Cuando España no quiso ir a la guerra de Aznar
De la gala antibelicista de los Goya a las manifestaciones masivas contra la invasión de Irak: veinte años del "no a la guerra".
Madrid-Actualizado a
No debemos temer la cultura ni la libertad de expresión, dijo la presidenta de la Academia de Cine, Marisa Paredes: "Hay que tener miedo a la ignorancia y al dogmatismo. Hay que tener miedo a la guerra". La gala de los Premios Goya de 2003 calentó las manifestaciones contra la invasión de Irak que tendrían lugar días después, el 15 de febrero, en una veintena de ciudades españolas, aunque dos pasarían a la historia al batir el récord de participación: 1,3 millones de personas en Barcelona, según la Guardia Urbana, una cifra superada en Madrid. Sin embargo, las prudentes estimaciones de las autoridades amainaron la marea humana que anegó las calles de la capital, unos dos millones, según los organizadores.
En la 17ª edición, Los lunes al sol, dirigida por Fernando León de Aranoa, se llevó los premios a la mejor película, director, actor, actor de reparto y actor revelación. Javier Bardem, uno de los galardonados, entonó el "no a la guerra", lema que encabezó las protestas organizadas en ochocientas ciudades de todo el mundo. Sin embargo, las de España tenían una significación especial: Aznar posaría en una foto icónica junto a Bush y Blair, el Trío de las Azores, decididos a derrocar a Sadam Huseín por la existencia de unas supuestas "armas de destrucción masiva" que nunca aparecieron en Irak. Poco le importó al PP que la oposición y el 90% de los españoles estuvieran en contra.
Sobre el escenario, otros premiados se sumaban al rechazo, de Achero Mañas a Luis Tosar, quien recordó que bastaba con ir a Galicia para encontrar petróleo, un guiño a Nunca Máis, la plataforma que meses antes había criticado la gestión del desastre del petrolero Prestige. Una y otra causa estaban relacionadas: la ciudadanía estaba harta de las mentiras del Partido Popular y se echó a la calle en una protesta transversal, un "no nos representan" que había emergido en las movilizaciones antiglobalización previas y que volvería a coger aire en el posterior 15M. El "eje del mal", a juicio de los manifestantes, no estaba en el Golfo, sino en su propia casa.
Si Alberto San Juan y Willy Toledo, presentadores de aquellos Goya, aprovecharon la televisión pública para difundir los lemas estampados en sus camisetas —"Guerra no" en el pecho y "No más sangre por petróleo" en la espalda—, la actriz Pilar Bardem había hecho lo propio diez días antes en el Congreso, acompañada por compañeros como Juan Echanove, María Barranco, Juan Diego Botto, Amparo Larrañaga, Juan Luis Galiardo, Ana Belén o Juan Diego, lo que les valió la expulsión de la tribuna de invitados por su "no a la guerra". Un hemiciclo donde un mes después la izquierda recurriría al mismo grito cuando Rajoy encadenaba preguntas a un Zapatero que había agotado su turno de réplica.
Aquel 5 de marzo, Labordeta sacaba de su mochila un manual poético y antibelicista: "Quien ha estado contra las guerras y la dictadura lleva en el fondo un ansia de paz que no se la salta un torero, por muy curristas que sean algunos de sus ministros". El diputado aragonés no se declaraba antiamericano —"me he criado en la lectura de Walt Whitman, de John Dos Passos, de Faulkner y de Steinbeck, me he emocionado con Billy Wilder y guardo en lo más íntimo de mí a Bob Dylan y a Janis Joplin"—, sino "antiadministración Bush, que anda convencida de su capacidad para salvar el mundo, llorando de emoción por este protagonismo cada domingo en sus iglesias provincianas, y usted alineándose con esta América reaccionaria y devastadora".
"Señor Aznar, lamentable", concluyó Labordeta un discurso que cosechó aplausos, abucheos y el comentario de un señor diputado, cuyo nombre no consta en el Diario de Sesiones: "Te habrás quedado tranquilo".
"Barbarie belicista"
El PP se vengó de los díscolos de la gala de los Goya y castigó al cine español, pues redujo las partidas para el sector y subió el IVA del 8 al 21% durante la Presidencia de Rajoy. En el recuerdo, la manifestación del 15 de febrero de 2003 encabezada por los artistas que terminó con el discurso antibelicista de Pedro Almodóvar en la Puerta del Sol. También los cortometrajes de ¡Hay motivo!, críticos con las políticas del PP, a cargo de directores como David Trueba, Isabel Coixet, Vicente Aranda, Chus Gutiérrez, José Luis Cuerda o Icíar Bollaín. Y, por citar algún otro coletazo, la persistente lucha de Pilar Bardem, quien presidiría la plataforma Cultura contra la Guerra, que denunció la "manipulación" de las informaciones sobre la huelga del 20J, el hundimiento del Prestige y los propios Goya en los medios públicos y "afines".
Autores, directores, músicos, técnicos, actores, pintores, escultores y otros artistas también denunciaban, en un manifiesto difundido el 6 de febrero de 2003, el cacheo de los invitados al Congreso, "como si fuésemos delincuentes", lo que "nos retrotrae a épocas oscuras que creíamos felizmente superadas". Además, criticaban "la amenaza injustificable e injustificada y, por lo tanto, ilegítima de una guerra preventiva contra Irak" y rechazaban "la barbarie belicista y los desastres que conlleva". Sin embargo, el 20 de marzo Estados Unidos y sus aliados iniciaron el conflicto bélico, entre ellos nuestro país, cuyos ciudadanos no podían imaginarse que un año después, el 11M de 2004, terroristas yihadistas sembrarían el terror en Madrid en represalia por la participación española en la guerra.
"Ganar las elecciones no es un cheque en blanco. Hay que escuchar al pueblo, a la gente que dice no a la guerra", había advertido Javier Bardem en la gala de los Goya. Y ese pueblo, en las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, recordó el ninguneo sufrido durante la crisis del Prestige, el descontento ante un conflicto bélico ignorado por el Gobierno de Aznar y las dramáticas consecuencias de los atentados en la red de Cercanías madrileña, que provocaron la muerte de casi doscientas personas. Zapatero se proclamó vencedor de los comicios, Rajoy no sería investido presidente hasta 2011 y, veinte años después, los españoles todavía recuerdan las manifestaciones que trataron de impedir la guerra y la muerte.
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