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Actualizado:No han sido pocas las voces que han comparado la situación política actual con la que se vivió en 2016. Pedro Sánchez enfrentándose a una investidura fallida e intentando negociar con derecha e izquierda. Pablo Iglesias pidiendo un gobierno de coalición para apoyar al candidato socialista. Una repetición electoral cada vez más segura. Y, en el fondo de todo, los intereses de clase y las élites económicas pidiendo un Ejecutivo en el que no esté Unidas Podemos.
Antonio García Ferreras preguntaba a Iglesias este martes si realmente creía que existían presiones para que él no tuviera un asiento en el Consejo de Ministros. El secretario general de Podemos se mostró convencido de que era así y el PSOE ha mostrado su malestar por esta afirmación. Pero, la realidad, es que las élites económicas se han desplegado en este sentido y se posicionaron claramente desde la semana siguiente a las elecciones del 28-A. Y, aunque en esta ocasión no lo reconoció Sánchez, sí lo hizo Albert Rivera: "Han votado los españoles, no la CEOE ni un banco", dijo el líder de Cs para distanciarse de los poderes económicos.
Durante estos dos meses y medio se posicionaron a favor del acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos desde las principales consultoras financieras de España a grandes bancos internacionales — entre ellos el Santander y su presidenta Aba Botín — o la CEOE y el empresario Antonio Garamendi. También lo hizo la prensa en papel en sus editoriales, como El Mundo, El País o ABC.
El nerviosismo no ha desaparecido en este tiempo en 'los de arriba'. Una vez que Ciudadanos ha dejado de ser el partido del Ibex 35 hay quienes ven mejor una repetición electoral que un gobierno de coalición. Si había alguna duda, la CEOE la disipó. Garamendi, ya dijo a principios de julio que lo primero para ellos era la “estabilidad” y que para esto igual era "mejor esperar a noviembre y tener un país tranquilo".
La CEOE dijo que "igual" era mejor una repetición electoral para "tener un país tranquilo"
¿Por qué de unos posicionamientos se pasa a hablar de presiones? Principalmente Sánchez reconoció las presiones en 2016 en una entrevista en Salvados tras renunciar a su acta de diputado para evitar votar en la investidura de Mariano Rajoy. El presidente en funciones reconoció que los poderes mediáticos y empresariales — nombró a El País y al expresidente de Telefónica César Alierta — presionaron para evitar un gobierno con Unidas Podemos: "El sector financiero trabajó para que no se entendiera la izquierda y no pudiera liderar una alternativa", afirmó entre otras tantas confesiones.
Y en tres años cambian muchas cosas, pero no ha cambiado el poder en el Estado español. Las multinacionales, las grandes empresas, la banca, los fondos buitres y las eléctricas siguen teniendo privilegios por encima del resto de la sociedad. Siguen teniendo, sobre todo, concesiones por las que pagan menos impuestos y pueden seguir beneficiándose económicamente a la vez que la mayoría de la sociedad sigue viviendo en situaciones precarias. Esto es lo que los poderes fácticos no quieren que cambie.
Ahora, como ocurrió entonces, fueron los nombres y los sillones los que ocuparon las portadas de los medios. Pero el presidente en funciones demostró que la historia no iba de eso, que los problemas venían de lo material. Como repiten los de Iglesias, "de la cosas del comer". Los socialistas dicen que no es así y que Sánchez no se deja llevar por este tipo de presiones, pero lo cierto es que en lo programático el PSOE tampoco se acercó al grupo confederal. En la oferta que hicieron a Unidas Podemos desaparecieron casi todas las medidas que tenían que ver con las eléctricas, el precio del alquiler o la reforma fiscal que sí pactaron Iglesias y Sánchez en el pacto presupuestario de 2019.
Con estas presiones — por delante o por detrás — Sánchez camina otra vez hacia una investidura fallida. Siempre está la opción de un acuerdo in extremis, pero a día de hoy no parece posible. Todo apunta a que las bases de Podemos votarán a favor de investir a Sánchez sólo si hay gobierno de coalición, que no de cooperación, y que el presidente no se moverá ahora de su posición.
Aunque las referencias a 2016 no se quedan aquí. Dando la vuelta a las posiciones y cambiando de actores, ahora es el PSOE el que reclama al PP su abstención. Diputados y exdiputados socialistas mandaron una carta a los conservadores recordando que el 29 de octubre de 2016 la mayoría de ellos, exceptuando a 15, se abstuvieron para facilitar el gobierno de Mariano Rajoy. El PSOE, como hizo el PP entonces, utilizará esta baza hasta el final para convencer a su adversario.
La guerra del relato y la culpa de otra elecciones
Este martes también comenzaba a difundirse por Twitter un mensaje que Sánchez dejó entonces a Rajoy: "La primera fuerza en votos y escaños siempre ha sabido lograr los apoyos necesarios para formar Gobierno. El señor Rajoy es incapaz de ello".
La primera fuerza en votos y escaños siempre ha sabido lograr los apoyos necesarios para formar Gobierno. El señor Rajoy es incapaz de ello.
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) 31 de agosto de 2016
Ahora Sánchez, a pesar de ser el candidato para la investidura, no se ve así mismo como "incapaz". Más bien señala al resto como los responsables no querer negociar y permitir que la fuerza más votada, sin mayoría absoluta, forme un Ejecutivo monocolor. Podemos no acepta este marco, insiste en que es Sánchez quien tiene que liderar la negociación y que, si hay repetición electoral, la culpa será únicamente del presidente en funciones.
Podemos cree que habrá una segunda investidura en septiembre, aunque el marco para ir a elecciones ya se ha instalado
El partido morado cree que habrá un segundo intento en septiembre, a pesar de que los socialistas lo nieguen. Pero, por si acaso, cada partido va preparando el discurso para otras elecciones e, incluso, para que ninguno parezca debilitado en el caso de que alguien se mueva.
Según pudo saber Público, el presidente en funciones transmitió a Iglesias que no quiere que un pacto sobre un gobierno conjunto dé la impresión de que ha cedido y que ha perdido una batalla ante él. Iglesias le ofreció trabajar por un marco que muestre que las dos parten ceden para cerrar el pacto. En esas también se encuentra Iglesias cuando dice que es consciente que "no hay tradición en gobiernos de coalición a nivel estatal" y que el PSOE está acostumbrado a gobernar en solitario. Aunque desde esa conversación no se ha avanzado en esta dirección porque las negociaciones se han bloqueado entre filtraciones a los medios, posteriores desmentidos y acusaciones.
Sin embargo, no hay duda en que quien gane el relato será el que mejor aguante los próximos meses: en 2016 ya se pasó por esto. Los socialistas se focalizaron en culpar a Iglesias de que la derecha gobernase. Y ahora han estado durante días repitiendo que, porque Iglesias quiere la vicepresidencia, volverá a gobernar la derecha por segunda vez. Sánchez desmintió este lunes que Iglesias le pidiera ocupar este puesto, pero ese será el discurso de los socialistas si hay que ir otra vez a las urnas: Iglesias, como mostró hace tres años, está obsesionado por los sillones.
Pero Unidas Podemos también ha ido definiendo su relato. Sánchez hizo campaña mirando a la izquierda y tendiendo la mano al grupo confederal. Su militancia le dijo la misma noche electoral que 'con Rivera no' pero el presidente buscó a Ciudadanos para sacar adelante su investidura. Este puede ser uno de los puntos fuertes de Iglesias ante la repetición: que Sánchez haya intentado pactar tanto con derecha como con izquierda. En el grupo, además, alegan que han cedido los suficiente y que los socialistas son los responsables de la falta de acuerdo por sus vetos.
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