A CORUÑA
Fue el primer presidente de Galicia en la España democrática, aunque algunos de sus detractores creen que como demócrata metido en política, se manejó más bien con poco tino. Se trata de Xerardo Fernández Albor, médico, intelectual y galleguista, fallecido ayer en Santiago a los cien años de edad y quien gobernó la Xunta entre 1982 y 1987. Recientemente, la polémica volvió a rodear su figura cuando la teleserie Fariña, basada en el libro del periodista coruñés Nacho Carretero, recordó la tolerancia de su gobierno con el narcotráfico y las estrechas relaciones del PP de su época con los clanes gallegos del contrabando de tabaco y drogas.
Se alistó en el bando franquista como alférez provisional para combatir en la Guerra Civil
Fernández Albor nació en 1917 en Santiago un entorno de clase acomodada. Sus padres eran propietarios del Estrella, un emblemático hotel de la capital gallega cuyas tertulias frecuentaban las élites políticas y económicas locales. Aunque su familia quería que se encargara del negocio hostelero, él quiso hacerse médico. Y lo logró, a pesar de que tuvo que suspender sus estudios porque se alistó en el bando franquista como alférez provisional para combatir en la Guerra Civil.
En 1938, con apenas 21 años de edad, se apuntó como voluntario para viajar a Alemania para realizar un curso de piloto con la Luftwaffe de Hitler
No acostumbraba a hablar mucho de su participación en la contienda. En 1938, con apenas 21 años de edad, se apuntó como voluntario para viajar a Alemania para realizar un curso de piloto con la Luftwaffe de Hitler. Sólo un año antes, los nazis habían dejado sangrientas muestras de su capacidad aérea en Gernika. Fernández Albor se licenció con tres medallas como teniente-piloto de aquella fuerza que utilizaba el bombardeo de poblaciones civiles sin interés militar como estrategia para aterrorizar al enemigo. Nunca desveló si había participado o no en alguna misión bélica con Alemania.
Al volver de Alemania y terminada la guerra española, Albor inició una exitosa carrera médica tras completar sus estudios en Barcelona, Viena, Londres y París, especializándose en cirugía digestiva, rama en la que logró un notable reconocimiento. Apoyándose en ese prestigio, en la ayuda de las numerosas asociaciones médicas con las que colaboraba y en sus consolidadas relaciones sociales, a mediados de los años sesenta abrió la clínica La Rosaleda, el principal sanatorio de Santiago y que hoy sigue siendo una referencia de la medicina privada en la ciudad.
Liberal y galleguista
Fernández Albor se definía como liberal y galleguista, valores que probablemente adquirió a través de su contacto con las principales figuras intelectuales del regionalismo de la época, como Domingo García-Sabell y Ramón Piñeiro. Seguía frecuentándolas durante la Transición, cuando, recién aprobado el Estatuto de Galicia, Manuel Fraga le ofreció presentarse candidato de Alianza Popular (AP) a la primera Xunta en las elecciones de 1981.
Fraga le ofreció presentarse candidato de Alianza Popular (AP) a la primera Xunta en las elecciones de 1981
AP ganó aquellos comicios con un 30% de votos y 26 de 71 escaños, dos más que la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez y diez más que el PSOE, que por entonces lideraba en Galicia Francisco Vázquez. Por cierto que Fernández Albor mantuvo y ganó un polémico pulso público con el entonces alcalde de A Coruña, quien se opuso con todas sus fuerzas, pero sin éxito, a su decisión de llevarse a Santiago la capitalidad autonómica.
Foto de archivo tomada el 23 de septiembre de 1987 del expresidente de la Xunta de Galicia Xerardo Fernández Albor. /EFE
Albor volvió a ganar las elecciones en 1985, aunque su segundo mandato no fue nada fácil. Su vicepresidente, Xosé Luis Barreiro –quien posteriormente sería procesado y condenado por irregularidades en la concesión de la lotería autonómica- intentó derrocarlo. Con apoyo de Fraga, Albor lo sustituyó por una de las figuras populares por entonces más al alza en Galicia: un joven e instruido Mariano Rajoy, ya barbado pero todavía sin canas. Ni siquiera con él pudo Albor contener la disidencia, que en 1987 le montó una moción de censura por la que tuvo que entregar la Xunta a un Gobierno tripartito encabezado por Fernando González Laxe, del PSOE, y con Barreiro, de nuevo, como vicepresidente.
El expresidente se exilió entonces como eurodiputado, cargo en el que se mantuvo durante dos lustros y que le permitió concentrar cierto protagonismo político. Fue presidente de la Comisión del Parlamento Europeo que estudiaba –aunque sin capacidad alguna para inmiscuirse en la decisión final-, las condiciones de la reunificación de Alemania. Su biografía oficial se jacta de que gracias a su trabajo de entonces su retrato aún cuelga hoy en un pasillo noble del Bundestag alemán.
Fue presidente de la Comisión del Parlamento Europeo que estudiaba, las condiciones de la reunificación de Alemania
Mientras tanto, en Galicia, la omnipotencia de Manuel Fraga como restaurador del poder popular en la comunidad más conservadora de España devoraba su legado como obligado impulsor de las primeras instituciones autonómicas, que se crearon con el progresivo traspaso de competencias del Estado a la comunidad durante los primeros años de la democracia. A su regreso del periplo europeo, el PP sólo se acordaba de él cuando advertía que era su presidente de honor en Galicia, y que tenía que cumplir el protocolo y sumarlo a las fotos y a las crónicas sociales de los repartos periódicos de grandes cruces, medallas al mérito y honores y reconocimientos varios.
Fernández Albor fue uno de los primeros ejemplos de esos expresidentes-jarrón de carácter tan valioso como de difícil ubicación en los salones de la Corte. Incluso la oposición llegó a cuestionar hace unos años que siguiera recibiendo un sueldo público de unos 60.000 euros al año como miembro del Consello Consultivo de Galicia, un organismo que llevaba tiempo sin pisar. Algo más que natural si se tiene en cuenta que cuando se denunció aquello él superaba con creces los noventa años. Dimitió del cargo hace algo más de uno, cuando ya contaba con 99.
'Fariña' le recordó su reunión con los narcos
Pese a esa centenaria carrera de médico y político de renombre, Fernández Albor alcanzó su mayor cota de popularidad hace apenas unos meses, cuando apareció en el capítulo 6 de Fariña, la teleserie que recrea las andanzas de los principales capos del narcotráfico gallego en los años ochenta y noventa. En Galicia era un secreto a voces, pero en el resto de España probablemente pocos sabían que es absolutamente cierto que en el verano de 1984, el presidente de la Xunta se reunió en un hotel de Vilanova da Cerveira, en el lado portugués de la frontera, con varios de esos capos, por entonces perseguidos por contrabando por la justicia española. Entre ellos, los creadores de la serie ubican a Vicente Otero, a Manuel Charlín, a Laureano Oubiña y a Marcial Dorado, quien diez años después trabaría una viajera amistad con otro presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo.
Fernández Albor alcanzó su mayor cota de popularidad hace apenas unos meses, cuando apareció en el capítulo 6 de 'Fariña'
En su día, Albor dio explicaciones en el Parlamento de Galicia. Aseguró que el encuentro fue fortuito, que él ni sabía ni dejaba de saber que sus interlocutores eran delincuentes y que, tras escucharlos, se limitó a recomendarles que cruzaran la raia de vuelta a casa. Y ellos Lo hicieron. Pero no fueron juzgados hasta los años noventa, cuando los delitos de los que se les acusaba ya habían prescrito. Durante esos años, tuvieron tiempo de estructurar la mayor y más eficaz red de entrada de drogas a Europa desde América Latina.
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, acudió esta tarde al tanatorio donde reposan los restos de Albor para dar el pésame en persona a su familia. Por su parte, el expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, reapareció por primera vez desde que anunciara que abandonaba la vida política, con un comunicado en el que asegura que los mejores recuerdos que guarda de ella los compartió con el finado.
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