Este artículo se publicó hace 2 años.
Cuarenta años después de ETA político-militar: reinserción de los terroristas y asesinatos sin juzgar
Los terroristas escindidos de la primigenia ETA primaron la estrategia política sobre la terrorista mediante Euskadiko Ezkerra. Aun así, dejaron un saldo de 28 víctimas que no conocen a sus victimarios, ni nunca les conocerán. Algunos de los integrantes d
Madrid-
Todo comenzó el 13 de septiembre de 1974 en la cafetería Rolando, en la calle del Correo de Madrid. Aquel fue el enclave decidido por ETA para llevar a cabo la primera matanza indiscriminada de civiles de su historia, que se remontaba hasta 1958. Aquel suceso, además, fue lo que determinó la mayor escisión que sufriría la banda terrorista, cuando decenas de sus integrantes pasaron a formar parte de ETA político-militar (ETApm). Este 2022 se cumplen 40 años de su disolución: cuatro décadas de un proceso con una cara, la reinserción de los terroristas en la vida cotidiana y política, y una gran cruz, el hecho de que la práctica totalidad de sus 28 asesinatos quedaran sin juzgar y, en muchas ocasiones, sin ni siquiera investigar.
ETA sostuvo, como hizo hasta tantos años después, que la situación no era otra que una guerra abierta frente al Estado español y no dejarían sus métodos revolucionarios hasta la consecución de la independencia y el socialismo de una Euskadi ampliada. ETApm, en cambio, prefirió que la estrategia política estuviera por encima de la estrategia armada, al contrario que sus antiguos compañeros, que supeditaban la política a los intereses de ETA militar.
"Con el tiempo las diferencias se acentuaron. ETA apadrinará y luego tomará el control de Herri Batasuna, coalición a la que le impedirá participar en política. Por otra parte, ETApm también comete atentados, pero acepta ejercer de obediente a la retaguardia de la coalición Euskadiko Ezkerra, y esa es la diferencia que explica por qué una se disuelve en 1982 y la otra no", relata el historiador Gaizka Fernández, responsable de Investigación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo.
Así las cosas, ETApm continuaba cometiendo asesinatos, extorsiones y secuestros, aunque estaban teóricamente ligados a luchas sociales como el movimiento ecologista o feminista. "La ruptura de 1974 conllevó muchas rencillas entre los diferentes militantes, incluso se dio algún que otro enfrentamiento físico. Hay que pensar que las dos bandas luchaban por extorsionar a los mismos empresarios, competían por la legitimidad de las siglas y el control de los medios de comunicación, como ocurrió con el periódico Egin, del que finalmente se apropiaría el entorno de ETA militar", opina el experto.
Primar la política sobre las balas y las bombas
La atención mediática se centraba en ETAm, que era de lejos la organización terrorista más letal de las que actuaron durante la Transición, por lo que en 1980 ETApm decidió radicalizarse y emprender una campaña contra la UCD, a tenor de lo expresado por Fernández. "Aquello sí que supuso una grieta en la relación entre el partido político y la banda. Euskadiko Ezkerra ya estaba en el Congreso, en el parlamento vasco y los ayuntamientos, y sus primos estaban asesinando a militantes de UCD, partido con el que tenían que dialogar en las instituciones", dice. Sin ir más lejos, el golpe de Estado de Tejero el 23 de febrero de 1981 supone el punto y final para muchos polimilis, como se denominaban a los integrantes de ETApm, al considerar que sus atentados suponían un peligro para la democracia.
Antes de todo eso, sus acciones tampoco pasaban desapercibidas. "A catorce secuestrados, empresarios y funcionarios de la Administración central, les dispararon en una o las dos rodillas, algo que copiaron de las Brigadas Rojas italianas y del IRA irlandés", ilustra el historiador. En aquel tiempo, además, la conjunción entre ETApm y Euskadiko Ezkerra era tan notoria que siempre le creaba problemas al partido político para poder alcanzar algún acuerdo con los partidos democráticos de izquierda, como el PCE o el PSOE.
Más asesinatos para volver a ETA militar
Hace ahora 40 años que, finalmente, ETApm decidió disolverse al ver que sus reclamaciones se estaban cumpliendo, como el Estatuto de Autonomía Vasco. "Gracias al Ministerio del Interior de Juan José Rosón y a la Euskadiko Ezkerra de Mario Onaindia, entre 250 y 300 miembros de ETApm vuelven a casa, con una amnistía encubierta. No se les juzga ni se les exige arrepentimiento, pero tampoco hay una reflexión moral", explica Fernández. Eso cambió con el tiempo, pues muchos polimilis recapacitaron sobre su pasado, incluso llegaron a formar parte de movimientos pacifistas en Euskadi. Según el historiador, "cuando volvieron a casa, ETA militar mandó quemarles los coches y les amenazó, incluso Egin publicó sus nombres para que la izquierda abertzale les acosara". Y todo para que esa reinserción, que ya se había demostrado como posible, no tentara a aquellos que continuaban empuñando las armas.
Pero no todos aceptaron el pacto. Una parte de ETApm, conocida como los octavos, rompieron la tregua en 1982 y volvieron a cometer atentados. No obstante, la acción policial fue laminando a este grupo, que pronto entró en crisis. Una veintena de octavos, incluyendo a Arnaldo Otegi, solicitaron el ingreso en ETA militar, que les impuso ciertas condiciones: siete atentados y arrepentirse públicamente de su pasado. El resto de los terroristas asesinó al capitán de Farmacia Alberto Martín Barrios. Su último comando cayó en marzo de 1985.
Las familias y el duelo ante el olvido
María Jiménez ha investigado el terrorismo con especial atención a las víctimas. Esta profesora de la Universidad de Navarra sabe bien que "olvido" es la palabra que mejor define a las familias y allegados de las 28 víctimas mortales de ETApm. "Se dice que fue un final exitoso, que reinsertan en la sociedad, pero eso tuvo un precio que se pagó muy caro", en sus propias palabras. Se refiere a que ninguno de los asesinatos se llegó a juzgar mientras continuaba la duda de si alguno de los victimarios ocupaba las filas del Partido Socialista de Euskadi, formación con la que convergió Euskadiko Ezkerra en 1993.
Tan solo se conoce la identidad de las personas que en 1982 secuestraron durante diez días al odontólogo bilbaíno Luis Manuel Allende, a quien detectaron un cáncer de páncreas seis meses después. Se condenó a dos polimilis por el secuestro. Más tarde, en 1988, un juzgado determinó que el cáncer era una consecuencia sobrevenida de aquello. "De los 27 muertos restantes, no hay ni una sentencia condenatoria", puntualiza Jiménez.
El fin del terrorismo contra el derecho a la justicia
Esta docente recalca que algunos de estos terroristas fueron amnistiados en 1977, en otros casos se archiva directamente la causa e, incluso, hay uno de ellos en los que ni siquiera existe sumario. "Está expurgado, se ha destruido, así que jamás se le garantizó a una familia una mínima investigación", comenta. Entre esas 28 personas asesinadas, perfiles de todo tipo: policías nacionales, guardias civiles, pero también civiles, como ocurrió en el triple atentando que ETApm llevó a cabo en Madrid en 1979, en el que perecieron estudiantes y amas de casa en las estaciones de Atocha y Chamartín, y el aeropuerto de Barajas. Héroes de la retirada. La disolución de ETA político-militar (Tecnos, 2022), monografía en la que participan los autores consultados, establece que ese año fue el más sangriento para la banda con ocho asesinados en total.
La publicación también recoge los asesinatos de ETApm por regiones: 10 en Guipúzcoa, 7 en Madrid, 5 en Vizcaya, 3 en Álava, 2 en Francia y 1 en Barcelona. "La mayoría de ellos pertenecían a una clase social media, o media baja, donde no había formación suficiente para que la familia pudiera participar en el proceso judicial o reclamar los derechos que le correspondían", subraya Jiménez. Nadie les ha explicado nunca lo que se hizo con sus victimarios, y es que se tomaron una serie de decisiones políticas consideradas como estratégicas para que ETApm desapareciese, pero también se dio de lado a las víctimas.
"El precio a pagar fue el más alto de todos: que perdieran su derecho a la justicia, un derecho fundamental que tenían y que ni siquiera nadie les explicó porque nadie estaba dispuesto a asumir esa responsabilidad", desarrolla la profesora de la Universidad de Navarra. En total, ETApm dejó 62 huérfanos con sus acciones terroristas, en las que 13 se efectuaron con armas de fuego, 7 con secuestro y arma de fuego, otras 7 con bomba y una más por una enfermedad sobrevenida tras el secuestro, como se mencionó anteriormente.
El actual PSE-EE con reminiscencias de ETApm
Sara Hidalgo es otra historiadora, profesora de la Universidad del País Vasco, y ha analizado el legado de ETApm y de Euskadiko Ezkerra. "Lo determinante fue la campaña contra UCD. Desde entonces se inició un proceso fuerte de abandono de la violencia", inicia su explicación. Desde el punto de vista de esta experta, ese es el legado más importante que han dejado: demostrar que se ha podido estar en el lado del terrorismo y caminar hacia el de la política. Aunque no se le escapa el alto precio que pagaron las víctimas de ETApm y denomina su estado como de "completo abandono".
Esta docente universitaria comenta el largo recorrido que algunos militantes de ETApm realizaron a través del tiempo. Tras engrosar las filas de Euskadiko Ezkerra, esta formación se unió con la sección vasca del PSOE para formar el actual PSE-EE. "Claro, en ese momento hay concejales en pueblos que habían militado en ETApm que se encuentran con escolta, amenazados e, incluso, alguno de ellos llega a vivir en sus carnes las balas de ETA militar que continuaba en activo", añade Hidalgo.
Pese a ello, la transformación de los terroristas pasa por la reflexión colectiva y el pedir perdón a nivel individual por haber formado parte de la organización. Así lo explica la propia Hidalgo: "Yo he entrevistado a muchos militantes del PSE y todos empiezan con lo mismo, con que han militado en ETApm y piden perdón por ello, y esa gente fue la que estuvo en primerísima línea en Gesto por la paz, por ejemplo".
La todavía viva ETA les veía como traidores a los que quizá habría que eliminar. Eran, sin ir más lejos, un reflejo de lo que no quería tener cerca, y eso que a ETA militar se le ofreció el mismo pacto que a los polimilis, pero lo rechazaron. "Se daban situaciones en las que gente de un mismo pueblo que había militado en la primigenia ETA recibía amenazas por un antiguo compañero o pasaban información para que esa persona en concreto pudiera ser asesinada", apunta la especialista en Euskadiko Ezkerra.
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