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Cincuenta años de la masiva huelga de Seat en Barcelona que asestó un duro golpe al franquismo
En octubre de 1971 los trabajadores de la empresa protagonizaron uno de los episodios más destacados del movimiento obrero en los últimos años del franquismo.
Àngel Ferrero
Barcelona-
Hace justo medio siglo comenzó una huelga muy sonada y, como ocurre desgraciadamente con tantas otras metas del movimiento obrero en nuestro país, hoy más bien olvidada. El 16 de octubre de 1971, casi al final del franquismo, arrancaba una huelga en la Seat de Barcelona, cuyas consecuencias fueron más allá del ámbito laboral de la propia empresa.
"El origen de la huelga está en las elecciones sindicales convocadas por el régimen franquista en 1971, en las que las candidaturas de Comisiones Obreras, no como CCOO, sino de forma clandestina dentro del sindicato vertical, tuvieron un amplio apoyo, y esto evidentemente a la compañía no le gustó mucho", explica a Público el historiador y director de la Fundación Cipriano García de CCOO, Marc Andreu. Los representantes sindicales, continúa, "presentaron una serie de reivindicaciones laborales, pero la empresa, en vez de negociar, no reconoció la legitimidad de sus representantes y respondió despidiendo a una serie de trabajadores, entre ellos a los representantes sindicales".
La situación, la tensión de la cual iba rápidamente en aumento, "desembocó, tras el verano, en una serie de acciones, por las que los trabajadores de la fábrica y los sindicalistas pidieron la readmisión de los compañeros despedidos y se decidió como medida de protesta y de presión encerrarse dentro de las dependencias de la fábrica" en la Zona Franca. Todo ello en un contexto, como se encarga de recordar Andreu, "en el que previamente había habido una fuerte conflictividad obrera en Catalunya, derivada de las protestas por el proceso de Burgos de diciembre de 1970 que generó una ola de protestas a todos los niveles, también en el nivel obrero".
Según los cálculos de la propia Fundación Cipriano García, "durante 1971 hubo medio millar de conflictos obreros, algunos motivados como respuesta sociopolítica al proceso de Burgos, y en muchos casos donde se mezclaban con protestas laborales". Un proceso que "culmina en octubre de 1971 con el cierre en la fábrica y al que rápidamente responde la dirección de la empresa, pidiendo a las autoridades gubernamentales que enviaran a la policía a la fábrica".
"Una explosión de libertad"
En lo que supuso "una actuación sin precedentes", en palabras de Andreu, "la policía entró por orden del gobernador civil, Tomás Pelayo Ros, a caballo dentro de la fábrica a desalojar a los trabajadores que la habían ocupado". Una actuación -en la que participó no sólo la Policía Nacional (los famosos grises), sino también la Guardia Civil- durante la que "se produjo el asesinato de Antonio Ruiz Villalba", el 18 de octubre, y decenas de heridos como consecuencia de los enfrentamientos entre los trabajadores y los agentes de policía, que dispararon fuego real en varias ocasiones. Hasta 6.000 trabajadores participaron en la ocupación de la fábrica.
"Yo tenía 19 años, había entrado en la fábrica de Zona Franca en julio de 1969", relata Pedro Jiménez Muñoz, uno de los participantes de aquella huelga, que entonces trabajaba en la sección 193 de mantenimiento de maquinaria y militaba en la Liga Comunista Revolucionaria (LCR). De aquel día, que "fue muy intenso", se le quedó grabado cómo durante la jornada "se fueron sucediendo los círculos y las pequeñas asambleas" y cómo "gente que no podía ni imaginar se subía a los bidones y mesas de trabajo ". "Fue una explosión de libertad", asegura, "muchos querían hablar y expresarse y contar todo lo que hasta entonces habían callado". Muchas "intervenciones, algunas más radicales que otras", hasta que alguien indicó que había que ir a una sección "donde había engranajes y nos podríamos defender si nos atacaban".
"Sin saber en qué momento, se escucharon gritos y también tiros que procedían de las secciones 122, de engranajes, y 110, bloques y cigüeñales", rememora Jiménez Muñoz, a quien le viene a la cabeza "el humo espeso, los famosos gases lacrimógenos". "No sabíamos qué hacer, no había una reacción planificada, tal vez nadie esperaba que la policía intentara desalojarnos de la fábrica", sigue. En los momentos más duros "quizás quedábamos unos 600 trabajadores dentro la fábrica, y casi todos concentrados al final de la nave del taller 1".
Algunos "cogían tornillos y otras piezas", mientras "fuera escuchaban los cascos de los caballos y por las ventanas podíamos ver a la policía rodeando el taller"."Todo el mundo intentó huir, pero en el grupo en que yo me encontraba pude escuchar no se puede salir por la primera puerta, parece que la han soldado", así que "siguiendo la pared de la nave nos dirigimos a la salida principal donde se encontraba un grupo numeroso de operarios corriente, que se habían encontrado con la policía y gritaban nos han disparado y herido a un compañero". Era Ruiz Villalba.
Ante la noticia, hubo llamadas a "permanecer unidos y tranquilos, pero los ánimos ya no estaban sosegados y surgieron intervenciones que pedían quemar la nave de pinturas". Jiménez Muñoz consiguió salir de la nave con un grupo más pequeño, que no tardó en ser descubierto por la policía a caballo, que cargó contra ellos. "Yo pude esconderme en el taller 5 con otros compañeros, intentando tirar piedras que, con los nervios, algunas rebotaban en las puertas que los propios compañeros cerraban al mismo tiempo", explica.
Dispersados, "el único plan existente era huir de allí". Abriéndose paso a través del humo lacrimógeno - "que sólo nos hacía toser" - consiguió llegar al vestuario, donde se cambió rápidamente para intentar salir de la fábrica. "En la puerta de la fábrica nos esperaba la policía, tal vez la brigada político-social", que les pidió "los carnés de identidad, que, por supuesto, no nos devolvieron, pero nos dejaron salir". "Efectivamente, estos hechos, junto con las manifestaciones vividas contra los procesos de Burgos, marcaron mi vida y mi futuro", concluye su relato Jiménez Muñoz.
Un duro golpe para el régimen
Uno de los peores escenarios imaginados por las autoridades franquistas se había materializado: la huelga de la Seat se extendió a otros sectores. "La huelga fue masiva porque se fueron sumando otras compañías en solidaridad", afirma Andreu al apuntar que "hay que tener presente sobre todo un elemento: la huelga de la Seat no es el primer conflicto social, político o laboral del régimen, pero la Seat es la principal industria de Catalunya, en la que trabajan 20.000 obreros, y su creación había sido todo un emblema para el franquismo".
"Que esta factoría entrara en conflicto abiertamente manchaba su imagen: el régimen no controlaba la situación", añade. Por todo ello, la huelga representó "un duro golpe para el régimen". El director de la Fundación Cipriano García describe la huelga de la Seat como el "detonante y catalizador de la [creación de la Assemblea de Catalunya el 7 de noviembre de 1971]", que agrupó a la oposición antifranquista.
La sección sindical de CCOO en la Seat y la Fundación Cipriano García recordarán los acontecimientos de octubre de 1971 con una serie de actos de homenaje y recuerdo a los participantes de aquella huelga y que comenzaron este sábado con una asamblea en la sede de la sección sindical en Cornellà. El lunes, día 18, se rendirá homenaje a Ruiz Villalba en el lugar donde fue abatido a las 10:30 horas 50 años antes y, una hora después, se hará una ofrenda floral en el paseo que lleva su nombre.
Con motivo del aniversario se inaugurará la exposición Cinc minuts de silenci. El moviment obrer i l’Assemblea de Catalunya en la sede nacional de CCOO en la Via Laietana de Barcelona. Y se publicará un libro con el título '18 de octubre de 1971. La ocupación de la SEAT'. También se inaugurará un atril del Ayuntamiento de Barcelona -con la asistencia del concejal de Memòria Democràtica, Jordi Rabassa- en la plaza del Moviment obrer que explica los hechos, y se estrenará un mural conmemorativo, obra de Andrea Betoy.
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