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'Chemsex', un desafío de salud pública marcado por la LGTBIfobia

El consumo de drogas para tener sexo es una práctica que puede tener una amplia lista de efectos no deseados. Sin embargo, todavía no se aborda desde las instituciones.

Montaje con imágenes de sustancias psicotrópicas y fiesta
Montaje con imágenes de sustancias psicotrópicas y fiesta. Público

Felipe tiene 27 años. Comenzó a ir a lugares de cruising y a saunas gays a temprana edad. Allí empezó a descubrir su sexualidad mientras en el instituto vivía un ambiente LGTBIfóbico en el que sufría acoso y bullying. "Me causaba bastante conflicto ir a estos sitios, pero no sabía gestionar toda la ansiedad que me habían generado mis experiencias traumáticas en el pasado", explica a Público.

Algunas de estas experiencias tenían relación con su homosexualidad y otras con su ambiente familiar y escolar. "Desarrollé problemas de autoestima y homofobia interiorizada", detalla.

Una canalización "sencilla" de toda esa incomprensión era ir a estos sitios y "mantener relaciones de la forma más desinhibida posible". "Recuerdo tener prácticas de riesgo y, generalmente, iba cuando estaba borracho, con todo lo que eso conlleva. No iba de forma plenamente consciente, ni porque me apeteciera", expresa. Acabó combinando el alcohol con otras drogas y se introdujo en el Chemsex

El Chemsex surge en Londres en torno al año 2010. Esta práctica consiste en mantener relaciones sexuales en un ambiente de consumo de sustancias psicoactivas. No siempre que una persona consume una droga y tiene una relación sexual se considera Chemsex, sino que se trata de encuentros específicamente drogosexuales.

Felipe: "Recuerdo tener prácticas de riesgo. No iba de forma plenamente consciente, ni porque me apeteciera"

"A estas sesiones de sexo, muchas veces grupales, se les suelen llamar Chill. Y es a través de redes sociales o de aplicaciones para ligar donde se busca este tipo de quedadas", afirma Adrián Carrasco, médico de familia y miembro del grupo de salud LGTBIQ+ de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria.

Las personas que practican Chemsex son en su mayoría hombres que tienen sexo con otros hombres, gays y bisexuales. "Aunque también se incluyen a personas no binarias y trans. Las mujeres lo practican minoritariamente", apunta Gaston Auguste, psicólogo especialista en el fenómeno. "Consumen drogas muy concretas o muy específicas como el GHB, metanfetamina y mefedrona", añade.

Las motivaciones que encuentran para consumir psicotrópicos al practicar sexo van desde aumentar el deseo o conseguir desinhibirse hasta aguantar activos más horas, según explica el análisis de la encuesta Aproximación al Chemsex 2021 de Apoyo Positivo e Imagina Más.

"Visto desde fuera, cualquiera puede pensar que cada uno haga lo que quiera. Pero, claro, esto se convierte en un problema social y de salud pública cuando se empiezan a observar un gran abanico de efectos problemáticos, de adicciones, que pueden acabar en muertes", advierte Carrasco.

Tanto el sexo como las drogas pueden generar adicciones que entorpezcan la normalidad del día a día. Así, Auguste señala que los pacientes suelen llegar a él "cuando no pueden parar y se pasan dos o tres días despiertos, consumiendo sustancias, teniendo sexo".

También cuando se han expuesto a situaciones de peligro o cuando en el trabajo, la familia o la pareja empieza a percibir un cambio en su conducta. "Muchos se quedan sin dinero y algunos pueden llegar, incluso, a perder su casa", comenta este psicólogo.

El contexto del Chemsex

Las personas LGTBI+ forman parte de un grupo históricamente oprimido, vulnerabilizado, "no es un colectivo que desde jóvenes podamos desarrollar nuestra sexualidad de una manera pública", expresa Carrasco. "Para una pareja hetero es tan sencillo como decir que te gusta la chica de tu clase pero hay mucha gente que tiene que esconder su identidad y su orientación durante mucho tiempo", lamenta el médico.

El rechazo social hace que estos hombres no se sientan cómodos al establecer vínculos íntimos. "Medias esas relaciones a través de la desinhibición que te facilita la droga. Como la gente que no es capaz de salir de fiesta si no consume alcohol, MDMA o cocaína", afirma Carrasco.

Gaston Auguste: "Medias las relaciones a través de la desinhibición que te facilita la droga"

La comunidad LGTBI+ habitualmente se ha visto obligada a dotarse de aplicaciones propias para ligar o tener sitios propios a los que salir de fiesta para conocer gente. Dentro de esa dinámica, "de relacionarnos bajo el sentimiento de culpabilidad o de persecución" —describe Carrasco—, mucha gente maneja la presión social a través del consumo de drogas, "igual que alguien que pueda tener problemas económicos o con el trabajo, se da a la bebida".

Es exactamente lo que vivió Felipe: "En la comunidad LGTBI+ cargamos con la losa de la norma a nuestras espaldas y esas experiencias pesan a la hora de relacionarnos". Él lo denomina "precariedad emocional", una deficiencia que desde muy joven afecta a la forma en la que se relaciona con otros hombres. "El camino idóneo hubiera sido empezar en el sexo sin un conflicto interno conmigo mismo por culpa de la sociedad", expone.

Auguste: "Lo que observamos es que hay personas que practican 'Chemsex' que han sufrido abusos sexuales"

En este aspecto, el fácil acceso a los psicotrópicos combinado con la transformación de los modos de interactuar que ha tenido lugar en los últimos años, con la aparición de las redes sociales y las aplicaciones, son variables que han definido el Chemsex. También han sido determinantes el culto al cuerpo y el deseo entendido como consumo.

La socialización, en cualquier caso, es fundamental para entender el origen de esta práctica. "Lo que muchas veces, lamentablemente, observamos es que hay personas que han sufrido abusos sexuales o que han sufrido situaciones de violencia y, como consecuencia, su relación con la sexualidad resulta realmente conflictiva", desarrolla Auguste.

¿Es una decisión individual drogarse para salir de fiesta? ¿O es que la realidad de que todos los ambientes de socialización estén mediados por drogas favorece el consumo? Si bien no hay respuesta inequívoca, los expertos coinciden en que tanto lo individual como lo estructural son indispensables para comprender este fenómeno.

Inacción política

Aunque el Chemsex cada vez tiene mayor proyección pública, desde las administraciones públicas no existe una acción coordinada para su prevención o tratamiento. Las alertas llegan desde las organizaciones especialidades o incluso desde los hospitales, a los que acuden pacientes en estado inconsciente después de varias horas en una sesión de Chill.

Más Madrid ha presentado una batería de propuestas para abordar el 'Chemsex'

Según datos del Área de Seguridad y Emergencias del Ayuntamiento de Madrid, que reconoció esta práctica como un problema de salud pública, los centros dedicados a la atención a la drogodependencia alcanzaron, durante 2022, hasta los 512 pacientes con problemáticas vinculadas al Chemsex, multiplicando por diez la cifra de 2017. "Muchas experiencias son demasiado intensas sexualmente por el consumo y se quedan atrapados en esto. Por eso, trabajamos para construir espacios de ocio al margen de las drogas", explica Auguste.

Otra de las claves para salir de la adicción es implicar a la familia o buscar planes de futuro. "Estudiar algo o empezar algún deporte o alguna actividad, algo con la fuerza suficiente para que se prefiera hacer eso y no consumir". En esta línea trabajan las organizaciones de atención a los usuarios de Chemsex, como Imagina Más y Apoyo Positivo.

En este contexto, desde Más Madrid han presentado recientemente una Proposición No de Ley que aboga por realizar un estudio epidemiológico para valorar el alcance y prevalencia del Chemsex. Con ella, pretenden impulsar la formación en perspectiva LGTBI+ de profesionales sanitarios o desarrollar programas de tratamiento y rehabilitación para personas con uso problemático del consumo de drogas y sexo en la red de salud mental.

"Existe una relación fuerte entre salud mental y adicciones, y entre las adicciones y las situaciones sociales relacionadas con la marginalidad, con la falta de enraizamiento, vulnerabilidad o traumas", destaca Ovi Leonarte, activista político y redactor del programa de medidas de Más Madrid.

Ovi Leonarte: "Existe una relación fuerte entre salud mental y adicciones"

Leonarte considera que "se ha retrasado mucho la actuación desde el punto de vista de las instituciones". "Pese a las advertencias del colectivo y de la comunidad científica, se ha demorado la actuación por una cuestión de idealismo, de moralismo y un supuesto miedo al estigma", argumenta.

"Lo que no se puede es intentar es cerrar los ojos ante una realidad por miedo porque esto es negación de socorro y la negación de socorro por parte del estado es muy grave", insiste. La prevención, en este sentido, la considera fundamental.

"Quizá el tratamiento de las adicciones de manera diferenciada es un error. Debería existir más comunicación entre los diferentes departamentos y combinar abordajes desde el punto de vista médico y sociológico", sugiere.

Por otro lado, el activista propone poner el foco sobre la venta de drogas en las aplicaciones de citas. "Se debe obligar a que las aplicaciones controlen y tengan una política mucho más estricta con el tráfico en estas apps, así como que el Estado se implique como no lo ha hecho hasta ahora", concluye Leonarte.

Sin culpa y con apoyo

Felipe rechazó durante años mantener vínculos más estrechos y compartir responsabilidad afectiva con sus parejas sexuales. "Vas a lugares en los que lo único que importa es la relación sexual pura y dura, la cosificación del cuerpo con todo el déficit que esto genera en la persona".

Ahora acude a terapia y ha resuelto muchas incógnitas: "Es una mochila vital que hay que trabajar". Sigue manteniendo relaciones sexuales en lugares de cruishing pero conociéndose mucho más a sí mismo y sus límites: "Tuve dos brotes psicóticos y ahí terminé con el consumo de manera radical. Mi caso en realidad es bastante suave, los hay peores". Felipe relata que iba sin conocer que había otra forma de vivir su sexualidad. Sin penalizar esta práctica, sí concluye que se tendría que disfrutarse del sexo sin esa carga autodestructiva.

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