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Enric Truñó: "Un proyecto como el de Barcelona'92 solo sería posible con una enorme vocación de generar consensos"
Entrevistamos a Enric Truñó, exconcejal de Deportes del Ajuntament de Barcelona y concejal responsable de los Juegos Olímpicos que se celebraron en la ciudad. Repasamos con él cómo se gestó el evento y el legado que dejó.
Barcelona--Actualizado a
Apasionado de su ciudad y del deporte, Enric Truñó fue una de las personas clave de los Juegos Olímpicos celebrados hace tres décadas en la capital catalana. Concejal del PSC en el Ayuntamiento durante casi dos décadas (1979-1998), pasó por las áreas de Juventud, Enseñanza y Turismo, además de la de Deportes, a través de la cual se convirtió en el concejal responsable de los Juegos. Con él repasamos el contexto en el que se gestó la candidatura, el trabajo que se hizo para conseguir la nominación olímpica y el legado de una cita que, sin lugar a dudas, situó a la ciudad en el mapa. Sin embargo, desde entonces el mundo ha cambiado mucho y el propio Truñó reconoce que un contexto como el que se dio entonces difícilmente podría repetirse hoy en día.
Cuestiones como la crisis climática, el calentamiento global o la sostenibilidad, que marcan hoy la agenda, no eran primordiales en aquella época, mientras que la desconfianza ciudadana hacia las instituciones se ha disparado en las últimas décadas.
30 años después, ¿cuál es el legado de los Juegos de Barcelona?
Diré tres cosas. Una es la importante transformación de algunos elementos de la ciudad, con su apertura al mar, el equilibrio territorial con las cuatro áreas olímpicas y la coordinación de todo ello con las rondas, que eliminan el 18% del tráfico pesado del centro de la ciudad. En segundo lugar, existe una cuestión de imagen y de capacidad organizativa. Es un buen mensaje para decir al mundo "venid a Barcelona", con tu empresa, a estudiar, a conocerla, a vivir en ella... El número de personas no nacidas en el Estado que viven en ella ha crecido muchísimo; si en 1979, con el primer ayuntamiento democrático, era del 2% de la población, ahora está en torno al 22 o 23%. Y la tercera es que dejó por muchos años un legado de autoestima, un cambio de mentalidad, en el sentido de que es posible enfrentarse a grandes retos.
En el caso de la transformación urbanística, que seguramente es el legado más visible, ¿habría sido posible sin los Juegos? ¿Se habría hecho de forma más lenta?
"Cuando en 1986 nos dan los Juegos, salimos con mucha fuerza, pactando con el Estado y la Generalitat"
Casi seguro que habría sido un proceso muy lento. Lo que aprendimos es que cuando hay un evento como éste, que es una cita mundial y tiene un compromiso enorme, el dinero se genera, sale de debajo de las piedras, se adelanta. La gran ventaja es que la ciudad no quebró y pudo ir pagando sin problemas su parte de las obras olímpicas. En cuanto a las rondas, el primer dibujo operativo es el plan comarcal de los años 50 y en la década de los 60 Porcioles [entonces el alcalde de la ciudad] ya intentó hacer algo, pero lo pararon porque hacía verdaderos cortes y autopistas urbanas. Nosotros nos atrevimos, aunque cuando lo hicimos no estábamos en una situación económica fluorescente. Pero cuando en 1986 nos dan los Juegos, salimos con mucha fuerza, pactando con el Estado y la Generalitat [para hacer las rondas]. Un proyecto de los años 50 no se resuelve hasta principios de los 90.
Otra herencia importante son los equipamientos deportivos. En total se utilizaron una cuarentena: algunos ya existían y no necesitaron obras, otros se reformaron y algunos se hicieron nuevos. Con los años, algunos de ellos se han transformado en complejos deportivos municipales. En general, ¿se ha dado suficiente uso a estas instalaciones? Parece claro que sí en el caso del Palau Sant Jordi, pero equipamientos como el Velòdrom d'Horta o el propio Estadi Olímpic pueden generar más dudas.
La primera buena decisión para evitar lo que el Comité Olímpico Internacional (COI) llama "elefantes blancos", es decir, instalaciones después inútiles, fue compartir con 17 subsedes los Juegos y colocamos cosas que tenían sentido por su historia, que serían bien acogidas en el municipio. Por ejemplo, el pabellón de baloncesto en Badalona, el de balonmano en Granollers o el estadio olímpico de Terrassa, donde acaba de disputarse el mundial femenino de hockey hierba. Por lo que respecta a Barcelona tuvimos un principio de mucha austeridad. Hay un estudio del aforo de la suma de todas las instalaciones olímpicas que se ofrecieron en los Juegos desde Roma 60 hasta los últimos y Barcelona es la que tiene menor capacidad.
No construimos cosas que después no pudiéramos utilizar. Colocamos competiciones en instalaciones que después podían ser digeridas bien por el entorno. Por ejemplo, en el polideportivo de la Espanya Industrial, se realizó la halterofilia y ahora es el gran pabellón del barrio de Sants; también pasa con los pabellones de la Nova Icària, de la Mar Bella o de la Vall d'Hebron. En cuanto a los dos grandes, el Palau Sant Jordi ha sido un éxito desbordante, es un pabellón multifuncional y se ha hecho de todo: deportes, conciertos, mítines políticos... Y durante 30 años no ha costado ni un euro público, se ha autofinanciado y ha generado recursos para ayudar a pagar el entorno. El Estadio Olímpico es más complejo. Con 65.000 espectadores no es para los juegos escolares. Es una herencia de 1929 y lo recuperamos, con una austeridad y precio increíbles comparado con los grandes estadios [de otros Juegos]. Tiene un uso muy discreto, como todos los grandes estadios que no tienen a un club residente, si bien tuvo al Espanyol durante 10 años, el próximo año jugará el Barça y también pasaron los Dragons. También se hacen algunas cosas de interés popular, un par de conciertos al año, alguna prueba de atletismo, algún partido de fútbol... Lo que debe hacerse es mantenerlo bien, que esté en buen estado.
Fue concejal en el Ajuntament de Barcelona durante casi dos décadas y en octubre de 1981, con Narcís Serra de alcalde, fue nombrado responsable de Deportes. Entiendo que ya entonces se empezaba a trabajar en la candidatura, mientras que la nominación se consigue en 1986. En estos cinco años, ¿hay algún momento en el que sienten que sí, que lo lograrán?
Hay muchos momentos que pensamos que lo lograremos, pero también muchos en los que vemos el reto que es; estábamos compitiendo con dos ciudades mundiales como París y Ámsterdam, ¡poca broma! Los primeros movimientos ya son conversaciones entre el alcalde Serra y Samaranch, justo después de que éste fuera nombrado presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) en julio de 1980. Pero entonces Barcelona tiene una muy mala situación económica para enfrentarse a cosas. Cuando entramos en el ayuntamiento en 1979 y tenemos que pagar las primeras nóminas nos damos cuenta de que por cada peseta que ingresaba el ayuntamiento teníamos dos contraídas que debíamos honrar de servicios, equipamientos o personal. ¡Si eso no lo parábamos teníamos un déficit del 100%!
"Estábamos compitiendo con dos ciudades mundiales como París y Ámsterdam"
Una de las primeras labores de Narcís Serra, que la lideró mucho y se asoció con Tierno Galván, alcalde de Madrid, fue negociar con el gobierno español para poner el contador a cero a nivel municipal. Esto ocurrió y también se subió el IBI y se hicieron aportaciones a los ayuntamientos. Lo segundo que teníamos que hacer era la reforma administrativa, porque la maquinaria no funcionaba, estaba obsoleta y eso se hizo, aunque hubo muchas tensiones con los trabajadores. Con esta situación se hizo el primer estudio de viabilidad de los Juegos, para ver su dimensión, exigencias y qué debería hacerse.
¿Y qué dijo el estudio?
Se creó un grupo de trabajo, del que yo formaba parte y donde, entre otros, estaban el alcalde Serra y Pasqual Maragall y estaba coordinado por Romà Cuyàs. El documento decía que era posible organizar unos Juegos Olímpicos y dimensionado para la ciudad si ocurrían una serie de cosas. Se terminó en octubre del 82 y los primeros días de noviembre Serra ya acudió a Lausana [en la sede del COI, en Suiza] para entregar este primer documento que decía que sí, que era posible organizar los Juegos. Ahora era necesario hacer muchas cosas.
La primera fue convencer al Gobierno de España y al Comité Olímpico Español (COE). El gobierno de la UCD era reacio, mientras que el de González lo apoyó y también lo hizo el COE. Luego se creó una oficina olímpica muy potente, porque intuíamos que el dossier técnico tenía que ser impecable, y lo fue, y debía hacerse de lobby, debían ganarse los votos. Se creó también la asociación de empresarios Barcelona'92, que encabezaban Carlos Ferrer Salat y Leopoldo Rodés, que colaboraron en la aportación de patrocinios; había 92 empresas que aportaron 920 millones [de pesetas]. A partir de ahí se pudo hacer un lobby internacional y se visitaron en su país a todos los miembros del COI. Barcelona, Catalunya y España tenían una coyuntura buena para ganar, porque el 1 de enero de 1986 entramos en la UE; y en marzo del 86 existe el referéndum para mantenerse en la OTAN. Estos dos temas hacen que España pase a ser un país emergente, bien visto por la comunidad internacional.
Además, nuestros jefes de filas eran personas de peso internacional. Pasqual Maragall llevaba apenas cuatro años de alcalde, pero tenía proyección, funcionaba muy bien a nivel de relaciones internacionales. [Jordi ] Pujol llevaba ya seis años de president y había hecho un esfuerzo importante con la proyección internacional de Catalunya y era una persona reconocida; Felipe González, que acababa de mantener a España en la OTAN y entrar en la UE, era un presidente demócrata en un país que venía de 40 años de dictadura tenía muy buena relación con los principales dirigentes europeos; al rey de España en ese momento se le veía como alguien que había ayudado a llevar la democracia y se relacionaba muy bien con los principales dirigentes internacionales y con las familias reales europeas; y Carlos Ferrer Salat, que era miembro del COI, presidente del COE y había sido presidente de los empresarios españoles y de los europeos. Esto era potente para convencer en el diálogo y la petición de voto. El lobby funcionó, pero hubo que picar mucha piedra, y la organización de los mundiales de fútbol (1982) y baloncesto (1986) también ayudó.
Era un proyecto liderado por la ciudad, pero que tenía un claro apoyo de la Generalitat y el Gobierno. Han pasado ya cuatro décadas desde que se impulsó y no parece que ese modelo fuera replicable hoy en día. La sociedad ha cambiado mucho y la pugna entre administraciones ha ido a más.
Lo importante es que la sociedad ha cambiado mucho, la barcelonesa, la catalana, la española y la mundial. La crisis económica de 2008-2014 genera, como explica Piketty, unas desigualdades muy grandes y exclusión social y, por tanto, genera desconfianza hacia las administraciones públicas. Cuando lanzamos esto veníamos de la Transición democrática, todo estaba por hacer y todo era posible. Hubo un esfuerzo, había ganas y una necesidad de plantearte proyectos en muchas direcciones para estimular las cosas. Posiblemente era también más fácil generar ilusión ciudadana. Barcelona y Catalunya también han vivido el Procés, que es evidente que no ha ayudado a proyectos de consenso, sea de quién sea la responsabilidad. En este contexto, pensar en proyectos de este estilo es muy complejo, por las desigualdades sociales, por las desconfianzas que han generado casos de corrupción, aunque no seamos de los países más corruptos del mundo.
"La ciudadanía no está dispuesta a que las administraciones y los poderosos jueguen a realizar proyectos"
La ciudadanía no está dispuesta a que las administraciones y los poderosos jueguen a realizar proyectos. Debe estar bien consensuado, bien explicado, ser austero y sostenible. En los 80 no hablábamos de la crisis climática, el calentamiento global o la sostenibilidad social, económica y ambiental. Todavía no se había celebrado la cumbre de Río que da el punto de partida a todo esto. El mundo nos ha cambiado y un proyecto así solo sería posible con una enorme vocación de generar equipos y consensos, de arriesgar con las relaciones, de no ser sectarios. Y eso no lo sabemos sacar de encima.
¿Las semanas que se celebraron los Juegos son el momento culminante de su trayectoria política?
No utilizaría la palabra culminante, pero es un momento muy especial, único. Mientras Samaranch decía habían sido los mejores Juegos Olímpicos de la historia, al día siguiente el New York Times decía que "la ciudad de Barcelona ha ganado la medalla de oro". Esto salió bien y puso a Barcelona en el mapa, que era uno de los objetivos clarísimos de Pasqual Maragall. A nivel personal lo viví todo, porque empecé en el proyecto en 1981 y acabé con la disolución del comité organizador un año después de los Juegos y como concejal de Deportes tuve también el trabajo de poner en funcionamiento todo su legado deportivo.
No hubiéramos hecho los Juegos sin la capacidad que tenía Pasqual Maragall de generar equipos y a nivel personal es una maravilla poder estar implicado, te dejas la piel, como se espera. Además, creo que los del Ayuntamiento de Barcelona tuvimos la suerte de que no nos cogiera la depresión postparto, sino que fuimos capaces de poner la herencia en funcionamiento, y de seguir pensando en el futuro, con los planes estratégicos de Barcelona, con el 22@, con la creación de Turisme de Barcelona, con la culminación de todo el paquete cultural, con el Teatre Nacional de Catalunya y el Auditori ... Estoy agradecido a la vida, a la ciudad, a mi familia que me lo aguantó para poder dedicarme a esto. Tengo la suerte de ilusionarme con proyectos, sean mayores o menores y, aparte de los Juegos, en los 12 años que en paralelo fui concejal de Juventud también disfruté con la elaboración del proyecto Jove o los 40 casals de joven, entre otras cosas. A mí la ciudad me atrae y me siento comprometido con ella.
Los Juegos sitúan a Barcelona en el mapa de las grandes ciudades turísticas. Lo que entonces podía verse como necesario, con el tiempo y el enorme aumento de visitantes ha generado impactos cada vez más negativos para una parte significativa de la ciudadanía. ¿Habría que haber replanteado el modelo?
En el año 92 nadie imaginaba que habría esta evolución a nivel mundial, cómo se ha generado la capacidad de comunicación y de gestión del turismo, sobre todo a través de Internet -que no existía durante los Juegos-, o cómo se ha generado todo el tema de los vuelos de bajo coste. Ya te digo claramente que creo que no son sostenibles, sobre todo por el permanente salto adelante. Todo esto no nos lo imaginábamos, como tampoco el cambio en las costumbres de las familias, que en vez de hacer vacaciones de un mes en un sitio, hacen escapadas en los puentes largos y esto genera un continuo movimiento aquí y en todas partes. Como todo esto ha ocurrido, evidentemente debemos hacerle frente y soy totalmente partidario de ello. Ya lo era cuando me encargaron el plan estratégico del turismo entre los años 2008 y 2010 y hablábamos de sostenible social, económico y ambientalmente, con solo un pequeño crecimiento y ya defendíamos la moratoria [hotelera] en Ciutat Vella.
"Tenemos un número de plazas hoteleras y de apartamentos turísticos increíble, no debe crecer"
Esto no ha sucedido y creo que nos lo debemos plantear para preservar la ciudad, el turismo y la buena experiencia de la vivencia turística. Tenemos un número de plazas hoteleras y de apartamentos turísticos increíble, no debe crecer. De hecho, todas las ciudades serias del mundo se lo están replanteando y te cito a tres: Ámsterdam está haciendo un trabajo fantástico de reordenación y evitar más congestión en el centro, Berlín y París están haciendo lo mismo. Esto nos ha desbordado y responde a un ansia humana antropológica que es conocer al otro y viajar. Lo que no sirve para nada para mí es la polarización de las posiciones: "es que vosotros queréis hundir el turismo, es que vosotros queréis hundir la ciudad". ¿Por qué no lo medimos e identificamos lo que debe hacerse? ¿Cómo se realizan las renovaciones no traumáticas de sectores? ¿Qué ocurre con los trabajadores? No es fácil. Invitaría a que en el ámbito de Turisme de Barcelona, por un lado, y en el del Consell Turisme i Ciutat fuéramos capaces de llegar a estos consensos, que son necesarios.
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