Este artículo se publicó hace 9 años.
Nicolás Sartorius, el aristócrata rojo
El vicepresidente de la Fundación Alternativas y cofundador de CCOO, repasa para 'Público' algunos episodios de la historia reciente de España. Sobre el Título VIII de la Constitución asegura: “Es evidente que ha hecho su labor y se ha quedado viejo”.
-Actualizado a
MADRID.- “¿Me vas a convertir en un icono? ¡Si soy muy joven!” Coqueto, llega con cierta pose de aprendida distancia a una sala de la Fundación Alternativas de la que es vicepresidente y advierte: “No, no. La vida entera no te la voy a contar”. Así que empezamos por el momento en el que un aristócrata como él, nacido en plena Guerra Civil en el seno del Condado de San Luis, se convierte en un referente del antifranquismo, el sindicalismo y la izquierda. “Es muy sencillo ─resume parco─ fue la dictadura”.
Cambiamos de silla porque parece no gustarle la que se ubica cara al sol. Y basta con mentarle algunos de los episodios que ensalzaban aquellos himnos para que Nicolás Sartorius Álvarez de las Asturias Bohorques (San Sebastián, 1938) se lance, con verborrea exquisita, a la narración. “Estudié derecho en la calle San Bernardo, donde se ubicaba la Universidad Complutense de Madrid. Y fue allí, en las revueltas que se desarrollaron a partir de 1956 contra la dictadura, contra el SEU (Sindicato Español Universitario), cuando empecé a tomar conciencia del país en el que vivía: una dictadura fascista que machacaba los derechos de los trabajadores y de la ciudadanía”.
En ese momento sitúa el inicio de lo que llama -como queriendo restarle importancia- sus “líos”. Con poco más de 20 años se enroló en la llamada Nueva Izquierda Universitaria, que era la sección universitaria del FELIPE (el Frente de Liberación Popular). Con 23 ya militaba en el Partido Comunista. En 1962, durante las huelgas de la minería asturiana, le hicieron su primer consejo de guerra y cató, con sólo 24, los dos primeros de sus siete años en prisión.
“Las Comisiones Obreras habían nacido en muchos sitios como setas"
Pero si hay algo de lo que se siente orgulloso Nicolás Sartorius es de su contribución a la fundación de CCOO. “Las Comisiones Obreras habían nacido en muchos sitios como setas; porque era lo más natural que hacían los trabajadores en una empresa: crear una comisión para ir a hablar con el jefe. Pero en Madrid se organizaron mejor y adquirieron el carácter de dirección a partir del año 63. Fue en un local de la calle Vergara, al lado de la Plaza de Ópera, donde a mi me eligieron para dirigir la de Papel, Prensa y Artes Gráficas, porque yo era periodista”.
Subraya esa condición final el abogado laboralista y autor de centenares de artículos y ensayos históricos como El resurgir del movimiento obrero, La memoria insumisa: sobre la dictadura de Franco o Qué son las comisiones obreras. Él lo sabe mejor que nadie… o tan bien como lo sabe Julián Ariza, o lo sabía Marcelino Camacho, con quienes compartió mesa en la primera cita de la Coordinadora Estatal, gracias a otro noble: el conde de Motrico, José María de Areilza.
“Este hombre, monárquico, que estaba en el Consejo Privado de Don Juan, tuvo un comportamiento excelente. Nos dejaba una finca que tenía en las afueras de Madrid para hacer las reuniones de la Coordinadora Estatal de CCOO. Y allí se hizo la primera de toda España. ¡Aunque hemos hecho reuniones en los sitios más increíbles que uno pueda imaginar!”, exclama. Entre esos lugares peculiares, como el palacio de la duquesa de Medina Sidonia, está fresco en la memoria otro mucho más especial: el que desembocó en el Proceso 1001.
“El 24 de junio de 1972 acordamos reunirnos en el convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón. Por razones de difícil demostración, pero probablemente por una filtración de alguien que sabía del encuentro, la Policía nos detuvo y nos encarceló hasta que tuvo lugar, casi un año después, el Proceso 1001, un proceso durísimo”. Camacho, Sartorius y el resto de la dirección del sindicato ─Los 10 de Carabanchel─ fueron condenados a una suma de 162 años de prisión; una pena que atribuye a una estrategia premeditada.
"Mientras estábamos en el banquillo, el 20 de diciembre de 1973, casi a la misma hora, en la calle de Claudio Coello de Madrid volaba por los aires el coche de Carrero Blanco. Imagínate el efecto. Había unas colas enormes en la Plaza de las Salesas, en el Palacio de Justicia. La Policía intervino para disolver aquello. Todas las actividades que había en solidaridad con nosotros se suspendieron, los activistas tuvieron que esconderse ¡Para nosotros fue un desastre!”
Y a continuación explica el por qué de la estrategia a la que achaca las altísimas penas de cárcel que para él no terminaron hasta la muerte de Franco: “Con el tiempo hemos sabido, a través de una persona que apoyaba a ETA, que lo hicieron ex profeso. Ellos querían que el atentado tuviera el máximo eco. Nosotros lo interpretamos después como una manera de ETA de decir: "aquí hay dos líneas contra la dictadura: la violenta y la de masas ─que era la de CCOO─ y la que vale es la nuestra, la línea violenta”
"Mientras estábamos en el banquillo, voló por lo aires Carrero. Las actividades en solidaridad se suspendieron"
"Pero, al final, quien trajo la democracia no fue ETA”, continúa para concluir que fueron los trabajadores los que más lucharon, los que hicieron inviable que la dictadura siguiera adelante cuando murió Franco, en un periodo que califica como “el más decisivo de la historia de este país”. “Porque la dictadura no murió en la cama del dictador”, sentencia Sartorius, “aunque eso nunca se ha contado bien porque no ha interesado”.
Trata de resumirlo él: “La llegada de Arias Navarro a la Jefatura del Gobierno supone un momento durísimo: hay más juicios de Orden Público que en el periodo anterior, no están legalizados los partidos ni los sindicatos, el Movimiento no desaparece hasta el 77. Y este es un periodo de enormes movilizaciones en este país. Las cifras de la Político-Social son impresionantes: la cantidad de acciones, de movilizaciones, de huelgas generales, parciales… Eso es lo que trae la democracia a España”. Y subraya ahí su papel en CCOO y, en consecuencia, en el fin de la dictadura: “El de organizar y dirigir todas esas movilizaciones. Y eso es lo más importante que yo he hecho en mi vida”.
Luego vendrían otros muchos méritos que no detalla: miembro del Comité Central del PCE, diputado durante la II, III y IV legislaturas, portavoz en el Congreso de Izquierda Unida… Hoy sienta cátedra en decenas de foros y como vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas, desde la que regaña a quienes hoy llaman a lo que tenemos Régimen del 78.
“Puede ser por juventud o falta de conocimiento. Pero la democracia que tenemos es la democracia de los trabajadores, de la gente del trabajo; es nuestra obra. ¿Imperfecta? Claro, porque la relación de fuerzas entonces era la que era. Para evitar un choque sangriento había que traer la democracia sin confrontación. Y se llega a una Constitución, la primera en España, que sirve para casi todos; en algunos aspectos bastante avanzada”.
No niega Sartorius que necesite reformas pero rechaza el proceso constituyente reclamado desde la izquierda. “Si lo planteas, un montón de partidos te van a decir que no. Y ni vas a hacer proceso constituyente ni reformas”. Cree imprescindible y viable –“porque España económicamente hoy sí se lo puede permitir”- convertir en derechos fundamentales la sanidad, el derecho a una vivienda digna o una renta mínima. Y, por supuesto, reformar el Título VIII de la Constitución.
"Ya somos asimétricos.
¡Y de qué manera! Una cosa es la asimetría y otra,
la desigualdad"
“Aquel Título VIII fue una transacción entre los que queríamos ir más lejos y los que no; entre los que querían que España fuera un régimen centralista y los que queríamos una España federal. Se llegó hasta donde se pudo llegar. Pero es evidente que ha hecho su labor -¡que eso tampoco se dice!- y se ha quedado viejo”.
Recuerda, otra vez coqueto, las horas que ha dedicado al estudio y la escritura de la Historia de España, “un país que se ha conformado a partir de reinos con lenguas, maneras y realidades históricas a las que hay que dar forma. Y mi opinión es que debe ser una forma federal, con un Senado que hay que transformar en cámara de representación territorial, con un sistema fiscal federal… ¿Asimétrico? Asimétricos ya somos: Catalunya tiene Policía y Castilla, no; el País Vasco tiene el Concierto y Andalucía, no. Ya somos asimétricos. ¡Y de qué manera! Una cosa es la asimetría y otra, la desigualdad”.
Después de media hora de conversación, en la que también crítica a la izquierda o al sindicalismo “que no han comprendido lo que quiere decir la globalización”, recupera esa pose distante del arranque de nuestra charla. Con el sol en la nuca se levanta y, al cumplido “me hubiera gustado hablar un rato más contigo”, responde altivo: “No, no. Ya tienes bastante”.
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