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Actualizado:No hay cloaca del Estado que termine de impresionar a Arkaitz Rodríguez. El secretario general de Sortu advierte que en la izquierda abertzale han conocido en carne propia las campañas de 'fake news' en torno al conflicto vasco, lo que en varios casos se tradujo en sumarios judiciales y condenas de cárcel. No en vano, Rodríguez fue uno de los acusados en el sumario 'Bateragune' junto a otros míticos dirigentes abertzales como Arnaldo Otegi o Rafa Díez. Hoy, sin olvidar el pasado, este independentista nacido en febrero de 1979 habla de los retos que el independentismo de izquierdas quiere afrontar a lo largo de los próximos años.
¿Cuáles son los retos que se plantea Sortu a día de hoy?
Nos planteamos cinco retos. El primero, hacer frente a la crisis con un principio claro: esta crisis la tienen que pagar las grandes empresas, el oligopolio eléctrico y la banca. En segundo lugar, hay que abordar iniciativas estructurales para transformar en profundidad el modelo de producción, distribución y consumo. Decimos alto y claro que necesitamos una nueva civilización, una civilización socialista, una civilización que ponga la vida y los cuidados en el centro.
Como tercer reto, la recuperación de la soberanía en tanto capacidad de decisión política para llevar a cabo transformaciones en profundidad. El cuarto reto es reforzar el soberanismo de izquierdas, porque los retos que enfrentamos como comunidad requieren una nueva mayoría progresista. Por último, contribuir a poner a este país en marcha, de tal forma que sea capaz de articular todas sus energías comunitarias y alinearlas con sus capacidades institucionales con el objetivo de enfrentar con éxito todos estos retos.
Precisamente, en las últimas semanas ha habido llamamientos a construir esa nueva mayoría o "frente amplio" de la izquierda vasca en torno a EH Bildu...
Efectivamente, se trataría de reforzar el soberanismo de izquierda y abrirlo a nuevos sectores. En ese sentido, estamos inmensos en la construcción de un frente amplio soberanista y progresista articulado en torno a EH Bildu y Euskal Herria Bai en el caso de Iparralde. Se trata de operativizar esas nuevas mayorías soberanistas y progresistas que existen en el país pero que a día de hoy no se encuentran debidamente reflejadas en términos electorales. Apostamos así por una vía amplia soberanista y progresista que nos permita proyectar esas mayorías.
Sortu se define como una fuerza independentista y de izquierdas. ¿El PNV de qué es?
El PNV es un artefacto bastante exitoso y eficaz de obtención de votos. Es cierto que juega con esa ambigüedad, pero lo que es incontrovertible es que muchas de sus políticas tienen una clara inspiración neoliberal. Por ejemplo, el PNV ha venido implementando políticas de privatización de la sanidad pública o apostando por proyectos faraónicos, del estilo del Tren de Alta Velocidad, que suponen una auténtica dilapidación de fondos públicos. Eso es el PNV, pero también es una potente campaña propagandística capaz de contrarrestar políticas perjudiciales para las mayorías trabajadoras.
¿Qué posibilidades de alianzas existen con la izquierda no independentista?
Nosotros somos partidarios de una política de alianzas pragmática, amplia y flexible, consistente en tratar de llegar a acuerdos con el mayor número posible de fuerzas políticas en atención a un único criterio determinante: ver si esos acuerdos sirven o contribuyen para ganar derechos económicos, sociales o laborales para la clase trabajadora, así como a avanzar en términos de recuperación de soberanía y al reforzamiento de la referencialidad del soberanismo de izquierdas. Tenemos acuerdos con fuerzas como Podemos, pero también hemos llegado a acuerdos con el PSE, con el PSN, con el propio PSOE o también con el PNV en diferentes ayuntamientos o en el Parlamento vasco.
En el caso de Madrid, durante los últimos meses hemos visto un creciente protagonismo político de EH Bildu a raíz de sus acuerdos con el Gobierno.
Efectivamente. De hecho, en la campaña electoral ya dejamos claro que acudíamos a Madrid con un triple objetivo: tratar de normalizar la política penitenciaria y avanzar en la solución de las consecuencias del conflicto armado vivido durante décadas; en segundo lugar, recuperar derechos sociales y económicos para la mayoría trabajadora; en tercer lugar, avanzar en la solución del conflicto político vasco y catalán. En definitiva, avanzar en términos de democratización del Estado español, su gran asignatura pendiente. Eso pasa porque el Estado español reconozca su carácter plurinacional y el derecho de decisión de vascos, catalanes y gallegos.
En el ámbito del Estado existe hoy el riesgo de un gobierno de la derecha junto a la ultraderecha. ¿Cómo ve ese escenario?
"A las derechas reaccionarias se las enfrenta profundizando en la recuperación de derechos sociales"
Eso es algo que debería preocupar a todo el mundo. Si finalmente se materializa ese escenario, perderán las mujeres, perderá el colectivo LGTBI, perderá la mayoría popular y trabajadora y perderán los pueblos. ¿Cómo se le hace frente? A las derechas y extremas derechas no se les puede hacer frente con sucesos como los de Melilla, con casos como el de Pegasus o aumentando el gasto militar. A las derechas reaccionarias se las enfrenta profundizando en la recuperación de derechos sociales, profundizando en democracia, abordando esa democratización del Estado que sí o sí debe conllevar el reconocimiento al derecho a decidir de los pueblos. Nosotros apostamos por alcanzar el mayor número de alianzas posibles para mantener a las derechas lejos de los centros de gobierno y avanzar en esa senda de democratización.
En las últimas semanas, algunos medios han publicado varios artículos sobre Gazte Koordinadora Sozialista (GKS), un grupo que han llegado a presentar como una escisión de la izquierda abertzale. ¿Qué hay de cierto en todo esto?
En primer lugar, GKS no tiene nada que ver con la izquierda abertzale. Por otro lado, es un grupo que tiene grandes similitudes con el Frente Obrero, más conocido probablemente en el Estado español. Se trata de un grupo profundamente sectario y reaccionario bajo una retórica pseudo-revolucionaria. Está siendo dimensionado y alimentado por la derecha mediática, que gastan páginas y ofrecen minutos en prime-time a este grupo para utilizarlo contra el independentismo de izquierdas.
Ahora también se habla mucho sobre las cloacas del Estado y sus campañas de noticias falsas. ¿Eso ya lo conocían en la izquierda abertzale?
"Aquí también se han fabricado 'Fake News' a escala industrial"
Sobradamente, por desgracia. Es algo gravísimo y absolutamente denunciable que nos sitúa ante la verdadera naturaleza del Estado español, un Estado profundamente antidemocrático que en la mal llamada transición no abordó una auténtica ruptura con el régimen franquista. Aquí ha habido terrorismo de Estado financiado con fondos públicos, se ha aplicado la tortura sistemática, se han ilegalizado decenas de partidos y plataformas electorales. También se han cerrado medios de comunicación y se llegó a torturar al director de Egunkaria, Martxelo Otamendi. Y aquí también se han fabricado 'Fake News' a escala industrial. La teoría del "Todo es ETA" es una gran "fake new" que sirvió de sostén a toda esa política de ilegalizaciones. Todo eso ha sido obra de las cloacas del Estado.
¿Quedan puertas por cerrar o ventanas por abrir en torno a las consecuencias del ciclo de violencia que se vivió aquí?
"Este conflicto existía antes de ETA y continúa una vez producida su desaparición"
Sí, por supuesto. En primer término, hay que avanzar en el reconocimiento y reparación de todas las víctimas. Aquí hay que poner atención en algo: tres cuartas partes de las personas asesinadas por el Estado y un 99% de víctimas de la tortura siguen sin ningún tipo de reconocimiento institucional. En segundo lugar, no es razonable que hoy siga habiendo 180 presos por delitos de motivación política. La solución es sencilla: que se aplique a todas estas personas la misma ley que al resto. Si fuese así, cerca del 90% de estos presos debería estar pisando la calle. Por último, también hay que atender las causas: este conflicto existía antes de ETA y continúa una vez producida su desaparición. Fe de ello puede dar el proceso catalán: allí no hubo violencia armada y existe un innegable conflicto político. Por tanto, hay que dar una solución democrática.
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