Este artículo se publicó hace 3 años.
Ayer, incendios; hoy, inundaciones: Canadá evidencia en cuatro meses la dureza de la crisis climática
Los efectos del calentamiento acelerado del planeta se dejan ver en la Columbia Británica, región del país norteamericano que ha sido azotada en poco tiempo por la peor ola de calor de su historia y unas lluvias torrenciales sin precedentes.
Alejandro Tena
Madrid-
Hace unos meses había fuego. Hoy todo es agua. Los tejados de las casas, asomando a la superficie inundada tras 48 horas de lluvias extremas, borran el recuerdo de los incendios que hace poco más de cuatro meses destruían buena parte de la Columbia Británica, región más occidental de Canadá, ubicada en la costa oeste del mapa. En los últimos días, un temporal de lluvias intensas ha desbordado las capacidades de actuación de los servicios de emergencia, como ya ocurrió en julio de 2021, cuando esta misma zona registraba las temperaturas más altas de la historia en esa latitud –49,7ºC– que daban paso a una oleada de incendios sin precedentes.
El temporal que lleva azotando esta región durante toda la semana es el ejemplo más claro de cómo la crisis climática genera, en poco tiempo, cambios abruptos en la meteorología que hacen complicada la adaptación. La "cúpula de calor" de este verano –con temperaturas máximas que superaban en casi 20º las medias para esas fechas– dejó centenares de muertes debido a la falta de preparación de las viviendas para resistir al temporal –el 40% de las viviendas en esta zona no disponen de aire acondicionado por lo poco habitual de enfrentarse al calor extremo– además de numerosos destrozos materiales causados por las llamas, que calcinaron más de 200.000 hectáreas.
Si ese calor no era normal para el mes de julio, las lluvias que han caído esta semana tampoco se ajustan a la realidad climática de esta región en estas fechas. Según los datos del Ministerio de Medio Ambiente canadiense, entre el lunes y el martes han caído las precipitaciones medias que se esperaban para todo el mes de noviembre, lo que explica la cantidad de condados y carreteras que han quedado engullidos por riadas y desprendimientos de tierra. La prevención ha sido clave para frenar la mortalidad y por el momento sólo se ha registrado una víctima y cuatro desaparecidos.
La sucesión de fenómenos meteorológicos extremos no es una casualidad. Todas las miradas apuntan a los efectos del calentamiento acelerado de la Tierra. La crisis climática no sólo genera cambios lineales en la climatología –como ecosistemas cada vez más secos y áridos–, sino que también incentiva la aparición constante de catástrofes extremas. "Ambos fenómenos, las olas de calor y las inundaciones, se deben a la configuración atmosférica a escala sinóptica", explica a Público Irene Santa, física y meteoróloga de eltiempo.es. "Son un buen ejemplo de que tenemos que estar preparados para el tiempo extremo en todas sus versiones: del calor al frío y de la sequía a las lluvias torrenciales. Aunque el cambio climático no provocará los mismos efectos en todas las regiones del planeta, es probable que una misma zona tenga que adaptarse a varios tipos de episodios extremos", agrega la experta, quien recuerda que "en los próximos años se podrá observar cambios en la duración e intensidad" de los temporales.
"Una misma región puede experimentar cambios en sus extremos", insiste. "Por ejemplo, en España, las olas de calor pueden ser más intensas, duraderas y habituales durante el verano. Sin embargo, también podemos tener más lluvias torrenciales en zonas del mediterráneo, ya que se está calentando rápidamente". De hecho, el levante es una de las zonas de Europa más vulnerables y que más vaivenes meteorológicos experimenta a lo largo del año, con olas de calor habituales que son sucedidas por las cada vez más recurrentes gotas frías o DANAS.
La mitigación, la mejor política de adaptación
En el caso de Canadá, el desastre de esta semana va camino de convertirse en el que mayor impacto económico tendrá de toda la historia del país norteamericano. No sólo por los destrozos materiales, sino por el colapso de infraestructuras claves para la economía como el puerto de Vancouver, que mueve mercancías diarias valoradas en unos 550 millones de dólares, informa el Financial Post. Los destrozos en carreteras y vías ferroviarias, según este medio, podrían tener un coste adicional en el transporte de mercancías valorado en unos 300 millones de dólares diarios.
La falta de políticas destinadas a adaptación y mitigación está desembocando en importantes pérdidas económicas para los países. En el caso de España, entre 2014 y 2020, el Estado tuvo que destinar más de 150 millones de euros a reparaciones de infraestructuras y viviendas afectadas por temporales de lluvias torrenciales asociados a la crisis climática, según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica. Esta cifra hace referencia a los presupuestos extraordinarios destinados a reparación, pero la Oficina de Cambio Climático española estima que las pérdidas anuales vinculadas a la crisis ecológica podrían rondar los 17.000 millones de año. El futuro, sin políticas de adaptación, podría traer una caída del PIB mundial del 18% debido a los efectos negativos que el clima podría tener en todos los sectores económicos.
Tatiana Nuño, responsable de Energía y Cambio Climático de Greenpeace, señala que lo sucedido en la Columbia Británica sirve de ejemplo para entender que "el coste económico de la inacción ya es mucho mayor que lo que supondría a los Estados invertir en adaptación y en una transición ecológica que ayude a mitigar la crisis climática". Bajo su óptica la inversión en adaptación no debe ser lo único a lo que destinar los esfuerzos políticos para minimizar los impactos de incendios, olas de calor extremo o episodios de lluvias torrenciales: "La mitigación nos traerá muchos beneficios para evitar que esto siga ocurriendo. Si destinamos los flujos financieros a un modelo cien por cien renovable, a cambiar hábitos de consumo para que sean más sostenible, a una economía no dependiente de combustibles fósiles se podrán reducir aún más los impactos".
La inversión en adaptación no puede entenderse sin políticas de mitigación. Así lo entiende la ciencia que estudia los efectos de la crisis climática y así se ha tratado de discutir en la COP26, donde las inversiones en adaptación –que no llegan a los países más vulnerables– no se ven acompañadas en la mayoría de los casos de compromisos de reducción de emisiones que permitan mantener la subida de temperaturas global por debajo del umbral de 1,5ºC respecto a los niveles preindustriales. En el caso de Canadá, durante la última cumbre climática se pudo ver como sus planes de reducción de emisiones estaban lejos de la disminución del 55% para 2030 demandada por el grupo de expertos del IPCC.
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