madrid
A las 12.00 horas del miércoles el hemiciclo del Congreso, al igual que el resto del país, se instaló durante un minuto en un silencio absoluto que provocó una inusitada calma en la sala. Ese minuto era uno de los primeros "actos" del recién estrenado luto oficial por las víctimas del coronavirus en el que España estará inmersa durante 10 días. Ese minuto fue la nota discordante de una de las sesiones plenarias más broncas de la legislatura en una Cámara por la que parece no haber pasado una pandemia.
Solo hay una diferencia entre la etapa anterior al virus y la actual: ahora se discute con mascarilla. Por lo demás, el Congreso parece haberse despertado de un estado de hibernación y ser víctima del desfase propio de un sueño de siglos arquetípico de las películas de ciencia ficción.
Tres actos marcaron la sesión de este miércoles, y cada uno de ellos iba dando paso al siguiente con una dosis adicional de crispación: el cara a cara entre Pablo Casado y Pedro Sánchez, la ofensiva contra el ministro del Interior por el polémico cese de Diego Pérez de los Cobos y el enfrentamiento entre la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, y el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias.
Pablo Casado estrenó el control al Gobierno con una pregunta al presidente sobre el acuerdo con Bildu que contenía la "derogación íntegra" de la reforma laboral del 2012. El líder del PP empleó el tono que viene utilizando en las últimas sesiones, y se mostró muy crítico con el Ejecutivo a cuenta del pacto con la formación vasca: "La semana pasada cruzó el Rubicón; es una paradoja macabra que diga que pacta para salvar vidas con los que no condenan 800 muertes. Dicen que la culpa es del PP, que tiene a 20 asesinados por los amigos de Bildu. Como Nerón, lleva dos meses tocando la lira mientras arde todo", aseguró.
El cara a cara entre Casado y Sánchez acabó con una advertencia del presidente (que también se ha convertido en habitual en las últimas sesiones): "Si habla como Vox, actúa como Vox y vota lo que Vox, intuimos que si no son lo mismo, son muy parecidos, y eso es un problema para la democracia española".
En el segundo acto el tono se elevó de forma notable. Los grupos de la derecha (PP, Vox y Ciudadanos) habían diseñado una sesión de control centrada en Fernando Grande-Marlaska y el cese del jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid, Diego Pérez de los Cobos, así como todos los eventos relacionados con este caso.
De las 15 preguntas registradas en la sesión de control, 8 fueron para el ministro del Interior, que durante aproximadamente una hora respondió a cuatro diputados del PP, dos de Vox y uno de Ciudadanos. En los sucesivos debates, se acusó abiertamente a Marlaska de haber cesado a Pérez de los Cobos por negarse a dar datos sobre un informe elaborado en el marco de una investigación judicial que analiza las convocatorias del 8M a las puertas de la emergencia de la covid-19.
También se le acusó de aprobar el tercer tramo de la equiparación salarial de la Policía Nacional y la Guardia Civil para utilizarlo como "cortina de humo", se le calificó de "miserable" y se anunciaron dos querellas, contra la directora general de la Guardia Civil y contra el secretario de Estado de Seguridad. Casi cada intervención por parte de los parlamentarios de la derecha fue rematada por un "váyase", "dimita" o "márchese", dirigido al ministro del Interior.
Álvarez de Toledo desdibuja la estrategia con Marlaska
Pero si en los planes de estos grupos de verdad se anhelaba el triunfo de una estrategia que desgastara públicamente a Marlaska, el "tercer acto de la crispación" dio al traste con cualquier plan trazado en este sentido. El Pleno monográfico sobre la polémica en el Ministerio del Interior seguía su curso, pero una simple interpelación al Gobierno cambió completamente el rumbo de los acontecimientos.
La portavoz del PP en la Cámara, Cayetana Álvarez de Toledo, iba a mantener este miércoles su ya habitual cara a cara con la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo. Sin embargo, la irrupción del caso de Pérez de los Cobos llevó a los de Casado a modificar de forma radical su planificación de la sesión plenaria, y una pregunta a Marlaska se llevó por delante la de Álvarez de Toledo. Su partido, sin embargo, decidió que participara en el Pleno a través de una interpelación al vicepresidente segundo del Ejecutivo, Pablo Iglesias, sobre los acuerdos del Gobierno con el "nacionalismo radical".
La intervención de la portavoz del PP estuvo plagada de acusaciones elevadas de tono contra el vicepresidente, al que calificó de "embajador de ETA en el Gobierno", "burro de Troya", "impostor" y al que acusó de "legitimar" la violencia y "practicarla". Durante su réplica, Iglesias se dirigió en todo momento a Álvarez de Toledo como "señora marquesa", en referencia a su título nobiliario, una expresión que no gustó nada a la portavoz de los conservadores.
"Usted es el hijo de un terrorista, a esa aristocracia pertenece usted: a la del crimen político", le espetó Álvarez de Toledo al vicepresidente segundo durante su última intervención. "Si piensa que voy a perder la compostura porque me provoque, se equivoca. Usted ha cometido hoy un delito aquí", respondió Iglesias, que anunció que animaría a su padre a emprender medidas legales contra la diputada.
El final de esta interpelación fue el colofón de una de las sesiones plenarias más broncas de la legislatura. La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, preguntó a Álvarez de Toledo si quería retirar la acusación vertida sobre el padre de Iglesias del Diario de Sesiones, algo a lo que la parlamentaria se negó. La presidenta, sin embargo, anunció que se retiraría de todos modos, lo que provocó una auténtica batalla campal en el hemiciclo definida por el golpeo de los escaños y los abucheos en la bancada del Grupo Popular.
El vicepresidente cuarto de la Mesa, Ignacio Gil Lázaro, de Vox, se sumó a las protestas de su bancada y fue reprendido por la presidenta, que le recordó su cargo institucional
La crispación trascendió incluso la barrera de la Mesa del Congreso y contagió al órgano encargado de velar por la disciplina de la Cámara. El vicepresidente cuarto y diputado de Vox, Ignacio Gil Lázaro, acompañó las protestas de su bancada y acusó a la presidenta de "censura" por decidir retirar la acusación de Álvarez de Toledo del Diario de Sesiones. El vicepresidente primero de la Mesa, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis trató de calmar al diputado y le advirtió de que desde la Mesa no podía tener ese comportamiento.
Batet le pidió que desde la Mesa del Congreso se limitara a ejercer su cargo institucional, pero Gil Lázaro optó por levantarse y abandonar su asiento en el hemiciclo junto al resto de miembros de la Mesa. La sesión se reanudó y finalizó con un debate sobre uno de los decretos económicos del Gobierno para paliar las consecuencias de la pandemia. El minuto de silencio por las víctimas del coronavirus fue el momento más extraño de otro Pleno de la crispación en la Cámara Baja.
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