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Francisco Guarido (Zamora, 1958) fue conserje antes que alcalde. Y un correoso concejal que le plantó cara al PP antes de convertirse en el único regidor de Izquierda Unida en una capital española. Este sábado, volverá a alzarse con el bastón de mando tras lograr la mayoría absoluta en las elecciones municipales del 26-M, producto de una gestión sensata que llevó al Ayuntamiento de su ciudad de la quiebra al superávit. Crítico con la pérdida de visibilidad de su partido tras la confluencia con Podemos, apuesta por la marca de IU para recuperar sus señas de identidad y evitar su disolución.
Una quiniela de catorce aciertos.
No esperábamos crecer tanto. Se palpaba en la calle y pensábamos que podíamos subir a diez, pero en la sede de IU hicimos una porra y ningún militante acertó el resultado.
Para el bote.
Para el fondo de resistencia de cervezas.
Tres carreras universitarias y un trabajo como conserje.
Hice Magisterio y, después, Historia y Políticas en la UNED. Llama la atención, pero no tiene mayor importancia. Había regresado de Barcelona por motivos familiares y, cuando estaba en paro, me inscribí en una lista pública y empecé a currar como conserje en un instituto. Cuando se fundó IU en 1986, empecé a trabajar de forma muy activa. Ese empleo me posibilitaba quedarme en Zamora y continuar con mi actividad al frente del partido.
Y sigue estudiando, no una carrera, sino dos.
Dedicándome a esto, quería profundizar y estudiar Políticas era un reto.
¿Esperará a la jubilación para estudiar un cuarto grado?
No, no, no [risas]. Ya me vale con tres.
Sigue quedando con sus colegas del instituto.
Mantengo esa relación con los compañeros y con el centro, pese a que pedí una excedencia en 2003 para trabajar de asesor en la Diputación. Ya era concejal y me convertí en liberado, de modo que tenía más tiempo para el Ayuntamiento. Ahí comenzó la rueda del crecimiento.
¿Echa de menos el instituto?
Sí, porque provoca menos estrés. En el Ayuntamiento, estás pendiente de asuntos desde que te levantas hasta que te acuestas, aunque va en el sueldo. Llego a casa y no desconecto. A veces, me gustaría tener un trabajo un poco más relajado.
¿Era más laboriosa la labor de oposición o la Alcaldía?
El cargo público de alcalde, al frente de un equipo de Gobierno, es más estresante porque estás con mil temas que, al final, terminan pasando por tus manos. En cambio, ser concejal de la oposición no es tan agobiante, pero sí mucho más difícil. Para hacerte un hueco, tienes que saber mover recursos, esforzarte y leer muchísimos papeles. Yo empecé solo en 1999 y luego subimos a dos, a tres, a cuatro, a ocho y ahora a catorce concejales.
"Podemos nos comió tras el 15-M, pero yo hubiera aguantado y defendido los principios y las siglas de Izquierda Unida"
Encontrar un sitio en la oposición es lo más complicado de la política, porque en el poder está todo claro. El poder es el poder. Lo harás bien o mal, pero los focos ya están sobre ti. La gente, las instituciones y los medios de comunicación se van a fijar en lo que haces, algo que no sucede cuando trabajas a la contra. Nadie se fija, salvo que hagas algo interesante.
Para eso ya se encargaba usted de buzonear la ciudad con la revista que fiscalizaba la gestión de la Alcaldía y reflejaba las críticas de IU.
En 1999 tuve la idea de editarla con los fondos de los militantes. “Devolvamos lo que nos da la sociedad con una publicación que aporte información”, pensé. Decidimos que no fuese una revista de autobombo, aunque obviamente partidista, por lo que fue creciendo en prestigio. Luego, con lo que voluntariamente aportamos al partido los concejales y el personal auxiliar, incluidos 300 euros que cedo yo, hemos llegado a publicar 36.000 ejemplares de un periódico de 64 páginas.
Se bajó un 50% el sueldo… ¿Eso caló en la población?
Sí, mucho. Pero tampoco le doy ningún mérito. No por cobrar menos en la política se es más digno. ¡En absoluto! Me lo bajé porque soy coherente con mi situación personal. Yo no he venido aquí para depender económicamente de esto y, además, quiero irme con total libertad. Es decir, deseo ser absolutamente libre. Y, para que sea así, no te puede atar el dinero. Cobrar lo mismo que antes me da un margen de libertad: si me fuese, el impacto sería neutro. No puedes perder dinero, aunque tampoco ganar un plus que te ate al cargo.
¿Se hubiese llevado un disgusto si, tras su mandato, regresase el PP al Ayuntamiento?
Claro. Cuando entramos, muchos pensamos que era un paréntesis, porque en las generales se votaba a la derecha. Dijimos: “Bueno, vamos a dar todo lo que podamos y a hacer las cosas bien, aunque luego nos laminen y esto sea flor de un día”. Luego, la política nos ha demostrado que no todo está escrito. Pese a los grupos de presión que se esforzaron en el regreso de la derecha, la gente nos valoró muchísimo, incluso haciendo cosas que aquí nunca se habrían esperado.
“Zamora no es roja teórica, aunque sí roja práctica. Los rojos le han dado buen resultado, por eso los ciudadanos votan a un equipo muy de izquierdas”
Por ejemplo, aplicar la ley de memoria histórica. Y los ciudadanos se lo tomaron con una absoluta tranquilidad. Nuestra voluntad era hacer las cosas de manera sosegada y pedagógica. Y eso nos ha dado mucho valor entre los zamoranos, porque si lo haces todo de golpe o no lo explicas bien, puedes provocar enfrentamientos y rupturas sociales, que no se han dado.
Ni por romper la tradición de hacer el Juramento del Silencio en Semana Santa.
Esos temas —los de la vinculación entre la política y la religión— también los hemos salvado con pericia. Y, a tenor de los resultados electorales, con bastante aceptación social.
Cuestión de coherencia, porque tampoco tendría mucha lógica que usted se arrodillase ante el Cristo de las Injurias si no lo siente. Mejor dejarle el puesto a un cofrade.
Exactamente, se ha valorado la coherencia, porque sabían que lo íbamos a hacer. No obstante, creo que a lo mejor la sociedad no es tan pacata como algunos creían. “Deja que estos se enfrenten con la Semana Santa, con las vírgenes y con los curas, y ya verás como se dan un trompazo monumental”, pensaban.
[Reportaje: ¿Por qué Zamora es absolutamente roja?]
Sin embargo, además de hacerlo de una manera tranquila, estoy convencido de que, en el caso de las procesiones, quizás esos cofrades ya esperaban que esto sucediera. De hecho, tampoco estaban de acuerdo con que los concejales de otro signo político salieran en las procesiones. Pero como era una costumbre, nadie se atrevía a decir nada. Ahora bien, hay costumbres que se rompen y después la gente se alegra.
Igual que usted rompió con la corbata.
Nunca he llevado corbata ni la pienso llevar [risas]. Aquí cada uno viene con su ropa habitual. No entiendo que un cargo de representación tenga que vestir siempre de manera protocolaria, y la gente tampoco lo ha entendido así. ¿Por qué tengo yo que llevar corbata? “Porque lo exige el guion”. Pues si lo exige el guion, no voy.
Más allá de la deuda del PP —que alcanzó los veintiseite millones de euros en 2012 y se redujo a catorce antes de las elecciones de 2015—, las luchas internas del PSOE también favorecieron su llegada a la Alcaldía hace cuatro años.
En 2015 se nos puso todo a favor. El PSOE se había roto ya tres veces y la gente lo castigó muchísimo, buscando una opción de izquierdas más estable. También fue muy importante el trabajo que hicimos durante los dieciséis años de oposición. Nosotros partíamos con un prestigio, teníamos un equipo compacto y los ciudadanos se fijaron en nosotros.
El PSOE se ha quejado de que su labor no fue tan visible y de que ustedes se llevaron algunos de sus méritos. Algo que, por otra parte, suele suceder en los Gobiernos de coalición, donde quien ostenta el poder rentabiliza electoralmente el trabajo desempeñado durante la legislatura.
Ésa es la verdad. Estoy de acuerdo con la premisa: quien está en la Alcaldía tiende a rentabilizar el trabajo de las coaliciones. Sin embargo, si buscas en la hemeroteca, el PSOE era el que más salía en las fotos. Su líder, y primer teniente de alcalde, figuraba más que el alcalde. El protagonista de la imagen —si ésta no tiene contenido ni mensaje— puede ser sustituido por un modelo.
"Hay que potenciar nuestra marca, porque Izquierda Unida es un partido con prestigio, cosa que otros a lo mejor no pueden decir"
Y nosotros sólo salíamos en las fotos de manera muy austera y para anunciar un trabajo u obra importante. Ésa es la diferencia. Hemos sido prudentes y serios en la comunicación. ¿Al final lo hemos rentabilizado todo? Puede que sí, pero esa teoría se puede aplicar en general. En cambio, el PSOE lo intentó hacer a base de muchos flashes. Y la gente no es tonta…
Aprobado en servicios sociales y empleo, mas no se han reformado las viviendas sociales de la avenida de Galicia.
Siempre quedan muchísimas cosas por hacer.
También está pendiente el Plan del Casco Histórico.
Cierto.
Y la remunicipalización de servicios públicos, que en la práctica resultará casi imposible.
Lo intentamos y, tras darle vueltas durante un año, lo abandonamos. La normativa general no ayudaba nada, como tampoco nuestros socios de Gobierno, ni la propia estructura y dinámica del Ayuntamiento. Era muy difícil ir a la contra. Demasiado trabajo para un grupo pequeño y débil, por lo que creí que había que centrarse en lo importante, que llevaba veinte años sin hacerse. La remunicipalización también lo era, pero si abarcas mucho, revientas.
Los empresarios consideran que la concesión de licencias es uno de los problemas municipales, por el tiempo de espera.
Es cierto.
O sea, hay que potenciar el turismo y también captar empresas.
Claro. El turismo va extraordinariamente bien, tan sólo hay que ver las cifras oficiales. Además, acometimos las obras que no se habían realizado durante dos décadas, como el nuevo parque de bomberos o la remodelación del mercado. Eran prioridades que salieron adelante, aunque en otros aspectos no hemos dado abasto. En cuanto a las licencias, las concesiones no van peor que durante el Gobierno anterior, pero tampoco conseguimos darle un fuerte empujón para agilizarlas. No nos ha dado tiempo y ahora es nuestro gran objetivo.
Todavía no lo ha felicitado Alberto Garzón.
No tiene ninguna importancia. Cuando hace un análisis de las elecciones municipales, siempre cita dos ciudades espectaculares a tener en cuenta: Zamora y Cádiz. Con eso me doy por felicitado.
¿Usted confluye en la vida?
No [risas].
En la vida, digo, no en política.
Hombre, suelo confluir con mis vecinos y con mi gente.
¿Tiene amigos de derechas?
Bueno, tengo muchos conocidos, porque soy una persona educada y me llevo bien con todo el mundo. Pero mis amigos de verdad están en el entorno de la izquierda.
Si lo llamase Garzón, tendría algún mensaje para él.
Le diría que dentro de IU hay un sector que propicia un modelo distinto, aunque es una minoría. Yo respeto a la dirección federal, mas le aconsejaría que mirara los últimos resultados electorales, que van a la baja. Y que sea sensible con lo que pide esa parte del partido: una asamblea extraordinaria para ver si los militantes ratificamos o variamos el camino que estamos siguiendo.
Tampoco veía con buenos ojos que José Sarrión concurriese a las elecciones a las Cortes de Castilla y León acompañado de los Anticapitalistas, el Partido Castellano y Alternativa Republicana. Usted prefería que se presentara solo con IU y, al final, se quedó fuera del Parlamento, algo que ha sentido.
Sí, porque fue un parlamentario extraordinario y brillante que hizo un gran trabajo. Sin embargo, la coalición con Podemos no fraguó e intentó crear otra de última hora, En Marcha Castilla y León, que no le aportó nada. Simplemente, hay que potenciar nuestra marca, porque IU es un partido con prestigio, cosa que otros a lo mejor no pueden decir.
¿Podemos?
Uhm… Eeeh… Otros. Cada uno tiene el prestigio que tiene. Aquí Podemos no ha llegado ni al 1%.
El PP decía que si en 2015 se hubiese presentado el padre de Pablo Iglesias en la lista de Podemos, le restarían votos. En 2019 ha ocurrido y de poco les ha servido.
De muy poco… Podemos, que nos criticó bastante los pasados cuatro años, siempre nos ha dicho: “Vosotros tenéis la Alcaldía con nuestros votos, porque como no nos presentamos, toda la gente de Podemos votó a IU”.
"No le doy ningún mérito a bajarme el sueldo. No por cobrar menos en la política se es más digno"
A pesar de que concurrió Ganemos Zamora, ojo. Nosotros, en cambio, les dijimos que los votos no son de nadie, ni de Podemos ni de Izquierda Unida. Su acusación fue presuntuosa, porque ahora ha quedado claro a quién pertenecían.
Y la mancha roja se ha extendido de la periferia al centro.
Hemos ganado en todos los colegios y duplicado los votos obtenidos por el segundo partido. Jamás se nos había ocurrido pensar, ni por asomo, en una victoria total.
¿Hay gente que se queja, pero luego vota a IU?
Es compatible. Hemos tenido nuestras diferencias con algunas asociaciones de vecinos y hasta hay quien ha dicho que no hemos hecho nada. Pese a ello, casi un 50% nos ha votado, aunque las quejas entran dentro de la normalidad. Además, hemos implantado un sistema de presupuestos participativos por primera vez en este Ayuntamiento. Lo que antes se discutía en los bares, ahora puede votarse.
¿Sigue atisbando la disolución de IU en Podemos, una confluencia que siempre ha considerado un error estratégico?
Si vamos por este camino, está claro. Habrá menor visibilidad y porcentaje de voto. Si la parte más débil de las confluencias es IU, es fácil imaginarse el resultado final.
¿Cree que hay antiguos simpatizantes de IU que, tras la alianza con Podemos, se quedan en casa en vez de ir a votar?
Hombre, yo creo que sí. En Zamora, no [risas]. Pero en España es evidente.
IU llegó a tener sólo un diputado por Madrid y otro de ICV por Barcelona. ¿Cómo se revierte esa situación?
Ya… Tener sólo dos diputados no es deseable, aunque luego fuimos remontando y, cuando aparece Podemos en 2014, estábamos en una situación óptima, incluida la intención de voto. Sin embargo, tras el 15-M y la irrupción de Pablo Iglesias, nos comió al trasvasarse a su partido las expectativas de cambio. Yo hubiera aguantado. Y aguantar es mantener y defender las siglas y los principios. Eso de confluir permanentemente con otros quizás no sea un defecto, pero tampoco una virtud. No obstante, en una parte de la izquierda es una obsesión, y las obsesiones no son buenas.
Volviendo a casa, ¿su lectura de los últimos mandatos en Zamora?
Hace dos décadas, se benefició de la gran inyección de dinero europeo, como otras ciudades. Sobre todo, fue destinado a pavimentaciones y al cambio de tuberías de abastecimiento y de saneamiento en el casco antiguo, algo imprescindible. Luego se hizo un plan de urbanismo para programar una ciudad de 170.000 habitantes con la crisis del ladrillo encima, cuando todo se derrumbaba y la población ya estaba estancada. Nos dimos cuenta muy tarde de lo que estaba pasando y posteriormente hubo ocho años de inactividad, hasta 2015.
"Nuestra ilusión es llevar la aldea gala de IU, como concepto, a España y al mundo. No pintamos nada en una Zamora roja si no ayudamos a nuestro partido a cambiar el país, en beneficio de quien más lo necesita"
Y nosotros hemos recogido el impulso de esta urbe para hacer lo que llevaba esperando veinte años y ni siquiera se había hecho con fondos europeos. Además de las obras citadas anteriormente, pensamos en hacer un plan de urbanismo sensato y en despejar la muralla para convertirla en otro atractivo turístico. Mi gran ilusión es programar terrenos industriales, situados junto al AVE, para aprovecharnos del tren a Madrid de modo que puedan instalarse pequeñas empresas de alta tecnología.
¿Podríamos hablar de una Zamora roja?
Si lo consideramos como un concepto político —la Zamora de los comunistas—, no. Pero si se habla de una ciudad que apoya a un partido en el que hay comunistas e independientes —como es mi caso, porque sólo pertenezco a IU—, entonces Zamora es roja. Si bien nuestro partido es rojo, la gente confía más en las personas. No sólo en mí, sino también en los catorce concejales.
Una Zamora guaridista.
Yo sólo soy un símbolo. Zamora es el grupo que ha sabido enderezar el rumbo de la economía, invertir más en cuatro años que en los ocho anteriores, tener superávit y programar obras para este mandato de modo que, cuando nos vayamos, dejemos la ciudad muchísimo mejor de lo que la encontramos. Zamora es práctica, por lo que ha valorado la gestión económica y la honradez.
A pesar del techo de gasto, que limitaba la inversión.
Ahora lo cambiará el PSOE desde el Gobierno, ¿no? Porque tenía el compromiso con la Federación Española de Municipios y Provincias de suprimir el techo de gasto, por lo que habrá que pasarle factura si no lo hace. Zamora no es roja teórica, aunque sí roja práctica. Los rojos le han dado buen resultado, por lo que vota a un equipo muy de izquierdas, pero que hace las cosas en favor de la mayoría.
¿El futuro de Zamora pasa por el turismo?
Totalmente, no, pese a que el turismo es una parte muy importante de la economía. En cuatro años ha crecido un 75%, tanto las visitas como las pernoctaciones, que dan muchos puestos de trabajo. El futuro pasa por el turismo, pero también por ese suelo industrial que ahora estamos potenciando. Y, sobre todo, por el sector servicios, porque Zamora es una sociedad muy envejecida. Por eso la ayuda a domicilio pasó de un millón de euros a casi dos, lo que redunda en el aumento de empleos. ¿Tiene que vivir Zamora de los mayores? Pues claro, es evidente. Ahora bien, desde los Ayuntamientos tenemos que decirle al Estado y a la Junta de Castilla y León: “Fijaos en nosotros. Los zamoranos no pueden financiar una sociedad de mayores”.
"Confluir con Podemos es una obsesión en una parte de la izquierda"
Tenemos que ser solidarios, por lo que debe haber más transferencias del Estado debido a nuestra especial situación. El Ayuntamiento solo no lo puede pagar, aunque el porcentaje que aporta es bastante alto.
La aldea gala que resiste es un tópico, pero incluso el partido tiene una ilustración en la que usted figura como Guaridicurcix.
Nuestra ilusión es llevar la aldea gala, como concepto, a España y al mundo. Nosotros no pintamos nada en una Zamora roja —en el sentido práctico que comentaba antes— si no fuera porque queremos aportar a nuestro partido un añadido para cambiar el país, en beneficio de los trabajadores y de quien más lo necesita. Metafóricamente, no estamos rodeados por una muralla de la que no salimos. Nuestra política quiere ir más allá, si bien desde aquí hacemos lo que podemos.
Los estatutos del partido fijan ocho años en el cargo, que cumpliría al final de la legislatura que comienza ahora. ¿Habrá Paco para rato?
No, no, no. Cuando acabe este mandato, llevaré en el Ayuntamiento veinticuatro años. Yo creo que está bien, ¿no? Mi idea era retirarme antes de las elecciones. No obstante, tenía un compromiso con la ciudad y la militancia me empujaba a presentarme de nuevo.
¿Pensó en dejar la política en alguna ocasión?
La política, no, pero el Ayuntamiento, sí. Cuando me vaya a casa, seguiré siendo un militante de base. Desde el partido también se puede ayudar a mejorar la vida de la gente.
Un partido cuyo aumento progresivo de los votos no se correspondió con una marca ganadora.
Nosotros íbamos siempre para arriba mientras IU iba para abajo. A contrapelo, lo que implicaba una mayor dificultad.
Por lo que dice, en cuatro años no volverá a cantar La Internacional, mas espera escucharla, ¿no?
Nunca lo hemos ocultado y eso también nos lo han valorado. La Internacional es un símbolo que aúna a un grupo, pero es pacífico. No pasa nada por cantarla el Primero de Mayo en la plaza Mayor o tras las elecciones en la sede de partido. Es la expresión de una reivindicación colectiva, aunque los de Vox nos llamasen “canallas” por hacerlo. No deja de ser, además de un gesto político, un ritual. Y la gente nos respeta porque no nos escondemos.
En todo caso, habrá tiempo para escucharla cuando suene su móvil durante los próximos cuatro años.
Es el tono de llamada que tengo, aunque a veces me da un poco de apuro cuando suena en algunos sitios y procuro cortarla rápido, porque no quiero que nadie se sienta molesto. Como muchas melodías son iguales, lo positivo es que, cuando suena La Internacional, todos sabemos que es mi móvil [risas].
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