro mucho más grave.
Por ejemplo, el sur de Chile está especializado en la acuicultura de salmones. Son animales carnívoros, y para que engorden un kilo deben comer cinco. Una empresa que debe pescar cinco kilos de pescado para poder vender uno ya se ve que no salen los números, pero como hay una gente rica a la que le gusta más comer salmón que sardina, pues pagamos más por el salmón. Esta locura energética sólo se entiende porque lo que se vende es una mercancía. Tenemos los problemas justamente por estos dos escalones: no entender la cuestión biológica de la vida y después querer acumular capital.
Con el petróleo, que en sí no es culpable de nada, sino que son nuestros ancestros fosilizados, el problema es que lo derrochamos para hacer fertilizantes sintéticos que aplicamos en la tierra para doparla y, al mismo tiempo, matamos a los microbios que en la naturaleza son los que están especializados en captar y dar de comer las plantas. Es decir, sustituimos a la naturaleza, y esto es un error desde el punto de vista biológico. Otro ejemplo de error del sistema: cuando hablamos de una crisis de cereales cabe decir que el 33% de los granos —cereales y leguminosas— del planeta los estamos dedicando a piensos para engordar animales que son herbívoros y a agrocombustibles.
Para resumirlo de algún modo, es un sistema en el que el poder se concentra en muy pocas manos y que sirve para maximizar los beneficios de estos actores, pero no para resolver necesidades humanas.
Es un sistema alimenticio capitalista. Cuando surgió la Vía Campesina sus lemas eran "los alimentos no son una mercancía" y "alimentos fuera de la OMC [Organización Mundial del Comercio]". Si nos damos cuenta de que la salud es un derecho universal, lo que hacemos es pagar a los médicos entre todos; la educación es un derecho, y pagamos a los profesores entre todos; incluso consideramos que necesitamos un Estado, unos gobernantes y una policía y los pagamos entre todos. ¿Por qué no lo hacemos con los campesinos? ¿Por qué la alimentación debemos tenerla en el mercado?
Cita el lema de Vía Campesina, pero la realidad es que la mercantilización de los alimentos ha ido a más y funcionan como un producto financiero en los mercados de futuros. La especulación alimenticia de la gran banca y de fondos de inversión globales es un hecho.
En la crisis de 1929 ya había especulación alimentaria y en la de 2007 también. Ahora se está diciendo que la guerra en Ucrania está haciendo subir el precio de los alimentos, pero es especulación alimenticia pura y dura, otra vez. El ministro de Agricultura de Ucrania ha dicho que con esta cosecha, correspondiente a 2021-2022, han puesto en el mercado más alimentos que en la anterior. No existe un problema de escasez. Para situarnos, durante el 2021 en los dos mayores fondos de inversión ligados a alimentos movieron algo menos de 200 millones, mientras que en los tres meses que han pasado desde el inicio de la guerra ya se han movido 1.200 millones. No existe ninguna especulación más segura que los alimentos. En los años 30, Mark Twain bromeaba a los inversores "compren tierra, que no se fabrica más" y esto es lo mismo.
Para definir el actual sistema hay expertos que dicen directamente que "comemos combustibles fósiles". Ahora bien, si éstos son cada vez más escasos y más caros, como estamos viendo, tenemos un problema y grave.
Quien tiene un problema grande es la agricultura industrializada.
Claro, pero no se puede hacer una transición hacia un modelo diferente de un día para otro y si hay un colapso quien más lo sufrirá serán las clases populares.
Sí, por eso decimos que se necesitan medidas rápidas, urgentes y solidarias. En el caso de Catalunya lo que se debería es hacer una rápida reconversión del sector porcino, porque es el que reconfigura todo el sistema alimentario. No solo debemos pensar que el petróleo será más caro, sino que debemos pensar qué modelo alimentario tenemos. En Catalunya básicamente hemos jugado las cartas de la fruta y, sobre todo, de los cerdos. No solo tenemos muchas granjas, sino que dos terceras partes de las tierras dependen de combustibles fósiles para realizar los cereales que necesitan los cerdos. Por tanto, en la misma jugada lo que debemos hacer es eliminar estas granjas, hacerlas pequeñas para que estén ligadas a la tierra y no a la exportación [de carne] y liberar tierras que ahora están centradas en producir cereales dependientes del petróleo para producir alimentos que no dependan de ellos o que lo hagan menos. Viendo la crisis energética y la alimentaria, con dos dedos de frente te das cuenta de dónde deberían ponerse las energías. Porque si no lo hacemos vamos directos hacia el problema.
Para realizar una transformación como la que plantea sería necesaria una gran voluntad política, porque no parece haberla por parte de las grandes empresas del sector. ¿Ve esa voluntad?
Tengo dos sensaciones muy negativas respecto a las administraciones públicas. Una es mediocridad y la otra es la falta de valentía. Creo que cuestiones como éstas no las ven, aunque sean de parvulario. Siguen leyendo, escuchando y argumentando con mitos que ya no se sostienen. Hemos superado el peak oil, ya no hay vuelta de hoja, y el libre mercado nos lleva a donde nos lleva, pero hay como una especie de sueños que siguen muy presentes y para mí esto es mediocridad. Una de las primeras obligaciones de un político es estar atento, tener una visión estadista, observar qué ocurre, por eso les votamos, para que pongan la mirada en el medio plazo.
Sobre la valentía creo que tenemos unos marcos mentales muy limitados. Nos falta mentalidad artística, es decir, servicios creativos que arriesguen, que salgan de los marcos normativos. Necesitamos gente que rápidamente se dé cuenta de que necesitamos respuestas desde otro paradigma, pero nos estamos moviendo en los mismos paradigmas y la política sigue con recetas de hace décadas. Deberíamos buscar cosas más valientes. Por ejemplo, con la compra pública, si todas las escuelas de Barcelona compraran comida agroecológica habría un cambio enorme. Pero eso no ocurre, aunque hace 20 años que hablamos de ello.
Necesitamos salir de los paradigmas clásicos y el feminismo es un nuevo paradigma, debemos cuidar la tierra, debemos regenerarla, debemos hacer que sea cada vez más rica. Giorgos Kallis explica que nos han hecho creer que el planeta es finito, que tiene unos límites y, por tanto, lo que necesitamos es nuestra intervención y la tecnología para superar los límites, porque si no pasaremos hambre. Pero en realidad lo que debería ser finito y tener límites son las demandas humanas, porque la tierra es un organismo vivo que en un funcionamiento cíclico es infinito, pero debes cuidarlo. Son miradas que deben ayudarnos a romper con miradas que son de una economía muy clásica. Estamos muy fuera de la tierra, tanto que no la entendemos, no conocemos cómo funcionan los sistemas biológicos.
¿Si tuviéramos que dibujar un sistema alimentario equilibrado que realmente funcionara cómo debería ser?
Tenemos que mimetizar y adaptar el sistema alimentario a la realidad de cada ecosistema. En Catalunya, por ejemplo, debemos recuperar la ganadería extensiva, porque necesitamos animales herbívoros que consuman y cuiden los bosques y pastos que tenemos. Son los que te van a fertilizar la tierra y harán que el ecosistema funcione. Deberíamos comer en relación con este ecosistema y tener una agricultura que imite a los sistemas naturales. Esto significa que deberíamos comer carne de pastos, muchos quesos, beber leche y hacer una agricultura de cereales en las zonas de más secano, de leguminosas y también tenemos la fruta y la pesca. Debemos hacer réplicas de los funcionamientos naturales y adaptarnos a la realidad de cada zona.
¿Por qué comemos carne? El herbívoro es un mago, un alquimista, coge el suelo y plantas y te da leche, quesos, proteína, que junto a cuatro verduras y cuatro frutas garantizan nuestra supervivencia. Como el rebaño crece más de la cuenta, el pastor, que sabe que él tiene unos límites, mata corderos y cabritos porque si no superará la carga ganadera del territorio. Por eso comemos carne. Tenemos un ecosistema privilegiado, muy variado, que puede ofrecernos unas dietas muy ricas. La manera más directa que tenemos los seres humanos para sentirnos parte de la tierra es la alimentación, por eso es muy grave lo que se está haciendo de criminalizar a los ganaderos, porque son las personas que más nos pueden ayudar a ligarnos con la tierra.
¿Comparte la sensación de que mientras la idea de soberanía alimentaria ha ganado peso en los relatos y apoyo ciudadano, cada vez hay menos pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas y las grandes explotaciones industriales avanzan?
El último censo agrario español [correspondiente a 2020] muestra cómo desde el anterior [de 2009] de media cada día han cerrado 19 explotaciones. En Catalunya quedan veinte mil y pico agricultores y cada vez quedarán menos. ¿Pero trasladaría la preguntaría a nivel global y cuestionaría si seguimos con políticas capitalistas? Sí, seguimos con ellas, pero si queremos sostener la vida debemos cambiar de modelo. En la agricultura es muy evidente. ¿Qué son los [fondos] Next Generation? Una inyección al capitalismo y con este modelo la agricultura capitalista seguirá avanzando y el modelo capitalista ya sabemos que beneficia a unos pocos y expulsa a los pequeños. En su expansión, el capitalismo ha tenido muy claro que había que eliminar al campesino, que había que romper con la comunidad rural, porque ésta es lo más parecido al anticapitalismo. Un campesino es lo más parecido a un anarquista. Los cambios han pasado siempre por guerras contra los campesinos, porque son un poco los resilientes, los del trabajo en común, de las tierras compartidas.
Parece claro, por tanto, que ganar posiciones en la narrativa, en el relato, no es suficiente para conseguir un cambio profundo.
La narrativa ha sabido explicarse, mayoritariamente se ha interiorizado y la gente sabe que es mejor un producto de proximidad y ecológico y que hay que defender el territorio. Lo hemos hecho bien porque las narrativas se las han apropiado de los supermercados y las cadenas de alimentación. Pero en algún momento, imprevisiblemente, se desencadenará un posicionamiento más firme de la sociedad y lo que lo hará quizás sea la crisis, el colapso, el precio... Si a la narrativa le faltara algo es que hay que trasladar que este modelo fuera del capitalismo puede llevarnos a un sistema de vida mucho más agradable que el que tenemos. Debemos romper mitos como, por ejemplo, el de la urbanidad como progreso y modernidad frente al mundo rural. El ruralismo, las sociedades ruralizadas, es otra cosa que necesitamos.
Uno puede pensar que lo que plantea es utópico, pero ¿quizás en el momento en que estamos si no avanzamos hacia la utopía nos abocamos al caos?
Aquí me gusta citar a mi amigo pastor que dice que el capitalismo es una quimera, algo que no es posible, es antinatural. Pero la utopía es un sueño absolutamente posible. Debemos volver a lo posible y en el caso de la agricultura es tan fácil de explicar que la tierra se abona con mierda, que te comes la vaca que la produce y que esto es un círculo virtuoso... Cuando decimos que somos una alimentación petrodependiente estamos diciendo que somos una excepción de 150 años en un marco geológico enorme que estamos comiendo un material finito, que no puede alimentarnos más. Entonces, la agricultura industrial es una quimera y ya está demostrado. Hay 200 millones de personas que hoy necesitan ayuda alimenticia e irá in crescendo. El sistema actual no funciona.
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