barcelona
El movimiento independentista ha reivindicado el carácter pacífico desde que sus opositores empezaron a construir el relato de la violencia para justificar la represión, un relato que encuentra sus máximos exponentes en la reciente sentencia condenatoria contra los líderes independentistas y en las diversas causas judiciales abiertas. El lema "somos gente de paz", la defensa de "la lucha no-violenta" y las manos en alto ante los golpes de porra del 1 de octubre han sido los grandes símbolos para el movimiento. Aun así, lo cierto es que esta semana han resonado con fuerza imágenes que, hasta ahora, se habían visto poco o nada en el seno del movimiento y que están descolocando partidos y entidades independentistas: disturbios, barricadas y fuego.
"No es nada singular, único ni irrepetible. Ha pasado una multitud de veces", sentencia el antropólogo y experto en conflictos urbanos Manuel Delgado. "Son expresiones de rabia colectiva, consecuencia de una situación frustrante, emitidas por aquellas personas que no tienen otra forma de decir lo que piensan", explica, para posar contexto a las protestas de estos días.
El antropólogo rehúye de aquellos que enmarcan estas acciones en la irracionalidad colectiva: "No son fanáticos enloquecidos que se abandonan a la destrucción. Se expresan violentamente porque llegan a la conclusión que es la única manera que se les hagan caso". Delgado explica la causa-efecto que puede haber generado una constante apuesta por lo que, hasta ahora, ha sido una vía muerta, el pacto con el Estado: "Al final nos han convencido de que somos un pueblo pacífico, negociador y dialogante, pero la gente puede llegar a la conclusión de que le ha servido de muy poco, y que la única manera de tener impacto es liándola. Lo que no pueden hacer es atribuir estas acciones a un espasmo psicótico del populacho".
Los 'Jordis' evitaron la "eclosión colectiva" el 20-S
Este vecino del barrio barcelonés del Fort Pienc no cree que haya sido el único momento que el independentismo haya flirteado también con un punto "de eclosión colectiva": "Este fue, también, el sentido del 20 de septiembre y el 3 de octubre de 2017, la diferencia es que en aquellas ocasiones se consiguieron controlar". Y recuerda en especial los registros en el Departamento de Economía y la sede de la CUP, cuando la espontaneidad popular se concentró por decenas de miles durante todo un día. Al caer la noche, el presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, y el entonces presidente de la ANC, Jordi Sànchez, decidieron desconvocar la protesta para evitar tensar la cuerda, motivo por el cual, paradójicamente, los dos líderes han sido condenados a nueve años de prisión.
"Cuando se dice que 'Las calles serán siempre nuestras' o que 'esto empezó en la calle y terminará en la calle', se está diciendo que la última palabra la tiene esta acción colectiva”
También entiende el afán por controlar y dirigir la acción colectiva, por ejemplo, para evitar una mayor represalia por parte del Estado: "Es políticamente lógico que el Gobierno catalán no quiera perder el control sobre los Mossos y que quiera evitar la Ley de Seguridad Nacional". Pero ahora el antropólogo es más escéptico que aquel ejercicio de contención se pueda volver a repetir: “Aunque quieran, de aquí cuatro días el Tsunami no podrá controlar nada. Igual es lo que pretenden: hacer un proceso de superación de la situación por parte de esta acción colectiva, para que asuma todo aquello que otros agentes no pueden asumir”.
Y es que, según el antropólogo, el pacifismo convivía con otros símbolos del independentismo que ya hacían bandera de un movimiento dirigido por la batuta de "la movilización de masas", sea cual sea esta: "Cuando se dice que las calles serán siempre nuestras o que esto empezó en la calle y acabará en la calle, se está pensando en esto. Es decir que la última palabra la tiene esta acción colectiva", añade.
La ciudad con más barricadas
Las imágenes aéreas de una Barcelona nocturna con columnas de humo ha despertado la comparación romántica con la Rosa de Foc (Rosa de Fuego), el sobrenombre que recibía la ciudad durante las primeras décadas del siglo XX. "Que Barcelona era la ciudad con más barricadas por metro cuadrado ya lo dijo Friederich Engels". Y esta es una idea que han rezumado los movimientos políticos catalanes: "Quiero recordar que Òmnium Cultural puso en marcha una campaña que se llamaba Lluites Compartides (Luchas Compartidas), porque si había algo nostrat, algo tradicional, algo reivindicable desde un eje de cultura popular catalana, eran las barricadas y las luchas sociales".
"Esta vez, el alcance es más profundo. Es una cuestión de Estado. Es una situación revolucionaria contra las estructuras políticas"
Insiste que "no hay que irse a principios de siglo" para buscar paralelismos. Delgado cita las huelgas generales del 2010 y 2012 para encontrar una Barcelona llena de barricadas. También recuerda las movilizaciones antiglobalización del 2001 y 2002 contra la cita del Banco Mundial de Barcelona o la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, en las cuales participaban algunos representantes políticos de la actualidad, como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, quien ha rechazado el tono de las últimas movilizaciones: "Se tendría que preguntar a los exmiembros del movimiento okupa y antiglobalización qué hacían en aquellas protestas".
Nada nuevo, tampoco, en cuanto a la brutalidad policial: "Durante el juicio al Procés, se dijo que no existe tal cosa como la resistencia pasiva. Esto le dijo el jefe de la Brigada Móvil de Mossos al periodista Jordi Évole, después del desalojo de la plaza Catalunya durante el 15-M", explica, recordando el operativo policial liderato por el ex consejero Felip Puig. Y de ex consejero de Interior en ex consejero de Interior, también menciona Joan Saura, responsable político del desalojo de la facultad de la Universidad de Barcelona central durante las protestas estudiantiles contra el plan Bolonia. "Lo que sí que es nuevo es que, esta vez, el alcance es más profundo. Es una cuestión de Estado. Es una situación revolucionaria contra las estructuras políticas, no una revuelta de unos días. Esto no parará hasta que, de una manera u otra, se llegue a la única alternativa que le han dejado a los independentistas, que es la independencia".
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