MADRID
Actualizado:Mar Campelo nunca conoció a Miguel Hernández. Sin embargo, son tantas las referencias y anécdotas que conserva sobre el poeta que bien parece haberse criado a su lado. De hecho, cuando Mar Campelo comienza a hablar la figura de Miguel Hernández se torna más humana. Se aleja el mito y se acerca la persona que fue. Mar aprendió (casi) todo lo que sabe sobre el autor de Nanas de la cebolla de su abuela Elvira Hernández, la hermana mayor del poeta. Mar es, por tanto, la sobrina-nieta del conocido como poeta del pueblo.
Su abuela Elvira tenía apenas un par de años más que Miguel Hernández. Pasaron la infancia juntos y compartieron hasta el último día. Ella, que vivía en Alicante, acudía al Reformatorio de Adultos de la ciudad para cuidar al poeta en sus últimos días de vida. Lo lavaba, le ayudaba a respirar y hacía todo lo que estaba en su mano para que su hermano no muriera en aquella cárcel putrefacta. Pero murió. O como señaló Julia Hidalgo a Público "lo hicieron morir".
Desde entonces, Elvira, la hermana de Miguel Hernández y la abuela de Mar, trató de mantener vivo su recuerdo. Contó a su nieta todo cuanto sabía sobre su hermano. Acudió a cada uno de los homenajes que pudo y trató de difundir la obra de su hermano tanto cuanto pudo. Mar recuerda perfectamente el día que llegó a casa corriendo para enseñarle a su abuela que el "tío Miguel" aparecía en el libro de Lengua y Literatura del colegio. "¿Ves? Es la democracia", replicó la abuela.
Sin embargo, la tan ansiada democracia ha deparado más de un disgusto a la familia y descendientes del poeta. El último, que el Ayuntamiento de Madrid decidiera dejar fuera del memorial a las víctimas del franquismo sus versos.
¿Quién fue Miguel Hernández? ¿Qué le contaba su abuela?
Mi abuela describía a un hombre muy vital. Con un gran sentido del humor y una sonrisa permanente. También me transmitió que era un hombre extremadamente sensible y que sufría mucho por el resto. Era la empatía personificada. Una persona que sufría mucho al ver las condiciones de trabajo en las que vivían los españoles de la época. Un ejemplo es cuando estuvo en Jaén, como comisario de propaganda durante la Guerra Civil, y escribió el poema tan famoso sobre los aceituneros altivos.
Era una persona que se reía mucho. ¿Te puedo contar una anécdota?
Claro, adelante.
Tú sabes qué es un verano en Orihuela, que es donde crió la familia y el calor que allí hace. Pues bien, la madre de Miguel Hernández y de mi abuela estaba enferma de asma y mi abuela limpiaba y ventilaba la casa cada mañana a primera hora y después cerraba las ventanas a cal y canto para que no entrara la solera y el calor. Cuando Miguel llegaba de la calle iba corriendo a la ventana y abría de par en par para respirar profundamente.
- "Miguel, ¡no abras!"
- "¡Que sí, que me ahogo!"
Y así cada día. ¿Al final sabes qué hizo mi abuela? Pues un día puso clavos en la ventana para cerrarla a cal y canto. Miguel cuando llegó y lo vio rompió a reír. Me contó mi abuela que se caía al suelo y todo de la risa. Y, tiempo después, el propio Miguel utilizó esta anécdota de la ventana para un soneto, que dice todo lo contrario.
¿Qué poema es?
Yo te agradezco la intención, hermana,
la buena voluntad con que me asiste
tu alegría ejemplar: pero, desiste
por Dios: hoy no me abras la ventana.
Por Dios, hoy no me abras la ventana
de la sonrisa, hermana, que estoy triste,
lo mismo que un canario sin alpiste,
dentro de la prisión de la mañana.
No te he de sonreír: aunque porfíes
porque a compás de tu sonrisa lo haga,
no puedo sonreír ante esta tierra.
Hoy es día de llanto: ¿por qué ríes?
Ya me duele tu risa en esta llaga
del lado izquierdo, hermana… Cierra: cierra
¿Qué hay en la obra de Miguel Hernández o en su figura que lo hace tan especial? ¿Qué es lo que mueve a la gente a defender su figura contra cualquier injusticia contra su figura?
"Cuando lees a Miguel Hernández siempre te encuentras a ti mismo en algún poema"
Es difícil responder. Es cierto que la poesía de Miguel tiene algo especial, algo que le permite conectar con la gente. Cuando lees a Miguel Hernández siempre te encuentras a ti mismo en algún poema. Miguel era pueblo y hablaba como pueblo. Su poesía toca los sentimientos más básicos de los humanos y hace que la gente lo sienta como algo suyo. Creo, además, que el hecho de haber estado prohibido y que la gente lo leyera a escondidas... ha permitido que muchas personas hayan hecho de Miguel algo suyo, algo propio. Una especie de símbolo de resistencia. Ya no hablamos de un escritor sino de alguien que es de nosotros, que es casi como de la familia.
¿Qué es lo que molesta tanto a las derechas de la figura de Miguel Hernández?
Creo que es esa conexión que tiene con el pueblo y con las gentes más humildes lo que ha hecho de él un poeta peligroso para las derechas. Al Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, le parece peligroso Miguel Hernández por escribir aquello de que por la libertad 'sangra, lucha y pervive'. Como te decía, Miguel es un símbolo de resistencia. Se ven fotos suyas en manifestaciones con el puño en alto en plena trinchera. Miguel utilizó su poesía para dar voz a los que no tenían nada. A los aceituneros, los niños yunteros...
Otro poeta, el señor Agustín de Foxa, llegó a decir que a hombres como Miguel Hernández había que exterminarlos, liquidarlos absolutamente. Hasta que no quedara nada de ellos. Y eso, hoy día, ya es imposible porque Miguel Hernández ya es de todos.
¿Qué sintió cuando se enteró de la decisión del Ayuntamiento de Madrid de no incluir los versos de su tío abuelo?
Pues pasé por tres fases. La primera, indignación. Te preguntas por qué. Luego, tristeza. Después de tantos años de lucha de la familia por extender la palabra de Miguel... y que ahora, en 2020, sientas que hay una marcha atrás... es triste.
Ahora estoy en la tercera fase. Viendo la reacción que ha habido de la gente a todos los niveles... de políticos, de intelectuales, aficionados, lectores... Entonces me digo: no lo van a conseguir. Borrarán estos versos del memorial, pero no lo van a borrar de la memoria colectiva. Su recuerdo está en todos y el acto del domingo en el cementerio fue una prueba de ello. Ya no hay forma de silenciar a Miguel Hernández.
De las cosas que le contó su abuela, ¿qué recuerda del paso de Hernández por la guerra y de su muerte en Alicante?
Varias cosas. Por ejemplo. Cuando acabó la Guerra Civil, Miguel regresó a Orihuela pensando que no le pasaría nada porque él no había hecho nada. Llegó al pueblo y toda la familia le pidió que se marchara. El padre de Miguel y de mi abuela se lo dijo muchas veces.
- "Miguel, vete de aquí. Te van a matar"
- "Papá, ya se ha acabado la guerra. Ha llegado la paz"
- "No, hijo. Ha llegado el exterminio".
El padre de Miguel y de mi abuela sabía lo que podía pasar y, finalmente, pasó. Mi abuela también me contó que ya cuando Miguel estaba muy malo, en sus últimos días, entró un día a visitarlo y que lo vio especialmente contento.
- Miguel, qué bien te veo y qué contento.
- Han venido a ofrecerme 'dineros' y la libertad. Me piden que me retracte de todo y que ponga mi pluma al servicio del régimen.
- ¿Les habrás dicho que sí, no?
- No.
Hace pocos años usted sacó a la luz un poema inédito de Miguel Hernández, una elegía a su amigo, Manolo el aguador. ¿Cree que aún nos queda material inédito del poeta por descubrir?
Pues igual que nosotros hemos custodiado ese documento durante 80 años... creemos que puede haber otras personas que también lo hayan hecho o que, directamente, no sepan que lo tienen. Miguel escribía muchísimo y mi abuela me cuenta que regalaba poemas a sus conocidos y amigos. A nosotros nos queda alguna carta desde la cárcel que enviaba a mi abuela preguntando por mi madre que publicaremos próximamente. Pero no sé si quedan más poemas. No lo sé. Pero no lo descarto.
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