Sus consignas se entonan a susurros en los pasillos de la universidad, en las reuniones donde toman el té o mientras amamantan a sus hijos en casa, allí donde nadie espera que ellas revolucionen el pensamiento. Estas mujeres toman el testigo de una corriente feminista que se inició a principios del siglo XX con el despertar de la independencia nacional árabe, también llamado Nahda. Figuras poco conocidas como la de la fundadora de la Unión Feminista Egipcia, Huda Saaharawi, han engrosado una larga lista de mujeres que lucharon por la igualdad y los derechos humanos.
Las que lo hacen hoy cuentan ya con herramientas digitales suficientes para darse a conocer y transformar la narrativa que se empeña en presentarlas como el eslabón más débil. Sus vidas demuestran que el feminismo dista de ser un rasgo propio en exclusiva de Occidente y que la causa del Día Internacional de la Mujer es igual de importante para ellas como lo es para el resto del mundo, puedan o no salir a las calles.
Sara (33 años, Jordania)
Sara coordina al grupo de enfermeras de un hospital situado en la capital de Jordania, Ammán. Entre ellas se ocupan de preparar y asistir las intervenciones quirúrgicas de dos salas de operaciones, que muestran un trasiego inagotable de pacientes. No se la verá participando en la protesta feminista, su puño no cruzará en alto las calles de ninguna ciudad árabe, pero su relato es un ejemplo clarificador del feminismo que, desde hace muchos años, se manifiesta en los países árabes. El Día Internacional de la Mujer tiene un escaso calado en la sociedad jordana. "Las cosas han empezado a cambiar, pero muy poco a poco y solo en la capital. Las mujeres agricultoras, que se encuentran fuera de Ammán, son las que más nos necesitan".
De sus indicaciones diarias al equipo de trabajadoras se desprende un tono severo, pero lleno de seguridad y confianza. Sabe de sobra que las enfermeras deben encontrar en ella una persona de apoyo, especialmente en un espacio en el que el hostigamiento de algunos doctores campa sin restricciones.
Su testimonio da cuenta de ello. Recuerda el acoso sufrido por un facultativo en los inicios de su carrera. "Un día se acercó a mí por detrás y me agarró del culo. Yo salí llorando, pero al rato entendí que tenía que cambiar de actitud. Volví y me enfrenté a él delante de todo el equipo médico, pero nadie me creía". Sara mantuvo su puesto gracias a la intermediación de una persona cercana y con influencia social, lo que en árabe se conoce como wasta. Es la manera de calificar un recurso, utilizado de forma habitual, como resultado de una sólida red de contactos. "Aquí lo que realmente te ayuda para conseguir una oportunidad es que estés casada, que vengas de una familia con renombre o que tengas buenos contactos".
El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la ONU expresó en 2012 su preocupación por "la persistencia en Jordania de prácticas y tradiciones peligrosas que incluyen la poligamia, actitudes patriarcales y estereotipos muy arraigados relacionados con los roles, las responsabilidades y las identidades de las mujeres".
Con su hijo de nueve años esperándola en casa, el 8 de marzo será para Sara como otro día cualquiera, a pesar de que la ilusoria imagen de miles de mujeres árabes recorriendo las calles de Ammán le ponga la piel de gallina. Su espíritu activista cumple un papel trascendental en los pasillos del hospital, como un mecanismo de transformación que actúa desde la base, a través del diálogo y del pensamiento crítico. "Yo siempre transmito fuerza y animo a mis compañeras dentro y fuera del trabajo. Las invito a luchar y a que tengan una personalidad fuerte para que nadie las intimide. Que sepan decir no, especialmente delante de los doctores". Con velo o sin él, sus miradas confidentes dirigidas en silencio burlan la dominación de cualquier sistema y tienden una red de apoyo entre mujeres, que esperan el momento perfecto para salir a las calles.
Salma (27 años, Egipto)
De una de las ciudades más modernas de Egipto apareció Salma. Como ella, hay cientos de jóvenes luchadoras que desmantelan el estereotipo de mujer árabe oprimida y silenciada, un modelo dibujado reiteradamente por el pensamiento occidental y que los sectores más conservadores del mundo árabe han adoptado como pieza esencial de su retórica machista. Ella abandonó hace tres años Alejandría para construir una carrera profesional en Italia, como ingeniera especialista en el desarrollo e investigación de software. "No conozco a ninguna mujer de mi ciudad que haya podido tomar la misma decisión que yo", lamenta mientras piensa qué derechos pediría para las egipcias, si tuvieran la posibilidad de lanzarse a las calles de la ciudad. "Me gustaría que todas las que quieran, puedan viajar, vivir solas y crecer como personas de forma independiente".
La primavera árabe concedió a las generaciones más jóvenes la fuerza para desprenderse del velo sin que nadie se escandalizara. Fruto de aquel levantamiento, liberar al cabello femenino del velo supuso el primer paso de rebeldía que muchas chicas quisieron realizar, a pesar de que "existe un factor más importante que la religión y la política, y es la tradición". Al margen del enraizado sentimiento religioso que profesan los egipcios, el movimiento feminista lucha tenazmente en la complicada tarea de actualizar las tradiciones de la cultura árabe.
Hacerse hueco en un mundo dedicado en su mayor parte a los hombres, como es el de la ingeniería, ha sido una decisión que, sólo después de muchos años, sus padres reconocen como acertada. Salma ha escuchado hablar del Día Internacional de la Mujer a través de Facebook, pero asegura que en Egipto casi nadie sabe lo que es.
"Lo más parecido es el Día de la Madre", una efeméride de gran importancia en el mundo musulmán que, lejos de reivindicar el derecho a decidir de las mujeres, establece una normativización de la maternidad como requisito indispensable para la dignidad de la mujer. Si pudiera recorrer las calles de Alejandría durante el 8M, Salma gritaría por el "derecho de las mujeres a ser lo que ellas quieran ser", de la misma forma en la que ella impuso su voluntad sobre la de la sociedad.
Hadhemi (26 años, Túnez)
Profesora de Derecho, doctorando e investigadora en materia de igualdad de género y ciencias políticas, Hadhemi no titubea al decir que "la mujer es un tema que no interesa en las sociedades orientales". En la República Tunecina conviven tradición y modernidad, dejando un escenario de incoherencias e incompatibilidades. "La familia, la maternidad y el matrimonio tradicional" son para esta joven algunas de las principales causas que oprimen la libertad de decisión de las mujeres tunecinas. "La cultura ha querido asignarnos un rol en la sociedad que no todas elegimos y que no está pagado", explica Hadhemi mientras gesticula y deja ver la vehemencia en el ímpetu de sus palabras.
Desde la Constitución de 1959, se palpa entre determinados sectores políticos el ánimo de convertir a Túnez en un Estado laico, una apuesta clara por la democratización que alcanzó su apogeo cuando miles de jóvenes inundaron las calles con la Revolución del Jazmín, y que desde entonces avivó la llama feminista que albergaba el país. Hadhemi tiene muy claro que la principal vía para el cambio es apropiarse de los mecanismos de producción de conocimiento. "Artículos, libros y estudios que demuestren que estamos igual de capacitadas que ellos".
A pesar de los recientes avances legislativos del Gobierno tunecino, el pensamiento popular deja entrever que temas tan esenciales como la distribución de la herencia, aún arrastran una intensa carga religiosa, dejando al margen los derechos de la mujer. Según la ley del Corán, establecida como fuente del derecho tunecino, las mujeres heredarán la mitad de lo que el hombre herede, en las mismas condiciones de parentesco.
"No es fácil ser una feminista" afirma Hadhemi, que forma parte de Asociación Tunecina de Mujeres Democráticas, donde transcurre gran parte de su tiempo libre. Junto a otras compatriotas, debaten el sendero que debería seguir Túnez para crecer y mantener su posición pionera entre los países árabes. "Afrontamos las mismas dificultades que en España", entre las cuales se encuentra "la diferencia en los sueldos entre hombres y mujeres", o "el acceso a campos como el de la política".
El Día Internacional de la Mujer no se celebra en Túnez, pero han hecho propia su conmemoración, trasladándola al 13 de agosto, aniversario de la creación del Código del Estatuto Personal. Esta herramienta jurídica forma parte del orgullo tunecino, como un código que regula la vida privada teniendo en cuenta los derechos de la mujer, siendo el más revolucionario del mundo árabe y musulmán.
Para Hadheim, que ya participó en la manifestación feminista de València en 2018, el 8M es de rigurosa necesidad, se celebre o no en su país. Ella organiza junto a su entorno debates que tratan de alentar sobre la urgencia de conseguir un Estado igualitario cuanto antes. "Sigo teniendo limitaciones por ser mujer, como no poder llegar tarde, no poder vivir sola y otra serie de detalles que coartan mi libertad". Permanecerá atenta a las noticias y a las redes sociales, para ver cómo miles de mujeres se movilizan alrededor del mundo, por ellas mismas y por aquellas que no tienen la posibilidad de hacerlo.
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