Este artículo se publicó hace 3 años.
Los estigmas que rodean a la menstruación frustran las vidas de millones de niñas en pleno siglo XXI
En muchos países del mundo, los mitos y las falsas creencias en torno a la regla siguen provocando serias violaciones de los derechos humanos de las niñas y adolescentes.
Marisa Kohan
Madrid--Actualizado a
En pleno siglo XXI la menstruación sigue siendo un tabú y está rodeada de estigmas que llegan a truncar la vida de millones de niñas a lo largo y ancho del planeta. En un día cualquiera, alrededor de 300 millones de mujeres y niñas de todo el mundo tienen la regla y, sin embargo, es importante recordar que este proceso natural es otro factor de desigualdad de género para muchas de ellas. Así lo recuerda este viernes, coincidiendo con el Día Internacional de la Higiene Menstrual, la organización Plan International. En muchos países el mundo la menstruación sigue siendo un tema tabú que genera vergüenza, discrimina a las niñas y las expulsa de sus ambientes.
En no pocos países los mitos y las falsas creencias en torno a la regla siguen provocando serias violaciones de los derechos humanos de las niñas y adolescentes. Un mapa creado por la organización de defensa de la infancia hace un recorrido del horror por algunas de ellas.
Los mitos y tabúes en torno a la menstruación siguen presentes en muchos países del mundo
En algunas comunidades de Malawi, por ejemplo, a las niñas que tienen la regla por primera vez se les dice que tienen que tener relaciones con un hombre como rito de iniciación y si quedan embarazadas están obligadas a casarse. En algunos lugares de Togo sigue vigente la tradición de que una niña no puede tener el período dos veces en la casa de los padres, lo que significa que deberá casarse tras su primera menstruación. En muchos casos esta llega tan pronto como a los 9 años.
El lugares de Vietnam las niñas no pueden recolectar frutos del árbol mientras están con la regla porque dejará de florecer al año siguiente. En zonas de Indonesia las jóvenes no pueden utilizar tampones ni copas menstruales si no están casadas puesto que se asocian con la pérdida de la virginidad. En Camerún, por ejemplo, ellas son responsables de la infertilidad de la tierra si caminan cerca de los cultivos mientras están con el período.
"Casi la mitad de las adolescentes de Uganda e Indonesia no van a la escuela cuando están menstruando, perdiendo hasta 24 días de clase al año, según una de nuestras investigaciones. Si queremos romper tabúes, debemos conseguir que en todas las sociedades se hable abiertamente de la menstruación y derribar sus mitos", señala Elspeth Chapman, directora de Programas Internacionales de Plan International.
Uno de los mitos más frecuentes y extendidos en casi todo el mundo es el de considerar la menstruación como una enfermedad, lo que obliga a las niñas a quedarse en casa y, muchas veces, a dejar sus estudios. La idea de que las niñas y mujeres son sucias y que no deben tocar nada porque lo contaminan es otro bulo ampliamente compartido por diversas culturas. Se trata de un proceso natural que es preciso ocultar y que debe provocar vergüenza. En muchas zonas del planeta, la falta de instalaciones diferenciadas y dispositivos higiénicos convierten la regla en un motivo de discriminación.
Una prioridad sanitaria
Esta cultura del silencio en torno a la regla tiene además consecuencias en la salud, puesto que los productos sanitarios como las compresas no están disponibles, no son asequibles o no se priorizan en el gasto doméstico. Esto tiene como consecuencia que en muchas ocasiones las niñas y mujeres se vean obligadas a utilizar productos antihigiénicos como periódicos, trapos, tierra, arena, ceniza, hierba u hojas, que no solamente son incómodos, sino que además pueden provocar serias irritaciones o graves infecciones.
El acceso a los productos higiénicos es también un problema para miles de mujeres y niñas que se encuentran confinadas en campos de refugiados. En muchos de ellos las mujeres tienen que pagar por ellos, lo que las obliga a buscar trabajos extra, como la recogida de leña en los alrededores del campo, lo que las sitúa en una posición vulnerable de sufrir abusos sexuales.
En muchos países los productos de higiene menstrual están considerados aún como productos de lujo. En El Salvador, por ejemplo, comprar 10 compresas cuesta lo mismo que adquirir kilo y medio de arroz o un kilo de judías negras.
Las organizaciones que trabajan por los derechos de la infancia y de las mujeres recuerdan que las fechas señaladas como esta suponen un momento importante para sensibilizar y conseguir acabar con la discriminación. Ante la falta de productos sanitarios o su carestía, Plan International ha comenzado a impartir talleres para que ellas mismas fabriquen compresas lavables y reutilizables con materiales locales y puedan vender estos productos para generar sus propios ingresos. De esta forma, afirman, no solo se mejora la gestión de la higiene menstrual de las adolescentes, sino su calidad de vida, la de sus familias y comunidades. Recuerdan la importancia de romper estigmas y mitos al tiempo que se dota a los colegios y a las comunidades de los productos higiénicos que permitan a niñas y mujeres llevar una vida digna.
Tampoco en muchos países con mayores ingresos los productos higiénicos se consideran una necesidad básica que facilita la vida de mujeres y niñas. En España compresas y tampones siguen gravados con un 10% de IVA, lo mismo que se paga al tomarse un café en un bar o al comprar una entrada de cine. El Ministerio de Igualdad se ha comprometido a reconocer productos como de primera necesidad y a rebajar el impuesto al 4%, una exigencia que tiene ya un largo recorrido pero que aún no se materializado.
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