Este artículo se publicó hace 8 años.
Democracia radical a golpe de app
Fue, con la llegada a los ayuntamientos del municipalismo, cuando la clase política se replantea como prioridad la participación real de la ciudadanía más allá de votar cada cuatro años. El taller Inteligencia Colectiva para la Democracia reúne a más de 60 personas pensando herramientas digitales que ahonden en las prácticas democráticas.
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MADRID.— "Imagina a 500 personas tratando de escucharse entre sí. Es imposible sin el apoyo de la tecnología digital; por eso son necesarias las herramientas digitales pero también es necesario que utilicemos esos tools para escuchar en lugar de dejar que esas herramientas escuchen en nuestro nombre". Habla Audrey Tang, ministra de lo Digital de Taiwán y defensora de la transparencia radical. Cada entrevista que concede, la graba entera y la cuelga en su web. Libera el código sin miramientos y trabaja por un gobierno abierto desde dentro, aunque su escuela ha sido la calle del 15M taiwanés, el llamado Movimiento Girasol.
Estos días se la ha visto por Madrid, en concreto por Medialab-Prado. La primera semana estuvo de forma virtual gracias a Galatea, un robot diseñado y creado, entre otros, por Mar Delgado y Julián Pérez, ambos mediadores de este laboratorio ciudadano de producción, investigación y difusión de proyectos culturales. La base de Galatea es un Roomba, el robot-aspirador. Los ojos son una cámara 360 grados; también tiene un micrófono y tres leds de colores que expresan el estado de ánimo de Audrey Tang, encargada de moverlo con un casco de realidad virtual a 10.800 km de distancia.
La ministra aseguró su presencia en Madrid la primera semana de manera virtual con Galatea y la segunda, ya de forma física. Aquí ha participado en el taller Inteligencia Colectiva para la Democracia. Quince días, ocho proyectos y más de 60 personas de todo el mundo han estado repensando y prototipando herramientas digitales que faciliten la participación de la sociedad en los procesos de decisión. Abrir la democracia en canal, volverla líquida, y hacerla radical en el sentido de reencontrarla con su raíz, con el sentido etimológico de la palabra. Para acelerar este proceso, Internet se ha vuelvo una herramienta muy potente que facilita la toma de decisiones colectivas, entre otros puntos, porque elimina las barreras del tiempo y del espacio.
"Pretendemos generar una red mundial de gente que está trabajando en empoderamiento democrático a través de la tecnología", cuenta Yago Bermejo, coordinador del grupo de trabajo Participalab, de Medialab-Prado, uno de los encargados del proceso de selección de estos ocho proyectos que tratan de buscar soluciones, respuestas y alternativas a estos nuevos procesos participativos para que sean más inclusivos y descentralizados.
Abrir la democracia en canal, volverla líquida, y hacerla radical en el sentido de reencontrarla con su raíz, con el sentido etimológico de la palabra
Cada grupo consta de unos ocho colaboradores de distintas nacionalidades que, de forma intensiva y horizontal, trabajan dos semanas repensando y materializando la idea que traía el promotor del proyecto. Por ejemplo, el developer Pablo Ojanguren llevó hasta este laboratorio ciudadano una aplicación concreta para Jet Pad, un software libre para crear documentos colaborativos [una especie de google docs no privativo y sin la pérdida de privacidad que conlleva utilizar cualquiera de los tools del gigante que controla y privatiza todo Internet].
Este grupo, capitaneado por Ojanguren, se inspiró en la famosa frase de Otto von Bismarck: “Las leyes, como las salchichas, dejan de inspirar respeto a medida que sabes cómo están hechas”. Así pensó que su Jet Pad podría utilizarse para abrir a debate la redacción de normas y leyes. Al convertirlas en documentos colaborativos, los ciudadanos podrían tomar notas al pie y entrar de lleno en el proceso de creación. “Creemos que si el proceso de hacer una ley mejora, el resultado es evidentemente mejor”, explica. ¿Alguien se ha parado a pensar en la utilidad que tendría a la hora de (re)escribir los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC?
"Las plataformas digitales tienen muchas dificultades de inclusión para generar soluciones de impacto" dice Ricardo Poppi, politólogo brasileño experto en procesos de participación social a través de Internet, y uno de los participantes dentro de otro de los grupos de trabajo de este taller, llamado Empujando juntos, y centrado en crear una herramienta que pueda dar voz a las minorías poniéndolas en contacto y ampliando el eco de su mensaje en las redes sociales. "Cómo un proceso de participación digital que utiliza las plataformas digitales puede tener mucha gente implicada e impactar en la política y en la vida de las personas", es una de las cuestiones que se pregunta Poppi, y resume la labor de su grupo, Empujando juntos, así: "Nosotros desarrollamos tecnologías libres para motivar a las personas a que se organicen y creen acciones colectivas autónomas".
Una muestra para ilustrar las palabras de Poppi (volviendo al acuerdo de paz colombiano): un grupo de votantes a favor de dar el sí en el referéndum se empieza a plantear —tras escuchar algunos rumores malintencionados— que quizá si se llega a aprobar el acuerdo, el jefe de la guerrilla podría llegar a ser presidente del país. El movimiento por el sí podría empezar a perder a sus bases hasta que a alguien, para evitarlo, se le ocurra crea un evento en Facebook, convocar una concentración o una asamblea informativa para aclarar que ese bulo que está circulando es una mentira. Ese tipo de acciones micropolíticas son las que favorece una sociedad bien informada, organizada y dispuesta a implicarse en las decisiones que le afectan y a fiscalizar a sus representantes políticos.
No escapa a nadie que el principal problema de Internet sigue siendo la accesibilidad: no se puede abrir toda la participación a través de plataformas digitales —como sería el caso de Decide Madrid, la web del ayuntamiento donde se proponen y votan los presupuestos participativos de la capital— y obviar que no todo el mundo tiene acceso a la Red (o conocimiento, tiempo, ganas, o información). Muchos vieron como una derrota que opinara solo algo más de un 1% de los madrileños acerca del destino de los 60 millones de euros que el consistorio destinó a presupuestos participativos. El concejal del ramo, Pablo Soto, recordaba que en esta materia, cualquier resultado que se acerque al 2% se considera un éxito de participación, principalmente porque lo que antes se decidía entre cuatro en un despacho con la puerta cerrada, ahora lo han apoyado 150.000 madrileños.
"¿Cómo un proceso de participación digital que utiliza las plataformas digitales puede tener mucha gente implicada e impactar en la política y en la vida de las personas?"
Desde la concejalía de Participación Ciudadana, Transparencia y Gobierno Abierto de Madrid han hecho especial hincapié, desde el principio, en priorizar estas herramientas con un cierto detrimento de la participación tradicional del cara a cara, materializada en las asambleas de barrio y distrito que aun así se siguen celebrando de forma descentralizada. Barcelona, en cambio, ha tratado de hibridar un proceso participativo que, en realidad, seguía un camino distinto al de la capital porque se trataba de confeccionar el Plan de Acción Municipal a partir de un programa participado en lugar de crear unos presupuestos participativos.
"No tiene sentido individualizar algo que ha sido creado para colectivizar", para ser compartido, destaca Henrique Parra, promotor de Empujando juntos. "Votar en una página web, rellenar un formulario, son formas de individualizar la participación", argumenta, sobre todo porque se pierde la posibilidad de conocer las opiniones de los otros vecinos. "Los presupuestos participativos mejoran y modernizan la gestión pública, tiene una parte pedagógica en la que el ciudadano conoce por qué los presupuestos siempre son objeto de disputa y también construyen liderazgo y tejido social", añade. Así se entienden en Brasil, cuna de los primeros presupuestos participativos de la historia, hace ya 28 años.
"La participación de los representados fiscalizando a los gobiernos ha vuelto más eficaz las decisiones y las políticas, además ha mejorado la gestión pública", asegura Parra. Es un proceso revolucionario —en palabras de Fabricio Solagna, especialista en democracia digital y colaborador de Empujando juntos— cuando en realidad debería ser algo lógico que fueran las personas las que decidieran qué se hace con su dinero. Así lo debió pensar el Partido de los Trabajadores cuando impulsó, en Porto Alegre, en el sur de Brasil, los primeros presupuestos participativos de la historia en 1988, inspirados por la Comuna de París, y en donde se ha llegado a destinar hasta un 25% del presupuesto a la deliberación pública.
La apertura del legislativo fue pensada también como un mecanismo para crear tejido asociativo en cada distrito de la ciudad. Se organizaban pequeñas asambleas en cada uno y de ellas salían elegidos los representantes que defenderían las propuestas votadas en una asamblea general con los representantes de cada distrito. Esta forma de organización sirvió para generar nuevos liderazgos: hoy en día, la mayoría de los representantes políticos de Porto Alegre han salido de esas asambleas. Así se generó un nuevo concepto de liderazgo popular que alcanzó el estatus de político (y no al revés, políticos de profesión que se tienen que ir ganando el apoyo popular).
"Los procesos participativos, presenciales o digitales, tienen que servir para hacer una discusión sobre el proyecto de sociedad. Si no sirven para esto, se vuelven un trámite burocrático". Ese es uno de los principales peligros que presentan, según Solagna. Sigue sorprendiendo que en Porto Alegre, 28 años después, siguen sin utilizar plataformas digitales, en parte por lo bien imbricada que está la metodología asamblearia. Pero el verdadero desafío no se centra en digitalizar el proceso: "Lo que importa es saber si los presupuestos participativos en Porto Alegre van a continuar siendo una manera de gobernar".
La ola conservadora que acecha Brasil hace tambalear los cimientos de la participación en el país puesto que nunca ha sido un objetivo prioritario para la derecha. "Tengo dudas sobre si este modelo de participación sobrevivirá a este conservadurismo. Será una buena prueba para una generación ver si son capaces o no de mantener esas conquistas".
El golpe de Estado en Brasil ha supuesto "un paso atrás en todos los derechos sociales", lamenta Solagna. "Ahora se está discutiendo el techo de gasto en salud y educación con una ley que limita estos gastos por 20 años. Peligran todos los derechos sociales conquistados". Con Temer en el poder, no solo se espera un pasó atrás en cuanto a participación social. Cuando no hay dinero no hay de qué participar, recuerda Solagna.
Audrey Tang concibe la democracia como la gramática de la sociedad: tienen que ser precisamente sus ciudadanos los encargados de redactar esas frases poderosas en las calles, en las plazas y ahora también en la Red.
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