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MADRID.- “Aprendí el gallego en la aldea, con nueve años. Mi padre y mi madre hablaban gallego entre sí, pero a nosotros se dirigían en castellano, la lengua de los ricos. Recuerdo que tuve muchos problemas con mis congéneres cuando salíamos al recreo o íbamos a cazar pájaros o a buscar nidos. Los amigos se metían conmigo porque tenía un gallego castellanizado. Pero no porque fueran nacionalistas. No. Ellos entendían que yo, hijo de labrador, que andaba con zuecos y pantalón remendado como ellos, no tenía derecho a hablar la lengua del hijo del médico”.
Benditas las crueldades infantiles que marcaron la vida de este erudito: filósofo, filólogo, sociolingüista, poeta, ensayista, periodista eventual, catedrático en Literatura Gallega y, desde hace tres años, presidente de la Real Academia Galega. “No por placer —afirma— sino porque no en vano soy marxista y, aun en contra de mis derechos más individuales, tenía que asumir la responsabilidad del servicio público, que está por encima de lo privado”.
A pesar de los sobrios e interminables atributos que adornan su currículum, es una delicia la conversación con Xesús Alonso Montero (Vigo, 1928): la jovialidad de sus 87 años; un vocabulario exquisito pero sencillo que, por deferencia, solo emplea en castellano; y sobre todo una humildad en el trato que probablemente tenga que ver con el lugar en el que vino al mundo: la trasera de una taberna de Vigo.
“Mis padres eran labradores de la zona del Ribeiro y, para mejorar mínimamente de fortuna, pusieron una taberna en Vigo. La idea era volver a la aldea cuando las cosas fueran mejor, tener unas cuantas viñas más y ser un poco menos humildes en aquel tiempo de miseria”. Y esa eventualidad urbana también dejo huella en el niño Xuso.
Su memoria le lleva a 1936, al desfile del Frente Popular del 1º de mayo en el que participaba su hermano. “Todos iban gritando ‘U H P, U H P’, que era el grito de la revolución de Asturias: ‘Uníos Hermanos Proletarios’. E iban cantando la primera canción política que yo escuché en mi vida”. Y se anima a entonarla el académico: “Que viva Lenín, que viva Carlos Marx, que viva la Tercera Internacional”.
Ríe y explica lo que vino después de ese estribillo: “Yo, que de pequeño era un chico muy listo, pensaba: ‘Este Carlos Marx y este Lenín —con acento porque entonces se decía Lenín— deben de ser tipos muy importantes en la cosa política. Lo que no sé es qué es la Tercera Internacional. Si llego a mayor me meteré en el Partido Comunista para que me lo expliquen’. Y así lo hice, en el año 62”.
La segunda parte de la Guerra Civil la pasó el chaval en Ribeiro de Miño donde la lectura de un Quijote a la luz de un candil forjó su inquietud literaria. “En mi horizonte no estaba estudiar porque mis padres querían que los hermanos trabajásemos en las viñas”. Pero recuerda Don Xesús “la suerte” que tuvo con un erróneo diagnóstico de soplo al corazón.
“Un día mi padre y mi madre estaban hablando entre ellos y le traduzco al castellano el diálogo que recuerdo como si fuera ayer. Mi madre preguntó: ‘¿Qué hacemos con el Xuso?’. La respuesta del padre fue: “Si no vale para nada, que estudie”. Esa era la escala de valores: como no vale para nada ¡que estudie!”
La emoción galega del antifranquista
Una llamada al móvil interrumpe la narración. Se disculpa Xesús y, tras atender al teléfono, explica educado: “Es que era la presidenta de la Diputación. ¡Que en la Real Academia tenemos que andar mendigando dinero! ¿Dónde estábamos?” Estábamos en los estudios que en 1948 le llevaron a Madrid, a la Facultad de Filosofía y Letras de la entonces Universidad Central, hoy Universidad Complutense.
“En la Universidad fui un pánfilo total. En Facultad de Filosofía y Letras no había ninguna inquietud política. No intervine en ningún acontecimiento, ni siquiera literario, que tuviese un cierto perfil político. Lo primero que sucede allí tuvo lugar en el Congreso Nacional de Estudiantes del año 56, cuando emerge por primera vez en la Universidad el Partido Comunista; Tamames, el inefable Sánchez Dragó, Múgica… Pero yo ya me había licenciado y hacia mis primeras oposiciones a Cátedra.
Así que la revolución le pilló tarde a Alonso Montero que califica de “difusas” su inquietud de izquierdas en aquel momento. “Yo tenía una emoción gallega que tenía que ver con mi compromiso íntimo con la lengua, pero no como idioma de la nación gallega. Era mi compromiso con la lengua que hablaban los pobres en la nación gallega”.
Dice que la concepción política se le manifestó en el año 57, y no leyendo El Capital, ni a Marx y Engels. “Un día entré en una librería donde se vendía literatura pornográfica y política. En un volumen de la editorial Losada encontré dos textos de Machado que no conocía. Uno era el discurso que pronunció en Valencia a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) el 1º de mayo del 37. El otro, de la misma fecha, Lo que recuerdo yo de Pablo Iglesias. Y ahí dije: ‘Hay vida después de esta monotonía del franquismo y de esta oposición en la que yo estoy”.
Con el instrumento del marxismo, en 1962 Xesus ingresó en el PC, “en plena efervescencia de las huelgas mineras y cuando Franco estaba pergeñando el peor asesinato que cometió en su vida: el de Julián Grimau”. Y hace una pausa antes de exclamar: “¡Cuidado! Que no había más alternativa que el Partido Comunista. Y esto hay que decirlo muy alto. Durante 40 años el PSOE estuvo en el invernadero”.
Anticapitalista irreductible
Se afilió en mayo y en julio ya estaba en Moscú representando al partido en un congreso sobre la paz organizado por Kruschev. Cuenta sin complejos que, a los tres días de estar allí, lloró. “Aquello no me gustaba. Pero también es cierto que, paseando por delante del Kremlin junto a Ricard Salvat y José Agustín Goytisolo, quedé convencido de que, ni entonces ni ahora ni nunca, el capitalismo será una solución para nada”.
“Yo que acababa de decepcionarme con el comunismo real, ese día juré que sería siempre anticapitalista. Hoy lo soy más que nunca. Todo lo que está sucediendo en el mundo es por la codicia y la voracidad del capitalismo”, diagnostica Alonso Montero que también pronostica. “Si el capitalismo no acaba con el mundo, el mundo tendrá que ir a la alternativa socialista para que el mundo no perezca”.
Pone como ejemplo el terrorismo yihadista, “que proviene de países en los que puso sus fauces el capitalismo porque no quiso renunciar al petróleo. Decían que era para llevar la democracia”. Y eleva aquí el tono para hacer un inciso sobre la nuestra: “Yo vivo en una democracia muy mala en la que no puedo elegir al alcalde de España. No sé si allí lo habrán elegido, yo aquí no. El alcalde de España se llama Felipe VI” y se le escapa una carcajada cuando añade: “Antes era el chabacano y putero Juan Carlos I”.
Su llegada al trono, el indulto general de 1975, libraron a Xesús del destierro en Montilla, Cordoba, al que le confinó el franquismo para evitar que ejerciera su prédica en su espacio: Galicia. Y aún así, es modesto cuando se le cuestiona sobre la represión que sufrió durante la dictadura. “No llegué a estar en la cárcel. Pasé por las comisarías -en el año 72 me llevaron a la de Barcelona porque dije ‘Ferrol de Pablo Iglesias’ en vez de Ferrol del Caudillo- los gobernadores civiles me metieron las multas que quisieron, pero muchas me las pagaron los amigos, los camaradas”.
La metralla sociolingüística
Pero a la vez que ejercía la tarea política, no descuidaba el erudito el ejercicio de dar difusión a su pasión verdadera: “la metralla sociolingüística”, los análisis que, desde los años 60, introduce en el discurso galleguista desde la perspectiva marxista. “Hay mucha hambre: la de los pobres del mundo incapaces de reivindicar sus derechos en su propio nombre, en el idioma de los pobres”.
Ejerció como catedrático de Lengua y Literatura en Palencia, Lugo y Madrid. Fue profesor en la Universidad de Santiago hasta su jubilación con 70 años, “cuando empezaba a saber algo”. Ha escrito centenares de artículos en prensa y publicado decenas de libros de seductores títulos como Escritores: desterrados, namorados, desacougantes, desacougados, Intelectuais marxistas e comunistas en Galicia o Versos republicanos e outros versos políticos.
Dice que “por accidente”, en 2012 fue elegido presidente de la Real Academia Galega: “Pensaba yo ser tan presidente de la Academia Galega como ser presidente de Tailandia, que casi no sé donde está”. Pero las cosas vinieron así y durante los tres últimos años, tres veces por semana, toma un tren en su Vigo natal para recorrer los 150 kilómetros que le separan de su despacho en A Coruña.
El pasado sábado cumplió 87 años, una edad a la que afirma haber llegado al convencimiento de que es “un canalla, un criminal. Antes me levantaba muy temprano y a las nueve de la mañana ya había cometido muchos crímenes. Ahora he decidido dormir algo más, de forma que a las diez no me ha dado tiempo a cometer ninguno”, se ríe.
Confiesa, con cierto alivio, que le quedan dos años y cuatro meses de presidencia de la Real Academia. “Luego, si Carlos Marx me da vida —yo no creo en Dios, creo en Marx, que es el clima, la salud, la sociedad, la economía y el bienestar— volveré a unos libritos en los que querría dejar mi testamento”. Y resume su legado en tres líneas: “El capitalismo siempre fue inicuo, sigue siendo inicuo y cada vez será más inicuo. Y, como dijo Rosa Luxemburgo antes de que la asesinaran, o es socialismo o es barbarie”
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