La pérdida de 2,6 millones de votos, ocho escaños y un 16% de los apoyos preocupa a los conservadores, aunque desde la dirección del PP hayan intentado no alarmar en exceso a los suyos. Pese a la escasa autocrítica del presidente, el varapalo recibido en las urnas el pasado 25 de mayo podría acabar siendo determinante en sus futuras decisiones si piensa recuperar a sus electores en los comicios autonómicos y municipales de 2015. El propio Mariano Rajoy ya ha anunciado que no se producirán cambios en el equipo de Gobierno y que seguirá adelante con su programa de reformas. En este contexto, sólo le queda una opción: renovar a los barones del partido cuya gestión no está dando los resultados esperados.
Este es el caso, principalmente, de Madrid y País Valencià. Ambas, históricos feudos conservadores donde la pérdida de hegemonía ha sido si cabe más dolorosa. Ambas, regiones donde el desgaste electoral no se ha debido sólo a la alta abstención, sino a la fuga de votos de la derecha hacia otras formaciones como UPyD y Vox, señalan fuentes conservadoras que se muestran 'preocupadas' por esta situación. Ambas, autonomías donde hace ya tiempo que comenzaron las luchas de poder entre sus dirigentes por ser designados candidatos a las elecciones del próximo año.
En Madrid, donde el PP lleva gobernando desde 1995 en la Comunidad y desde 1991 en el Ayuntamiento, el PP ha perdido más de 450.000 votos respecto a las anteriores elecciones europeas de 2009, mientras UPyD ha ganado más de 75.000 y Vox —que no existía entonces— ha alcanzado los 80.000. Ello supone que tanto Ignacio González al frente del Gobierno regional como Ana Botella en el municipal han perdido un 18,7 y un 17,6%, respectivamente, de los apoyos con los que contaban sus correspondientes antecesores en el cargo: Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. Y, aunque ambos han abierto una guerra entre ellos de la que, en este caso, saldría victoriosa la actual alcaldesa, la debacle del 25-M, sumada a los malos pronósticos de las encuestas, podría hacerles caer a los dos.
En el caso de González, nunca ha recibido el apoyo del presidente ni de la dirección del partido para ratificarle como candidato para el próximo año, a pesar de que él ha expresado su deseo de serlo en numerosas ocasiones. Aguirre, su mentora, ha intentado proteger su puesto criticando los dedazos de Rajoy y luchando por que la formación que ella preside —el PP de Madrid— tenga más poder de decisión en la elección de dirigentes. No obstante, ella misma ha admitido que es Génova quien 'dispone' y el batacazo de su delfín no le hace ganar puntos para su propósito de ser ratificado en las urnas.
El batacazo de Botella ha sido menor que el de González, pero a ninguno le acompañan los resultados ni las encuestas
Algo parecido le ocurre a Botella, quien lleva tiempo disputándose el cargo (al menos en las quinielas) contra la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, o la propia Esperanza Aguirre. Algunas fuentes apuntan también a la consejera de Educación, Lucía Figar, como posible sustituta de la alcaldesa. La mujer del expresidente José María Aznar —que cada vez está más alejado de Rajoy y de Génova—, nunca ha expresado expresamente sus aspiraciones, pero sí ha comenzado a hacer campaña de forma implícita anunciando medidas populares como la eliminación de la tasa de basuras. No obstante, necesita —como González— el visto bueno de Rajoy y, de igual modo, ni las encuestas ni los resultados le benefician para conseguirlo.
Por su parte, el presidente de la Comunitat Valenciana, Alberto Fabra, ya había asumido con anterioridad que los recientes comicios servirían para venderse frente a Rajoy. Pero el resultado no ha sido muy esperanzador y la pérdida de 476.784 votos (de los que más 100.000 se han ido a UPyD, mientras Vox casi ha alcanzado los 30.000) podría estropear sus planes de futuro. Y es que a pesar de que Rajoy elogió su buen hacer en el mitin de Valencia, desde Génova nunca han confirmado su esperada candidatura para 2015. De hecho, los nombres del ministro de exteriores, José Manuel García-Margallo, o el de la alcaldesa de la capital, Rita Barberá, (que también ha perdido su hegemonía en la ciudad con 88.000 votos menos) llegaron a sonar como aspirantes a la Generalitat. Ahora, las urnas dan un motivo más a la dirección nacional para desterrar a un dirigente bajo sospecha de haber pagado noches de hotel con su secretaria con cargo a la Generalitat y que, además, es una de las piedras en el zapato del Ejecutivo a la hora de reformar el sistema de financiación autonómica.
La pérdida de 200.000 votos en Castilla y León podría precipitar la salida de Juan Vicente Herrera
Otra de las Comunidades aliadas que exigen a Rajoy un reparto más justo del presupuesto es Murcia, cuyo expresidente, Ramón Luis Valcárcel, abandonó su cargo tras más de 20 años para irse a Estrasburgo. Él consiguió su propósito -era el número seis en la lista y el PP ha conseguido 16 escaños en el Parlamento Europeo-, pero su sucesor recibió a cambio la pérdida de más de 100.000 votos. Una cantidad que no beneficia a un candidato 'sin demasiado tirón' -como lo califican algunas fuentes del partido-, Alberto Garre, que desde un principio había accedido al cargo de manera accidentada: el favorito de Valcárcel (su consejero de Educación, Pedro Antonio Sánchez) se vio envuelto en una investigación por cohecho que le desterró de la presidencia.
Quien también lleva tiempo advirtiendo de su retiro, en este caso, voluntario, es Juan Vicente Herrera. El presidente de Castilla y León que no ha confirmado su decisión final, ya ha cambiado varias veces de opinión, algunas, presionado por la dirección nacional del PP, donde le tienen 'en gran consideración'. Pero el 25-M, donde los conservadores vieron sus votos rebajados de un 51,69 a un 37,61% (200.000 votos menos), podría precipitar su salida de la Junta. ¿Sus posibles sucesores? Su hombre de confianza en el Gobierno, el consejero de Presidencia, Juan Antonio Santiago, y el secretario general a nivel local y alcalde de Salamanca, Alfonso Fernández Mañueco.
Otros aspirantes a abandonar la carrera electoral del próximo año son también José Antonio Monago -presidente de Extremadura- y José Ramón Bauzá -su homólogo en Illes Balears-. Ambos se han convertido en alguna ocasión en molestos para el Gobierno por haber sido críticos con algunas de sus medidas (la contrarreforma de la ley del aborto, en el primer caso, o las prospecciones petrolíferas, en el segundo) y ambos han perdido 60.000 y 38.000 votantes, respectivamente.
Por su parte, en la cuerda floja aunque sin peligrar demasiado se situarían quienes tienen el difícil reto de enfrentarse al poder nacionalista. Alicia Sánchez-Camacho -en Catalunya, donde el PP ha bajado hasta convertirse en la quinta fuerza de la comunidad- y Arantza Quiroga -en Euskadi, donde los conservadores han perdido hasta su feudo de Álava tras la destitución del alavés Iñaki Oyarzabal como secretario general de la formación- son algunos ejemplos. No obstante, mientras a la primera se la ha situado fuera de la renovación como candidata ya en alguna ocasión, la segunda apenas lleva unos meses ratificada en el cargo, por lo que quedaría absuelta de la criba de barones.
En la misma situación que Quiroga estaría también Juanma Moreno, presidente del PP de Andalucía desde el pasado mes de marzo. Su formación ha perdido 400.000 votos y ha incrementado su diferencia con el PSOE hasta alcanzar los 10 puntos, un batacazo esperable -aunque no por ello menos decepcionante- desde que la presencia de Rajoy y el cabeza de lista del PP a las europeas, Miguel Arias Cañete, no consiguió llenar el auditorio en el mitin de Sevilla. Aun así, después de la crisis interna vivida en el partido por las luchas de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, por imponer a sus candidatos (el propio Moreno y José Luis Sanz, respectivamente), nada hace prever que se cuestione al exsecretario de Estado de Igualdad al frente del PP-A.
Del lado de los salvados a pesar de la debacle electoral se situarían también, por cercanía al presidente, barones como la propia Cospedal -presidenta de Castilla-La Mancha- o Alberto Núñez Feijóo -su homólogo en la Xunta de Galicia-. En cualquier caso, puede que Rajoy haya desterrado la opción de la crisis de Gobierno pero, con tantos frentes abiertos, la crisis en las direcciones autonómicas del partido parece asegurada.
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