Los zaristas que lucharon en la Guerra Civil
Seiscientos monárquicos de la Guardia Blanca combatieron del lado de la República frente al poco más de un centenar que lo hicieron con los golpistas. La embajada rusa homenajea a los caídos que lucharon junto a Franco.
Actualizado a
Alrededor de 750 zaristas rusos de la llamada Guardia Blanca combatieron en España durante la Guerra Civil. Claro que, según algunos estudiosos como el deán de la catedral ortodoxa de Madrid Andrey Kordochkin, había muchos más republicanos que franquistas. Del total mencionado, se estima que cerca de seiscientos combatieron contra el dictador. Ocupaban puestos repartidos a lo largo de casi todo el escalafón militar: desde soldados rasos a instructores de fuerzas especiales u oficiales de artillería como el coronel Vladimir Konstantinovich Glinoetsky.
La mayoría se enrolaron en las unidades republicanas con la esperanza de redimirse ante Stalin y poder regresar a Rusia tras el final de la guerra, algo que muy pocos lograron, bien porque murieron en el combate, bien porque se vieron obligados a emprender nuevamente el camino de la diáspora. Según Kordochkin, sólo el personal verdaderamente valioso para la Unión Soviética vio cumplido su sueño de regresar a su tierra natal.
La mayoría se enrolaron en las unidades republicanas con la esperanza de redimirse ante Stalin
Otros investigadores como Konstantin Konstantinovich Simenov estiman que la cifra previamente aceptada de 72 zaristas en el Ejército de Franco pecaba claramente de conservadora. El historiador es de la opinión que podría hablarse de entre 150 y 170 emigrantes rusos en las filas del dictador, de las cuales 116 han sido plenamente identificadas con nombres y apellidos. Diecinueve fallecieron y otros muchos resultaron heridos. A esos 750 monárquicos tradicionalistas habría que añadir los 3.000 voluntarios enviados por la URSS para combatir por la República.
La poco o nada conocida presencia de zaristas en las filas republicanas ha salido estos días a colación a tenor de un asunto sorprendente que ha causado un escándalo incluso en la propia Rusia, pese a los intentos de la prensa oficialista de silenciar lo acaecido.
"Esta es la locura a la que hemos llegado en Rusia después de 30 años de pervertido lavado de cerebro", se leía el pasado 11 de junio en un artículo publicado por Dzen con el llamativo título de Flores para los traidores. Abriendo el reportaje, los editores insertaron una foto del jefe de la sección consular rusa en Madrid, Kirill Budaev, junto a una gran cruz situada en un paraje de la localidad manchega de Checa conocido como el Cerro del Contadero.
¿Qué hacía el consejero de la embajada del Kremlin en Madrid en compañía de un alcalde socialista, Juan Alba Mansilla, y un puñado de rusos y españoles depositando flores a los pies de una cruz ortodoxa de ocho brazos? ¡Honrar la memoria de los rusos zaristas que combatieron durante la Guerra Civil española! "A primera vista se diría que no hay nada malo en ello, si no fuera por el hecho de que esos mismos emigrantes rusos, los Guardias Blancos, murieron luchando por el dictador Francisco Franco", proseguía el artículo de Dzen en el mismo tono reprobatorio. "Budaev ni siquiera homenajeaba a todos los zaristas. Las flores que portaron eran solo para los traidores a la Unión Soviética".
"Las flores que portaron eran solo para los traidores a la Unión Soviética"
Son cientos los medios digitales rusos que han arremetido furiosamente contra el consejero de la embajada y contra el propio embajador extraordinario y plenipotenciario de Moscú en nuestro país, Yuri Klimenko, a raíz de ese patinazo colosal. Los editorialistas se preguntan si las autoridades de su país ignoraban la significación de ese homenaje o si, por el contrario, lo sabían y, a sabiendas de ello, agasajaron "a los aliados de los fascistas". Lo más insólito es que fue la propia embajada quien dio a conocer la presencia en el acto del funcionario Budaev publicando un reportaje gráfico en su canal de Telegram.
Cierto es que la entrada fue eliminada tan pronto como comenzaron a arreciar las críticas desde la Federación de Rusia. No se han movido desde entonces los funcionarios rusos de debajo de su piedra. La prensa oficialista ha guardado silencio pero los medios más modestos –especialmente los de la órbita comunista– no han cesado de pedir la cabeza de Klimenko y de su subordinado Budaev, a quienes acusan de blanquear a los amigos españoles de Stepan Bandera.
Bandera conoce a Franco
En efecto, con ningún país del mundo mantenía mejores relaciones la Organización de Nacionalistas Ucranianos de Stepan Bandera que con la España de Franco. En 1950, un obispo ucraniano llamado Buchko viajó a Madrid en nombre de Bandera y logró persuadir al dictador "para que admitiera a los partidarios del Ejército Insurgente de Ucrania (UPA) y de las Waffen-SS Galizien en sus academias militares".
Tras aquella primera visita de Buchko, el mismo Providnyk o líder de los ultranacionalistas de Kiev –Stepan Bandera– viajó a la capital de España junto a su segundo, Yaroslav Stetsko, para entrevistarse con el "generalísimo". Como consecuencia del acuerdo de cooperación que suscribieron durante esa reunión, se convino que Radio Nacional de España emitiera contenidos en ucraniano desde Madrid tres veces por semana.
Las simpatías entre Franco y Bandera eran recíprocas. Tan dulces eran sus relaciones que, según el historiador Rossolinski, el dictador español invitó al Providnyk a trasladar su residencia a España y este llegó a considerarlo. "Al final, sin embargo, no aceptó la oferta, probablemente debido a que su organización estaba profundamente arraigada en Múnich", afirma.
Las simpatías entre Franco y Bandera eran recíprocas
Todos los presentes en el homenaje a los zaristas del pasado 9 de junio respondieron a una invitación de una asociación histórico-militar madrileña llamada La Tizona. Pronto, ya de mañana, el diplomático Budaev –acompañado de varios compatriotas y el alcalde de Checa– depositó flores junto a la gran cruz ortodoxa del Calvario. A renglón seguido, el arcipreste de la catedral ortodoxa de Madrid, Nikolai Efimchuk, ofició un servicio religioso en memoria de los soldados blancos caídos en esas tierras de Guadalajara.
La primera pregunta que se han hecho los rusos es quién y cuándo se levantó ese monumento en honor de los zaristas. La cruz en cuestión se sustenta sobre una base de metal y fue erigida hace ahora once años a instancias, entre otros, del entonces arcipreste de la catedral ortodoxa de Madrid, Andrey Kordochkin, quien también presidió el 9 de junio 2012 el rito de consagración.
La cruz fue fabricada por el propio alcalde de la pequeña localidad de Checa (Guadalajara). Además de edil y diputado provincial, Juan Alba Mansilla es un diestro herrero. Tanto aquella ceremonia como el homenaje de hace dos meses se hizo coincidir con la celebración en Rusia del Día de la Victoria.
Kordochkin, sin embargo, no se fotografió este año junto al funcionario ruso Budaev. Es sabido que sus relaciones con el Kremlin y con la propia jerarquía de la Iglesia Ortodoxa son tensas hasta el punto de que este año fue tres meses suspendido por el patriarca Kirill de sus funciones sacerdotales. "¿Por qué no estuvo allí", le preguntamos a Kordochkin. "Porque tenía otro compromiso", se disculpa tratando de zafarse.
Aunque a renglón seguido, añade: "Estoy bajo una presión importante. Por ejemplo, el metropolitano Leonid, exarca de África en Rusia, me ha declarado enemigo de Rusia; me ha llamado traidor y ha pedido abiertamente que se abra un procedimiento criminal contra mí. El citado Leonid solicitó hace algún tiempo que España fuera bombardeada en castigo por el envío de armas a Ucrania. En Madrid, hay también una activista que está llevando a cabo una campaña pública contra mí".
Los que lucharon con Franco compartían como enemigo a la "horda roja"
En lugar de Kordochkin estuvo el que hoy es arcipreste de su catedral, Nikolai Efimchuk. La cruz se halla emplazada en el paraje conocido como el Cerro del Contadero porque fue precisamente en ese emplazamiento donde se hallaban ubicadas las posiciones de combate en las que peleó el destacamento de los zaristas de Franco desde el 1 de septiembre de 1938 al 16 de enero de 1939. En esa misma colina, el arcipreste Alexander Shabashev (1881-1956) ofició una liturgia ortodoxa el 9 de octubre de 1938.
"Levantamos la cruz en en El Contadero hace once años no para apoyar un régimen político, sino para recordar la Divina Liturgia celebrada en este sitio", asegura el deán represaliado por la Iglesia Ortodoxa por sus posiciones contrarias a la guerra (ha sido con frecuencia acusado de "apacentar el rebaño eslavo de Bandera en España").
Lo que el deán sostiene es que solo pretendían "salvar del olvido la página de la historia de los sacerdotes rusos en la Guerra Civil". "Cuando encontramos este lugar, nos dimos cuenta de que no podíamos irnos de allí sin más. Después de todo, la historia de los voluntarios blancos en la Guerra Civil española que lucharon del lado de Franco se conserva sólo en las obras de unos pocos especialistas. Deseábamos perpetuar su recuerdo para la gente corriente así que el alcalde del pueblo y yo mismo decidimos erigir una cruz de adoración en la montaña".
La mayor parte de los zaristas que lucharon con Franco eran oficiales procedentes de Francia, Italia, Alemania y los Estados balcánicos. Entre los emigrados había varios pilotos que habían llegado a nuestro país en 1922 y tomaron ya parte en la Guerra del Rif. Tal y como explica Kordochkin, algunos de ellos se dedicaron a formar a pilotos españoles.
Tras el final de la Guerra Civil, un gran número de miembros de la Guardia Blanca de Franco recibieron nuevos rangos como tenientes honorarios de la legión y obtuvieron una pensión, además de la nacionalidad española. Para la mayoría, franquistas y republicanos, la guerra se convirtió en la única empresa capaz de proveerles de un empleo en el exilio.
El voluntario ruso más popular del ejército franquista fue el general Shinkarenko
El historiador militar Vladimir Markovchin eleva hasta 800 el número de emigrantes blancos con raíces rusas que participaron como voluntarios de ambos bandos en la Guerra Civil. En la cifra se incluyen igualmente ucranianos, georgianos y bálticos, entre otros. Los que lo hicieron con Franco eligieron España para seguir peleando porque creyeron ver aquí una oportunidad para reanudar a mayor escala la misma guerra civil que terminó originando el Estado soviético en 1922.
Compartían como enemigo a la "horda roja". Casi todos acabaron luchando junto a los carlistas porque se identificaban plenamente con su grito de guerra: "Por Dios, por la patria y el rey". No pocos de los supervivientes se enrolaron más tarde en la División Azul.
El voluntario ruso más popular del ejército franquista fue el general Shinkarenko, quien escribió un libro de memorias no traducido al español y titulado La canción blanca de España. Inicialmente, se llegó incluso a plantear la creación de un batallón exclusivamente ruso, pero dado que carecían del número de voluntarios necesarios, los zaristas terminaron integrándose en el Requeté (organización paramilitar carlista) con un destacamento propio que servía bajo la bandera imperial rusa.
Unos pocos se unieron al tercio catalán "Nuestra Señora de Montserrat" y al navarro "Zumalacarregui", pero la mayoría recalaron en el aragonés "Doña María de Molina", donde llegó a haber hasta 35 voluntarios. El 3 de mayo de 1939 se les dejó participar con su propia enseña en el desfile de la victoria de València.
Se ha demostrado la presencia de al menos tres sacerdotes ortodoxos rusos en la Guerra Civil. Uno de ellos, el archimandrita John Shakhovskoy, se convirtió tras el conflicto en el arzobispo de San Francisco, a donde se mudó al terminar la guerra.
Entre las razones que condujeron a varios centenares de zaristas a unirse a la República, los estudiosos rusos señalan asimismo que muchos comprendieron el peligro del nazismo que se preparaba en la península para iniciar su propia guerra. De entrada, lo de los voluntarios zaristas combatiendo junto a comunistas puede parecer una anomalía histórica. A decir verdad, la historia se repite en bucle porque eso es exactamente lo que está ocurriendo ahora en las filas rusas de las unidades de voluntarios del Donbass, donde luchan mano a mano los tradicionalistas del Movimiento Imperial Ruso con los comunistas 2.0 de Esencia del Tiempo, los nazis de Russich o los nacional-bolcheviques de La Otra Rusia. El propio Putin no disimula su pasión por Ivan Ilyin, un emigrado blanco que confiaba en librar a Rusia del comunismo con la ayuda providencial del fascismo cristiano.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.