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Emergencia del coronavirus El Gobierno acusa las prisas ante la emergencia del coronavirus con descoordinación y errores en sus mensajes

Esta semana la polémica ha girado en torno al anuncio de un plan de desescalada poco detallado y la pasada el Ejecutivo tuvo que rectificar con sus medidas para los menores de 14 años. Mantiene una media de casi tres comparecencias diarias en La Moncloa con escaso contenido informativo. A veces las explicaciones no se corresponden con las medidas.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), junto a los ministros María Jesús Montero (2i), José Luis Ábalos, Salvador Illa (2d), Fernando Grande Marlaska (d), y Margarita Robles (de espaldas), durante la reunión del Consejo de Ministros extraordinario
Imágenes de un Consejo de Ministros presidido por el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez.

Alejandro lópez de miguel / manuel sánchez

El Gobierno está acusando las prisas para reaccionar ante la emergencia del coronavirus, con varios ejemplos de descoordinación, algunos errores y contradicciones en sus mensajes, fruto en gran parte de una intensa actividad informativa que le lleva a mantener una media de casi tres ruedas de prensa diarias desde que empezó la crisis. Y esta cifra sólo hace referencia a las comparecencias desde el Palacio de La Moncloa.

Casi desde que se decretó el estado de alarma, y salvo los días contados en los que la agenda del Congreso o del Senado lo han impedido, distintos miembros del Ejecutivo han comparecido en ruedas de prensa de mañana y de tarde. A estas intervenciones se suman las comparecencias del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, las primeras del día.

La actividad ha sido frenética, y algunas semanas se han celebrado hasta tres reuniones del Consejo de Ministros, con sus correspondientes comparecencias

La actividad ha sido frenética, y algunas semanas se han celebrado hasta tres reuniones del Consejo de Ministros, con sus correspondientes anuncios y comparecencias.

Los horarios de estas ruedas de prensa siempre son aproximados, en muchas ocasiones se retrasan -cuatro horas en el caso de la comparecencia de Pedro Sánchez de este martes; siete en el caso del Ministro de Sanidad, Salvador Illa, el jueves-, y en alguna ocasión los ministros comparecientes han sido avisados apenas hora y media antes de tener que dar la cara ante la prensa.

Pero esta cantidad de información no se corresponde en muchas ocasiones con la calidad de la misma. La Moncloa ha diseñado un esquema que se repite, con continuas comparecencias, si bien en muchos casos apenas sirven para realizar anuncios o aportar datos novedosos.

La estrategia parece perseguir la generación de impactos reiterados en medios de comunicación, la acaparación del foco informativo con o sin nuevos mensajes, y esto conlleva que los mensajes de la oposición queden relegados a un segundo plano. En algunos casos, además, estos anuncios no han llegado a materializarse, como ocurrió con la contratación de más de 50.000 sanitarios, o con el reclutamiento de sanitarios extranjeros, como informó El País. 

La cantidad de información no se corresponde en  ocasiones con la calidad de la misma. La Moncloa ha diseñado un esquema con continuas comparecencias, aunque a menudo no aporten datos novedosos

En otros casos se han llegado a anunciar comparecencias que finalmente nunca tuvieron lugar -la comparecencia del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, y el Ministro de Seguridad Social e Inclusión, José Luis Escrivá, sobre el ingreso mínimo vital previsto para mayo, saldada con pruebas de esta descoordinación y con un comunicado-; en otros casos, el ritmo de estas comparecencias ha llevado a la ministra portavoz, María Jesús Montero, a anunciar medidas sobre las que el Gobierno debería rectificar horas después -el caso del alivio del confinamiento para los menores de 14 años-.

Esto, por no hablar de las habituales intervenciones del presidente del Gobierno los sábados. Estas comparecencias no suelen aparecer en la agenda pública y son comunicadas escasas horas antes de comenzar. En ocasiones, como ocurrió con el anuncio de las medidas para los más pequeños, Sánchez generó expectativas que luego fueron desinfladas por otro miembro del Ejecutivo, Montero en ese caso.

Otras veces, además, Sánchez ha anunciado medidas que planeaba detallar en el siguiente Consejo de Ministros, como ocurrió con los paseos y el deporte, y finalmente hubo que esperar otros dos días para conocer detalles. En ocasiones, eso sí, el presidente se ha servido de un tono menos institucional, más cercano, incidiendo en las dimensiones humanas de esta pandemia; quizás pensando para las personas que fundamentalmente se informan a través de la televisión. No obstante, a Sánchez le cuesta generar empatía.

En lo que toca al contenido, además, hay varios episodios de mensajes erráticos, también en lo que respecta al propio presidente del Gobierno. El último ejemplo claro tuvo lugar este martes, cuando Sánchez afirmó que en las fases cero y uno del plan de desescalada no sería posible visitar a amigos y familiares.

Los documentos sobre el plan de transición hacia la nueva normalidad sí recogen la posibilidad de hacer visitas en la fase uno, pero el briefing posterior a la rueda del jefe del Ejecutivo tampoco bastó para despejar las dudas. Hasta la noche del sábado no se despejó la duda, cuando en un nuevo briefing se aclaró que se podían hacer estas visitas hasta en grupos de diez personas.

Poco después, el jueves, la secretaría de Estado de Comunicación anunció que el ministro de Sanidad comparecería a las 11.00 horas, para después avisar -sin reconocer explícitamente este retraso- de que la rueda de prensa finalmente tendría lugar a las 18.00 h.

La expectación para conocer las condiciones para pasear y hacer deporte al aire libre a partir del 2 de mayo era máxima, pero Illa retrasó las explicaciones a la rueda de prensa, pese a que antes compareció en la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados. El PP, partido mayoritario en la oposición, le afeó que no consultara con la comisión estas medidas, y que ni siquiera informara sobre ellas. Illa aseguró que estaban ultimando la orden ministerial que presentaría horas después.

El cambio más visual: el fin de las ruedas de uniformados

Por otro lado, los mensajes más repetidos durante la pandemia apenas han ido mutando: esta es una crisis global y no española; es momento de unidad y colaboración entre todas fuerzas políticas; el escudo social desplegado es el más potente de la historia del país; el Ejecutivo ha sido de los países más rápidos en actuar contra la pandemia o, desde esta semana, la idea de que España será de los primeros países en iniciar la desescalada.

De hecho, el cambio más evidente en la forma de comunicar del Gobierno desde que decretó el estado de alarma, el 14 de marzo, llegó precisamente esta semana, cuando los responsables de las operaciones de las Fuerzas Armadas, la Guardia Civil y la Policía Nacional dejaron de estar presentes en la rueda de prensa técnica de Simón.

Al inicio de la crisis, Illa anunció que el Gobierno centralizaría los datos y facilitaría una única actualización diaria del número de curados, fallecidos y de nuevas personas contagiadas, y era en esta comparecencia donde también estaban presentes los mandos uniformados.

Después de la polémica generada por las declaraciones del jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, el general José Manuel Santiago, el Gobierno decidió prescindir de estas comparecencias, que ya habían sido muy criticadas tanto interna como externamente. Es probablemente el cambio más visible en la dinámica comunicativa del Ejecutivo en siete semanas de confinamiento.

El Gobierno algunas veces admite errores y se disculpa por la situación de emergencia que se está viviendo en el país, aunque presume de escuchar, de rectificar cuando es necesario y, sobre todo, de estar dando la cara.

Pero está claro que el objetivo es la ocupación informativa y marcar el ritmo, siguiendo tal vez una vieja máxima con la que respondió Alfredo Pérez Rubalcaba a un estudiante de Ciencias de la Información: "A los periodistas hay que echarles mucho de comer, darles mucha información. Cuanto más tengan, mejor. Porque el problema está en que cuando no la tienen se corre el riesgo de que se la inventen".

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