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El nazi que regaló su reloj a un soldado republicano

ALEJANDRO TORRÚS

Es el 25 de agosto de 1944. Un destacamento francés ha conseguido izar la bandera francesa de la Torre Eiffel y un antiguo maestro español, Julio Hernández, ha entrado en el consulado de España en París para reemplazar la bandera franquista por la tricolor republicana. Mientras tanto, frente al hotel Meurice, donde continúa el Alto Estado mayor nazi con el general Von Choltitz a la cabeza, aún con su reloj en la muñeca, un destacamento militar francés dirigido por el comandante La Horie y apoyado por un grupo de asalto compuesto en su mayoría por españoles libra la última batalla de París. El objetivo era detener al Alto Estado mayor alemán. La batalla dura cerca de hora y media.

A base de granadas y con el único fuego de unas ametralladoras, tres españoles consiguen romper la defensa alemana y penetrar en el hotel. Son el extremeño Antonio Gutiérrez, seguido por el aragonés Antonio Navarro y el sevillano Francisco Sánchez. Suben rápidamente a la primera planta,donde se encuentra el puesto de mando el general Von Choltiz y su Estado Mayor. Gutiérrez se abalanza rápidamente sobre Von Choltiz y lo desarma. Su ametralladora apunta al general, que se mantiene a raya.

Como agradecimiento, el general le entregó el reloj a Antonio Gutiérrez. 'Toma... para ti... Guárdalo como recuerdo'

'Von Choltitz se dirigió a él en francés, y al insistir y ver que no le comprendía le preguntó de dónde era. 'Soy español', contestó el Gutiérrez. 'Y estos también', añadió señalando a Antonio Navarro y Francisco Sánchez', escribió en la obra La Gran Ilusión el republicano español Virgilio Botella que, tras pasar por los campos de concentración del norte de África, combatió en París en La Nueve, la 9ª Compañía de la 2ª División Blindada de la Francia Libre, que estaba compuesta por alrededor de 150 republicanos españoles.

Fue entonces cuando Von Choltiz pidió a Gutiérrez que se presentara en la sala un oficial de mando francés. Las leyes de la guerra dictan que un oficial debe rendirse ante un oficial. Gutiérrez requirió la presencia de sus superiores sin dejar de apuntar al general nazi. 'Primero llegó el teniente Franjoux, después el teniente Karcher y por fin el comandante La Horie, ante el que Von Choltiz capituló', escribe la periodista e investigadora Evelyn Mesquida en la obra La Nueve, que destapó el importantísimo papel jugado por los republicanos españoles en la liberación de París, primero, y del resto de Francia, después, llegando incluso al escondite de Hitler. Eso sí, Hitler ya se había suicidado.


Rendido antes las fuerzas de liberación francesas y españolas, Von Choltiz, agradeció a Gutiérrez y al resto de españoles haber respetado las leyes de la guerra y su integridad física. Como agradecimiento, el general se quitó de la pulsera su reloj y se lo entregó a Antonio Gutiérrez. 'Toma... para ti... Guárdalo como recuerdo', señaló Von Cholitz al republicano español, según recoge Virgilio Botella en su obra.

Acto seguido el general alemán fue transportado hasta el cuarto general de Lecrerc, que había sido instalado en la estación de Montparnasse, y firmó la rendición. París era libre. Al día siguiente, El Combat, el periódico de Albert Camus y la resistencia, hizo referencia en sus páginas a 'nuestros hermanos de España'. El periódico se refería a republicanos como Gutiérrez, Navarro y Sánchez, pero también a los cientos que fallecieron en combate con las tropas nazis y al teniente Amadeo Granell, quién capitaneó a las tropas que sirvieron de avanzadilla en la entrada a París con vehículos semiblindados bautizados con nombres como la guerra de España.

El teniente Granell había salido de España a bordo del Stanbrook. Él era el pasajero número 2.073 de aquel barco de la desesperación, la huida y la muerte y hubiese pensado que estaría loco si alguien le hubiese dicho en aquel entonces que el día siguiente de la liberación de París, él sería portada del diario Libération junto al líder de la resistencia Georges Bidault y el prefecto del Sena y que, además, abriría el desfile de la liberación junto a cuatro half-tracks de la Nueve y una bandera republicana que acompañaba a la de la Francia Libre.

Era el 26 de agosto de 1944. París era libre y la gente se lanzó a la calle para aclamar a sus liberadores. La Nueve recibió honores y fue saludada militarmente por el general De Gaulle, como reconocimiento a las primeras fuerzas militares que habían entrado en la capital. No obstante, la liberación de París no era más que el inicio de una batalla para estos españoles cuya cabeza estaba en Madrid. La guerra debía continuar hasta que Europa quedara libre del fascismo. Sin embargo, a la nueva generación de líderes europeos salidos de las ruinas de la guerra se les olvidó, que al sur de los Pirineos aún había dos regímenes fascistas.

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