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Grafiti ELLAS, un homenaje a las mujeres grafiteras

El fotógrafo Jeosm reivindica en un libro su presencia en un entorno masculino, donde las guerreras oscuras dan la cara.

Las mujeres grafiteras, protagonistas del libro de fotografías 'ELLAS'. / JEOSM


Sarayk (Madrid, 1985) empezó por curiosidad. Una vez dentro, siguió por pasión y, luego, por afán de superación. Omnipresentes pintadas en Villaverde, el barrio obrero donde se crio, y un hermano mayor que firmaba. Él lo dejaría pronto, pero ella se enganchó a sus colegas de instituto. La primera pieza, a los dieciséis. Ahora, junto a otra mujer y siete escritores, forma parte de DKB Crew: la pandilla, el grupo, la familia. Salen en manada y estampan sus nombres en los muros de la ciudad. Como lobos marcando su territorio.

¿El grafiti no es un arma ideológica, sino sólo una rúbrica? ¿Un acto meramente personal? ¿El objetivo es hacerse ver en la maraña de asfalto y hormigón? ¿Ser alguien a través de una firma? ¿Construir una identidad? ¿Una ceremonia de autoafirmación del individuo? ¿Acaso de rebelión? ¿O, simplemente, de transgresión? “Es todo eso y también un arma de resistencia”, responde Idem (Madrid, 1982). “No soporto tener los ojos llenos de mensajes interesados, como cucharadas que nos meten a la fuerza: ni corporaciones ni multinacionales”. Una publicidad impuesta: “¿Por qué el cartel de Coca-Cola puede estar ahí y mi nombre no?”, se pregunta retóricamente Sarayk. “¡Y una mierda!”.

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

Son escritoras, aunque la novela de su vida se condensa en una sola palabra, su nombre propio, que suele ser de guerra: Ire, Mae, Laia, Yolie, Den, Ochi, Evil76, Mickey, Dune, Asya, Numi, Vickie, Chicha, Lysu, Yubia...

Y Malicia.

“Destrozar es quemar un contenedor. Nosotras, con nuestra firmas, no deterioramos nada. Al contrario, las superficies sobre las que actuamos ganan solidez. Prefiero un cierre pintado a uno gris”, justifica Idem, vecina de Vallecas. “Y si alguien pudiese considerarlo así, a nosotras siempre nos ha encantado, desde que éramos pequeñas: un destrozo precioso”.

Cuando hablamos de grafiti, hablamos de firma, no de pintadas ni de murales. No se consideran artistas, sino escritoras —del inglés writers—. Escritoras cuya rúbrica es la propia obra, que puede ser un simple trazo negro o una tipografía elaborada y colorista.

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

Cantidad y calidad. Estar presente hasta donde el espray alcance: cuantos más, mejor. O destacar entre las demás por el estilo: menos es más. “En ningún caso es arte, ni mucho menos lo hacemos por amor al arte”, aclara Idem. “Escribo, luego existo. Ése es el lema principal del grafiti”, explica Sarayk: “No hay un para qué, hay un por qué”.

Porque le gusta. Porque se siente bien. Porque esa palabra en la carretera, en el puente, en las vías o en el muro es ella.

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

“Salir a firmar es sinónimo de bombardear”, intercede José J. Clemente (Madrid, 1982). “Hay que diferenciar entre el arte y el grafiti. El primero busca un concepto para contar algo. Con el segundo sólo pretendes estar presente, que la gente te vea, aumentar tu notoriedad. Es el ego explotado al máximo: sólo importa tu nombre y el estilo, para que sea reconocible. Estamos más cerca de un publicista que de un artista”.

Habla en plural porque él viene de ahí, aunque quizás nunca se haya ido. Su apodo, Jeosm, también acompaña sus fotografías, con las que se gana la vida. Sin embargo, más allá de los retratos de personalidades y otros trabajos alimenticios, lo que le inflama es volver a los túneles de metro, a los scalextrics periféricos, a las cocheras de los vagones. Y plasmar, como hace tres años, a la fauna writer de la noche: Guerreros urbanos, editado por Alfaguara y La Fábrica, contaba con los textos de Arturo Pérez-Reverte, pero la presencia de mujeres en las imágenes era testimonial.

“El ejemplo más radical de esa minusvaloración de la aportación femenina al grafiti es la eliminación del nombre de la escritora. Muchos de los escritores, cuando ven una pieza de calidad elaborada por una escritora, deciden obviar la esencia que hace relevante al individuo femenino: su nombre. ¿Eso lo ha hecho ELLA?, dicen entonces. Y así, con ese ELLA, el escritor varón, como si de un peón patriarcal se tratara, le extirpa la esencia a su compañera y pasa a formar parte del sistema contra el que se supone que ambos luchan”, escribe Goyo Villasevil, codirector de Swinton Gallery, en el nuevo libro de Jeosm, con el que intenta hacer justicia.

Se titula, claro, ELLAS.

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

Dentro, recupera sus nombres. Hay proceso, pero sobre todo firmas y caras. O sea, el fotógrafo les devuelve lo arrebatado.

Cuando eran pocas, las tomaban por espectadoras, escribe Ire, quien empezó en 1996.

“Si quieres pintar, el sexo con el que hayas nacido no es algo relevante”, evidencia Yolie, bautizada en aerosol allá por 1988.

Evil76, también en los textos que acompañan la obra: “Nunca me he sentido apartada por el hecho de ser mujer y si alguien ha querido apartarme, se ha cansado de esperar”.

Sin embargo. “Inconscientemente crecí con una personalidad y unas formas como las de uno más, siendo un guerrero, pero manteniéndome santa como una princesa, ya que por solo un fallo era mucho más fácil perder un punto de respeto entre los escritores de grafiti. Éramos muy pocas y ganárselo era muy difícil. Quizás, la lucha por mantener ese equilibrio es lo que me hace seguir pintando día de hoy”. Laia lo lleva haciendo desde 1999.

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

Respect: no buscan la consideración de los críticos ni la de los galeristas, sino de los suyos. Tampoco la de los transeúntes o la de los usuarios del transporte público —que tal vez vean borrón o belleza, vándalas o valientes—, pero sí la de su tribu. “Ganarte el respeto entre tus iguales” (Jeosm). “Aunque nadie lo entienda, es sólo para nosotras y para alguien más que pueda apreciarlo” (Idem). “Algo altruista: porque nos da la gana” (Jeosm). “Y además supone un gasto económico” (Idem). “En el fondo, es para ti y para los que te rodean” (Sarayk). “Pese a que sea algo efímero, porque las pintadas vuelan” (Idem).

Si bien no hay un objetivo a largo plazo, para que perduren tiran de móvil y recurren a las instantáneas: mañana podría ser tarde. Otra más para el álbum. “Es nuestro trofeo de caza, aunque no hagamos daño a nadie”, ironiza Idem.

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

Una de las estrellas invitadas en el libro es Henry Chalfant, quien inmortalizó el Nueva York de los grafiteros. No obstante, al contrario que Jeosm, el fotógrafo estadounidense nunca blandió una lata. “Estas son mujeres que tienen su propio poder, que no dependen de un hombre para dar sentido a sus vidas, a su reputación ni a su autoestima. Están en el camino de su emancipación”, escribe. “Para convertirse en escritoras, las chicas deben pasar por lo mismo que los chicos: la adquisición de estilo, el riesgo, el trabajo físico, las situaciones difíciles, el peligro de arresto y de ataque por parte de enemigos o rivales”.

Sarayk habla en primera persona: “A mí me han amenazado con una navaja y me han encañonado con una pistola, pero me considero una afortunada, porque hay escritoras que han sido violadas”.

Ese peligro, tercia José, no tiene que ver con pintar, sino con ser mujer. Idem comenta que te puede pasar lo mismo cuando regresas sola a casa, con la diferencia de que ante la pared echas más tiempo, lo que incrementa el riesgo.

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

¿Y ser ella intramuros? “El grafiti no es machista, aunque tontos los hay en todas partes”, matiza Sarayk, quien ha tenido que escuchar de todo sobre sus firmas: que para haberla hecho una tía, no está mal; que seguramente le echó una mano su novio, pese a que no tuviese pareja. La sempiterna e hiriente pregunta: ¿Eso lo ha hecho ella? Y, al sustituir su nombre por un genérico, la invisibilizan, la ciegan, la desaparecen.

“Sin embargo, no es un libro feminista, simplemente quiero mostrar la figura de la mujer en el mundo del grafiti”, advierte Jeosm, quien ya ha ilustrado el mundo del hip hop en Realidad y el de las artes marciales mixtas en Sacrificio. Ahora, después de tres años de trabajo, es el turno de las escritoras, plasmadas en más de un centenar de fotografías, cuyas protagonistas “no tienen fisuras”, en palabras de Goyo Villasevil. “Todas cuentan con el respeto y la admiración de alguien que ha hecho del grafiti y del honor su vida”, deja claro el codirector de Swinton Gallery, quien destaca “la ausencia de adorno, de maquillaje y de postureo” en los retratos del fotógrafo de Villaverde Bajo, el mismo barrio que alumbró las escrituras de Sarayk.

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

Un homenaje a la escena femenina, con la intención de perpetuar una acción caduca, a cargo de un fotógrafo que fue —que sigue siendo— grafitero. “Quería registrar y documentar un entorno al que pertenezco. Contar, a través de mis imágenes, por qué hago esto, aunque a través de la experiencia de las escritoras”.

Como un soldado que filma una guerra.

“Soy uno más, no un espectador, lo que me permite acceder a determinados sitios, porque en el fondo soy uno de ellos”. En este caso, uno de ellas. “Y eso le da veracidad a la obra”.

Aquí no sólo cuenta multiplicar o estilizar la firma, sino estamparla en espacios insospechados, peligrosos, inalcanzables: ¡cuidao con el jurao!

Idem, sin tilde, pero con acento sur: “Mola su mirada. No te saca guapa, sino como tú eres”.

Neorrealismo suburbano.

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

'ELLAS', las mujeres del grafiti. / JEOSM

Pasa un tren y lo miras. “Yo he conseguido firmar en vagones”. ¿Qué ves, Jeosm? “Algo mío. Es un acto de autoafirmación”.

Para lograrlo, tu espalda debe estar cubierta. “Hay códigos. Lealtad total”.

No salen de caza con cualquiera, aunque a veces usan cebos. “Si pasa algo y toca correr, siempre hay alguien más lento al que van a pillar”. El cebo.

Blanco y negro, como las fotos de José, del color de la noche cegada por los focos. “Lo que me interesa del grafiti no es la pintada ni la belleza, sino la acción. El B/N resulta menos explosivo, si bien insinúa más y te invita a pensar. Es mi lenguaje, porque me manejo mejor entre las sombras”.

Escribe Arturo Pérez-Reverte en la contraportada del libro: “Jeosm nos recuerda, o nos confirma, o nos demuestra, que los héroes oscuros y eternos, mujeres y hombres de larga sombra, siguen estando ahí. Y que él los intuye y reconoce mejor que nadie en el mundo”.

Con su mirada cruda: grafiti fugaz, foto imperecedera.

“¿Nos imaginabas así?”, pregunta Idem antes de irse. “Hay quien nos ve como gentuza, pero somos gente normal y corriente, aunque un poco personajes. Bueno, ahora que lo pienso, ya me estoy arrepintiendo de haber dicho eso de gente normal y corriente...”.

Sarayk.

Idem.

ELLAS.

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