barcelona
Actualizado:La atomización del llamado espacio postconvergente es un fenómeno político de primera magnitud que ha ido creciendo desde la desintegración de CiU hace cinco años. Y la fractura que ha supuesto para el PDeCAT el anuncio de la creación de un nuevo partido impulsado por el ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha sido la última explosión de este Big Bang político del universo que formaban los dos partidos, CDC y UDC, que acabaron transformando la coalición CiU en una federación, y que gobernaron Catalunya en solitario durante 28 años.
23 bajo la presidencia de Jordi Pujol y 5 bajo la de Artur Mas, sólo con un paréntesis de 7 años de los dos tripartitos de izquierdas (PSC-ERC-ICV). CDC y UDC tuvieron sistémicas tensiones y sucesivos encontronazos durante estas casi tres décadas de poder casi absoluto, en los que además, ostentaban la interlocución entre las instituciones catalanas y los poderes del Estado. Los enfrentamientos entre Artur Mas y Josep Antoni Duran Lleida, con Pujol de juez y parte, llenaron en su día miles de páginas en los periódicos. Ahora bien, las peleas siempre acababan encontrando un encaje y una solución de última hora a la sombra de los múltiples y muy importantes intereses compartidos.
Pero en 2015, con el Procés independentista en plena ascendencia, tras la gran manifestación de la Diada del 2012 y de la espectacular Vía Catalana -la cadena humana que atravesó toda Catalunya de norte a sur- de 2013, entre otras muchas movilizaciones, todo estalló dentro de CiU. El entonces president de la Generalitat, Artur Mas, lo justificó: "Esta es una separación por un tema muy de fondo, no es por ninguna tontería o rifirrafe absurdo". Pero quien lo certificó más categóricamente fue quien entonces era el coordinador nacional de CDC y ahora es uno de los presos de este espacio postconvergente, Josep Rull: "El proyecto político de CiU ha acabado".
La ruptura y disolución de Unió
Duran Lleida forzó el rechazo de UDC a las posiciones favorables a un estado propio para Catalunya y esto chocó directamente con los planes de Mas de añadir a CDC a la ola independentista que emergía en todo el país. La ruptura de la federación estaba servida. Pero también la fractura interna de Unió, que sufriría una escisión con la marcha del sector sobiranista liderado por el aspirante a suceder a Duran Lleida al frente de UDC, Toni Castellà, y la ex presidenta del Parlament, Núria de Gispert, que crearon Demòcrates de Catalunya, formación que concurrirían a las elecciones con ERC en 2015.
Los afines a Duran Lleida se quedaron temporalmente las históricas siglas de Ferrer i Guàrdia, pero por poco tiempo. UDC se disolvería en 2017 vía concurso de acreedores tras sonados fracasos electorales como el de las elecciones al Parlament de 2015, donde obtuvieron 103.293 votos pero ningún diputado, con el exconseller Ramon Espadaler de cabeza de lista. De la liquidación de UDC surgió la jubilación política de Duran Lleida y la creación de un nuevo partido, Units para avançar, liderado por Espadaler y actualmente coaligado al PSC.
Convergència no se queda corta en creación de siglas
Pero si el desmenuzamiento de UDC tras la rotura de la federación de CiU generó varias siglas tampoco CDC se quedó corta. En primer lugar con la decisión de la disolución de CDC para fundar un nuevo partido que acabaría llamándose Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT), no sin dificultades y tras un movido congreso fundacional celebrado entre el 8 y el 10 de julio de 2016, bajo el liderazgo de Artur Mas, que recalcó con sus habituales metáforas marineras un premonitorio: "Zarpa un nuevo barco rumbo a Ítaca en una travesía agotadora que topará con obstáculos".
La marea independentista pero también la emergencia de los casos de corrupción forzaron las nuevas siglas del PDeCAT para enterrar y distanciarse de la Convergència de Pujol. Pero Mas había forzado unos meses antes una lista unitaria del independentismo a pesar de la resistencia inicial de ERC y el rechazo total de la CUP. Así se crea Junts pel Sí. El Partido Demócrata (PDeCAT) no tuvo un parto fácil. Subsumido en el interior de JxSí -donde un buen número de diputados independientes ya asediaban el control del espacio postconvergente en contra del PDeCAT-. Y en medio de unas condiciones ambientales poco proclives a la herencia convergente, con los casos de corrupción salpicando la historia de la antigua CDC. "Hemos sudado fundación con mucha transparencia, participación e innovación", indicó el entonces ya president de la Generalitat, Carles Puigdemont, en la clausura del congreso fundacional del PDeCAT.
El relevo en el liderazgo del espacio político postconvergente con la inesperada llegada de Carles Puigdemont a la presidencia de la Generalitat, como consecuencia del "paso al lado" de Artur Mas forzado por la CUP, y la aceleración del proceso independentista, por los hechos de octubre de 2017 con el referéndum del 1-O, la Declaración de Independencia y la represión del Estado, acabaron de propiciar la disgregación.
El goteo de fugas -o expulsiones- de antiguos dirigentes convergentes ha generado toda una constelación de siglas a partir de CDC al margen del PDeCAT. En el extremo menos propicio al independentismo, el ex consejero de Justicia, Germà Gordó, crea la formación Convergents, y el también exconsejero de Industria y Trabajo, Antoni Fernández Teixidó, funda Lliures, partido que ha explorado una posible coalición con otros actores del catalanismo no independentista denominados la Lliga Democrática, con figuras visibles como la mediática politóloga Astrid Barrio. El partido Lliures de Teixidó también participó en la candidatura de Manuel Valls para el ayuntamiento de Barcelona en las municipales de 2019 que tenía inicialmente el apoyo de Ciudadanos, hasta que Valls hizo alcaldesa a Ada Colau.
El último caso, de un mayor peso específico que estos últimos -aunque está por ver la incidencia real- es la marcha de Marta Pascal, ex coordinadora nacional del PDeCAT i exsenadora para formar recientemente el Partit Nacionalista de Catalunya (PNC), una emulación del PNV, con figuras históricas de la antigua Convergència como los bregados diputados del Congreso de los Diputados Carles Campuzano o Jordi Xuclà. Todos ellos -los pequeños satélites surgidos de CDC i de UDC- son, de entrada, grupúsculos de poco recorrido político y electoral pero que con el nuevo PNC podrían formar una amalgama que intente recuperar el viejo espíritu convergente. Especialmente según lo que acabe pasando con una parte importante del PDeCAT, ahora mismo contraria a la disolución que exige el entorno de Puigdemont, i que en caso de ruptura podría reforzar este frente convergente de fondo moderado y liberal que apuesta por un independentismo no unilateralista.
En el otro extremo del espacio postconvergente, con un discurso más unilateralista, Puigdemont ha forzado también la aparición de otras siglas. La de Junts per Catalunya para concurrir por vía de urgencia a las elecciones del 21-D de 2017 convocadas bajo estado de excepción por parte del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, en aplicación del artículo 155 de la Constitución. Unas siglas registradas por el PDeCAT, ahora en disputa con los seguidores de Puigdemont.
Y también el expresident forzó en 2018 la creación de la Crida Nacional per la República, que lidera el expresident de la ANC, Jordi Sánchez, ahora preso en la cárcel de Lledoners, y que tenía como objetivo crear un espacio político que "no es excluyente sino integrador de sensibilidades", según Puigdemont. La Crida Nacional buscaba propiciar la deserción de miembros de ERC o la CUP, lo que sólo consiguió en casos muy puntuales. Un objetivo en que también han participado otras siglas satélites de la Crida como Acció per la República que engloba algunos sectores independientes de JxCat como la diputada Aurora Madaula o el ex presidente de la Fundació Catdem de CDC, Agustí Colomines. Y la plataforma Independentistes d'Esquerra en la que hay algunos veteranos de la izquierda independentista.
La pugna por el nuevo partido de Puigdemont
El último planeta en esta constelación será la creación del nuevo partido que quiere fundar Puigdemont para concurrir a las próximas elecciones que muy probablemente se celebrarán en otoño o invierno próximo. Y que ha generado la confrontación definitiva con la dirección del PDeCAT y la fractura del partido que preside actualmente David Bonvehí. Básicamente por la exigencia de disolución del PDeCAT que plantean desde Waterloo, y con especial hincapié desde la Crida Nacional de Jordi Sánchez. Está por ver el resultado definitivo pero como ha dicho el exconseller Lluís Puig, este espacio se encamina "hacia la ruptura". Lo cual podría provocar el reencuentro de parte del PDeCAT afín a la dirección con Marta Pascal y su PNC, e incluso algún otro de los pequeños satélites postconvergentes más moderados.
El resultado sigue siendo incierto y muy complicado para este sector sin Puigdemont, pero una agrupación de todos ellos les podría dar el grueso necesario para afrontar el reto electoral, sin olvidar que más de 130 alcaldes, algunos tan importantes como el de Reus, Mollerussa o Tortosa, han apoyado a la dirección del partido en su pugna con Puigdemont.
La constelación postconvergente sigue creciendo como el universo, siempre en expansión. Habrá que esperar a saber si la nueva cita electoral, sea cuando sea, contribuye a detener la atomización o acelera aún más una disgregación que no parece tener límites.
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