madrid
Las lecturas que se han hecho del choque entre el PSOE y Unidas Podemos a cuenta de la reforma de la denominada ley del solo sí es sí son muchas y variadas. Una de ellas es que este conflicto ha sido un primer escenario real del grado de coordinación que mantienen Yolanda Díaz y Podemos (y, por lo tanto, todo el espacio confederal) tras el acercamiento entre la vicepresidenta segunda y los de Ione Belarra en el marco del proceso de construcción de una alianza electoral para las generales.
No es la primera vez que esta coordinación se pone a prueba en una disputa en el seno del Ejecutivo. Los equipos de Díaz y de Belarra trabajan codo con codo en muchas materias, y el reciente acuerdo alcanzado en pensiones con José Luis Escrivá es buena prueba de ello. Pero sí es la primera vez que la sintonía generada en los últimos dos meses entre ambas partes se despliega en un escenario en que había ecos de ruptura tanto del espacio confederal como del Gobierno de coalición.
Desde el principio, Díaz y el Ministerio de Igualdad, liderado por Irene Montero, estaban de acuerdo en el fondo político de la cuestión y en su rechazo a la reforma presentada de forma unilateral por el grupo socialista para reformar una norma que, pese a sus efectos indeseados, se considera positiva. Sí que hubo (y hay) diferencias en la estrategia de confrontación a seguir, en lo lejos que cada parte pretendía llegar en el choque con un PSOE que, denuncian desde el espacio confederal, no se movió para negociar su reforma en los momentos más críticos.
Y aquí es donde probablemente reside la novedad que deja ver un nuevo escenario de coordinación y entendimiento entre Díaz y Podemos. Pactar un asunto compartido por todas las partes es, en líneas generales, sencillo; lo difícil es pactar las discrepancias, llegar a un punto de encuentro cuando los caminos están separados. La decisión unitaria del grupo confederal de Unidas Podemos para votar en contra de la reforma socialista es la consecuencia de una serie de debates, conversaciones y trabajo conjunto que se viene desarrollando desde hace tiempo.
La comunicación entre Díaz, Montero y sus equipos ha sido una constante, así como entre el resto de actores del espacio confederal y de su grupo en el Congreso de los Diputados. Aunque había diferencias políticas sobre cómo afrontar el choque con el socio de Gobierno, la decisión fue unánime y unívoca: sería Igualdad quien liderara las posiciones relativas a la ley de garantías de la libertad sexual, una de las normas estrella de Montero.
En los primeros choques entre Justicia e Igualdad, la vicepresidenta segunda se situó en el terreno de una eventual mediación para hacer posible el acuerdo entre ambos departamentos. Cuando se constató la dificultad de este objetivo y se decidió cerrar filas con Montero, cada vez que Díaz era preguntada por esta cuestión se remitía al Ministerio de Igualdad.
Tras la votación que constató la división de los socios de Gobierno, en el PSOE acusaron a Díaz de una falta de "proactividad" y de borrarse de esa mediación que los socialistas parecían esperar. Sin embargo, desde Unidas Podemos advierten de que "lo que probablemente quería el PSOE no era que Yolanda mediara entre Igualdad y Justicia, sino que desautorizara a Irene Montero". La vicepresidenta no se planteó esta cuestión en ningún momento, consciente de que la factura que le pasaría al espacio confederal tendría unas consecuencias irreparables.
Tampoco alcanzó los niveles de choque con el PSOE ni siguió los marcos discursivos de un Podemos que siempre ha alertado de que la reforma de los de Sánchez suprime de facto el modelo del consentimiento; esto podría haber llevado el Gobierno de coalición a una tensión mucho mayor de la que hay en la actualidad, o al menos esa es la lectura que hicieron en el equipo de Díaz. Esta posición le ha granjeado críticas y algunas voces de distintos sectores acusan a la ministra de Trabajo de ponerse de perfil en el conflicto.
Sin embargo, esta no es la lectura que hacen en Podemos, donde asumen que Díaz, pese a no compartir punto por punto su estrategia, ha cerrado filas con Montero y ha estado lejos de un papel equidistante en la crisis de la ley del solo sí es sí. La coordinación y el entendimiento en el seno de Unidas Podemos ha funcionado mejor que en otras ocasiones en uno de los escenarios más difíciles de la legislatura, algo que deviene del acercamiento entre Díaz y Belarra desde el mes de enero, cuando la vicepresidenta intensificó los contactos con la formación morada para diseñar una candidatura de unidad para las generales.
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