sevilla
Actualizado:Comenzar una crónica política con la afirmación de que unas elecciones son decisivas es una obviedad, porque todas lo son. Todas ellas le cambian la vida a la gente, de una o de otra manera. Sin embargo, estas autonómicas del 2 de diciembre tienen en efecto un sabor especial porque están aún muy abiertas y van a servir para comprobar la fortaleza del proyecto socialista, liderado por segunda vez por Susana Díaz, después de 36 años de gobiernos ininterrumpidos, y porque darán pistas de si los nuevos partidos que irrumpieron con fuerza en la política andaluza -con 15 escaños Podemos y 9 Ciudadanos- en el 2015 están en el camino de convertirse en alternativas reales de gobierno a los partidos tradicionales o, en cambio, aún tienen tarea por delante para lograr ese objetivo.
Además de los partidos, se la juegan también sus líderes. Con la excepción de Teresa Rodríguez que, salvo que sea presidenta, no repetirá como candidata a la Junta dentro de cuatro años, los demás quieren obtener un resultado que les permita seguir en la brecha, conservar la cabeza. Para Díaz, después de su frustrada aventura por el liderazgo del PSOE, todo lo que no sea vencer con cierta holgura y luego gobernar será un fracaso; a Juanma Moreno, el PP, como es ya habitual en Andalucía, le permite perder, pero le va la vida en poner la suficiente tierra de por medio con Ciudadanos, y a Juan Marín sus jefes de Madrid le han puesto el listón tan alto que todo lo que no sea superar al PP o quedarse a las puertas de hacerlo, les va a dejar un sabor agridulce.
Tanto Ciudadanos como Adelante Andalucía buscan el mismo objetivo: ser alternativa en su espacio ideológico
Estos son los segundos comicios en los que comparecen las fuerzas que han cambiado de abajo arriba y de arriba abajo los usos y costumbres de la política andaluza. Desde que ellos, Ciudadanos y Podemos (Adelante Andalucía en este caso), llegaron, ya nada es lo mismo. En política, todo puede cambiar en un momento, pero los efectos de su irrupción, aún por medir, han sido sin duda benéficos en términos de transparencia y regeneración democrática y de rendición de cuentas a la ciudadanía.
Ambas fuerzas, Ciudadanos y Podemos, han seguido, sin embargo, caminos divergentes en sus decisiones políticas en estos cuatro años. Mientras Ciudadanos optó, aunque con miedo, por cerrar un acuerdo con el PSOE de Díaz y apoyó los últimos tres presupuestos de la Comunidad, Podemos -forzado por las circunstancias o no, según a quién se pregunte- eligió el camino contrario: ocupó un espacio nítido de oposición y, en paralelo, se lanzó, de la mano de IU, a agrupar en una única plataforma, hoy llamada Adelante Andalucía, a todos los descontentos con la gestión de Díaz y a todas las fuerzas andalucistas, ecologistas, y ubicadas a la izquierda de los socialistas. Ambos partidos, Ciudadanos y Podemos, buscan, con diferentes estrategias, el mismo objetivo: ser la alternativa de gobierno a los partidos tradicionales, en su ámbito ideológico, sin perder la frescura y las buenas costumbres.
Andalucía, territorio de izquierdas
Andalucía es un territorio escorado a la izquierda (el 51% de la gente se ubica entre el 3 y el 5 de la escala ideológica, en el centro izquierda, por solo el 17% entre el 6 y el 8, en el centro derecha). Hay localidades aún en los que la derecha no tiene un solo concejal, aunque en las ciudades -el PP ha gobernado todas las capitales de provincia de la Comunidad- sí está bien implantada.
De este modo, el PSOE está todavía muy bien arraigado en un territorio con memoria histórica, de fuertes lazos familiares, acostumbrado a luchar y que recuerda bien lo que costó lograr la autonomía, cómo era la vida al final de la dictadura y antes de la entrada en la Unión Europea, y lo que ha cambiado Andalucía desde entonces; pero el PP andaluz se tambalea, después de los recortes impulsados por el presidente Rajoy, la crisis en Catalunya, el giro a la derecha de Pablo Casado, y a causa en parte también de que Moreno no ha logrado asentar su liderazgo.
En el cuartel general del PP, aunque confían en sus posibilidades, hay una honda preocupación por la fuga de votos hacia Vox
El CIS, el más amplio de los sondeos elaborados hasta ahora, detecta que el voto en la izquierda es más estable que el de la derecha, donde hay ahora mismo una amplia volatilidad a la que los aldabonazos de Vox en Madrid y en Sevilla, hace un par de semanas, le han echado gasolina. En el cuartel general del PP, aunque confían en que todas las encuestas tienen un sesgo en su contra, existe una honda preocupación por la fuga hacia Vox de votos que siempre habían sido suyos. El CIS le da a Vox nada menos que un 7,5% en Almería, una provincia a la que el PP ha mimado mucho, sobre todo en los tiempos de Javier Arenas, y en la que está bien implantado. Tal vez, demasiado bien.
En Andalucía, en la derecha, se va a comprobar también si el trabajo de Inés Arrimadas en la crisis catalana va a recibir o no una recompensa fuera de Catalunya, donde ganó los comicios. Ciudadanos ha fiado buena parte de su campaña andaluza a su figura. Su alianza con el PSOE en Andalucía le ha ubicado en un espacio moderado, de centro, centro derecha, lo que le ha impedido entrar en los sectores más tradicionales, aún votantes del PP. Su giro de última hora, con la ruptura, y su promesa de no volver a investir presidenta a Susana Díaz es un mensaje a estos votantes.
Entre las tres formaciones de derechas van a sumar más o menos lo mismo que el PSOE, escaño arriba, escaño abajo. Así que emerge una mayoría absoluta de izquierdas una vez más en Andalucía que no está claro que vaya a poder gobernar, por las malas relaciones entre los partidos y sus líderes. El voto de Adelante Andalucía y del PSOE se mantiene estable, según el CIS. La unión de Podemos e IU con los rescoldos del andalucismo más puro va a poner a prueba esta predicción. La vieja discusión dialéctica entre las izquierdas, divididas en dos ramas evolutivas principales, por así decirlo, va a tener su próximo capítulo en Andalucía el día 2 de diciembre.
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