Este artículo se publicó hace 6 años.
Santiago AbascalEl día en que el presidente de Vox quedó fascinado por el comunismo libertario
Santiago Abascal se retrató orgulloso junto a las guerrilleras "rojas" del PKK, durante una visita al Kurdistán.
Madrid-
El presidente de Vox, Santiago Abascal, alabó la lucha antiautoritaria de un puñado de milicianas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) durante un viaje a Irak realizado en octubre de 2014, en el transcurso del cual visitó, según él mismo confiesa en una crónica de su periplo, la base de Majmur de esa guerrilla kurda. Se da la circunstancia de que la ideología de esa milicia comparte muchos puntos de vista con el comunismo libertario y el confederalismo del movimiento anarquista o con los postulados socialistas que defienden algunas de las formaciones a las que Abascal desea ilegalizar, entre otras, EH Bildu o la CUP.
El líder ultraderechista mencionó literalmente a las combatientes como "heroínas" al tiempo que ensalzaba el modo en que han plantado cara al Estado Islámico. Su fascinación por estas adalides kurdas del confederalismo democrático quedó inmortalizado para la posterioridad en varias fotografías publicadas en su cuenta de Twitter, donde aparece flanqueado por guerrilleras.
"No somos fascistas"
"No somos fascistas. Somos antipodemitas y anticomunistas", afirmaba hace unos días Abascal en una entrevista televisiva a la que acudió para hablar de los doce escaños conseguidos por su formación en las elecciones andaluzas. Sus afirmaciones contrastaban con las citadas palabras laudatorias que el presidente de Vox dedicó en 2014 a las milicianas del PKK. Claro que la Realpolitik y sus tempos producen con frecuencia desajustes de memoria como este.
Acompañado por Víctor González, vicepresidente de la formación de extrema derecha, y el periodista de Intereconomía Javier Torres, Abascal viajó a la región para "conocer de primera mano la persecución a la que estaban siendo sometidos los cristianos y otras minorías por parte del Estado Islámico". En su viaje por tierras kurdas, el líder de la formación de base ultracatólica se reunió con el ministro de Asuntos Religiosos del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí y con el arzobispo de Erbil; se interesó por la situación de varios campos de refugiados cristianos y yazidíes y terminó su periplo, en palabras propias, con una visita al frente de guerra de Majmur y algunas poblaciones de sus aledaños. Desde mediados de 2014 hasta 2017, en esta región se estabilizó uno de los frentes de guerra entre el PKK y el Estado Islámico.
La ciudad de Majmur, situada a 70 kilómetros al suroeste de Erbil, alberga desde mitad de los años 90 un campamento de 12.000 refugiados del Kurdistán turco, en su mayoría víctimas de la política de "tierra quemada" del Gobierno turco. El Ejército arrasó miles de aldeas kurdas y acusó a sus habitantes de colaborar con la guerrilla del PKK, provocando de ese modo el desplazamiento de miles de personas. Esas milicianas con las que se fotografió Abascal son hijas de refugiados kurdos de Turquía.
"Las heroínas peshmerga Nujiyan, Tellosín, Rullen, Zehra, Gollsu. A cuatro kilómetros, la mujer esclavizada. Aquí, libre e igual", señalaba el líder ultraderechista en un tuit ilustrado con una fotografía en la que aparece sentado junto a cinco guerrilleras de la milicia kurda, a las que quizá por desconocimiento, o acaso de forma deliberada, se refiere como peshmerga, obviando el hecho cierto de que se había retratado en compañía de un puñado de mujeres que encarnaban la punta de lanza del socialismo y el confederalismo democrático en Oriente Medio.
Tanto en los tuits que publicó como en la crónica aparecida en un conocido medio ultramontano, el presidente de Vox se cuida bien de hacer mención alguna al PKK, una organización considerada terrorista por Turquía, la Unión Europea y Estados Unidos, en contra del criterio del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. En todo caso, las fotos y el lugar donde éstas fueron tomadas no dejan lugar a la duda. Se trata de milicianas refugiadas, feministas, comunistas y anticapitalistas situadas en las antípodas ideológicas de Vox, pero igualmente fascinantes a los ojos de Abascal, a juzgar por sus palabras de hace cuatro años.
Es tan corto el amor y es tan largo el olvido
En la maraña de milicias kurdas, el término peshmerga (literalmente en kurdo, "el que enfrenta a la muerte") se utiliza en el Kurdistán iraquí para hacer referencia tanto a las tropas del Partido Democrático de Kurdistán (PDK) de Masoud Barzani, como a los milicianos de la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK), pero nunca para referirse a las fuerzas del PKK. Además, a diferencia de la organización liderada por Abdullah Öcalan, el número de mujeres combatientes en las filas peshmerga es muy reducido. Los atuendos de las milicianas con quienes se retrató son inequívocamente propios de las guerrilleras kurdas de Turquía. A ello hay que añadir el hecho de que Majmur es una de las principales bases del PKK en suelo iraquí. En uno de sus tuits, Abascal aparece sentado bajo una banderas de las YBS, una milicia creada por el PKK para socorrer a la minoría religiosa yazidí de Sinyar en su lucha contra el Estado Islámico.
¿Qué es lo que Abascal halló tan fascinante en las guerrilleras kurdas? ¿Ignoraba Abascal con quien se retrataba o lo ocultó para no suscitar las iras de su galería? De lo que no hay duda es de que las milicianas por las que confesó hallarse fascinado y en cuya compañía se fotografió orgulloso representan justamente las esencias de todo lo que él dice hoy combatir.
Con el feminismo, el confederalismo democrático, el socialismo y el comunismo libertario como principales ejes de su ideario, la ideología del PKK está justamente en las antípodas de la idea de Estado-Nación ultranacionalista e identitaria que defiende Vox, así como de sus concepciones neoliberales y ultraconservadoras del sistema económico y social. La defensa del ecologismo por parte del partido-milicia kurdo también contrasta con la férrea defensa de los toros y de la caza que hace la formación de Abascal.
Mientras que todas las organizaciones militares, políticas y civiles afines ideológicamente al PKK y agrupadas bajo el paraguas de la Unión de Comunidades Kurdas (KCK) apuestan por un reparto de cuotas de poder entre ambos sexos que nunca baje del 40%, Vox aboga por "la supresión de las cuotas (por sexo o por cualquier otra causa) en las listas electorales". Así se recoge, de hecho, en el epígrafe número 12 de su programa electoral para la España Viva. La formación dirigida por Abascal también quiere "suprimir los organismos feministas radicales subvencionados", mientras en el Kurdistán sirio se ha creado Jinwar, un pueblo construido y habitado por mujeres que, en muchos casos, huyen de la violencia machista.
Asimismo, el confederalismo democrático, es decir, la descentralización del poder en favor de una sociedad civil organizada desde las municipalidades, es el enemigo natural de la concepción centralista y etnicista de Estado-Nación que defiende Santiago Abascal. Mientras que la Federación Democrática del Norte de Siria, formada por kurdos, árabes musulmanes y siriaco-caldeo-asirios, ha conseguido entre otros hitos llevar la enseñanza del kurdo y otras lenguas autóctonas a las escuelas, garantizar los derechos de las mujeres y las minorías, Vox quiere desmantelar el Estado autonómico para que exista "un solo gobierno y un solo parlamento para toda España" y defiende "la fusión de ayuntamientos y la significativa reducción en el número de representantes locales".
Inspirada por el PKK, la ideología de la milicia de las YBS de Sinyar bajo cuya bandera Abascal se fotografió también se basa en la lucha contra el patriarcado y el autoritarismo, la defensa de la ecología y el municipalismo libertario.
Fundamentalistas cristianos contra el califato
"La vieja Europa, el decadente Occidente no pueden defenderse así de los orcos de Alá, ni podemos fiar nuestra incierta suerte únicamente al éxito de los valerosos peshmerga. Las fuerzas oscuras están prestas a causar el mayor daño. Que no nos encuentren divididos en taifas, ni echando la siesta, ni leyendo el Marca. O Europa verá a sus mujeres con burka, y nuestros hijos a sus hijas en mercados de esclavas en Lavapiés", aseguraba Santiago Abascal al término de su viaje al Kurdistán iraquí, suntuosamente flanqueado por "las rojas" a quienes decía admirar tanto.
Como él, otros líderes de extrema derecha, han visto en la lucha contra el fundamentalismo islámico un filón propagandístico para obtener réditos electorales
Su llamada a la cruzada no era nueva. Como él, otros líderes de extrema derecha, en España y fuera de ella, han visto en la lucha contra el fundamentalismo islámico un filón propagandístico para obtener réditos electorales desde la misma irrupción del Estado Islámico en el escenario geopolítico de Oriente Medio y Occidente. Y más específicamente, desde la toma de Mosul por el ISIS, en junio de 2014.
La solidaridad con las comunidades cristianas perseguidas en Oriente Próximo ha movilizado a otras franquicias ultracatólicas que han reforzado las bases o han mostrado abiertas simpatías por el proyecto de Abascal. Es, por ejemplo, el caso de Más Libres y CitizenGo, ambas marcas dependientes de Hazte Oír, cuyo presidente, Ignacio Arsuaga, es una de las voces más conocidas de la organización paramilitar El Yunque.
De las simpatías de Arsuaga hacia Vox existen pocas dudas. En un artículo de Actuall (un medio digital del que él es editor) afirmaba abiertamente que "la ideología de género y el marxismo cultural tendrán respuesta en Andalucía". En el mismo texto se refería a esa formación como la más cercana a la ideología de Hazte Oír.
Santiago y cierra España
La llamada a la cruzada de algunas franquicias integristas españolas y de ciertos partidos de la extrema derecha tanto neoliberales como abiertamente antisistema se amparaba, inicialmente, en un equívoco que deliberadamente se extendió a sabiendas de su falsedad: la idea de que se habían creado diferentes milicias sectarias de base cristiana, en Irak y Siria, para plantar cara a la nueva amenaza del Islam que, en esta ocasión, planteaban grupos conocidos como Al Nusra o los entonces recién llegados del Estado Islámico.
El fervor sectario cobró especial fuerza a raíz de la toma de Mosul, en junio de 2014, apenas cinco meses antes de que el presidente de Vox viajara hasta Irak. Para entonces, incluso la BBC hablaba de la existencia de milicias cristianas constituidas por varios miles de hombres y listas para defender la fe de Cristo en los Llanos de Ninive o el norte de Siria. Esas supuestas unidades mencionadas por varios medios anglosajones apenas contaban por aquel entonces con unas docenas de hombres, pero el fake se extendió, y con él, el deseo de combatir del sector más genuinamente católico que acudió a luchar a Oriente Medio.
Atendiendo a esa llamada a la Cruzada y alentados, sobre todo, por su fe, un puñado de españoles se desplazaron hasta Irak con la intención de combatir contra el Estado Islámico. No pasaron muchos meses hasta que descubrieron el equívoco y las mentiras que algunas organizaciones habían extendido sirviéndose del desconcierto. A menudo, ni siquiera sus líderes sabían exactamente qué ocurría, ni precisaban saberlo. Lo importante, a sus efectos, era captar adhesiones y simpatías para su causa.
En realidad, las dos principales milicias creadas por los asirios cristianos de Irak (NPU y NPF, de acuerdo a sus siglas inglesas) se hallaban integradas, respectivamente, en las milicias chíitas iraquíes de Al-Hashd Al-Sha'abi y las Fuerzas Armadas del Kurdistán. Difícilmente podían mantener una lucha sectaria, alentada por la religión cristiana, cuando respondían ante mandos musulmanes. Existía, además, una pequeña guardia asiria conocida como Dwekh Nawsha en la localidad iraquí de Bakufa, pero ni siquiera se hallaba autorizada a visitar el frente de Teleskoff.
Del lado sirio, había una unidad cristiana (el llamado Consejo Militar Siriaco) que luchaba, en este caso, dentro de las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF), lideradas por los confederalistas kurdos de las YPG. En otras palabras, estaba en la órbita de los rojos, de ahí que fueran inicialmente evitadas por el sector más integrista del catolicismo.
Fue el deseo de combatir lo que arrimó a algunos de esos católicos, primero, hasta Sinyar, la zona yazidí donde el PKK había creado una milicia conocida como las mentadas YBS, bajo cuya bandera se fotografió Abascal, y más tarde, hasta Rojava, conocida en la actualidad como la Federación Democrática del Norte de Siria. La unidad internacional de las YBS terminó comandada por un seglar valenciano de una orden hermana de los fundamentalistas de Marcel Lefebvre. A las órdenes de ese español siguen sirviendo a día de hoy incluso anarquistas.
Así las cosas, que Abascal se fotografiara con las guerrilleras kurdas no es en absoluto insólito. Abertzales y ex militares españoles; ateos y gentes de hondas convicciones cristianas; miembros de Democracia Nacional y anarquistas; trotskistas, lepenistas, estalinistas e incluso han combatido juntos contra el Daesh durante los últimos tres años, tanto en la región iraquí de Sinyar como en el territorio sirio. Sólo que a diferencia del presidente de Vox, ellos nunca insinuaron que no sabían entre qué tropas se hallaban, ni ocultaron su admiración por el trabajo del PKK.
Algunos, además, han coincidido dentro de la misma subunidad de voluntarios extranjeros. Se sabe que hubo algunas fricciones, pero éstas no fueron siempre el resultado de sus alineamientos ideológicos previos. Así, por ejemplo, un simpatizante de Democracia Nacional andaluz abandonó hace algo más de un año la subunidad de voluntarios en la que sirvió durante un breve periodo de tiempo forzado por un suboficial o kadro que puso su conducta militar en entredicho.
Tal y como informaba este diario hace algunas semanas, lo singular del caso es que el ultraderechista andaluz no fue cuestionado por anarquistas o comunistas sino por un camarada de armas más cercano a su entorno ideológico, también español, y miembro laico de los Franciscanos capuchinos de observancia tradicional, una orden próxima a la Hermandad Sacerdotal de San Pío X, creada por el arzobispo francés Marcel Lefebvre y contraria al rumbo que tomó la Iglesia tras el Concilio Vaticano II.
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