González y Guerra, medio siglo de desencuentros y una misión común: desafiar a Sánchez
El expresidente y el exvicepresidente celebran su primer acto conjunto en años y arremeten contra la amnistía.
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La historia de la relación entre Felipe González y Alfonso Guerra, más de medio siglo de amistad primera y de sonados desencuentros después, se imbrica con prácticamente todas las etapas de la historia española desde que se aprobó la Constitución de 1978.
En la actualidad, a tenor de sus últimas declaraciones, singularmente las del Ateneo de Madrid este miércoles en su primer acto conjunto en mucho tiempo, parecen estar unidos en una misión de desafío a Pedro Sánchez, que afrontará, una vez fracase previsiblemente la investidura de Alberto Núñez Feijóo, la suya propia. Para ello negocia a su izquierda y con los partidos independentistas.
De la imagen en la ventana del hotel Palace de Madrid, en octubre de 1982 cuando el PSOE obtuvo 202 escaños, a la presentación en Madrid del nuevo libro de Guerra, titulado La Rosa y las espinas (La esfera de los libros) median 40 años y once meses. Casi nada.
En el Ateneo de Madrid coincidieron ambos este martes, unidos políticamente en sus tesis de nuevo, esta vez contra la amnistía que promueve el independentismo catalán. Y también para presionar a Pedro Sánchez, con quien han mantenido sonoras discrepancias en el pasado, y advertirle contra la aprobación de esa amnistía al procés.
En esos 40 años, desde que Guerra levantó la mano de González en el Palace, ha llovido mucho. La dimisión del primero después de que se destapara el escándalo de su hermano, Juan Guerra, acusado de tráfico de influencias, marcó un "antes y un después" en la relación entre ambos, según reconoció González a la fallecida periodista María Antonia Iglesias.
Esta registra en su libro La memoria recuperada (Aguilar), que versa sobre los años de los gabinetes de González, que, después de defender el honor de Guerra, el entonces presidente tomó una decisión: "Simplemente, yo creí que en un momento determinado, Alfonso debía ser sustituido en el Gobierno". Lo fue. Guerra dimitió y dejó el Ejecutivo en enero de 1991.
En su libro de memorias Una página difícil de arrancar (Planeta), Guerra recoge al respecto del episodio de esa dimisión lo siguiente. "Había interpretado que [el] presidente deseaba mi separación de las tareas gubernamentales, aunque me insistiese en que si yo optaba por continuar, él aceptaría mi decisión sin plantear ninguna objeción. […] Me pareció claro cuál era su deseo, le pedí una entrevista en la que le presenté la dimisión".
Siguió Guerra como vicesecretario general del PSOE hasta 1997, cuando, después de la derrota frente al PP de José María Aznar, en las elecciones de 1996, el partido cambió de rumbo. Fue diputado en el Congreso hasta el año 2015 y presidente de la Fundación Pablo Iglesias hasta 2017, cuando Sánchez lo destituyó. Este hecho, según algunas fuentes, explica en parte la animadversión que mostró por ejemplo este miércoles en el Ateneo hacia Sánchez.
La universidad
Ambos, González y Guerra, se conocieron en Sevilla, en la universidad, durante la dictadura. Guerra, según le contó el expresidente andaluz Manuel Chaves a Iglesias y esta recoge en su libro, "trabajaba como profesor en la Escuela Técnica de Arquitectura", mientras González "estaba en Derecho". En esos años, se fraguó aquel núcleo de amigos y, también, el tándem, liderado por González, que años después pasaría a gobernar España.
Chaves afirma en La Memoria Recuperada que ya entonces había "diferencias de talante, de pensamiento y de actitud política entre González y Guerra. […] Vitalmente eran distintos. Fuera del ámbito de la política, del grupo político, los amigos eran distintos y las aficiones también eran distintas".
Vienen después de la dimisión de Guerra años de relaciones complejas entre ambos, en que siguen colaborando y trabajando en los temas políticos y de partido, pero con "grandes dificultades de comunicación", según escribe el propio exvicepresidente en Una página difícil de arrancar.
En ese libro, Guerra afirma que poco después de su dimisión, a cuenta de un desencuentro por la composición del nuevo Gobierno –el exvicepresidente asegura que lo habían visto entre los dos–, "por primera vez", se sintió "engañado por Felipe González". Narra después que finalmente concluyó "que el proyecto histórico era más importante que la afrenta a la amistad y a los años de trabajo parejo".
Entre otros muchos episodios, el exvicepresidente recuerda en este volumen los momentos más gratos y los más ingratos, el juicio de Filesa y sus consecuencias; el intento de dimisión de Felipe González en 1992; la muerte del excanciller alemán del SPD Willy Brandt; el mitin de Las Ventas en 1992 de aniversario de la victoria de 1982; también las pesquisas sobre los GAL; el papel de los guerristas en el conflicto con los renovadores, el mayor en el PSOE hasta la quiebra abierta en el comité federal del 1-O de 2016; los casos de corrupción que agobiaron al PSOE y desembocaron en su derrota electoral en 1996...
"La ruptura entre Felipe y Alfonso supuso un verdadero trauma en el partido. […] Lo que les separó fue un conjunto de cosas; no se puede decir que fue una sola idea o una sola actitud", le dice Chaves a Iglesias en La Memoria Recuperada.
Luego, vinieron los años de profundo desencanto y de incomunicación entre ambos. Guerra relata en sus memorias un episodio en el año 2000 en que González no le llamó cuando sufrió un accidente.
Se produjo con los años, un encuentro breve y educado, según recoge la prensa, en 2007, en la presentación de un libro del exsecretario de Estado, Rafael Vera, condenado por los GAL.
Contra Sánchez
Y, sobre todo, en estos últimos tiempos –después de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, periodo en que Guerra fue diputado y del interregno en el partido del fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba– ambos han compartido posiciones similares contra los planteamientos de Pedro Sánchez, contra sus visiones del partido y del país.
Ambos apoyaron a Susana Díaz y los barones en su asalto a Ferraz, que fue frenado en la primavera de 2017 en unas primarias a cara de perro en las que la militancia socialista devolvió a Sánchez a la secretaría general meses después de aquel comité federal de infausto recuerdo para los socialistas del 1 de octubre de 2016, en el que fue tumbado.
Posteriormente, han ido recuperando su relación. Ambos acudieron, por ejemplo, el pasado mes de junio a la presentación de un libro del exministro de González Virgilio Zapatero –luego condenado por su uso de las tarjetas Black de Cajamadrid– en la que Guerra, igual que este miércoles, se explayó a gusto.
Aquellas primarias de 2017, de algún modo, refrendaron las tesis de Sánchez –y en paralelo las de González y Guerra fueron derrotadas, lo que demostró que entre ambos y buena parte de la militancia hay una brecha política y generacional– sobre el partido y la gobernabilidad del país, que incluye el diálogo con los partidos independentistas.
Luego, la osadía política y su mejor lectura de un campo de juego fragmentado y del deseo de limpieza, modernidad y progreso de buena parte del país, llevó a Sánchez La Moncloa. Aquello fue tras una moción de censura contra Mariano Rajoy, el presidente que lo había sido gracias a la abstención ordenada –y discutida por parte de los parlamentarios– por la gestora del PSOE que acabó en 2016 con el primer liderazgo de Sánchez.
Ahora, Sánchez se juega su tercera investidura en un terreno de juego en el que, de nuevo, el PP y algunos poderes fácticos que ya jugaron en su contra en 2016 presionan para provocar una situación en el PSOE parecida a la de aquel cisma.
Hace 11 meses, González dio un mitin en Sevilla, junto a Sánchez, para conmemorar los 40 años de la victoria del PSOE, que sirvió como piedra de toque de la mejora en sus relaciones. Guerra no asistió y el expresidente lo reivindicó: "Trato de buscar y lamento no conseguirlo a este personaje singular que levantaba mi mano en la ventana del Palace, que era Alfonso Guerra. Y lo quiero tener en esta mano".
Las fuentes consultadas por Público establecen una diferencia relevante entre ambos en su relación con Sánchez. González ejerce, como siempre ha ejercido, como jarrón chino y gusta de lanzar advertencias y consejos –"soy libre porque digo lo que pienso y soy responsable porque pienso lo que digo", dijo en Sevilla hace unos días–. Por otro lado, las diferencias de Guerra con Sánchez son mayores, ampliadas tras su destitución de la Fundación Pablo Iglesias, tras la discusión de 2016 en el que él estuvo con Susana Díaz.
Las opiniones de González y de Guerra siempre se escuchan en el PSOE, aunque en función de lo que digan, no son bienvenidas en las direcciones, pues generan ruido y polémica, ni tampoco entre la militancia, que no termina de comprender algunas de las actitudes de los exdirigentes.
La expulsión de Nicolás Redondo –hijo del histórico líder de UGT– por "reiterado menosprecio" al partido, criticada por González, ha sido el último episodio de estas discrepancias, más allá de las posiciones de cara a la investidura.
Este dijo en Nueva York esta semana en un encuentro con la prensa que él se afilió en 1993 al PSOE, en un periodo turbulento, por apoyar entonces a González.
En Sevilla, la ciudad de ambos, la semana pasada estuvo González, en la entrega de un premio, al que asistió el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla (PP), con el que, en consecuencia, compartió escenario.
Según recoge la crónica de El País de ese acto, se produjo la siguiente escena: a González lo recibieron varios veteranos socialistas que sostenían una lona en la que se podía leer: "Siempre PSOE. Antes con Felipe, ahora con Pedro Sánchez".
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