Este artículo se publicó hace 9 años.
Neus Català, 100 años de resistencia antifascista
La Generalitat de Catalunya declaró 2015 'Año de Neus Català'. Combatió a Franco, luchó junto a la Resistencia francesa; encerrada en el campo de exterminio de Ravensbrück, formó parte de un comando de boicot al armamento alemán. Una vida de lucha antifascista que el 6 de octubre cumplió un siglo.
-Actualizado a
MADRID.- La semana pasada sopló cien velas. En cada aliento, el recuerdo de cien años de altruista pelea contra la injusticia y la opresión. Porque su cuerpo centenario ya no puede solo. Pero su cabeza no ha olvidado -¡cómo hacerlo!- ni un solo detalle de su doloroso recorrido por la historia del siglo XX, entre la Guerra Civil española, la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial y el combate contra el nazismo desde dentro, desde un campo de exterminio alemán.
En numerosas ocasiones se le ha puesto el apellido de "única superviviente española de los campos de concentración". Y no es verdad. No sólo porque hay otras, sino porque Neus Català (Els Guiamets, Tarragona, 1915) es muchísimo más. La prueba son reconocimientos, como la Medalla de Oro de la Generalitat, que ha declarado 2015 'Año de Neus Català', o el respetuoso cariño de quienes, como Teresa del Hoyo, secretaria general del Amical de Ravensbrück y sostén de Neus, se prestan a poner voz a su memoria.
Hija de una familia campesina de la comarca del Priorat, cuenta Teresa que la rebeldía le viene de una frase que siempre le repetía su padre: "Él era campesino, y el barbero del pueblo, y lo que hiciera falta. Pero era además un significado militante del Partido Socialista Unificado Catalán (PSUC) que siempre le decía a Neus siete palabras que ella, por desgracia, tuvo que recordar a lo largo de su vida en numerosas ocasiones: "Nunca le bajes la vista a nadie'".
Su padre siempre le decía algo que Neus recordó toda la vida: "Nunca le bajes la vista a nadie"
Y con la cabeza alta y la mirada al frente, pronto comenzó la pelea de Neus: cuando siendo una cría tuvo que cambiar la escuela por el campo; cuando a los 15 años se afilió al PSUC; y cuando, sublevada contra la tradición de la época de que el esfuerzo familiar fuera en beneficio del hijo varón, marchó por su cuenta y medios a Barcelona para convertirse en enfermera.
Lo consiguió, aunque no tanto por los estudios, que no pudo terminar por el estallido de la Guerra Civil, como por necesidad. En el 37 se convirtió en lo que entonces se llamaba ‘enfermera de sangre’ y fue destinada por el partido a la colonia de Las Acacias para que cuidara de los huérfanos e hijos de combatientes y presos de la República, los niños de Negrín. En 1939, con la caída de Barcelona, tendría lugar el primer acto de heroica generosidad de Català.
"Ella estaba en un pueblo a unos 20 kilómetros de Barcelona. Cuando las tropas de Franco estaban entrando en la Ciudad Condal, y todos huían, Neus dijo que ella no saldría sin los 182 críos que tenía a su cargo. Y siempre lo recuerda con la misma pregunta: '¿Tú crees que iba a dejar yo a aquellos niños para que los educara la Pilar Primo de Rivera?'"
Tras entregar a los chavales a las autoridades francesas, que los repartieron entre familias de nacionales y belgas, Neus evitó los campos de refugiados de exiliados y viajó hasta Tournac. Allí se enamoró de un occitano, Albert Roger. "Eran muy jóvenes y estaban unidos por un vínculo tan fuerte como el del amor: la lucha por los ideales. Cuando se casaron ya había estallado la II Guerra Mundial –narra Teresa- de manera que su luna de miel la pasaron organizando acciones de la Resistencia. Su historia de amor duró, sin embargo, lo que dura un nublado".
Un año para ser exactos. En el piso de la pareja en Tournac, Neus y Albert repartían el tiempo entre el romance y la lucha contra los nazis. Ella, que ya tenía la nacionalidad francesa, se dedicaba a hacer de enlace, centralizando la recepción y transmisión de mensajes, pasando armas y documentación o dando cobijo a los refugiados políticos. Hasta que en 1943, un boticario colaboracionista puso fin a la aventura… y a la historia de amor.
"Neus dice que nunca quiso saber con certeza quién los había denunciado, pero se cuenta que fue el farmacéutico de Sarlat quien alertó a los alemanes de su actividad". La resistente fue condenada a cadena perpetua y enviada a la prisión de Limoges. Y de allí a Compiègne donde vio a Albert por última vez .
Fue el 3 de febrero de 1944, cuando llegaba a la estación en la que un ‘tren de la muerte’ iba a trasladarla a Alemania. "Me asomé a la ventana porque pensé que lo volvería a ver. Vi como el tren marchaba poco a poco y, por los agujeros de aquellos vagones de ganado, vi a mi marido que también miraba por si me podía ver a mí. Él gritaba y yo gritaba también. No sé lo que dije que todo el mundo se echó a llorar. Lo vi en ese momento y no lo volví a ver más".
Esa es la descripción que Neus hizo -la primera vez que contó su historia a la periodista Montserrat Roig- del día que comenzó con la despedida de Albert y terminó en una madrugada gélida, hacinada en otro convoy, deportada hacia el mayor campo de exterminio de mujeres: el campo de Ravensbrück.
"De su llegada, ella siempre repite que nadie podrá explicar nunca eso, que es indescriptible", explica Teresa del Hoyo. Tanto que, a pesar del fortísimo carácter de Neus, la visión de las mujeres famélicas a las que inyectaban líquidos en el útero para retirarles la menstruación, de las muertas, de los niños desnutridos, desamparados, "la visión del mismísimo infierno", sumió a Neus en una depresión. "Y nunca se ha avergonzado al contarlo. Se deprimió una semana, pensando en que iba a morir, pero salió rápido al correctivo de sus compañeras que le decían: ‘Sí, tú morirás. Y nos harás sentir culpables porque nos comeremos tu sopa'".
En Ravensbrück las mujeres se organizaban como familias. "Había una especie de consigna", continua Teresa. "Las mayores hacían las veces de madres para ayudar a las menores. Neus adoptó a Titi, la joven Thérèse Menot, de la que guarda un dibujo [en la imagen adjunta] que una tercera deportada les hizo mientras se protegían de las bombas que caían sobre el campo".
Además de esa estructura matriarcal, la mayoría de las prisioneras de Ravensbrück procedían de la militancia de izquierdas, de la resistencia. Cuando Neus fue enviada a Holleischen, un complejo levantado por la empresa Siemens para la fabricación de armamento, comenzó una nueva tarea de resistencia: la del sabotaje de las armas nazis a través del llamado ‘Comando de las Gandulas’.
"El nombre se lo pusieron las autoridades del campo que pensaban que eran vagas; que el trabajo no salía porque ellas no trabajaban. Pero nada más alejado de la realidad. Las mujeres se organizaron para boicotear las balas metiéndoles moscas muertas o escupitajos". Se dice que inutilizaron 10 millones de proyectiles y que estropearon varias máquinas. Teresa no se lo cree. "Ni ellas lo saben; es imposible saber cuántas".
El 30 de abril de 1945 Ravensbrück fue liberado por el ejército rojo. Albert Roger, salió del campo de Bergen-Belsen, pero estaba en tan malas condiciones, que murió una semana después. En Francia, Neus ingresó en un balneario gracias a la mediación de una sobrina de Charles De Gaulle que se dedicó a ayudar a las deportadas españolas. En aquella casa de reposo, Català conoció a su segundo compañero de vida y lucha: Félix Sancho.
Quedarse embarazada dos veces después de haber pasado por manos de los médicos nazis también fue "un acto de resistencia" para Neus Català
"Se dice que Neus tuvo que esperar 30 años para regresar a España ¡y eso es otra falacia!", exclama del Hoyo. "Junto a Félix, y gracias a su pasaporte francés, hacía de enlace del partido entre España y Francia. Escondía consignas en el pelo, en el tupé de la época que llamaban ‘arriba España’. En alguna ocasión, incluso, las metía en el carrito de los niños. Porque a pesar de los líquidos que a ella también le inyectaron los nazis, consiguió quedarse dos veces embarazada. Ella siempre dice que aquello fue otro acto de resistencia".
Pero además de su actividad antifranquista, la fiera Neus quiso poner en marcha otra tarea: la de recopilar los nombres de todas las españolas que, como ella, habían padecido la maldad de la deportación. "Con cinco compañeras, de memoria, fue reuniendo nombres. Después fue a buscarlas para pedirles su testimonio. Y de aquello salió un libro: De la resistencia y la deportación: 50 testimonios de mujeres españolas, que el Memorial de Catalunya acaba de reeditar".
Desde que en 1956 se creó el Comité Internacional de Ravensbrück, Neus no ha faltado a un solo encuentro. "Se los pagaba ella, se celebrasen donde se celebrasen, con el único objetivo de que España siempre estuviera presente". Iba sola hasta que conoció a quien ha puesto voz a su memoria, Teresa del Hoyo, secretaria general del Amical de Ravensbrück, en el que Neus siguió en su empeño contra la desmemoria hasta hace muy poco.
Hoy su cuerpo no puede solo. Necesita la ayuda que le prestan en una residencia de su natal Els Guiamets, donde no le falta el cariño ganado a golpe de generosidad. Su cabeza sí. Y cuando se le cuestiona por el hoy, desde la perspectiva de los 100 años, cuenta Teresa que siempre repite la misma frase: "Nosotras no habíamos luchado por esto".
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