Barcelona
Actualizado:Una de las primeras cosas que llama la atención al lector de Estallidos. Revueltas, clase, identidad y cambio político (Bellaterra) es el estilo de la conversación. Serena, reflexionada. Le pregunto a uno de sus participantes, el profesor de Derecho Constitucional de la Universitat de València (UV) Albert Noguera, por qué cree que no existen más conversaciones de este tipo. "Sí que están ahí, en los movimientos sociales hoy se debate y se publica como nunca antes", me corrige de inmediato. "De hecho, nos sobra capacidad de discusión", prosigue, "lo que nos falta es capacidad de transformación".
Esta larga conversación con la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad del País Basco (UPV/EHU) Jule Goikoetxea surgió después de haber "compartido mesa en varias charlas" y "en todas ellas", explica Noguera, haber iniciado "debates que por la falta de tiempo de este tipo de actos debíamos dejar siempre a medias". Ahora, gracias al "acompañamiento de Bellaterra", ambos académicos pudieron tener la oportunidad de sentarse "a debatir sin prisa todas las temáticas que trata el libro", una oportunidad que describe como "un ejercicio interesante y enriquecedor".
Estallidos, en plural
¿Por qué el título habla "de estallidos"? ¿Creen sus autores que las protestas de los últimos años están condenadas a no tener continuidad? "El hecho de hablar de estallido no se refiere tanto a la cuestión de la continuidad", responde Noguera, para quien los estallidos "pueden tener continuidad y proyectarse políticamente en el tiempo". Un ejemplo sería "el caracazo de 1989" que "se proyecta políticamente en la revolución bolivariana, que ya tiene más de 20 años de existencia". Otro podría ser el "del 18 de octubre de 2019 en Chile" y que también "se proyecta políticamente en el tiempo", en este caso en el inicio, "dos años después, de un proceso constituyente para escribir una nueva constitución".
"La idea de hablar 'de estallidos' tiene más que ver con la relación entre sujeto y evento", afirma al señalar que ante todo "existe un sujeto político, un grupo organizado, con conciencia e ideología" que, debido a toda una serie de factores, como "su praxis militante, la acumulación de fuerzas, la agitación y la propaganda, la maduración de las condiciones, etcétera", logran "provocar un evento que reabre la historia bajo su dirección". De todas formas, Noguera admite que "muchas veces esto no es así" y "no es el sujeto el que crea eventos", sino que, por el contrario, es "este último el que acaba creando nuevos sujetos políticos sobrevenidos multitudinarios y plurales con capacidad transformadora". "Y lo que hacer y cómo convertir estos eventos en momentos de transformación y cambio político es lo que pretendemos abordar en el libro", añade.
Dado que en el libro se describe el sujeto de estas protestas como "heterogéneo", le pido a Noguera que haga, sin embargo, un intento de retrato robot para tratar de abarcar en lo posible. Para entender a este nuevo sujeto, contesta, "hay que hibridar la idea de clases popular y de clases medias". "Muchas veces la sociología de las clases sociales ha estudiado los sectores populares desde el trabajo y las clases medias desde lógicas de distinción y costumbre", critica. Pero "durante las últimas décadas los primeros han accedido al consumo a través del crédito y las segundas han visto precarizadas sus condiciones laborales". Esto ha tenido como consecuencia que se hayan "desdibujado las diferencias entre ellas" y "creado un amplio sujeto social mayoritario". Este sujeto social resultante es "principalmente joven", y aunque "no tiene una identidad definida, sí comparte un malestar social común en el marco de sociedades en las que los ricos son cada vez más ricos y los Estados más autoritarios". Este sujeto, precisa, está "atravesado por movimientos sociales de todo tipo: feministas, ecologistas, antirracistas, de liberación nacional... todos son el sujeto de esos estallidos".
El debate de las identidades
Noguera no se deja llevar por el pesimismo cuando se le plantea si no estamos en un momento de estancamiento después del último ciclo de protestas. "La izquierda del siglo XXI dispone de una teoría de las alternativas fuertes", asegura. A diferencia de otras épocas, "hoy tenemos una teoría de la emancipación con un grado de multidimensionalidad, insterseccionalidad y riqueza como nunca antes". El problema hay que ir a buscarlo, pues, a otro sitio. Más concretamente, en "la compleja y multinivel arquitectura institucional y normativa por la que el capitalismo se rige en la era de la globalización transnacional financiera", en el que "ya no existe un único centro político ni jurídico de dirección centralizado que poder asaltar " y que incluso "impide", que en la izquierda acceda a "ciertas cuotas de poder institucional", para disponer de una "capacidad de transformación real". "Nuestra debilidad hoy no es la capacidad de reflexionar o discutir, sino la de transformar", insiste.
Se hace inevitable tratar la cuestión de las llamadas políticas de la identidad, que se llevan parte importante de las páginas del libro, y que son, como es notorio, motivo de un debate que, dentro de la izquierda, adquiere en ocasiones una intensidad, e incluso violencia, importante, sobre todo en las redes sociales. Para Noguera, "parte de la izquierda sigue defendiendo que sólo la identidad de obrero puede ser portadora de transformación o que sólo el discurso socialista tradicional permite destruir el capitalismo". En el libro, tanto él como Goikoetxea defienden "que no necesariamente es así" y que "cualquier identidad puede ser politizada en un sentido emancipador". "Jule pone un ejemplo que me parece muy bueno", relata Noguera, "la identidad miope podría politizarse y ser clave para el cambio político, por ejemplo, en una época histórica donde ver de lejos fuera imprescindible para conseguir recursos y poder político, entonces los miopes podrían, tranquilamente, ser una clase socioeconómica y, por tanto, política, explotada".
"De hecho, nos guste más o menos", comenta Noguera, "es evidente que se está llevando a cabo un cambio en las identidades movilizadoras". Este académico considera que "cada vez más, la identidad de clase va siendo sustituida, en las generaciones más jóvenes, por nuevas identidades de género, de identidad sexual, ecologista, de raza, etcétera", identidades que ahora "son las que ejercen una función histórica hegemónica de provisión de sentido en la construcción del yo”. Éste es, según Noguera, un "hecho objetivo", ante el que "el reto de la izquierda" consiste "en politizar y dotar de contenido anticapitalista a estas nuevas identidades movilizadoras" para que "puedan ejercer las funciones de clase que años atrás ejercían otras identidades".
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