Este artículo se publicó hace 4 años.
Las españolas cuelgan el delantal: nunca hubo menos amas de casa ni más trabajadoras
La progresiva incorporación al mercado laboral y el reparto de las tareas domésticas desploma a poco más de tres millones el número de mujeres que se dedican en exclusiva a las tareas del hogar, la mitad de las cuales tiene más de 60 años.
Zaragoza-
Las mujeres españolas están cambiando su ocupación: nunca hubo más trabajadoras que ahora, con un récord de más de nueve millones que se mantuvo en la segunda mitad del año pasado, ni menos que se dediquen al hogar como amas de casa, con poco más de tres millones y un claro predominio de las de mayor edad, ya que la mitad de ellas tiene sesenta o más años.
Los datos de la última EPA (Encuesta de Población Activa) del INE (Instituto Nacional de Estadística) constatan esas dos tendencias, a las que se une el notable aumento, aunque con un volumen mucho más reducido que no alcanza los 400.000, del número de hombres que se encuentran en situación de inactividad y se ocupan de las tareas del hogar.
La combinación de esas tendencias es una muestra de lo que los expertos denominan la "doble velocidad de cambio, que se manifiesta en una incorporación de la mujer al mercado laboral mucho de un ritmo mucho mayor que la del hombre a las tareas del hogar", explica David Pac, sociólogo de la Universidad de Zaragoza. España es, ahora mismo, el país de la UE que más empleo femenino está creando.
El número de mujeres ocupadas lleva dos trimestres por encima de los nueve millones, una cifra que no había llegado a darse ni siquiera en la época de bonanza previa al estallido de la burbuja inmobiliaria y el inicio de la crisis a finales de 2008.
Otra cosa es la calidad de ese empleo, cuyo volumen, por otro lado, sigue siendo inferior al masculino en 1,5 millones de ocupados mientras tres de cada cinco parados son mujeres. Elena Blasco Martín, secretaria confederal de Mujeres e Igualdad de CCOO, considera esos datos "algo más esperanzadores que en otras ocasiones", aunque "persisten importantes brechas de género que no se corrigen, lo que afianza su carácter estructural" en "un mercado laboral incapaz de basar su crecimiento en el empleo de calidad".
"Las obligaciones de cuidado son inadmisibles"
Blasco Martín reclama enfrentar esas "desigualdades estructurales que afectan a las mujeres en el empleo, que dificultan su participación laboral en condiciones de plena igualdad y que condicionan otros aspectos de su vida, como su capacidad económica", entre las que destacan una tasa de temporalidad del 28% que supera en dos puntos a la masculina y que duplica la europea y otra de parcialidad del 25% (30% en el sector privado) que triplica la de los hombres.
En el segundo caso, añade, "no haber encontrado trabajo a jornada completa es el principal motivo para tener una jornada a tiempo parcial para las mujeres ocupadas, algo que afecta al 52% de ellas", mientras que otro 14% las coge por tener que asumir el cuidado de ancianos, menores o dependientes que no puede costear.
La sindicalista considera "inadmisible que las obligaciones de cuidado sigan recayendo en las mujeres de manera exclusiva", algo que "lastra sus oportunidades laborales y empeora sus condiciones de vida y autonomía. Los cuidados son fundamentales y deben ser compartidos".
"Es inadmisible que no haya ningún avance en igualdad laboral relevante y que encontremos las mismas brechas de género y las bolsas de precariedad de siempre", denuncia, para añadir que "un país que relega o prescinde del talento y capacidades de las mujeres y donde se sigue obstaculizando su acceso laboral, condicionando así su derecho a la autonomía económica es un país democráticamente enfermo".
Menos amas y más amos de casa
No obstante, algunos cambios sí han comenzado a darse en ese reparto de las tareas de cuidado, cuando menos en el ámbito doméstico, en el que tanto el número como el porcentaje de mujeres que se dedican al hogar como amas de casa está experimentando una notable reducción y un notorio envejecimiento mientras, con un ritmo porcentualmente mayor aunque cuantitativamente más lento, el hombre comienza a asumir esa ocupación.
Los datos de la última EPA reducen a 3,21 millones el número de amas de casa, una ocupación que, pese a sus requerimientos, sigue incluida entre las clases de inactividad por carecer de remuneración. El mínimo histórico se dio en 2018 con 3,13 millones.
Con ligeros altibajos, la tendencia descendente ha sido constante desde 2002, con una reducción superior a un tercio (35,2%) en esos diecisiete años que, no obstante, se ha frenado ligeramente en los últimos cinco años.
Paralelamente, el número de hombres cuya principal actividad (inactividad, formalmente) consiste en el desempeño de las labores del hogar se ha cuadruplicado con creces en ese mismo periodo, en el que pasó de 82.000 a 387.000.
La evolución de este dato presenta un pico en 2013, con un aumento de 132.000 (36,6%) antes de caer 127.000 (-25,8%) que las fuentes consultadas atribuyen a un error estadístico o, en todo caso, a la acumulación de afectados por ERE de edades avanzadas que, en los momentos más duros de la crisis y al considerar que no iban a poder recolocarse, se veían abocados a encargarse para siempre de unas tareas del hogar que habían comenzado a asumir tras el despido.
Sectores como el financiero habían destruido en los cuatro anteriores años más de 50.000 empleos, según los datos del Banco de España, parte de ellos ocupados por mayores de 50 años que quedaban fuera de los planes de prejubilación.
Las edades y las proporciones
Resulta reveladora la distribución de quien se encarga de las tareas domésticas por grupos de edad que ofrece la misma EPA: se trata de colectivos envejecidos, más en el caso de las mujeres que en el de los hombres; con tendencias descendentes en todos los tramos femeninos salvo entre las mayores de 70 años, aunque la merma se ralentiza conforme avanza la edad, y que, en el caso de los hombres, resultan ascendentes con un freno por debajo de los 50 y una intensificación por encima.
Paralelamente, llama la atención el incremento que se da en ambos grupos entre las mitades inicial y final del decenio de los cincuenta, cuando el número quien se encarga de las tareas del hogar crece un 31% entre las mujeres y un 55% entre los hombres.
En esa franja se acumulan una parte de "quienes en los últimos años han sido expulsados del mercado laboral, ya sea por prejubilaciones, como ocurre en sectores como la banca, o por haber desistido de seguir buscando empleo por la imposibilidad de encontrarlo tras haberlo perdido con la crisis", explica Pac.
La velocidad de cambio en su relación con las ocupaciones domésticas presenta ritmos distintos entre hombres y mujeres. Así, la tasa de varones dedicados a las tareas de su hogar entre los de edad laboral (activos) pasó del 0,48% al 2,01% entre 2002 y 2019, mientras la de mujeres caía del 27,43% al 15,86%.
Con todo, ellas siguen siendo más de ocho por cada uno de ellos, aunque el peso de estos últimos ha pasado del 1,65% al 12,04%: casi una de cada ocho personas dedicadas a sus labores son varones cuando a principios de este siglo eran una de cada sesenta.
Cuando la precariedad marca los cambios sociales
En la evolución de esos indicadores han tenido una influencia directa cambios sociales como el mayor reparto de las tareas del hogar en las familias, aunque la distribución no acaba de equilibrarse; la progresiva incorporación de la mujer al mercado laboral, que se ha acelerado en los últimos años; el desplome de la natalidad, directamente relacionado con la migración de los jóvenes en busca de un futuro mejor; el avance de la precariedad, que ha mermado notablemente sus posibilidades de emancipación, y, también, con el aumento de las dificultades para conciliar la vida laboral y la familiar derivado de ese deterioro de las condiciones de trabajo.
Elena Blasco Martín aboga por tratar en el diálogo social, y por incluirlas en convenios colectivos y planes de igualdad, "las medidas necesarias para derribar esa barrera estructural que adjudica el cuidado familiar a las mujeres de manera exclusiva".
"Cuidar a las personas que lo requieren es la base de la cohesión social, y es, por tanto, una necesidad social que debe ser compartida por mujeres y hombres, de manera corresponsable, y también por la sociedad y por el Estado, mediante políticas, medidas, infraestructuras y servicios públicos universales y de calidad", añade.
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