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Actualizado:Es una de las tantas formas que hay para recorrer los más de 40 años de democracia española. Durante este 26 de septiembre, Alberto Núñez Feijóo pronunciará su discurso de investidura. En su caso, no le servirá para obtener la confianza de la Cámara. Los números son claros. Sin embargo, sí para retratar su idea del momento que atraviesa el país, para dejar por escrito su diagnóstico y, a saber, sus propuestas.
Ya lo hicieron antes Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Público propone este singular recorrido —del presente al pasado— por las 'distintas Españas' que dibujaron los expresidentes en sus discursos de investidura.
Pedro Sánchez, 2020. Catalunya, "un conflicto político"
Se trata del discurso que pronunció Sánchez tras la repetición electoral del 10 de noviembre de 2019 y con el que logró la confianza de la Cámara.
"No se va a romper España", empezaba Pedro Sánchez. El discurso y, en general, el debate de investidura que protagonizó el socialista en enero de 2020 y que desembocó en el primer Gobierno de coalición de la historia de España tuvo su estribillo en Catalunya. Sánchez definió el problema como un "conflicto político". Especificó la deriva del procés como "el resultado de la incapacidad política y el abandono de la vía política para resolver un conflicto que es de naturaleza política".
De hecho, la cohesión territorial fue uno de los cuatro puntos vertebrales del discurso. Los otros tres fueron la justicia social, la defensa de los servicios públicos y la libertad. Sánchez también introdujo a la España Vacía entre sus prioridades; además de ofrecer a los ciudadanos un empleo digno. No menos importancia le dio a la idea de "combatir el fanatismo" de la extrema derecha y a la de lograr la igualdad entre hombres y mujeres. También hubo espacio, en el discurso, para las transiciones ecológica y digital.
Mariano Rajoy, 2016. Un discurso centrado en la corrupción
Corrupción. Probablemente, la palabra que más ha perseguido al Partido Popular en su historia. Caso Gürtel, Bárcenas, Tarjetas B, Palma Arena… Mariano Rajoy, en su discurso de investidura el 30 de agosto de 2016, quiso restablecer el honor de un partido minado desde dentro. "La corrupción se castiga hoy más que nunca y los castigos son los más elevados que se han conocido", deslizó.
Rajoy también expresó su intención de alcanzar "un gran pacto contra esa violencia que se ejerce contra las mujeres". Quiso destacar, así, la "lucha contra la peor forma de desigualdad, que es la violencia de género".
Eran, también, los años más agitados del procés. En 2017, se produciría el 1-O. Puigdemont gobernaba en la Generalitat. Rajoy, en su discurso, expuso que "Catalunya es mucho más que los políticos independentistas" y que "estos no podrían llevar a cabo sus objetivos sin provocar una enorme fractura en la sociedad catalana". El candidato popular habló de una España que sufría una "amenaza explícita contra su unidad territorial", que el Partido Popular y, ojo, también Ciudadanos —en su pleno apogeo— iban a combatir.
Mariano Rajoy fue relevado por Pedro Sánchez, en 2018, a través de una moción de censura que obtuvo el respaldo de la Cámara.
Pedro Sánchez, 2016. Cuando no convenció a Iglesias
Hubo un tiempo en que la configuración del tablero político español, incluso con unos actores similares a los actuales, era distinta. Pedro Sánchez se presentó a la investidura en marzo de 2016 solo con los apoyos de Ciudadanos. Los números no le daban, igual que ahora a Feijóo. Por eso, su discurso se centró, en gran medida, en la gobernabilidad del país. En cualquier caso, sus palabras no surtieron efecto y el socialista no logró la confianza de la Cámara.
Es cierto que Sánchez trató de seducir a Pablo Iglesias con amplios paquetes de políticas sociales para paliar la crisis económica —España todavía acusaba duramente sus efectos—, pero no fue suficiente. Sánchez prefirió pactar con Ciudadanos a hacerlo con Unidas Podemos.
Mariano Rajoy, 2011. Una España en vísperas de los recortes
Eran los peores años de la crisis y Mariano Rajoy dibujaba, en su discurso para ser investido presidente en diciembre de 2011, un futuro negro para el país. "Las expectativas para los próximos trimestres no son nada halagüeñas". Y continuaba: "El panorama, señorías, no puede ser más sombrío". De hecho, ya en aquel discurso, anunció, a su manera, que la herramienta que más iba a usar en la legislatura incipiente iban a ser las tijeras.
Pronunció cinco veces la palabra "austeridad" durante su intervención, con lo que perfiló de manera muy clara una España que iba sumirse en una espiral muy profunda de recortes. "Se equivocan totalmente aquellos que piensan que España", entonó en un tono casi épico, "no será capaz de hacer las reformas que necesita para tener éxito en la Europa del futuro".
José Luis Rodríguez Zapatero, 2008. El horizonte del fin de ETA
Las crónicas periodísticas de aquel abril de 2008 destacan la gran cantidad de tiempo que dedicó Zapatero, en su discurso, a la economía. El panorama internacional se sumía en una recesión económica y el presidente socialista, que, en 2008, volvería a obtener la confianza para permanecer en la Moncloa, puso en valor, por una parte, la buena salud económica española de los años precedentes, pero, por otra, avisó de que el mundo iba a cambiar y que trabajaría para "asegurar la plaza que corresponderá a España […] en el mundo que surja de esta crisis y que no será como el que hemos conocido hasta ahora".
Desde la perspectiva de este 2023, parece imposible un discurso de investidura en el que no aparezca ni una sola vez la palabra Catalunya. Es el caso de este de Zapatero. En su intervención para defender su candidatura, apareció en único momento y fue para proyectar planes para paliar los efectos de la sequía. Eran otros tiempos.
Sí que habló, y lo hizo tajantemente, de ETA: "Estamos más cerca de su final, pero no lo hemos logrado todavía". En octubre de 2011, en las postrimerías de su último Gobierno, el grupo terrorista anunció el fin de la violencia armada.
Zapatero, 2004. Una España rota por el dolor del 11.M
España estaba rota de dolor por los atentados de Atocha en noviembre de 2004. Zapatero clamó contra el terrorismo en el discurso de investidura que iba a brindarle su primer Gobierno. "No hay razón en el terrorismo, no hay sentido en el terrorismo, no hay política en el terrorismo. Solo hay terror, muerte, chantaje", dijo. Fue un tema que salpicó permanentemente su discurso.
Otra de las grandes tareas pendientes que Zapatero se comprometió a acometer en la legislatura fue la violencia de género. Es más, ya durante su discurso de investidura, prometió que se iba a abordar una Ley Integral contra la violencia doméstica. Acabó llamándose Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género y publicándose en el BOE el 29 de diciembre de 2004
José María Aznar, 2000. La Constitución... ¡Y el internet!
Probablemente, es una pregunta que nadie se ha hecho nunca, pero… ¿Cuál es el primer discurso de investidura en el que un candidato ha hablado de Internet? Respuesta: el del año 2000 de José María Aznar. El popular habló de "extender el uso de Internet y otros servicios de banda ancha" para asentar la Sociedad de la Información.
Sin embargo, la mayor parte de su discurso la destinó a blandir la Carta Magna ante los diputados que iban a formar parte de su oposición. "La Constitución es el mejor marco para ordenar en paz y en libertad la convivencia de los españoles". También prometió una lucha infatigable contra "la violencia etarra", aspirar al "pleno empleo" y aprobar "una nueva Ley General de Estabilidad Presupuestaria".
Aznar, 1996. Un candidato recién salido del Hotel Majestic
Escribió, en El País, el periodista Camilo Valdecantos: "El centro se hizo carne y se instaló en la tribuna del Congreso". José María Aznar ganó las elecciones en marzo de 1996; en abril, firmó con Jordi Pujol el Pacto del Majestic y, en mayo, logró la confianza de la Cámara para ser investido presidente. ¿Su discurso? Plagado de referencias al autonomismo. "La alternancia en el Gobierno no tiene por qué afectar a esos consensos básicos", subrayó. Entre esos consensos estaba precisamente "el desarrollo al Estado de las autonomías".
En aquel 1996, Aznar también ocupó gran parte de su discurso en los asuntos económicos. Hasta medio centenar de veces pronunció la palabra "economía" o derivadas. Era la España anterior al euro y era una prioridad que "la economía […] pudiera incorporarse en buenas condiciones a la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria de 1999". Aznar expuso la línea maestra de su gestión: "La política económica del Gobierno que aspiro a presidir parte del convencimiento de que la empresa es el verdadero motor de la economía".
Felipe González, 1993. González empezaba a ver la salida
Fue la última vez que Felipe González se dirigió a sus colegas diputados para postularse como presidente del Gobierno porque, aquel 1993, fue la última vez que ganó las elecciones. Ya lejos de las mayorías absolutas de otros tiempos, el discurso del socialista tuvo un marcado carácter plurinacional. No en vano, necesitaba los 22 apoyos de Convergència i Unió y del PNV. España había cambiado.
González, 1989. España, en un nuevo orden mundial
Se trata de una investidura a medias. La orden judicial que obligó a que se repitieran las elecciones en Pontevedra y Murcia llevó a González a confirmar, en su discurso de investidura, que se sometería a una cuestión de confianza cuando el Congreso estuviera completo, con los diputados correspondientes a las dos circunscripciones. Lo hizo en 1990. Las dos veces obtuvo la beneplácito de la Cámara.
En cualquier caso, en sus palabras, González apuntó a una reforma del Código Penal y, también, al desarrollo autonómico. Sin embargo, tiene especial interés el corte internacional de algunas partes de su discurso. El Muro de Berlín había caído el mes anterior de aquel diciembre y el candidato socialista habló del "cambio en el orden mundial" y del papel de España, "que tiene que actuar a favor de estos cambios" y "preservar sus intereses internos y externos".
Felipe, 1986. Prioridad, la lucha contra el terrorismo
La idea de España que trasluce el discurso de investidura felipista de 1986 es la idea de una España "golpeada", en sus palabras, por el terrorismo. A ello dedicó González gran parte de su intervención para pedir la confianza de la Cámara, en la que los diputados socialistas eran mayoría absoluta. Especialmente destacable es su mención a la cooperación internacional contra ETA, que "se va abriendo camino".
La economía, como siempre, ocupa parte de su discurso. Especial relevancia le da al paro juvenil. Por desgracia, todo un clásico español. También anuncia que se "ajustará al mínimo el coste del funcionamiento de la Administración".
González, 1982. España, ante el primer Gobierno socialista
Ya lo había hecho durante la campaña y, por supuesto, durante los años en la oposición, pero Felipe González tenía el reto, en aquel noviembre de 1982, de explicar a los diputados de la Cámara (y al conjunto del país) qué iba a significar que España tuviera un Gobierno socialista.
Apoyó su discurso, fundamentalmente, en tres pilares: la paz social, la unidad nacional —con el matiz de que "se fortalece con la diversidad de nuestros pueblos"— y el progreso, que "incluye el incremento de la riqueza nacional", pero que "atiende a las necesidades vitales de los seres humanos".
En materia económica, aquella España que todavía veía por el retrovisor, muy de cerca, la dictadura franquista necesitaba, en palabras de González, "una política decidida" contra la inflación y una consistente lucha contra el paro.
Calvo-Sotelo, 1981. La OTAN entra en la vida de los españoles
Calvo-Sotelo solo fue presidente desde 1981 hasta 1982, pero le dio tiempo a meter a España en la Organización del Atlántico Norte (OTAN). Lo cierto es que ya lo apuntó en su discurso de investidura, que tuvo lugar en 1981. "La decisión de marchar hacia la accesión a la Alianza Atlántica responde a una coherencia con nuestra concepción general de la política española, pero, ante todo, a una necesidad defensiva y de seguridad", expuso.
Su intervención también tuvo un marcado carácter centralista. Si bien sus tesis apoyaban el Estado autonómico, apuntaba con vehemencia y en varias partes de su parlamento a que ello no debía comportar un "desmantelamiento del Estado". La "clave final", en sus palabras, se podía resumir en el siguiente aforismo: "Un autonomismo fuerte en un estado fuerte".
Adolfo Suárez, 1979. La España que 'podía prometer'
El primero de todos, claro, fue Suárez. Presidente de España entre 1976 y 1981, solo lo fue amparado por unas elecciones democráticas a partir de 1979. Fue entonces cuando tuvo que dar su único discurso de investidura. La España que 'podía prometer' Suárez, en referencia a la archiconocida cita que pronunció en 1979, era una España todavía demasiado rígida por la permanencia de las estructuras franquistas.
Todo estaba muy incipiente; casi todos los muebles por montar. No había libertad religiosa; Suárez la prometió. No había Estatuto de Radiotelevisión; Suárez lo proyectó. También, entre otros proyectos de ley, una Ley Orgánica del Poder Judicial o un Código Penal más moderno. Son solo algunos ejemplos de un discurso que tuvo lugar en los albores más absolutos de la democracia en nuestro país.
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