Este artículo se publicó hace 4 años.
el futuro de ciudadanosMarín, presidente de Cs en Andalucía, quiere jugar en el centro
El vicepresidente de la Junta se planta ante Vox con la censura parental, se ve este domingo en Málaga con Arrimadas y hace autocrítica: "Hubo un momento en que no entendimos el mensaje de los españoles. En abril podríamos haber formado un Gobierno"
Sevilla-
Poca gente se tomó en serio el giro de guion que Juan Marín, presidente de Ciudadanos en Andalucía y vicepresidente de la Junta, imprimió a la política andaluza en la precampaña de las autonómicas de 2018, que acabaron en un desalojo del PSOE de la Junta de Andalucía.
Marín, que venía de aprobar tres presupuestos a los Gobiernos de Susana Díaz, había manifestado, antes de que se votase, que jamás haría de nuevo presidenta a la secretaria general del PSOE, si de él dependía. La apuesta fue arriesgada y podría haber tenido serias consecuencias para Marín, pero la aritmética electoral refrendó por los pelos su quiebro.
Los resultados de las autonómicas situaron a Ciudadanos como tercera fuerza política, por detrás de PSOE (33 escaños) y muy cerca del PP (21 diputados de Cs por 26 del PP) y permitieron a Marín cumplir con lo dicho en la precampaña. Ciudadanos remató el giro, sacó a Díaz del Gobierno de Andalucía y entró en él de la mano del PP con Marín como único vicepresidente.
Sin embargo, para poder hacer eso, a PP y Ciudadanos no les bastaba con sus solos votos. Necesitaban además de un partido de ultraderecha, que entraba de nuevo en las instituciones desde la transición, llamado Vox.
Al principio, Ciudadanos, en esa tesitura, jugó al disimulo. Afirmaban que nada tenían que ver con Vox y le dejaron al PP el trabajo sucio –que Juanma Moreno y Pablo Casado hicieron encantados– de negociar con ellos mientras se beneficiaban de sus votos. Así se resolvió la investidura de Moreno como presidente.
Los pactos necesarios los cerró el PP por separado, primero con Ciudadanos y, a continuación, con Vox. El objetivo común de sacar por primera vez desde 1982 al PSOE de la Junta de Andalucía facilitó mucho esta fórmula enrevesada de entendimiento a tres bandas.
Después llegaron las generales y municipales y el poder de Vox se extendió como una mancha de aceite por numerosos territorios y se configuró como un partido decisivo para volcar gobiernos en Madrid y Murcia. Para ello, se requería que el modelo andaluz, a tres, se extendiera. Ese fue un momento crítico para el partido de Albert Rivera.
Vox reclamó su espacio: sentarse en la misma mesa que PP y Ciudadanos, lo que –de aceptar Rivera– liquidaría el papel que había jugado hasta ese momento, como una formación útil para la gobernabilidad, bisagra, capaz de cerrar acuerdos a izquierda –con el propio Pedro Sánchez en 2016– y derecha –con Mariano Rajoy en 2016–, siempre con un lema: bajar impuestos.
Después de muchas dudas y disimulos, Rivera resolvió el dilema y llevó a Ciudadanos a aceptar el órdago de Vox y, en Andalucía, firmó, a cambio de la gobernabilidad y la durabilidad del nuevo Gobierno, un pacto presupuestario con la ultraderecha.
Ese acuerdo, junto a otros similares cerrados por toda la geografía española, sumados al veto de Rivera al PSOE –se negó hasta tres veces a ir a La Moncloa a ver a Sánchez cuando entre ambos sumaban 180 escaños– sacó de un plumazo a Ciudadanos del centro político en el que había habitado hasta entonces y que le había llevado a cosechar excelentes resultados electorales, y lo ubicó en un bloque con la ultraderecha como compañera de viaje, que los hizo prácticamente indistinguibles del PP, y que, tras la repetición de las elecciones generales el pasado noviembre, les llevó al descalabro y a cierta irrelevancia política. En solo seis meses, Ciudadanos pasó de tener 57 diputados y sumar una mayoría absoluta con el PSOE a quedarse en diez.
Aunque Marín nunca vio claro que ese camino fuera el correcto –él quería repartir los huevos en varias cestas, como su partido había hecho hasta entonces–, según las fuentes consultadas, no lo manifestó públicamente entonces. La lógica de Rivera –quien también, al igual que había hecho Marín con Díaz, había vetado en campaña un Gobierno, en su caso, con Sánchez– se impuso.
Apoyo a Arrimadas
Ciudadanos no ha resuelto aún la crisis de liderazgo que se abrió tras la dimisión de Rivera. Es un proceso que se les está haciendo eterno y en el que existen diversos bandos en acción, aunque dos fundamentales, el que dirige Inés Arrimadas, a quien apoya Marín. Y el que promueve García Igea, vicepresidente de Castilla y León. La principal diferencia entre ambos proyectos tiene que ver con la configuración territorial del proyecto. Igea quiere más poder autonómico, mientras que Arrimadas defiende una toma de decisiones más centralizada.
La apuesta de Marín, que ha manifestado en varias ocasiones, es que Arrimadas tenga en marzo, cuando se resuelva el congreso, todos los poderes y se dedique a jugar en el centro del tablero. Marín, según las fuentes consultadas, quiere que Ciudadanos recupere el espacio en el que fueron reconocibles como un partido moderado, con principios, y útil para facilitar la gobernabilidad. El abrazo de Vox les asfixia.
Ambos líderes, Arrimadas y Marín, se verán este domingo en Málaga, junto a los consejeros de Ciudadanos que están en el Ejecutivo andaluz, en un acto que pretende celebrar el año de Gobierno de coalición con el PP, el primero en el que entró Ciudadanos en España.
¿En el centro con un socio como Vox?
Esta semana, Marín ha iniciado ese camino. Ha empezado a moverse, tensionando los debates en el Gobierno. La censura parental en la escuela le ha servido para poner distancia ideológica con Vox. Marín, que cuenta con el auxilio de Javier Imbroda, el consejero de Educación, nombrado a propuesta de Ciudadanos, ha sido claro sobre el asunto: "No tiene el apoyo de Ciudadanos. No coincidimos con PP ni con Vox". Esta negativa ha causado la amenaza de la ultraderecha de retirarle el apoyo al Ejecutivo andaluz.
A mediados de semana, Marín, como vicepresidente de la Junta y consejero de Turismo, se desplazó a Fitur, a Madrid. Allí, además de enmendar un desaguisado que había montado el consejero de Economía, Rogelio Velasco, a cuenta del SMI, dio también una entrevista en RNE en la que, también con claridad, se pronunció sobre las razones del descalabro de Ciudadanos.
"Hubo un momento en que no entendimos el mensaje de los españoles. Tras las elecciones de abril podríamos haber formado un Gobierno, que finalmente no fue así porque habíamos adquirido un compromiso en la campaña electoral, porque habíamos dicho que no entraríamos en un Gobierno con el señor Sánchez. A lo mejor no debería haberse llevado a efecto durante la campaña el hecho de haber cerrado esa puerta. Otra cosa es que en el planteamiento anterior se hubiera abierto la posibilidad de formar ese Gobierno con el PSOE", dijo Marín.
No fue más allá. No trasladó ese análisis a Andalucía y, según las fuentes consultadas por Público, no está en juego en ningún caso el Gobierno autonómico, salvo que Vox decida cargárselo. "Marín no va a ceder [con la censura parental]", aseguran con contundencia. En Andalucía hay estabilidad, como mínimo, hasta fin de año, en que se deben negociar unos nuevos presupuestos, los de 2021.
Entonces, se verá de verdad hasta dónde ha llegado Marín –y Arrimadas, si logra ganarse el puesto de presidenta de Ciudadanos– en su camino hacia el centro con los zapatos nuevos. Será en ese momento cuando Marín responderá, con sus decisiones, a una pregunta de relevancia capital: ¿Es posible instalarse en el centro con un socio como Vox?
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