sevilla
Actualizado:El experimento político, un cogobierno de PP y Ciudadanos apoyado en la ultraderecha, que se inauguró en Andalucía tras las elecciones de diciembre de 2018, lleva un año y medio en el poder. En este tiempo, con la ayuda de Vox, han logrado aprobar dos presupuestos, superar las tensiones causadas por diversas convocatorias electorales e iniciar cambios legislativos de relevancia, sobre todo, en el ámbito educativo, que favorecen la educación concertada y el negocio privado, y en el urbanismo, que facilitan la construcción en el campo y en espacios hoy protegidos.
Además, PP y Ciudadanos, a cambio de los votos de Vox, que necesitan para aprobar cualquier cosa de relevancia, se han dedicado a defender su "utilidad" política, como quiere su socio, blanqueando por el camino su ideario antifeminista, y por momentos xenófobo, a pesar de los intentos de moderarse, al menos en las formas, de su portavoz Alejandro Hernández.
Ahora, la crisis de la covid, que ha afectado fundamentalmente a dos sectores, el turismo y la restauración, que, junto a otros, alimentan el PIB andaluz, va a poner a prueba la fortaleza de una alianza que ha partido el tablero político andaluz en dos bloques bien definidos.
Por un lado, están los partidos de lo que el portavoz del Ejecutivo, Elías Bendodo (PP), ha dado en llamar las "tres patas del cambio" y, por otro, PSOE y Adelante Andalucía.
Hoy, a la vista de las encuestas y de las decisiones políticas de Ciudadanos y de su jefe de filas, el vicepresidente de la Junta, Juan Marín, que no quiere saber nada del PSOE de Susana Díaz, no existe solución transversal a la gobernabilidad. O repiten PP, Ciudadanos y Vox o se produce un relevo impulsado por socialistas y Adelante Andalucía.
Dos encuestas conocidas este lunes dibujan ese escenario. Una de ellas –de 3.600 entrevistas encargada por la Junta de Andalucía a una empresa de Valencia– pronostica que el experimento se consolidaría en unas elecciones que se celebrasen hoy. La otra –de 1.000 entrevistas, difundida por Diario de Sevilla y encargada por el PSOE de Andalucía– da el resultado opuesto: una mayoría socialista junto a los escaños de Adelante Andalucía.
La primera de ellas le da al PP, además, una victoria electoral por la mínima, a pesar de que en los datos brutos, tanto en intención directa de voto como en simpatía, dos datos clave en cualquier encuesta, el PSOE está por delante. De producirse esto, sería la segunda vez en la historia de la autonomía. Solo una vez el PP ha logrado vencer al PSOE en Andalucía. Fue en 2012, con Javier Arenas al frente, pero el veterano político no pudo gobernar. Se formó el cogobierno PSOE-IU, presidido por José Antonio Griñán, que duró hasta 2015.
Además, el sondeo de la Junta de Andalucía divide el voto entre Podemos y Adelante Andalucía, cuando esa ruptura –posible, eso sí– no se ha producido y podría, además, no producirse, lo que les resta escaños, y lleva, como consecuencia, a que Ciudadanos y Vox ocupen la tercera y la cuarta plaza, respectivamente.
El otro sondeo, encargado por el PSOE, ofrece, por el contrario, el resultado opuesto: una victoria socialista que, junto a Adelante Andalucía, sumaría mayoría absoluta.
Las dos encuestas coinciden en dos cosas. Por un lado, dan un resultado muy conveniente a los intereses de quienes las encargan y, por otro, ambas revelan que tanto el PP –entre seis y diez puntos– como el PSOE –entre tres y cuatro puntos– mejoran sus expectativas de voto respecto a los comicios de diciembre de 2018 y dependerían, en su caso, de otros para poder formar gobierno.
Una clave electoral relevante en Andalucía es la participación. La abstención, la falta de ilusión por la continuidad del proyecto socialista, facilitó el Gobierno a la derecha a finales de 2018. Una participación alta podría devolvérselo a la izquierda. Las próximas elecciones revelarán, de haber la participación suficiente, si las corrientes de fondo que han dominado hasta ahora en Andalucía, después de 37 años de gobiernos socialistas, han cambiado, se han vuelto conservadoras, o, por así decirlo, el alma andaluza sigue en la izquierda.
Una mirada a la derecha
La situación en ambos bloques, aunque estable, tiene sus puntos de tensión. En el de la derecha, a seis meses de llegar al ecuador de la legislatura, el presidente de la Junta, Juanma Moreno (PP), en medio de la salida de la pandemia, se ha enredado en unos cambios en el Gobierno que hubiera preferido evitar. Esos cambios, que Moreno rechaza llamar "crisis de Gobierno", está por ver qué alcance tienen. El vicepresidente, Juan Marín (Ciudadanos), los impulsa y viene presionando para que tengan alguna profundidad.
Marín, que apostó en los momentos más críticos de su partido, tras la debacle y la dimisión de Albert Rivera, por la renovación impulsada por Inés Arrimadas, una vez que esta busca el centro y la utilidad de Ciudadanos, está ahora paradójicamente atrapado por sus decisiones políticas.
Los puentes con el PSOE que dirige Susana Díaz, con quien Marín aprobó tres presupuestos entre 2015 y 2018, están hoy rotos, y sus excelentes relaciones con Moreno y Bendodo, con quienes tiene sintonía personal, sobre todo con el segundo, además de política, le llevan de manera natural a la alianza con el PP.
Las obligaciones de Marín como vicepresidente que debe su puesto a Vox y que gestiona la administración autonómica con el mayor presupuesto del país, le llevan a eludir por ahora enfrentamientos serios y relevantes con los socios con los que ha firmado hasta ahora dos presupuestos de la Junta de Andalucía.
Sobre las encuestas, Marín ha manifestado que el Gobierno se "consolida" frente a la alternativa del PSOE, y agregó: "Lo que menos me preocupa" en este momento es el número de escaños que pueda tener Ciudadanos.
Moreno, que ha pasado de ser un dirigente político completamente desahuciado en los momentos previos a las elecciones de diciembre de 2018, tras la carambola electoral –y su habilidad para conjugar a Vox y a Ciudadanos– que le dio la presidencia de la Junta, es hoy un barón del PP que defiende que su partido debe "siempre tener un pie en el centro". Sobre ese pie, al modo de un pívot de baloncesto, Moreno gira la otra extremidad hacia donde le interesa.
La personalidad del presidente de la Junta de Andalucía, desde luego, abona su teoría del centro. Es un hombre educado, moderado, al que le gusta el combate dialéctico reposado, y que se define a sí mismo como ecologista. Sin embargo, la dirección de sus políticas entra a menudo en contradicción con ese discurso: su dependencia y concesiones en el terreno de lo simbólico –por ejemplo, un teléfono de violencia intrafamiliar– a la ultraderecha de Vox y sus propias políticas de liberalización del suelo y de la educación y haber acometido una desregulación ambiental aprobada en plena pandemia, lo desmienten.
Su mano derecha, Elías Bendodo, manifestó al respecto de los sondeos que "las tres fuerzas del cambio en Andalucía reciben más apoyo que en aquellas elecciones de diciembre de 2018" frente al PSOE, al que dio por amortizado: "Ya es cosa del pasado".
Vox se ha desprendido del lastre del que fuera su candidato electoral, Francisco Serrano, obsesionado con el discurso antifeminista, y acusado por la Fiscalía de un presunto fraude millonario a la Hacienda Pública por una subvención otorgada a un proyecto empresarial que nunca llegó a llevarse a cabo.
Desde hace un año, desde que Serrano publicó en su cuenta de Facebook una delirante entrada que generó una polémica monumental, la manija del partido en Andalucía la lleva Alejandro Hernández, un hombre discreto que, aunque defiende con firmeza el ideario ultra, huye de la polémica por la polémica. Aunque de vez en cuando zarandea a Moreno y al Gobierno andaluz, se ha revelado como un socio leal. Eso sí, a cambio de su espacio y su lugar en la mesa.
El próximo otoño, cuando se negocie el presupuesto del año 2021, se verá si los tres partidos siguen en sintonía, si el objetivo que persigue Moreno de dirigir un Gobierno estable, que pueda aplicar las recetas pactadas, se cumple o no.
Una mirada a la izquierda
En la izquierda, el PSOE de Andalucía está hoy dirigido por la expresidenta Susana Díaz, quien después de haberse llevado dos palos muy serios –la derrota en las primarias frente al hoy presidente Pedro Sánchez y la posterior pérdida del Gobierno andaluz–, quiere presentarse de nuevo a los comicios, cuando Moreno los convoque.
Díaz ha enterrado el hacha de guerra con Ferraz y ha ubicado en este tiempo al partido en Andalucía en línea con Sánchez, lo que ha contribuido a calmar a la organización después de años de una durísima y honda guerra interna que alcanzó a la militancia. Díaz también se ha dedicado a tratar de reconstruir puentes con sectores sociales, colectivos y sindicatos con los que había perdido la sintonía en sus años de gobierno y de viaje a Madrid. Con ello, busca darle una oportunidad a su partido de remontar y de convertir el periodo de Moreno en tan solo un paréntesis.
Díaz sabe que hay cuadros socialistas que no quieren que repita, después de la pérdida de la Junta, y que, de cuando en cuando, hacen ruido. En este momento, el sector crítico a Díaz carece de comandante, y conforma un grupo heterogéneo con variados intereses.
Sobre los sondeos, Díaz manifestó que el PSOE vive la etapa de oposición "con mucha humildad" para que les permita más cercanía con la sociedad. "La gente entiende la utilidad de la política cuando te tiene cerca, cuando siente que la escuchas y tomas nota para mejorar".
Los puentes que se quebraron en 2015 hacia su izquierda, cuando Díaz disolvió el Parlamento y convocó unos comicios que acabaron por liquidar la alianza con IU, que había gobernado Andalucía durante tres años, aún no se han recompuesto. Sí existen acercamientos naturales en el terreno parlamentario, al compartir espacio de oposición con Adelante Andalucía.
Además, el cambio de paradigma en la escena nacional con el cogobierno PSOE-Unidas Podemos, y el desembarco de Martina Velarde en Podemos Andalucía, quien ha apostado por gobernar, permite vislumbrar entendimientos de algún tipo, si diesen los números, un asunto que está aún por ver, entre los socialistas y Adelante Andalucía.
Adelante Andalucía está metida en un debate profundo sobre lo que es hoy y sobre lo que va a ser. Ahora mismo, hay cinco fuerzas –IU, Podemos, Anticapitalistas, Primavera andaluza e Izquierda Andalucista– que comparten ese espacio y que mantienen severas discrepancias de fondo al respecto de tres temas esenciales.
Por un lado, a quién pertenece la marca que hoy los engloba a todos, un debate que preocupa mucho en IU. Por otro lado, si se debe entrar en gobiernos con el PSOE, un asunto que Teresa Rodríguez, la última candidata y actual presidenta del grupo parlamentario, rechaza de manera rotunda, mientras que en Podemos e IU, aunque con cautelas, se ve de otra manera. Y, por último, si esta coalición conforma o no una formación al estilo de En Comú Podem, confederada a las confluencias estatales, o sigue siendo una coalición en la que se integran fuerzas federadas.
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