PARÍS
El silencio sobre un delito sexual tan habitual como tabú se ha quebrado en Francia. Con la etiqueta #MeTooInceste, miles de testimonios han denunciado haber sido víctimas de incesto durante las últimas semanas. Esta liberación de la palabra se ha visto impulsada por la publicación del libro Familia grande de la jurista Camille Kouchner, que revela las agresiones sexuales que su hermano sufrió cuando tenía 14 años por parte de su padrastro Olivier Duhamel, de 70 años, un famoso politólogo y ex eurodiputado socialista.
Pese a su presencia en todo tipo de familias y clases sociales, las agresiones sexuales intrafamiliares sobre menores no suelen ser denunciadas ni condenadas. Hasta un 10% de los franceses, la mayoría de ellos mujeres, aseguran haber sido víctimas de incesto, según un sondeo reciente del instituto Ipsos para la asociación Face à l’inceste. Una cifra que refleja la trascendencia de esta lacra en Francia, así como en otros países europeos. “No me imaginaba que hubiera tanta gente que sufrió lo mismo que yo”, asegura a Público Jennifer Nzola, de 32 años. Esta francesa, oriunda de la República Democrática del Congo, fue violada de manera repetida por su padre a partir de los 12 años. Y ahora aprovechó la aparición de #MeTooInceste para hablar de su caso.
“Tenía 13 años y mi tío me violó mientras pasaba las vacaciones en su casa”, explicó la usuaria de Twitter Coco Rolotte. “Tenía 5 años y mi hermano esperaba que mi madre se fuera a dormir para...”, recordó Harsinoee. “Tenía 5 años. Durante una fiesta, un hermano de mi madre alteró mi candidez y oscureció el resto de mi vida. En un segundo pasé a tener 100 años”, lamentó Marie Chenevance (pseudónimo). Este último tuit de una parisina, de unos 60 años, inició el 16 de enero esta campaña impulsada por el colectivo Nous Toutes. Más de 80.000 mensajes ya se hicieron eco de ella. Favoreció el viernes la emergencia de la etiqueta #MeTooGai para denunciar las agresiones sexuales entre hombres.
“Aquí estamos. Os escuchamos. Os creemos. Y nunca más estaréis solos”, dijo este sábado a las víctimas de agresiones intrafamiliares el presidente francés, Emmanuel Macron, en sus primeras declaraciones sobre el tema, tres semanas después de la publicación del libro de Kouchner. Tras una primera reacción tímida del ejecutivo, el joven dirigente elogió “la valentía de una hermana que no se podía seguir callando”, pero también de “otros miles que hablaron sobre su vida rota”. Considerado como uno de los grandes tabús humanos por el antropólogo Claude Lévi-Strauss, el incesto está ahora en el centro del debate público en Francia.
El silencio, "un elemento esencial" en el sistema del incesto
Esta multiplicación de denuncias “resulta muy positiva, ya que el silencio es un elemento esencial en el incesto”, explica Patrick Loiseleur, vicepresidente de la asociación Face à l’Inceste. “Cuando los niños sufren violaciones o agresiones sexuales, estos hacen lo mejor que pueden para denunciarlas a sus padres. Pero a menudo son tan pequeños que no conocen las palabras violación, erección u órganos genitales”, recuerda la antropóloga Dorothée Dussy, directora de investigación en el prestigioso CNRS. “Cuando una niña es violada, a menudo sus padres o familiares ya lo habían sido antes. Y toda su familia se sociabilizó en torno al silencio”, añade la autora de Le berceau des dominations. Anthropologie de l’inceste, una de las obras de referencia sobre el tema en Francia.
El libro Familia grande no es el primer testimonio sobre esta agresión sexual que conmociona a la opinión pública francesa. En 1986, la activista feminista Éva Thomas publicó Le viol du silence en el que revelaba haber sido violada a los 15 años por su padre. Otros libros pusieron en momentos puntuales el problema del incesto en el centro del debate. Como ahora, las autoridades reaccionaron “como si acabaran de descubrir el elefante en medio de la habitación”, afirma Loiseleur. Una sorpresa que contrasta con la frecuencia de esta agresión: “Más del 60% de las denuncias por violencia sexual afectan a menores, y muchas de ellas se producen dentro de la misma familia”, asegura Alice Debauche, especialista sobre la violencia sexual.
Sin embargo, la actual ola de testimonios representa “un punto de inflexión, sostiene la psiquiatra Muriel Salmona, presidenta de la asociación Mémoire Traumatique et Victimologie (Association Mémoire Traumatique et Victimologie Accueil). De esta forma, “se ha roto la ley del silencio y permitido que las víctimas existan en el espacio mediático sin ser cuestionadas”, añade. Salmona elogia el tratamiento dado por los medios a estos testimonios, “sin caer en los prejuicios de la cultura de la violación que cuestionan a las víctimas y buscan excusas para los violadores”. Todo un contraste respecto a la manera en que la prensa francesa afrontó en 2011 el caso de Dominique Strauss-Khan, entonces presidente del FMI, al que muchos tertulianos defendieron tras haber sido acusado de violación en Nueva York.
Falta de escucha de las familias
“El hecho de ver tantos testimonios me ha ayudado, ya que la gente de nuestro entorno no suele comprender lo que sufrimos”, asegura Nzola, que vive en París y trabaja como consultora de marketing. Recuerda que consideraba a su padre “como mi héroe, alguien muy inteligente”. “Todas estas agresiones se produjeron bajo un doble discurso. Durante el día se comportaba como mi padre, era alguien que me amaba. Pero al mismo tiempo podía comportarse de forma brutal. Y me decía que no se lo dijera a nadie para proteger a la familia”, recuerda. Aunque fueron relaciones no consentidas, “me decía a mí misma que no se trataba de una violación, ya que no había violencia explícita”.
Como sucede con muchas otras víctimas, el traumatismo y estrés ocasionado “me hicieron sufrir dolores de panza y en la cabeza. Pérdidas de memoria y de atención y problemas de sueño, así como periodos depresivos. A menudo tomaba decisiones extremas, como si me quisiera morir”, explica Nzola. De hecho, la experiencia del incesto “resulta extremamente traumática y provoca grandes trastornos psicológicos”, indica Salmona. “Muchas de las víctimas intentan hablar de las agresiones sufridas incluso cuando son menores, pero en la mayoría de los casos no las escuchan. Se sienten muy solas”, añade esta psiquiatra.
Tras años de convivencia solitaria con esta herida, que le provocaba un profundo sentimiento de culpa, en 2016 decidió explicárselo a su marido. “Primero, me dijo que me apoyaba, pero poco tiempo después me dejó. Creo que fue por esto”, explica sobre una ruptura que se produjo pocos meses después de que naciera su hijo. Entonces, se vio abocada a una situación de gran precariedad económica y regresó a la casa de sus padres durante un breve periodo. En ese momento, “tuve un cara a cara con mi madre, mi padre y mis hermanos. Les dije que me había violado y quitado mi virginidad. Pero nadie me escuchó”. Una confesión que la llevó a romper con prácticamente toda su familia.
Una falta de escucha compartida por muchas víctimas de incesto y que también se produce en La Familia grande. La madre de Camille y su hermano, apodado “Victor”, prefirió callarse y seguir con el agresor después de que sus hijos le explicaran los tocamientos sufridos de manera reiterada. El libro de Kouchner ha suscitado un gran interés mediático por la relevancia del agresor. Duhamel es un reputado experto en derecho constitucional, muy bien conectado con los círculos de la burguesía progresista parisina. Sin embargo, este relato “es interesante por su banalidad, ya que se parece a la mayoría de casos”, sostiene Loiseleur. “Sirve para conocer los mecanismos de chantaje y dominación de los agresores”, añade Salmona.
"Debemos adaptar nuestro derecho" para proteger a las víctimas
También refleja las dificultades de las víctimas para que la justicia se haga cargo de sus casos. “La investigación quedó paralizada. Delante de mis ojos, el relato de un incesto. La investigación quedó paralizada. Policía por todos lados, justicia en ninguna parte. No hace falta recordármelo”, escribe Kouchner en el libro, en referencia a una investigación judicial abierta en 2011 que quedó archivada. Una experiencia similar vivió Nzola, que denunció su caso sin lograr ninguna respuesta de la justicia. “El abogado que contraté no entendía las dificultades que tenía para dar detalles precisos sobre las violaciones al estar traumatizada”, explica.
“Debemos adaptar nuestro derecho para proteger mejor” a las víctimas, dijo Macron en su mensaje del sábado, con el que pretendía responder a los reproches de haber afrontado la cuestión con demasiada tibieza. “Parece que hay una verdadera cuestión”, reaccionó la semana pasada el primer ministro Jean Castex, con unas declaraciones consideradas desafortunadas por el movimiento feminista. El ejecutivo centrista ha anunciado que la asistencia psicológica de las víctimas será pagada por el Estado y que se organizarán campañas de prevención y detección de víctimas en las escuelas de primaria y secundaria.
“Sin duda, hace falta ayudar a las víctimas, pero el gobierno debería focalizarse más en los autores de las agresiones”, declara Dussy. Esta antropóloga sostiene que la mayoría de hombres que agreden a familiares menores “no son locos, sino hombres que se acuestan con su mujer, sus amantes, con prostitutas... Hombres que se permiten lo que ellos consideran una sexualidad rica. Hace falta asociar el incesto a la dominación sexual masculina”. Un análisis compartido por Debauche, profesora en la Universidad de Estrasburgo: “Para combatir este delito, debemos mejorar la formación sobre esta cuestión de los profesionales sanitarios, educativos y de la administración judicial. También potenciar la educación a la sexualidad de niños y adolescentes”.
La irrupción de este tema en la opinión pública coincidió con el debate el jueves pasado en el Senado de una ley que establece en 13 años la edad mínima para el consentimiento en una relación sexual. Un límite considerado demasiado bajo por muchas asociaciones, que creen que debería fijarse en 15 años y 18 años para las relaciones intrafamiliares.
Los colectivos también piden la imprescriptibilidad para los delitos de incesto. Actualmente, la justicia puede condenarlos hasta 30 años después de que las víctimas hayan cumplido la mayoría de edad. “Sería un mensaje simbólico para decir a los pedófilos que no les dejaremos tranquilos”, defiende Salmona. Una señal de que no pueden seguir actuando impunemente. El tiempo del silencio se ha terminado.
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