La oposición no logra poner contra las cuerdas a Rajoy por la financiación ilegal del PP
El presidente del Gobierno liquida en menos de una hora un debate en el que no se vio forzado a justificar su papel al frente del partido en relación al caso Gürtel
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El único incordio que tuvo Mariano Rajoy este jueves consistió en interrumpir los días finales de estío en Pontevedra. Desde luego no lo tuvo en el desarrollo de su comparecencia en la sesión del pleno extraordinario que celebró el Congreso de los Diputados en el que debía hablarse de sus responsabilidades políticas al frente del PP por el caso Gürtel. En ningún momento se encontró incómodo: los diversos portavoces de la oposición tampoco le empujaron a la incomodidad.
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El compareciente tiró de oficio parlamentario, largamente acreditado, y de su peculiaridad habilidad para distorsionar cualquier momento embarazoso con el fin de salir del trance sin despeinarse. La comparecencia, obligada por un acuerdo mayoritario adoptado por la oposición en la reunión del pasado jueves, no era un plato de gusto para acabar las vacaciones o pare iniciar el curso político.
Pero la oposición, un tanto desentrenada este año tras varias semanas de inactividad, no ha aprovechado la oportunidad. Ni siquiera después de que el protagonista, con un manifiesto desprecio a la sede parlamentaria, hubiera utilizado su exposición iniciado para hablar de cualquier asunto menos del que le llevaba al hemiciclo.
Ni Margarita Robles ni Pablo Iglesias, cuyos grupos solicitaron de forma conjunta la comparecencia urgente de Rajoy tras su declaración judicial de finales de julio, aprovecharon los escasos minutos que la presidenta de la cámara otorgó a los diferentes portavoces parlamentarios para este debate. Toda ayuda era poca, debió pensar la popular Ana Pastor.
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El caso es que la representante socialista puso de manifiesto que le quedan muchas horas de vuelo para asumir un debate de este tipo – su retórica jurista no compensa sus nulos recursos parlamentarios – y no logró poner en un brete al interpelado. Es más, a medida que fue avanzando el debate Rajoy se presentó como inquisidor de la propia portavoz socialista.
Con Iglesias sucedió algo parecido, aunque el líder de Podemos fue más incisivo ya que le presentó seis preguntas concretas – algo muy apropiado en un debate como el que se celebraba -, pero de escasa utilidad sabiendo cómo se las gasta Rajoy: no hizo ni caso; ni la más mínima mención, pese a que todas las interrogantes eran de enjundia. En esta ocasión – y ya van algunas – Iglesias empleó un tono muy tranquilo sin salirse de su dureza característica.
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“¡Que si quieres arroz, Catalina!”. Esa fue la posición de Rajoy, quien liquidó el trámite con apenas 55 minutos para sus tres intervenciones – 30 en la inicial, 20 en la réplica en conjunto a todos los portavoces y cinco en el cierre del debate – pese a que no tenía límite de tiempo y podía intervenir cuando le viniese en gana. Esa actitud pone de manifiesto su interés en ofrecer las explicaciones que le exigía la oposición.
Pero es que la mayor parte de esos 55 minutos – medidos con generosidad – no los dedicó al asunto que llenaba el hemiciclo de la Cámara baja este 30 de agosto. Habló de terrorismo, del crecimiento económico y, por supuesto, de la amenaza para la unidad de España que supone el desafío independentista “de los radicales” en Catalunya. “Eso es lo importante”, sentenció en un momento del debate.
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De lo otro, de lo que venía en el orden del día del pleno extraordinario, apenas dijo nada, por no decir nada de nada. Se escudó en que “es ya un asunto debatido ampliamente”. De hecho, dedicó unos momentos a relatar que ya había tenido hasta 52 intervenciones “relacionadas con este asunto”. Asunto que procuró no citar en ningún momento por su nombre propio – Gürtel - . Y relató un buen número de debates parlamentarios para los aficionados a leer los diarios de sesiones de la cámara.
En cambio, sí que empleó algunos minutos para interpelar a sus interpelantes, especialmente a Robles y a Iglesias. A la primera le recordó que había declarado como testigo en calidad de número dos del ministerio del Interior en el juicio por los asesinatos de Lasa y Zabala: al segundo, para pedirle explicaciones por la financiación de Venezuela e Irán a su partido. “A mí eso me interesa”, exclamó.
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No hubo apenas mucho más. Joan Tardá, de ERC, repartió su tiempo en apelar a la ética cívica contra la corrupción, de que carece “el régimen del 78”, y su reivindicación de la República catalana como remedio de esos males. Nada de todo esto hizo mella en Rajoy, quien por otra parte no apuntó medidas contra las pretensiones de los independentistas de Catalunya.
Tal vez la síntesis de la mañana la ha manifestado, sin quererlo, el diputado Pedro Quevedo, de Nueva canarias, eso sí fuera de la tribuna. Este nacionalista canario, coaligado electoral del PSOE pero integrado en el grupo Mixto, es el presidente de la comisión de investigación parlamentaria sobre la financiación ilegal del PP, actualmente en marcha.
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Andaba muy, pero que muy enfadado por los pasillos al acabar la sesión por entender que este pleno, además de estéril, había sido una descalificación a los trabajos de su comisión. No era el único que lo pensaba a tenor de los resultados. Ya lo dijo Tardá en su intervención: Rajoy se iba a marchar de rositas “y hasta se fumará un puro”. De rositas se marchó; del puro no consta si se lo fumó.