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Antonio Arias es el prolífico e iluminado músico granadino que surtió de gasolina de alto octanaje a Omega, el gran salto adelante de Enrique Morente en su exploración de nuevos palos. Rock sin concesiones desde 1991, aunque el líder de Lagartija Nick ha alternado su banda con otros grupos y autores —como Los Evangelistas o Fernando Alfaro— y abanderado su cósmico proyecto personal, que plasmó en Multiverso.
Compromiso político y letras universales, como se refleja en la gesta de una malograda partida de guerrilleros urbanos de su ciudad. La leyenda de los hermanos Quero, canción incluida en el disco Crimen, sabotaje y creación, ha servido de fuente de inspiración al documental La última bala, donde el director y productor José Sánchez-Montes aborda junto al exbajista de 091 la trágica historia de los maquis granadinos.
El guion del filme, todavía en proceso de rodaje, corre a cargo de Isabel Daza, quien subraya el decisivo papel de las mujeres, víctimas de una encarnizada represión y protagonistas de una carrera musical que el franquismo no pudo truncar, pese a su intento de convertir el flamenco en un símbolo nacional sin carga ideológica, reducido a una mera expresión folclórica. Teresa Maya y Gracia Quero lo pagaron con el exilio y el destierro autoimpuesto.
Antonio Arias aborda, desde una perspectiva sonora, la épica historia de los indomables hermanos Quero, quienes juraron quitarse la vida antes que claudicar ante la dictadura. Su hermano Jesús Arias, infelizmente fallecido, ya había dado cuenta en la prensa local de las hazañas de Pepe, Antonio, Pedro y Paco Quero. Aunque el líder de Lagartija Nick se remonta en el tiempo, cuando conoció a un hombre que presumía de conocer a los guerrilleros.
Sin embargo, como sostiene el historiador Jorge Marco, llevaban la amenaza alojada dentro. "Al margen de los falangistas, las fuerzas de seguridad y las autoridades, sus grandes enemigos fueron los delatores y los confidentes, que podían ser vecinos y hasta amigos. Eran los más peligrosos, porque a los otros los venían venir". Así fue, pues el último Quero fue denunciado por dos miembros de la CNT que ejercían de enlace con su partida.
Su hermano Jesús recuperó su historia desde las páginas de los periódicos, pero usted la descubrió de un modo desconcertante...
Jesús, un apasionado y gran conocedor de la historia, siempre sintió interés por su figura, sobre todo a partir de la publicación del libro Hijos de una guerra: los hermanos Quero y la resistencia antifranquista (Comares), de Jorge Marco. Sin embargo, mi primera referencia fue en una cuevas donde ensayaban los grupos en Granada. El dueño y encargado de aquellos locales, un tal Cristóbal, presumía de haber sido colega de los guerrilleros.
Tiempo después, cuando hablé con Bernardo Quero, me aseguró que en realidad era un chivato. Al contrario de lo que decía, se había acercado a ellos con la intención de denunciarlos. "¿Cómo que amigo nuestro? ¡Si me quiso engañar! Intentó atraerme con la excusa de vengar la muerte de Antonio, pero temí que se trataba de una encerrona y no me presenté a la cita. ¡Era un delator!", respondía enfadado.
¿Cuál es la trascendencia de los hermanos Quero más allá de Granada y de Andalucía?
En mi ciudad, fuera del panorama franquista, se les tenía admiración como guerrilleros urbanos, pero con un desconocimiento total. Cuando estaban en activo, muchos se hacían pasar por ellos, para bien o para mal. Lo podría relatar Rafael Quero, mas le cuesta muchísimo hablar del asunto, porque no lo ha estructurado tan bien como su hermano Bernardo. Si le preguntas por aquellos tiempos, se emociona: o grita o llora, porque lo que vivió su familia fue aterrador.
Bernardo es el altavoz de la memoria, si bien también sufrió lo suyo.
Lo detuvieron cuando era un chaval y recibió palizas durante días. Al ver que lo iban a matar, un agente de la Brigada Político-Social de Madrid lo sacó de la comisaría, pese a que un policía intentó disuadirlo: "Este lo sabe todo, no lo puedes dejar marchar". Sin embargo, lo ingresó en el hospital de San Rafael, como si fuera un huérfano, y le cambió el nombre: Bernardo Quero pasó a ser Antonio Quirantes.
Para él todavía sigue siendo un misterio que le diese otra identidad. ¿Lo hizo por maldad? ¿Quizás simplemente por mala leche? ¿Acaso le estaba haciendo un favor? Por una parte, pudo hacerlo para que su familia pensara que estaba muerto. Por otra, para que pudiese ser atendido en el centro médico. En ese caso, le salvó la vida, pero también le cambió el nombre...
Pese a que cuando fue ingresado tenía sólo doce años, ya ejercía de enlace.
Le cosían notas para sus hermanos en la camisa. Quizás la policía o los militares franquistas le pasaban información por razones de amistad o humanidad, con el objetivo de que sus hermanos estuviesen avisados y supiesen por dónde iba la cosa… El documental es un proyecto apasionante, porque descubres el dolor y la sombra de la familia. Algo imposible de comprender, pero que ayuda a conocer esta ciudad. Bernardo sigue proyectando la represión y la muerte de sus hermanos, aunque él también lo pasó mal.
En la mili le dieron un fusil de madera para burlarse de él, a su hija le pegaban en el colegio y sus hermanos que no integraron la guerrilla también fueron humillados. Castigos que continuaron durante la dictadura. Por cierto, antes preguntabas si sus acciones trascendieron Andalucía… Cuando le comentaban al abuelo de Bernardo que Lorca decía que la Alhambra era la última leyenda de Granada, respondía: "No, es la penúltima".
Una familia ligada al cante y al baile.
Una vez le pregunté a Bernardo qué cantaban los maquis en la sierra: "¿Qué íbamos a cantar? Si lo hiciesen, podían escucharlos los guardias civiles y los militares, quienes no dudarían en matarlos". Hasta el punto de que para escuchar la radio sin hacer ruido Antonio se tumbaba en el suelo y se cubría con una manta. Eso te da una idea de que se acabó el cante...
Hasta su padre, Francisco Quero, tocaba la guitarra en los saraos que se montaban en las cuevas del Sacromonte y el Albaicín. De hecho, su hijo Antonio heredó las cuerdas.
Pepe era un buen cantaor y Manuel, incluso mejor. Menos mal que pudimos ver la figura de Víctor Blaya Quero, el Charico, porque con su sobrino-nieto comprendimos cómo eran cantando. Todos parecían sacados de una serie de televisión: unos tíos altos, guapos, artistas y comprometidos.
De hecho, usted rescata la voz del Charico en la canción que homenajea a los Quero, cuya introducción corre a cargo del cantaor Juan Pinilla.
La pieza, con ese aire de leyenda, se acerca a la tradición de los romances dedicados a los guerrilleros.
Además de música y letra, es un relato de su vida guerrillera.
Para contar la historia se necesitaba mucho tiempo, por la cantidad de estrofas. Luego le pasé la canción a Bernardo antes de publicarla, por si quería quitar algún verso, pero no censuró nada. Al contrario, se emocionó y la familia me dio todo su apoyo. El Charico, como uno de los hermanos Quero, sentía pánico escénico, por lo que no se dejó ver mucho. Y eso que físicamente tenía una presencia enorme.
Musicalmente, enlazó los cantes de Jerez con la esencia granadina de los tangos parados, los tangos de fiesta, los verdiales, la mosca y otros cantes populares. Me arrepiento de no haberlo grabado cuando ultimábamos el disco Lagartija Nick. ¡Y mira que era difícil llevarlo a un estudio! De hecho, Enrique Morente intentó producirle un disco y no lo consiguió.
Una pérdida.
Ese dolor quedó en mí. Lo tengo grabado como una puñalada y pensé que la mejor forma de contar su historia era el grito del Charico en medio de La leyenda de los hermanos Quero, que salda las deudas pendientes con la historia de Granada, con la familia de los guerrilleros y con la reivindicación de un cantaor que falleció en 2008 con solo veintiocho años. Sobre la letra de la canción, me gustaría señalar una curiosidad. Cuando matan a Pepe, uno de sus hermanos estaba junto a él. Acribillado, cayó por unas escaleras y esbozó una sonrisa. Por eso canto "y sonriendo a su hermano cayó al suelo", un detalle que no consta en ninguna biografía y que aporta entre líneas un detalle inédito de su vida.
Enfatiza su aura aguerrida y romántica.
Yo no quería politizar la historia, sino contar la verdad, algo innegable. La música del documental La última bala, en el que trabajo con el director José Sánchez-Montes, tiene un trabajo y una vida tremenda. Fuimos a La Espartera de Guadix, un campo de concentración habilitado en una fábrica de pasta de esparto para hacer papel. Tenía unos depósitos en el suelo para meter gente, donde recluyeron a Pedro Quero. Ahora es un desguace, pero si quitas las piezas todavía puedes ver en las paredes frases y poemas escritos por presos que fueron ejecutados.
Luego está la historia paralela de las flamencas.
Paco estaba casado con la bailaora Teresa Maya, la Tere, una figura tremenda. En Nueva York estrenaba El amor brujo y en Granada le daban palizas. Hablamos de un exterminio cultural. No sólo político contra una familia que se rebela, sino también cultural. El franquismo quiso matarlos artísticamente a hostias.
El documental también rescata también a la bailaora Gracia Quero.
[Gracia Quero era hija de Pepe y nieta del guitarrista Manuel Hidalgo, el Ovejilla. Se fue a México y se instaló en Madrid para burlar el veto y poder seguir trabajando. No sin antes cambiar su nombre por el de Gracita del Sacromonte, con el que figuró en los carteles y créditos de películas como El rey de la carretera, protagonizada por Juanito Valderrama, o Los siete magníficos y su secuela, ambas con la presencia en el reparto de Yul Brynner]
Los Hidalgo se vieron metidos en una guerra tremenda de la que salieron muy castigados solo por estar vinculados a los Quero. Su padre, Manuel, fue el maestro de los Habichuela, como me confirmó en su día Antonio Carmona. Otra historia enorme envuelta en un halo de misterio... Fueron dos familias flamencas que quedaron muy tocadas por la represión.
Gracita murió en Granada de un cáncer, pero hay poca información sobre ella y los suyos. Hay gente a la que el dolor no le deja hablar, ni siquiera recordar. De hecho, lo que más me apasiona del trabajo que estamos haciendo en el documental es la dimensión musical y la intrahistoria de las mujeres, figuras capitales del arte y de la dignificación. Si se hubieran quedado en su tierra, Granada hubiese despertado como entidad flamenca mucho antes, aunque la guerra ayudó a la dispersión y, en consecuencia, a que perdiese su identidad.
Represión cultural y apropiación del flamenco como símbolo nacional, pero reducido a mera expresión folclórica, sin rabia ni carga social o política.
El franquismo convirtió el flamenco en un easy listening. Antonio Valderrama y otros artistas tuvieron que sobrevivir con dos mundos dentro. Por un lado, el de sus ideas políticas y su verdadera pasión musical. Por otro, el de tener que sacar adelante a su familia… No es fácil saber cómo fueron sus vidas y hay que escarbar para que te cuenten su historia, que también es la nuestra.
Además de la canción incluida en Crimen, sabotaje y creación, retoma a los Quero en El Pueblo contra Antonio Arias y Fernando Alfaro, un sencillo que incluye su pieza sobre la vida en la serranía.
Es un fandango que me enseñó Bernardo y que solía cantar su hermano Pepe. "Me llaman bandolero de monte / porque robé a un millonario. / Y el rico que roba al obrero / con la pluma en la mano. / ¿Cuál de los dos es más bandolero?".
Antes hablaba de la figura del supuesto colega que resulta un delator. Pese a la gente que estaba de su lado, a veces el enemigo acechaba desde dentro.
Se necesita una vida muy larga para entender un hecho que sucedió en un periodo de tiempo muy corto. Aquí siempre se ha vivido una fantasía de victoria. Franco no ganó ninguna guerra. Eso nunca sucedió, porque la memoria es imborrable e incallable. Hemos vivido una realidad impuesta y paralela, que era mentira. Historias como la de los hermanos Quero han ayudado a desvelar la verdad, porque aquí se siguió castigando y represaliando una vez terminada la contienda.
No te pierdas: Los atracos, secuestros y otras gestas de los hermanos Quero
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