a coruña
En la historia contemporánea de España existen pocas personalidades tan complejas y de vidas tan apasionantes como la de Jorge Semprún. Exiliado con 13 años, combatiente en la resistencia antifascista francesa, infiltrado clandestino del Partido Comunista (PCE) en la España de Franco y posteriormente expulsado del mismo, literato, cineasta, nominado dos veces al Oscar como guionista, ministro de Cultura con Felipe González...
El pasado diciembre se cumplieron cien años de su nacimiento, pero más allá de un par de ciclos y exposiciones organizados por filmotecas especializadas, un curso de verano en la Universidad Menéndez Pelayo y un libro coral editado por Tusquets -Destino y memoria. 100 años de Jorge Semprún-, la efeméride parece haber pasado desapercibida para el gran público. Incluso para los circuitos intelectuales próximos a la izquierda. Paradójico teniendo en cuenta que se trata de un autor que fundamentó en el recuerdo, la memoria y la experiencia buena parte de su producción literaria y cinematográfica.
"En Francia y Alemania es una figura venerada, pero aquí no ha habido una rehabilitación de su legado que permita profundizar en él", dice José Manuel Sande, programador cultural, escritor cinematográfico, experto en historia del cine, en las relaciones entre arte y política y autor de Toute la mémoire du monde. El cine de Jorge Semprún. Según explica, ese silencio, que raya "en el ninguneo", se debe al olvido del exilio y a la incapacidad de España para integrar "a los francotiradores, a los librepensadores, a las figuras independientes que no pertenecen a un cenáculo, a una capilla o una corriente determinada".
Semprún, nacido en Madrid en 1923 y cuya familia se exilió en Francia tras el golpe de Estado de 1936, combatió en la resistencia partisana contra los nazis durante su juventud. Fue capturado, torturado y enviado al campo de concentración de Buchenwald, cerca de la ciudad alemana de Weimar. En los años 50, bajo el nombre falso de Federico Sánchez, regresó a España como infiltrado del PCE, que le expulsó en 1965 por sus diferencias con la línea oficial del partido. Volvió a la política como ministro de Cultura del Gobierno del PSOE entre 1988 y 1991. Falleció en París en 2011.
Dos vidas
Según Sande, su vida tiene dos partes. La del hombre de acción, combatiente y clandestino "que sacrifica su producción artística individual por la lucha antifascista", hasta que con 40 años es expulsado del PCE y advierte que tiene que empezar a expresar esa lucha de otra forma. Esas dos vidas se cruzan en El largo viaje, la novela con la que ganaría el premio Formentor en 1964. Algunos excompañeros, como Fernando Sánchez Dragó, que lo delató a la Policía, descubrieron entonces que Federico Sánchez era él", añade el autor del ensayo.
A caballo de esa vida, escribió una veintena de libros entre novelas, ensayos y obras autobiográficas, como la Autobiografía de Federico Sánchez, en la que narra su etapa clandestina en España; y participó como guionista en una docena de largometrajes en colaboración con autores como Costa Gavras -La confesión, Z y Sección especial- y Alain Resnais -La guerra ha terminado y Stavisky-. Por Z y por La guerra ha terminado fue nominado al Oscar al mejor guión adaptado y al mejor guión original, respectivamente.
Él mismo escribió y dirigió en 1972 Las dos memorias, una cinta estrenada en 1974 y que se anticipa a las numerosas películas sobre la guerra producidas durante la Transición. "Él era consciente de que el cine tiene pegada e influencia, capacidad de transformación social, de intervención en la realidad", comenta Sande, quien recuerda que aquélla película fue la primera que puso de manifiesto "no sólo que había dos bandos incluyendo a voces de la derecha, sino también enormes complejidades y aristas en la izquierda y en el bando republicano".
Según el autor, La guerra ha terminado, La confesión, la Autobiografía de Federico Sánchez y Las dos memorias, componen "un mismo bloque que hace ver esa idea de un Semprún problemático, que no se corta en tratar con audacia y con un análisis en profundidad la España del tardofranquismo".
Nuevas generaciones
Semprún es expulsado del PCE cuando empieza a advertir de que la España del desarrollismo y del bum del turismo extranjero "ya no es aquella España de la guerra y la República", y que el partido debía reposicionarse ante las generaciones que no habían vivido la contienda. "Hasta llega a decir que basta ya de esa España negra y rural de las tragedias de Lorca", dice Sande. Añade a las discrepancias su condición de outsider combatiente contra cualquier tipo de autoritarismo, incluido el comunismo de la Unión Soviética.
Esos mismos presupuestos por los que Semprún fue repudiado por los suyos fueron posteriormente asumidos por el PCE, que abrazó el eurocomunismo y los aceptó como fundamentos del proceso de reconciliación y transición a la democracia.
Años después, sería nombrado ministro de Cultura, cargo que ejerció durante tres años. Al dejarlo, escribió Federico Sánchez se despide de ustedes, en el que muestra de nuevo sus diferencias con el entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, "que ejemplificaba lo que él consideraba la mentalidad sectaria de cierta izquierda; que él siempre iba a ser un testigo incómodo y que su trabajo intelectual en favor de la memoria y de la verdad siempre iban a estar por encima de otras consideraciones".
En ese sentido, Sande reconoce que Semprún tiene algo de visionario, "no sólo por anticipar las dificultades de la izquierda para articular los movimientos sociales sino también que la lucha antifascista en Europa no se ha terminado, como demuestra el ascenso ultra y del autoritarismo reaccionario que estamos viendo hoy en día".
La desaparición de la figura del intelectual
"Hemos recordado a Semprún mucho menos de lo que deberíamos", dice el autor, que relaciona además lo que ha sucedido con él con "la casi desaparición de la figura del intelectual en España". "En este época pedestre de los influencers, los intelectuales han sido absorbidos por el sistema a cambio de encontrarse más cómodos en él, y eso es algo que se visualiza muy bien en el ámbito del bipartidismo".
"Para la gente más joven puede resultar difícil entender la influencia que tuvieron el siglo pasado determinados pensadores e intelectuales, y la figura de Semprún es un ejemplo de esa excepcionalidad".
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