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Actualizado:El vacío que, inmutable, pervive en las madres que perdieron a sus hijos al nacer, bajo la sospecha o la certeza, según el caso, de que la criatura realmente no falleció sino que les fue sustraída está presente en todos los retratos que conforman la exposición 'Duerma en ti… Maternidades robadas en España (1939-1999)', un trabajo de investigación y arte de Aránzazu Borrachero Mendívil, catedrática de Queensborough Community College, de la Universidad de Nueva York, y de Pedro Lange-Churión, catedrático de la Universidad de San Francisco, California.
Las desapariciones forzadas de bebés son también, como argumenta Borrachero, un delito perpetrado contra la madre: "Cada bebé robado es una maternidad robada". Con esta premisa, la exposición presenta un completo contexto ideológico del drama de 'los niños robados' a través de veinte casos ocurridos en España durante la segunda mitad del siglo XX. Las historias se ilustran con los impactantes retratos de Lange-Churión. La muestra se inaugura este martes, 15 de marzo, en el Museo Nacional de Antropología, en Madrid, y permanecerá hasta el mes de junio.
En palabras de Aránzazu Borrachero, "la muestra invita a quien la visita a buscar respuestas: ¿Qué pasó? ¿Cómo pasó? ¿Por qué? ¿Qué consecuencias han tenido las desapariciones en las vidas de las víctimas? ¿Cuál ha sido la respuesta del Estado? ¿Es nuestro silencio cómplice de la impunidad?". Preguntas que la exposición intenta responder con el testimonio de las propias víctimas y la investigación de Borrachero, en la que han colaborado varias asociaciones de víctimas.
Junto con 25 fotografías de gran formato, se presentan textos explicativos, imágenes de archivo y documentos para proporcionar al público la información básica para entender los fundamentos ideológicos de las 'desapariciones' de neonatos y su evolución hasta los años 90.
El origen: depurar a las mujeres
En el origen de los numerosos casos denunciados por familias españolas en la última década sobre el robo de bebés, Borrachero sitúa la práctica seguida por la dictadura desde su establecimiento: "La dictadura franquista persiguió el sueño de una 'Patria nueva y grande' con políticas simultáneas de exterminio y repoblación: por un lado, se eliminarían "cuantas lacras pustulaban el cuerpo español" y por otro, se estimularía la reproducción", citando a historiadores y expertos en el fascismo español.
"Parece indiscutible --continúa la catedrática de Lenguas Extranjeras de la Universidad de Nueva York-- que fue la vertiente depurativa de esa política racial la que justificó el internamiento de miles de mujeres, muchas embarazadas o con niños de corta edad, en cárceles o en espacios habilitados como tales por todo el territorio español. En cumplimiento de la orden del Ministerio de Justicia del 30 de marzo de 1940, los menores que sobrevivieron a las condiciones de hacinamiento, maltrato, hambre e insalubridad de las prisiones fueron separados de sus madres por la fuerza y sin escatimar crueldad una vez cumplieron los tres años".
No hay cifras, no se puede cuantificar el número de niños y niñas procedentes de familias represaliadas que fueron entregados a otras adeptas al régimen. Los historiadores cifran en torno a 30.000 los menores que entre 1944 y 1954 fueron recluidos a la fuerza en centros religiosos y del Auxilio Social para ser adoctrinados para la nueva España que quería constuir Franco. Pero no se conoce la cantidad de los que pudieron regresar con los años junto a sus familias o aquellos que fueron rebautizados con una nueva identidad.
A partir de 1950, periodo en el que se encuadran las historias que muestra la exposición, el 'robo' de niños adquirió un nuevo cariz orientado al negocio, pero en el mismo contexto de "la reiterada consigna franquista de la maternidad como imperativo biológico y existencial de la mujer, y como servicio a la nación", según Aránzazu Borrachero, que aporta varios ejemplos que ilustran cómo se siguió desarrollando por parte del Estado una ideología hostil para las mujeres.
El caso de Izaskun Poza
La noche del 31 de marzo de 1974, Izaskun Poza acudió a la Residencia de Nuestra Señora de Aránzazu, de Donostia-San Sebastián, para ser atendida en un parto gemelar. "¿Usted? Usted en esa tripa ¿qué es lo que puede tener?", le espetó una de las enfermeras.
"Este tipo de insulto, a veces velado; la sospecha sistemática con que el personal sanitario cuestionaba la información de las parturientas; las repetidas descripciones de sus fetos como "anormales", la negligencia en los procesos quirúrgicos y en los posoperatorios, y tantas otras instancias de maltrato médico y psicológico que se observan en los casos de bebés robados no eran solo los medios para alcanzar el objetivo económico. Eran la expresión de un corpus de ideas que actuaba como factor de cohesión entre los victimarios; una "cultura de la victoria" que respiraron durante cuarenta años", explica la comisaria de la exposición.
Izaskun Poza perdió a uno de sus gemelos en un parto tenebroso. Le dijeron que uno de los niños había muerto y que el otro presentaba una posible lesión cerebral, que luego resultó no tener. Hoy busca al gemelo supuestamente fallecido. No ha encontrado rastro de su enterramiento, legajo de aborto o inscripción en el Registro Civil. La toquilla que Izaskun le había reservado a ese hijo que nunca llegó a ver la ha guardado inmaculada todos estos años. Con ella la fotografió Pedro Lange-Churión, logrando uno de los retratos más conmovedores. Izaskun Poza pertenece a la 'Asociación S.O.S. Haur Lapurtuak/ S.O.S. Bebés Robados'.
Explica Borrachero que "las víctimas [familias numerosas, madres solteras, familias con partos gemelares y parejas primerizas] también actuaban en consonancia con el rol que les asignaban los aparatos ideológicos. Médicos, monjas y enfermeras de hospitales y clínicas se encargaban de recordarles su posición de subordinación, agravada por el sentimiento de máxima vulnerabilidad física y psicológica que suponía el parto".
Según la comisaria de la exposición, las madres, "aleccionadas dentro de la cultura femenina del franquismo, y sus familias, alejadas de los círculos de poder socioeconómico, reaccionaban la mayoría de las veces con dolorosa resignación y acallaban su incredulidad. Si insistían en reclamar sus derechos básicos y ver el cadáver del bebé o hablar con el obstetra, se recurría al aparato represivo".
E ilustra esa represión con varios ejemplos: "Cuando el padre de Soledad Luque Delgado [busca a su hermano y dirige la 'Asociación Todos los Niños Robados son también mis Niños'] protestó en 1965 por la supuesta incineración, no autorizada, de su hijo, recibió veladas amenazas. Cuando el esposo de Adelina Ruiz Santos [busca a sus gemelas y es activista en la Plataforma Internacional 'Te estamos buscando' ] insistió en 1980 en ver los cuerpos de sus hijas gemelas, fue expulsado del hospital por tres guardias de seguridad".
Los retratos están iluminados según las pautas del retrato barroco: los sujetos resplandecen sobre un fondo negro. El fondo oscuro del que emergen las figuras resplandecientes las aísla y las afirma simultáneamente.
La exposición fotográfica, que se inauguró en Valencia en marzo de 2019, forma parte de 'Maternidades robadas', un proyecto digital que recopila testimonios de víctimas de robos de bebés junto con la documentación que ellas mismas han recabado.
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